jueves, marzo 17, 2016

VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL


















VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL
they came like swallows 1937
Ed. Debolsillo 207Pág
Trad. Gabriela Bustelo





A veces un escritor, pienso, debe sentirse como un barrenero en una mina, que arranca las entrañas a la tierra, impone caminos donde sólo hubo paredes, y en la asfixiante oquedad descubre, cuando esta sólo, el ruido de las gotas al caer, de las paredes moviéndose y los quejidos de los techos presionando las vigas; y cuando está acompañado siente el olor ácido del sudor y el intenso pánico oculto entre fatigas, monotonía y riegos allá donde la dinamita va a explotar, asustando, por el suave temblor en los pies, a sus familias en sus casas. Y el escritor debe sentirse así, decido imaginar, porque las historias nacen por un lado del propio ingenio y por otro lado del esfuerzo por dinamitar las cuatro paredes que a veces parecen encerrar recuerdos, pensamientos o ideas. Confinados no sólo por la propia inercia del olvido simple, sino por el más doloroso olvido necesario y terapéutico. Pero como todo dueño de mina sabe, la riqueza que provoca los esfuerzos ajenos, reconforta al más despreciable de los escépticos. Y un escritor es a la vez dueño de la mina y caballo de tiro, potro y jinete, puesto que es autor y actor a la vez. ¿Que qué quiero decir? Pongamos de ejemplo este libro, que para eso lo he titulado con su nombre: Maxvell, retoma y recuerda una época de su vida: la terrible pandemia de la gripe española que asoló el mundo allá por los años finales de la segunda década del siglo XX, y en ella incrusta una historia sobre la sensibilidad. Esa parte de la personalidad que sólo se ha creado con el trascurrir del tiempo y de las miradas, y de las caricias, y de los dolores y de las ausencias, y de las presencias y de olvidos, hartazgos, posesiones, favores tuyos, y solamente tuyos, barrenados en tu mente con dinamita hecha con tu pelo, con tu sangre y con tu carne, formando un mapa de una mina intrincada y desafiante de la que sólo existe un dueño, un dibujante, un trabajador, una victima y un ataúd, y son todos tuyos y para ti. Maxvell muestra toda su ternura, que no su sensiblería, para mostrar como si fuera el punto de vista de los canarios que llevaban los mineros para sentir cuando pudiera explotar la mina. Animales presos en un mundo tan cerrado como oscuro, pero plenos de belleza propia, incluso alegría, en el canto y en el colorido de sus plumas, como plenos de extrañeza de estar en lugar al que nunca hubieran deseado ir.




En la época en la que coincide el final de la Primera Guerra Mundial con la propagación de la gripe española, una familia con dos hijos, y otro por venir, vive en una barrio de una ciudad acomodada de Estados Unidos. Rodeada por casi toda su familia y por algunos recuerdos, el tiempo transcurre como debe ser para cada uno de los habitantes de la casa. Sus problemas, sensaciones, sentimientos, miradas regaladas y perdidas, sus caricias deseadas, sus pequeños rencores y sus mínimas infamias empiezan a discurrir por las páginas del libro descritas uno detrás de otro por los miembros de la familia, siendo el eje en el que circula el aire y la sangre de la familia, la madre/esposa/hermana Elizabeth. Ese pequeño universo gira, aunque le pese a Copérnico, sobre el centro de un planeta pequeño, alado, tierno y seguro que se convierte de día en esa mujer que parece que da sentido a la rotación de sus satélites. Vadeando el mundo, sus hijos -Robert y Bunny- su hermana -Irene- y su marido -James- libran una batalla consigo mismos para poseer , defender, arreglar los errores que se van creando cuando la mente va intentando ser más lista que la vida.




Maxvell es un autor que investiga el mundo que le rodea, parece encontrar el color, incluso el matiz exacto, de la mirada de las personas, parece percibir el grado de fuerza del abrazo, o el método por el cual la sonrisa o las lágrimas parecen surgir de un niño de un segundo a otro. Incluso da la impresión que descubre el sabor de las sonrisas sólo por su calidez, y la fiereza de la mueca midiendo el grado de separación de la comisura de los labios. Nada parece ocultarsele al escritor, ha encontrado el camino, los mapas, los senderos y sabe por donde discurren, incluso por donde han discurrido los ya ocultos por la maleza del tiempo. Es probable que sea porque fue su camino, su maleza, su fiereza, sus lagrimas, sus sonrisas, su pasado, sus abrazos, sus alegrías, sus oquedades y su mina profunda.


Este es un libro, pulido, cristalino, bello y con aristas, como un diamante.

wineruda




4 comentarios:

  1. Hola Wineruda.
    De nuevo, nuestros caminos literarios confluyen. Adquirí este sugerente título de W. Maxwell hará cerca de un año. Yo lo tengo en una atractiva edición de "Libros del Asteroide". Está por mis estanterías de pendientes... que ya debe de estar a punto de ceder por el peso de libros que hay.

    De este escritor siempre he tenido estupendas referencias así que le "eché el lazo" en cuanto pude.

    Esa opresión de la mina, de la tierra, que de forma tan atrayente narras, tiene ciertos paralelismos, salvando las distancias, con lo que estuve escribiendo ayer acerca de otra lectura. Magníficas tus líneas, como siempre.

    Un abrazo, amigo.

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    1. Hola Paco
      AL final intentando leer buenos libros se termina confluyendo. Listas y listas de libros, algunos buscados por curiosidad, otros por interés, otros por necesidad, otros porque así debe ser. Y si te gusta un tipo de literatura, tus listados de libros y los míos serán muy parecidos, y es así como debe ser.
      Hablaba de opresión de la tierra como sensación del escritor ante las cosas que abruman, que agitan, que, incluso, se derrumban fuera y dentro de la mente y de lo escrito

      un placer hablar contigo como siempre

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  2. Qué precioso simil entre escritor y barrenero (yo, que soy de cuenca minera, he visualizado muy bien la imagen que propones). Y el último párrafo es magnífico también, Wineruda.

    Tengo muy buenas referencias de este libro, también de su autor, pero ya sabes esos libros que se hacen esperar en la estantería. Maxwell parece que ha encontrado la vía de salida de la mina, el respiradero adecuado para llegar a la luz. Lo pongo cerca.

    Gracias WIneruda. Un abrazo.

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    1. Hola Ana
      Existe un deporte en la zona minera de Bizkaia que es el de los barrenadores, que consiste en hacer agujeros, cuantos más mejor, en una piedra con un especie de lanza de hierro. Quizás ésto es más cercano a un escritor que no hace libros como churros, que no tiene taladradora eléctrica vamos jjaja porque ves a hombres y mujeres golpeando la piedra con la fuerza de los músculos y el desgaste de las manos, gota a gota abriendo camino para la lo que fue dinamita. En este caso son lo que explota pero también lo que hace explotar, son látigo y espalda, son sudor y alegría. Muchas veces sólo es eso la literatura. Ya vuelvo a divagar , perdona jajja tengo que corregirme supongo que agarrando la comparación de antes quise ser poeta y me quedé en exprimidor de libros. Manual eso sí...
      un abrazo

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