viernes, diciembre 30, 2016

EBRIA ILUSIÓN DEL AIRE de GILDARDO MONTOYA CASTRO



















EBRIA ILUSIÓN DEL AIRE de GILDARDO MONTOYA CASTRO
Ed- Universidad Aútonoma Chapingo 105 Pág


La cuna de toda lectura es el conocimiento. Conocimiento de lo que se lee, conocimiento de cómo se debe leer, del camino a recorrer en sus páginas, y de algo tan evidente como tonto de decirlo: conocer lo que se debe o puede o merece leer. Conocí a Gildardo -y sus escritos- por alguna razón poco prosaica como es Internet. Lo cierto es que es poco prosaica, pero es un lugar para ese conocimiento del que hablaba antes, y aunque en este mundo para conocer una persona que merece la pena cruzas muchos desiertos, y cierras muchas puertas incluso como si fueran bares abarrotados donde todo parece un lugar feliz y de gente amena, pero resulta ser un sitio poco aconsejable, y, a pesar de lo abarrotado, está vacío. Un mundo como Internet, en el que el lugar que lleva destacando desde años es un red social en el que el culto al yo es masivo, es una orgía del yo, una desfile de egos, unos detrás de otros en el que nada parece que merezca la pena, excepto unas pocas personas en las que se encuentra latidos de simpatía, de ternura, de amabilidad, de ser gente que merece la pena, lejos de las personas con posturas perfectamente ensayadas y huecas..Lejos de lo hueco de ese mundo aparece un poeta mexicano, alzado detrás de ese nombre de eterno cantante colombiano, que escribe sobre lugares etéreos, sobre lo eterno, sobre lo no masivo, sobre miradas sin techo, sobre cielos más que tierras...; él está lejos de los escritores de lo evidente, de los agrimensores de letras. Siempre he pensado que un poeta no puede ser evidente, no puede ser el redactor de lo obvio, para eso no sirve la poesía: esos que hablan de flores rojas y cielos azules, aunque usen las más bellas palabras, a mí nunca me han gustado; es pintar sobre lo pintado, es querer copiar a Mozart, querer creer que puedes copiar a Renoir, o a Manet, o a Degas y hacer sus mismos cuadros. La poesía no es imitación, por ello no es copia, por ello no es querer hablar, aun con palabras hermosas, de lo que ves en el jardín, en el mar , en la feria o la montaña que rodea tu espacio.

ESPEJO ES EL AGUA
Espejo es el agua
va y viene.
Espejo es el agua,
ventana, el viaje
de un hombre
que mira, escucha,
cómo sucede,
cómo respira,
sueño, el rostro
de la magnolia.
Espejo es el agua
va y viene,
espejo es el agua,
una ventana.

Comencé a leer el libro hace tiempo y me ha llevado por muchos caminos, en ellos se ve al autor, se ve sus ausencias, sus apetencias, sus obsesiones, sus cadencias: su familia y su padre, la literatura, sus animales, la música, los colores, la angustia de ser o de estar, la pérdida, la vida que pasa, la mujer, pero no la mujer como un ser tangible, sino como un ser casi de otra esfera, de otro mundo, casi incorpóreo aún en su sensualidad. Estos poemas, los poemas que lees, los poemas que leerás, todos los poemas escritos del mundo (los buenos), son lugares, casi personas, con personalidad propia, saber tratarlos es habilidad del lector.


TENGO CONMIGO DE TI
Tengo conmigo de ti
muchacha bruma,
una helada tarde,
el retrato de aquella
boina gris que cantó
el poeta, tu delgadez
figura, tejes, destejes,
tejes, vendimias en la
hueca estación... mi
tren a ninguna parte.
Nadie subía, nadie bajaba,
nadie, nadie, sólo pulgas y
más pulgas, invadiendo,
atacando, mi vagón solitario,
fantasmal. Tengo conmigo de ti,
esta comezón animal,
tanta infecta incertidumbre,
señor de los abismos,
mientas escucho en el
tiempo cómo tejes, destejes,
tejes tus bagatelas, muchacha bruma,
ay aire, aire

ORACIÓN
campana que tocas
a deshoras quien
vuelve tañe
labra su cruz
insomnio astral
arriba arriba
un avión en huida
no oye
mis ladridos
el niño no duerme mamá
cómo se mueve el tiempo
sus chirridos
sus tristezas
Perro hambriento


Yo suelo leer la poesía, desde hace muchos años, haciéndola mía, cruzando puentes en los poemas para luego derruirlos y quedarme solo en la orilla contraría de la que parece estar el poeta. No sé si contraría es la palabra, pero sí al menos en el lado en el que el camino es solo mio. En “Ebria ilusión del aire”, me ha ocurrido lo mismo, entre lo que es un escrito personal, casi circular como una muralla en su protección, se encuentran los lugares en los que se identifica tu propia experiencia, tu propio espacio entre palabras de otro. Poder sacar las entrañas a los libros de poesía, a veces herméticos, a veces tan propios como las sonrisas, es algo que no ocurre tan fácil como pudiera parecer: pensad que las fotografías son fáciles de reinventar, pero los sueños o los cuentos o los poemas contados como un susurro en tu oído, son los que debes y puedes imaginar.



ACABALADO EL CORO
Interminable armónica.
Sin dar pie a la retirada
sueña y canta, quítate el
sombrero, espanta el polvo,
en los líricos mezquites:
A dónde van los muertos,
quién sabe a dónde irán.
Tengo mis labios partidos,
pero siento caricias,
tu olla de barro madre;
sigues calmando nuestra infinita sed;
y también, aquí dentro, un hombre inocente,
dicta cartas a un niño...
¿Para qué, padre?
Cartas... “Señor Presidente de la
República, desde estas lejanías...
quiero pedirle un poco de...”.
Crece la noche, en el camposanto.
Y sin dar pie a la retirada, mis hermanos y yo,
vemos brotar, entre las tumbas, sedientos
sueños, lagartijas, ralos arbustos, a un perro,
fiesta viva, dos gatos y en revoloteo,
paciente belleza, un búho...
Y ya todos reunidos, acabalado el coro,
suenan cristalinas, reparadoras, las orillas:
Los muertos tañen,
son querencia,
nunca se van,
padre, madre,
y si los llama la
ausencia, siempre
regresan, porque
la muerte ignora
engaño, cuando galopas
ilusión verdadera.

Todos los caminos se reinventan en la poesía, cada poeta busca, no sé si como competición con los otros escritores o como para enfrentarse a él mismo, lugares nuevos, palabras nuevas, imágenes nuevas, desarrollos que destaquen; y así, saber que puedes superar los caminos suyos que querían cruzar. Así, saber que las escrituras puedan encontrarse nuevas o al menos reconvertidas en otros paisajes no deja de ser una opción para descubrir nuevos lugares de la poesía.



FIGURACIONES
Miro al hombre encorvado, sus
ojos en silencio, un horizonte
imposible, la acera, el parque, el
tiempo. Miro al hombre encorvado,
como si fuera a derrumbarse, y me
duele, me detengo, lo abrazo, le pido
paciencia... “Déjame” ̶̶ murmura ̶̶ .
Aquí en la oscuridad pesa
menos el abismo”.





Y si tuviera que elegir un poema donde quedarme de “Ebria ilusión del aire”, lo haría en uno en el que me encallé al instante, me quedé, como los discos viejos, rallado en su lectura: acababa y volvía a empezar, porque, como esos viejos discos de vinilo, suenan mejor la segunda , tercera, cuarta..vez que lo oyes, y al final son imprescindibles...Los míos, a pesar de todo, están al lado de mi cama, a un brazo de distancia de mí. Este es el poema..


TODAVÍA ESTOY AQUÍ...
Te llamaré... ¿M? y tendrás en tus manos
la carga de mi derrota. No sabré volar en
ti, ¿recuerdas? Habré recorrido el domingo
de una ciudad extraña tras un aforístico
Lichtenberg que evocaré para nombrarte...
¿M? Muerte del amor. “Imbécil”, tus letras
definitivas. Pisar las cantinas. Pisar. M. Rabia.
Pisar. Amargo trago. Me toco el sexo
y Henry Miller me sonríe. Yo me detengo en
cualquier esquina aturdido de andar reclamando
la miseria de un beso. Soy un buitre truculento:
Por mi culpa, por mi culpa”. Libre estás, vuelas
tan sin mí. No saber, pendejo, sin infancia, volar
en ti. Pisar, barquito, que te recorran mis manos
de pianista ilusionado. Todavía estoy aquí. Besar
tu delgadez líquida. Serás viento, un bello regalo
de Mozart. Un perro pide la cuenta. No tiene
colmillos, ¿recuerdas?, colmillos en el sexo. sé que
vendrás. Detesto el paraíso. Pisar Fuensantas,
aquella Lesbia, no tengo nada. Gritar. Sacarles los ojos
a Munch, necesito untar en tus labios marítimos su pus
rencorosa. Merodearé por los vagones del Metro
preguntando por el calor de tus piernas que no tengo.
Ayer Van Gogh me despotricó la desgarradura exacta:
Es inútil, la tristeza durará toda la vida”. No tengo
orejas para darte; una noche estrellada. Necesito cantar.
Me quedo con los olores, ay, barquito. Pisar. Golpear
las fichas del silencio. No creo, no soy el amor, ¿recuerdas?


wineruda

martes, noviembre 15, 2016

LA TIERRA MURMURA EN SÍ BEMOL de MARI STRACHAN

LA TIERRA MURMURA EN SÍ BEMOL de MARI STRACHAN
the earth hums mi b flat 2009
Edt. Espasa Pág: 335
Trd isabel Murillo Fort




Caminar con pasos quedos para no molestar a nadie, para que no se note que has estado allí, que has pasado por sus páginas, silencioso el respeto por las cosas contadas, por ese minúsculo pedazo de cielo incrustado entre tapas blandas, respeto para esta nube que descarga agua en un desierto inmenso,  respeto para este hermoso traje visible entretejido con agujas de coser como las que usaba mi abuela para tejer mis calcetines gordos y torcidos con los que me alzaba del resto del mundo -de los mundos-, y con las que mi abuela me hacía el truco, que yo pedía todos los días con insistencia, de parecer que se metía toda aquella aguja de calceta por el oído y sacarlo como por arte de magia, ilusionismo que yo aplaudía, y que es, todavía, tan mágico como solo lo pueden ser las experiencias de niño, como cuando inventaba mundos donde no los había, o donde inventaba crueles emboscadas con soldados de plástico en los pliegues de las sábanas, o habitaban fantasmas en las puertas cerradas, o era un hechizo la caída de la nieve que parecía, si la mirabas fijamente, que te hacía volar, ascender hacía el cielo y fundirte en aquella sopa de harina y tapioca que caía y caía y te rodeaba, hasta que tu abuela te llamaba para que probaras la bufanda que había tejido en verano y que llegaba hasta el suelo, y te picaba como mil demonios, hasta que la aguja desaparecía en el oído y... nada pasaba, solo magia. Los pulsos del corazón de aquella época de imaginación y descubrimiento, de fascinación y de credulidad, donde todo parecía posible, hasta parecía que íbamos a ser otros de los que hemos sido; ese golpe olvidado del corazón que se aceleraba al ritmo de la ilusión y de las cosas nuevas que descubría, se me ha aparecido otra vez leyendo “La tierra murmura en sí bemol”. No es un libro infantil, no es un libro que cuente historias fáciles, pero sí habla desde la mente de una niña, Gwenni, que camina por el mundo a veces con pasos silenciosos -en casa-, otras veces pasos que vuelan, pasos que aunque no se elevan algún día lo harán y la elevarán por el cielo, como lo hizo, ella lo recuerda, cuando era pequeña agarrada a las manos de sus padres, que la elevaron más allá de las nubes y voló, por cirros y cielos; ahora solo lo hace en sueños, encerrada en las cuatro paredes de su habitación, parece salir del mundo y ver todos los rincones del paisaje, de su pequeño y cerrado espacio de vida. Allá en un pueblecito de Gales, donde todo nace y acaba.

La familia de Gwenni, tiene tantos secretos como los tiene toda las familias del pueblo; además,  su padre que no para de trabajar, su madre que parece que no la soporta, su hermana que se va haciendo mayor y la ve pequeña e inútil, su abuela que la enseña a ser ella misma; y está la familia Evans a la que adora, bueno adora a las dos pequeñas a y a la culta y atractiva madre, al padre no, porque es, para ella, aborrecible; su mejor amiga, Alwenna, con la que descubre cosas y nuevas ideas; los chicos de su edad a los que desprecía por malos e insoportables; y los libros, todos los libros que puede leer, los lee, especialmente los de detectives con los que descubrir asesinos o buscar huidos. Hasta que un día desaparece aquel espantoso marido de la señora Evans, Ifan. Entonces algo cambia, el precario equilibrio de un universo sujetado con silencios o cosas contadas al oído que estabilizan sus patas, parece haber perdido su apoyo, cojea y golpea el suelo, destartalado,  con cada descubrimiento de Gweeni:  las cosas que no se dicen pero se saben, las cosas que se dicen y no se saben, las personas que hablan de ellas y de los demás como si fueran ellos, los pasados que invaden el presente, el presente que parece que ha sido siempre pasado. Ella interpreta el mundo desde su mirada infantil, y en él van apareciendo un sinfín de personajes que pueblan aquel microcosmos: locos, policías, hombres sabios, madres insoportables, abuelas calladas, niñas amables, diáconos tímidos, señora que cocinan muy mal, perdidos que no vuelven... Ella pretende investigar un mundo desde el punto de vista infantil, desde su mirada de niña, y se encuentra con un mundo adulto: sucio, cruel, insoportable, que no reconoce en su inocencia. Y, aún así, quiere salvarlo, desde su imaginación y su verdad, quiere salvarlo. Salvar la pintura de la cocina que parecen bocas que hablan que parecen decirle cosas hasta que su padre las pinta y que se ahogan debajo de la nueva pintura, o las tazas sobre la alacena de la sala de su casa que parecen curiosear la vida cotidiana de la familia; o las miradas de un zorro que ocupa el cuello de una señora y le pide ser enterrado lejos de su tristeza, y salvar a sus amigas, y a la gente que quiere, y a su padre y a...

Hay cosas que me provocan agitación, que aprecio como lector y veo que, por encima de lo relativamente desconocido de la novela, hacen que sea una lectura especial. Así, la combinación de la mirada infantil, con la temática adulta; la creación de la belleza de la mirada poética, de las imágenes imaginativas, son de un extraño atractivo casi posesivo, casi obsesivo; las ideas que crean las palabras, con la mezcla de mensajes y ternura que desprenden sus letras, son tan profundas que su unión hace fundirse y suavizar, superar, los momentos que aparece lo cruelmente extraño y las posibilidades menos agradables, los descubrimientos que hubieron debido olvidarse pero que el azar y la obligación saca como puntas de clavo de la madera podrida, esos que hacen daño y sangre cuando los pisas: la imposibilidad de relacionar amor y odio maternal para con su familia, o del pueblo para con sus habitantes, o del marido para con su mujer, o de la esposa con su marido, las implacables viejas historias que no han podido olvidarse... Todo ello, mirado desde la mirada inocente de una niña, crea una sensación extraña, de escalofrió triste, que parece despertar una ternura para con el personaje, que, a pesar de todo, no parece desvalido; está protegido por su carácter, por su lógica aplastante,  por sus sueños, por su desbordante imaginación y por una parte de la familia;  que parecen descubrir un ser mágico , cuyos  pies algún día volarán, y partirán de aquel pueblo donde todo parece uniforme, donde nada es secreto, todo es cuadrado, todo es frontera cerrada.


La gente diferente, la que vuela, la que se imagina sueños, la que vive más de una vida, la que mira las cosas de muchas formas, la que sabe que el mundo no siempre será igual, la que no cae al primer embate de la tempestad porque no se rinde, esa gente siempre será la extraña para la multitud, la que es rechazada, la que se aparta, pero termina elevándose sobre las nubes, batiendo las alas para salvar riscos y no caer en pantanos. Gwenni trepa sobre una roca, sobre lo más duro del mundo, para volar, alzarse, y volar...Porque sabe la verdad de las cosas y no le da miedo...

wineruda

Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...