martes, marzo 22, 2016

AGUA, PERRO, CABALLO, CABEZA de GONÇALO M. TAVARES

















AGUA, PERRO, CABALLO, CABEZA de GONÇALO M. TAVARES
agua, cao, cavalo, cabeça 2006
Edt Xordica 78 Pág
Trd. Florencia Garramuño





Si empuñas un cuchillo y marcas la piel, la tuya o la de alguien, con una fina herida de la que brota una pequeña gota alargada de sangre; si una mirada te atraviesa llena de pánico o de odio, de estremecimiento o de amargura; si un grito rompe el silencio de una sosegada madrugada y te crea una vigilia de temor y presagio; si un repentino soplo de aire frio te estremece, incómoda, la piel; si una pesadilla revienta en tu cabeza con una solidez de verdad fermentada en miedo; si la boca, enferma de miedo y sospecha, se ha vuelto tan seca que la saliva te lima, áspera, la garganta... Entonces comprenderás este libro, porque habrás conocido la sensación de advertencia, la horrible sensación premonitoria de que algo horrible pasa, pasó o puede pasar; si te ha ocurrido algo de eso o todo eso buscarás la huella que ha quedado en ti de esa amenaza, creíble como los sueños que se repiten como un deja vu afanoso por retarte y aprisionarte, real como la sangre que gotea de tu mano y golpea el suelo con una cadencia repugnante.



Si una voz, acre y presta a golpear, te repitiera un salmo escrito con lágrimas y sangre derramada por héroes caídos, suicidas, poetas del infierno, por ángeles enterrados entre sábanas de un hospital, de cuerpos insepultos, de ojos ensangrentados, de navajas amenazantes, de rosas clavadas en el corazón, con el aullido triste de niños enterrados entre escombros, de cisnes con cuellos cortados, de carne apaleada; entonces, cuando esa voz haya llegado a ti, sabrás por donde circula la sangre de este libro, por donde ha insuflado vida el creador a su obra. Obra que te incomodará, como incomoda todo lo que no es controlable, todo lo que te repele y prefieres tener en algún rincón de la mente en la que no se pueda entrar si no es con el beneplácito de tu apacible vida segura, con el parapeto que formas con tu santa y adecuada existencia por el que el mal, o la intención del mal, o la precocidad del mal, es controlado por un simple abrir o cerrar de ojos, o por el sacudir de tu cabeza y una beatífica sonrisa para con tus amados hijos que nada temen, ni temerán porque la vida está controlada por ti y por tu simple y decisivo deseo.








Pero si tu deseo no  puede controlar todo, alrededor de este libro surgirá ese enemigo letal que es el miedo, ese que rompe todas tus barreras, ese que te hace ocultar debajo de tus pestañas, ese que no te perdona una flaqueza, ese que no olvida con el tiempo, ese que se repite cada mañana cuando abres la puerta, ese que se repite cada vez que pasa alguien, demasiado cerca, a tu lado, ese que existe cuando alguien que amas cierra la puerta a sus espaldas. Y en este libro conocerás, a golpe de frase cortante, casi lacerante, el sonido seco de lo que sucede en el mundo, o, quizás, solo en tu mente, y repetirá como aquel salmo de ángeles enterrados, situaciones imposibles que esperas que lo sean y que no despierten de su cuadrado de letras negras y papel blanco, porque esperas que el salmo-pesadilla sólo exista en el momento que abres el libro, en ese escaso y preciso instante, y que se acabe con el soplo de aire de las páginas al cerrarse; pero no , como todo buen libro, te apretará las sienes y te escupirá en la cara esa saliva seca del miedo diciéndote que todas esas cosas estaban en ti, en tu memoria personal o en la propiedad comunal que es el recelo, la desconfianza, el asombro, el desasosiego, y, en fin, la cobardía.



Y si hay momentos que el libro te produce esa sensación de inquietud, casi de temor reverencial por lo innombrable, por lo feo, por lo oscuro, por lo que el mundo parece despreciar, por lo que nadie parece querer que se diga, que se vea, que se escuche; entonces sabrás que de verdad eres un cobarde, porque todo lo que se dice en este libro existe, existió y existirá; como una plegaría existió en la boca de los oprimidos sin más esperanza. En estos cuentos cortos, muy cortos, tú tendrás tu oración maldita, tu grito insepulto por el cual la literatura se viste con sudarios fríos y se tumba en carreteras heladas entre gatos negros muertos y ojos vidriosos de miedo y desconcierto.



Wineruda

jueves, marzo 17, 2016

VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL


















VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL
they came like swallows 1937
Ed. Debolsillo 207Pág
Trad. Gabriela Bustelo





A veces un escritor, pienso, debe sentirse como un barrenero en una mina, que arranca las entrañas a la tierra, impone caminos donde sólo hubo paredes, y en la asfixiante oquedad descubre, cuando esta sólo, el ruido de las gotas al caer, de las paredes moviéndose y los quejidos de los techos presionando las vigas; y cuando está acompañado siente el olor ácido del sudor y el intenso pánico oculto entre fatigas, monotonía y riegos allá donde la dinamita va a explotar, asustando, por el suave temblor en los pies, a sus familias en sus casas. Y el escritor debe sentirse así, decido imaginar, porque las historias nacen por un lado del propio ingenio y por otro lado del esfuerzo por dinamitar las cuatro paredes que a veces parecen encerrar recuerdos, pensamientos o ideas. Confinados no sólo por la propia inercia del olvido simple, sino por el más doloroso olvido necesario y terapéutico. Pero como todo dueño de mina sabe, la riqueza que provoca los esfuerzos ajenos, reconforta al más despreciable de los escépticos. Y un escritor es a la vez dueño de la mina y caballo de tiro, potro y jinete, puesto que es autor y actor a la vez. ¿Que qué quiero decir? Pongamos de ejemplo este libro, que para eso lo he titulado con su nombre: Maxvell, retoma y recuerda una época de su vida: la terrible pandemia de la gripe española que asoló el mundo allá por los años finales de la segunda década del siglo XX, y en ella incrusta una historia sobre la sensibilidad. Esa parte de la personalidad que sólo se ha creado con el trascurrir del tiempo y de las miradas, y de las caricias, y de los dolores y de las ausencias, y de las presencias y de olvidos, hartazgos, posesiones, favores tuyos, y solamente tuyos, barrenados en tu mente con dinamita hecha con tu pelo, con tu sangre y con tu carne, formando un mapa de una mina intrincada y desafiante de la que sólo existe un dueño, un dibujante, un trabajador, una victima y un ataúd, y son todos tuyos y para ti. Maxvell muestra toda su ternura, que no su sensiblería, para mostrar como si fuera el punto de vista de los canarios que llevaban los mineros para sentir cuando pudiera explotar la mina. Animales presos en un mundo tan cerrado como oscuro, pero plenos de belleza propia, incluso alegría, en el canto y en el colorido de sus plumas, como plenos de extrañeza de estar en lugar al que nunca hubieran deseado ir.




En la época en la que coincide el final de la Primera Guerra Mundial con la propagación de la gripe española, una familia con dos hijos, y otro por venir, vive en una barrio de una ciudad acomodada de Estados Unidos. Rodeada por casi toda su familia y por algunos recuerdos, el tiempo transcurre como debe ser para cada uno de los habitantes de la casa. Sus problemas, sensaciones, sentimientos, miradas regaladas y perdidas, sus caricias deseadas, sus pequeños rencores y sus mínimas infamias empiezan a discurrir por las páginas del libro descritas uno detrás de otro por los miembros de la familia, siendo el eje en el que circula el aire y la sangre de la familia, la madre/esposa/hermana Elizabeth. Ese pequeño universo gira, aunque le pese a Copérnico, sobre el centro de un planeta pequeño, alado, tierno y seguro que se convierte de día en esa mujer que parece que da sentido a la rotación de sus satélites. Vadeando el mundo, sus hijos -Robert y Bunny- su hermana -Irene- y su marido -James- libran una batalla consigo mismos para poseer , defender, arreglar los errores que se van creando cuando la mente va intentando ser más lista que la vida.




Maxvell es un autor que investiga el mundo que le rodea, parece encontrar el color, incluso el matiz exacto, de la mirada de las personas, parece percibir el grado de fuerza del abrazo, o el método por el cual la sonrisa o las lágrimas parecen surgir de un niño de un segundo a otro. Incluso da la impresión que descubre el sabor de las sonrisas sólo por su calidez, y la fiereza de la mueca midiendo el grado de separación de la comisura de los labios. Nada parece ocultarsele al escritor, ha encontrado el camino, los mapas, los senderos y sabe por donde discurren, incluso por donde han discurrido los ya ocultos por la maleza del tiempo. Es probable que sea porque fue su camino, su maleza, su fiereza, sus lagrimas, sus sonrisas, su pasado, sus abrazos, sus alegrías, sus oquedades y su mina profunda.


Este es un libro, pulido, cristalino, bello y con aristas, como un diamante.

wineruda




miércoles, marzo 09, 2016

SI NADIE HABLA DE LAS COSAS QUE IMPORTAN de JON MCGREGOR



















SI NADIE HABLA DE LAS COSAS QUE IMPORTAN de JON MCGREGOR
if nobody speaks of remarkable things 2002
Edt., Quinteto 281 Pág.
Trd. Libertad Aguilera y Gabriel Dols






Decía Sylvia Plath que era vertical pero preferiría ser horizontal; en su abatida perfección, Sylvia, -mi, tu,  Sylvia- de oscuras meninges y plácidas mañanas, hablaba de que no se es como se quiere ser y, en su insaciable lamento, brotaba ya ese rasgo tenebroso de coqueteo con la muerte. Jon Mcgregor quiso ser novelista, pero resultó ser poeta; quiso ser un contador de historia, pero es un soñador: y, como Sylvia, su apesadumbrada perfección se desploma sobre la lisa y brillante -hasta lo resbaladizo- blancura del papel. Y aunque no encontréis aquellas rimas o estrofas, sí hay versos -de arte mayor-; y hallaréis ese perdido oficio de hacer sentir hasta el roce de una pluma en la piel y el soplo inmóvil de un viento inesperado en la nuca; descubriréis, con este libro, el placer casi inaudito de las palabras como reflejo de un amor, ese amor fuerte, descarnado, desnudo, casi inesperado, del autor por sus personajes, acaso, de tan queridos, hijos de un pasado tan despejado como nervioso y el cariño por el reflejo de las sensaciones -todas-, como una película de aquellas antiguas de 8 milímetros que mira el mundo en todas direcciones desde arriba, desde abajo, rápido, lento, minucioso y general, desde dentro de los ojos, desde el cenit del mundo, desde los infiernos, desde tu cerebro, desde mi mirada.. Y aunque Jon Mcgregor es horizontal porque todas sus visiones son parte de un reposado, minucioso, sabio análisis del mundo y de las situaciones -desde el flamear de una cortina con el viento, hasta el vuelo de una paloma-; también es vertical, porque busca el intrincado, furioso , incontrolable, apenado y rabioso, espacio que se encuentra detrás de las palabras, ese que se oculta tras el evidente raciocinio que expresa una frase o una imagen, y que refleja el inexplicable suceso que supone lo irracional en los márgenes de esas cosas evidentes.-ese mundo que es como un fado cantado con ojos alegres-. Y aunque la belleza no es mensurable, ni siquiera alcanzamos a entender como lo triste parece bello, y lo alegre parece excomulgarnos, para mí este libro se encuentra en el filo de lo bello y lo triste, del blues más hermoso y del fado más añorado. Y si alguien lo llama prosa poética, sabed que de lo mundano, del asfalto, del hierro, de unas zapatillas, de un guerra ganada, de una camiseta zurcida, de una cara sin afeitar, de un figura de arcilla rota, de un cristal roto, de un hijo que se tarda en concebir, de un coche nuevo, de unas gafas sin ajustar, de un beso sin acabar, de un teléfono que no suena, de un perro que camina, de una grúa que no baja, de una mirada que no termina, de una tormenta inesperada, de un pelo encrespado, de un toalla mojada... de todo eso, sobre todo de eso, surge la poesía. Aun la seda más fina tiene el origen en una gusano verde.






Una mujer cuenta en primera persona sus sensaciones sobre lo que le pasa: desde esa explicable inquietud que sale de un acontecer concreto de su vida, hasta esa sensación de que todo parece desperdigarse: su vida, su trabajo, sus sensaciones, su familia, sus recuerdos. Y lo que le queda es una vida solitaria y descentrada y el rencor por un pasado que prefiere olvidar. Nada parece cerrarse en su acontecer diario y parece descubrir, desde un punto de vista entre conformado y hastiado -en ese extraño punto medio- que el mundo no le consuela. Paralelamente aparece una historia en el que aparece ella -tangencialmente- en el pasado, cuando ocurrió un suceso en un barrio donde ella vivía. En la vida de aquel espacio y aquellos habitantes, en un momento concreto -un día exacto-,  el autor va haciendo una exhaustivo análisis casi fotográfico -como  con una antigua cámara polaroid de aquellas de fotos instantanteas- como si el mundo mirado detrás de una objetivo,  cayera por un embudo diapositiva a diapositiva, y viéramos , segundo tras segundo,  lo que acontecía en ese instante concreto, en cada casa, en cada habitación , en la calle, en el tejado, en el aire y en el suelo, en los juegos y en la cama, y será tanto lo que pasa en en la propia vida real del momento  como  en los pensamientos de los personajes. Aparecerán niños, ancianos, jóvenes desafiantes, parejas que huyen, unos chicos que hacen una  barbacoa, unos gemelos jugando en medio de la carretera, un hombre pintando de azul una ventana, una niña pensando en ángeles, su padre muerto en vida, un chico limpiando una zapatilla con sangre, un hombre enjuagando su coche... todo parece ir llevándonos, como una siniestra carretera donde desaparece el paisaje a cada metro que recorremos , para verse al final, allá a lo lejos, un mundo de rayos y oscuridad siniestra. Y aunque en la primeras páginas del libro aparece una imagen de desastre apunto de ocurrir -una imagen parada en el espacio y en el tiempo- en todo el libro, entre imágenes atrapadas en los cuadros de una exposición, van desfilando belleza y presagios infortunados, trazos como el arco iris, y brochazos bestialmente negros... y sabores ácidos y dulces. Un sollozo en un campo de lirios.

Si no hablamos de cosas importantes, ¿cómo sabremos que son importantes?, si no leemos cosas bellas, ¿para qué leemos?

Si ahora me preguntaran qué libro hubiera deseado escribir, contestaría que éste.


wineruda

viernes, marzo 04, 2016

EL CENTRO DEL AIRE de JOSÉ MARÍA MERINO

















EL CENTRO DEL AIRE de JOSÉ MARÍA MERINO

1ªed 1991
Edt. Alfaguara 350 Pág












Muchas veces escucho música mientras leo un libro, ayer mientras acababa éste de José María Merino, sonaba la sonata para piano Nº 17 de Beethoven interpretada por Sviatoslav Richter, y no es que encajara con el ritmo, ni siquiera con lo que parecía necesitar el tema de la novela, pero, durante todo el día de hoy, mientras pensaba como hacer la reseña, había algo de aquella música que me hacía volver a ella sin aparente motivo; sin embargo, ahora lo sé, la razón por la que vuelvo a ella es por el interprete: Sviatoslav Richter. Pero ¿qué tiene que ver un maestro del piano con una novela española? ¿qué tiene que ver el fraseo de un piano con la construcción de las frases de una ficción? ¿qué tiene que ver la sonoridad y la cadencia de la interpretación del pianista ruso con la prosa serena y sabia del escritor nacido en La Coruña? Para mí todo y, supongo,  para los demás nada...Pero Richter es el pianista que más admiro y disfruto, su forma de interpretar la música es diferente a la de los demás, de la misma forma me parece evidente que reconocería a J.M. Merino allí donde lo leyera -al menos en las novelas no para niños- porque su manera de desplegar y combinar sus ideas, la acción , los personajes y el contenido profundo de la narración es del todo original, como los buenos escritores que parecen esconderse tras tramas o personajes pero siempre es evidente su presencia. Como Richter interpretando las notas con un fraseo vertiginoso y con la agilidad manual y mental para crear arte del golpeo de una maza contra un metal, Merino convierte la ilustración de una soledad compartida, los golpeteos de unos pasados sin futuro, los aullidos de unos futuros lleno de pasado, y troca el sonido áspero del  camino casi cerrado por las zarzas en una hermosa novela sobre los mitos, los recuerdos, y lo que se espera y se esperó de ellos. Música y literatura parecen conformar un mundo cerrado, como una cúpula invisible como la que te envuelve tanto las notas del piano como las palabras de la novela, y rodean la mente, el cuerpo y las sensaciones hasta dominarlo todo, cada parte del espacio y, parece, del tiempo. Y acaso tienen la virtud de desentrañar las notas y los enigmas escritos por las que se mueve y se movió el mundo.



“El centro del aire” narra la visión del pasado y la vida de tres personajes -Bernardo, Julio Lesmes y Magdalena-. Sus vidas desde niños parecen ir juntas, otras veces en paralelo, otras divergen y , otras veces, chocan. Pero todo parece reinventarse cuando Julio Lesmes parece haber encontrado viva a Heidi, que había sido la fuerza centrípeta que parecía unir a todos, primero al rededor del patio donde jugaron y crecieron y luego en la juventud de ideas revolucionarias; y que había muerto -supuestamente- en un accidente de avión. Su reunión llena de rencores y, también, de amistades recobradas, será el inicio de la búsqueda de explicaciones de las cosas vividas que les enfrentaron y que les unieron, pero será además el lugar para espantar fantasmas, diablos, ángeles y silencios de años.Y aunque pareciera que no ocurre nada, todo el mundo y  todos los mundos que existieron y existirán en nuestras mentes se suceden entre sus páginas.




La aparente simplicidad de la trama y de la idea contrasta con el fascinante desarrollo y dibujo de ellas. Así se nota durante toda la novela la sensación de frio y niebla que oprime los pulmones y parece hacerte levantar hasta el imaginario cuello del pijama para cubrirte de la niebla y la escarcha mientras paseas por esa ciudad que no está situada en ningún lugar concreto de España pero parece salir de los recuerdos, imágenes y fotos en blanco y negro de las ciudades castellanas de la época de Franco. Mientras el aire congela tus ojos, el ambiente donde se sitúa la trama parece brotar de una representación antigua de la escena del cementerio de “Don Juan Tenorio” por las que brumas, fantasmas, figuras desdibujadas y casi desquiciadas o recuerdos pasados parecen desfilar por sus páginas. Contrasta el autor la casi claridad inicial -de luz y de sensaciones- de los recuerdos del patio de juegos donde disfrutaron de una vida amable y feliz, con el presente de la novela que es oscuro y triste; pero aún así tuerce de nuevo  el nudo de la cuerda y descubre que el pasado tan feliz no existió del todo y que en la blancura siempre existirán motas de polvo negro y, más aun, después de aquello apenas quedan, o no las recuerdan, espacios para la vida que echar de menos con atracción y sin osadía. El pasado parece ser el eterno sitio donde se refugia de un presente opresivo, pero los recuerdos tienden a mitificarse, a convertirse en obscenos reflejos de algo que pudo haber sido o que lo fue como casi mentira o que, visto desde ahora, nunca tuvo que haber sido. Y en los que la mirada de cada uno de los tres personajes, parecen descubrirse que el amor de uno es el odio del otro o que las miradas ya no traspasan ningún cristal o que lo que ha sido nunca será. Como un caleidoscopio para seis ojos donde surgen ideas, pensamientos, sucesos, interpretaciones, silencios, tumbas ocultas, recuerdos inconexos, rabia, odio, desinterés, todos los “acasos” que pueden existir en una relación sujetada con imperdibles, todos los “nuncas” que no debieron decirse, todas las tonterías que se hicieron, todas las promesas rotas, todas las ideas tiradas por el vertedero, todas las mentiras que no se han dicho, todas las verdades que se dirán,, todas las cosas amadas y las personsa queridas...Porque todo eso parece tener cabida en la novela ocupando ese lugar donde nos vamos a encontrar, seguro, en un algún momento de nuestra vida.

Merino utiliza todos los cauces literarios para completar una novela que debería encontrarse entre las que apartes a un lado para volver a leerla cuando quieras leer algo bueno-y releerla-. Esos procedimientos llevarán a la novela a ir completándose a cada paso que recorre: un lugar, un acontecimiento, una palabra o un recuerdo, llevan a otro y el cuadro se va rellenado con trazos minuciosos y detallistas hasta que toda la escena, todo lo sucedido, parece -y sólo parece- haberse completado; toda lana tiene su rueca pero los hilos no parecen completarse de igual modo según quien la mueva. Por ello la novela utiliza el recurso por el que Julio Lesmes escribe una novela, de modo que parece ser ser testimonio del pasado que debe no olvidarse en contraposición del futuro que debe alcanzarse. Pero el mundo tiene muchas perspectivas, la realidad es una y diversa a la vez porque no puede nadie decir que él posee la verdad o que lo que busca lo va a encontrar. Nadie vuelve a ser lo mismo después de cumplir un año tras otro tras otro. Así que leedla en cuanto podáis puesto que las perspectivas son tantas, los análisis son tan variados, las miradas tan posiblemente opuestas, que cada lector tendrá su patio propio infantil, sus recuerdos que seguro son ciertos y sus amigos que nunca te van a olvidar... pero la novela te enseñará otros caminos, esos que sólo muestran las obras de arte como es el sonido lejano de las teclas de aquella máquina de escribir o del piano



wineruda

miércoles, marzo 02, 2016

HISTORIAS FALSAS de GONÇALO M. TAVARES



















HISTORIAS FALSAS de GONÇALO M. TAVARES
histórias falsas 2005
Ed. Xordica 59 Pág
Trd. Ana M. García Iglesias

Hace ya bastante tiempo que, no sé por qué camino, llegó este autor a mis listas de búsquedas, probablemente, no recuerdo, algún buen consejo de las páginas que visito. Aceptado, autor y libros, me propuse comparar con otras opiniones y conocer más de ellos. La mayoría de las opiniones eran de hace más de 6 años y hablaban de que este escritor estaba de moda, no sé si utilizaban el raído cliché de “rabiosa actualidad” ,-creo que no, que es más un recuerdo falsificado mio-. Tiempo después, cuando tuve la oportunidad de comprarlo, lo volví a buscar para refrescar ideas pero los enlaces parecían los mismos, y no había casi nuevas entradas, al menos en castellano. No entiendo la razón por la que existen modas en la literatura: un autor-una obra- es bueno ahora, dentro de un mes, y lo será dentro de 30 años: ¿Por qué ese estrangulamiento temporal?¿ Por qué ese impulso momentáneo que parece hundirse poco tiempo después? Sí, se podrá decir que, acaso, no volvió a publicar nada bueno, pero conozco muchos, demasiados, autores que contradicen esa proposición, ya que sus obras mejores son las más lejanas al auge literario -al boom de su agencia de marketing- que pareció ser abandonado a su suerte preso de olas, snobismos, franjas de periódicos, o recomendaciones de presidentes del gobierno asociados al cambio. Un recuerdo cercano, que viene al caso, es el aturullamiento literario que me provocó el leer “El diario de Hamlet García” de P. Masip, y me gustó tanto que recomendé a quien se me acercara la obra-y aún lo hago-; por algún camino llegó esta recomendación a alguien relacionado con la Cultura -con mayúsculas- y el comentario fue un apenas:”¡ah bueno! Lo leí cuando estuvo de moda en Madrid... por los 90”. Como si la obra tuviera sólo el espacio y el tiempo necesario para haber sido descubierta, usada y enterrada por una generación -y sólo una- de personas pasmosamente cultas. Me recordó esa frase a las usadas por los vendedores de ropa que miran mal cuando entras en una tienda de lujo con tus valientes pantalones vaqueros pasados de moda hace 5 años. ¿Masip, Alfau, Tavares... y tantos otros que conocieron su auge, caerán en la decadencia estúpida del desconocimiento? ¿Ese desconocimiento nacido de la búsqueda de lo más nuevo, de los más IN, de lo más COOL, de lo más originalmente decrépito?.


Y Tavares no merece eso...Su libro corto, muy corto, de cuentos sobre filósofos y filosofía, es un recorrido por una esquina de la literatura, como una barca sin remos pero con rumbo que se introduce en el océano, donde la ficción y la realidad, la literatura y la historia de la filosofía, parecen encontrar su sitio entre lo diferente. Desde situaciones, momentos, frases, encuentros -a veces leyendas tan probables como improbables puedan ser- que aparecen en los manuales e historias de la filosofía, surgirán los cuentos en los cuales se irá tejiendo  una reflexión sobra la vida, el carácter, los hombres, el poder, lo necesario, lo desconocido, el saber... En ellos, descubriras a filósofos como Platón buscando el modo de preservar el conocimiento y la belleza del mundo; o  Anaxagoras buscando el fin último de sus creencias; o Marco Aurelio y el orgullo, el deber y la venganza;  Heráclito y el fuego; Zenón y la conservación de su creencia ante todo;  Tales de Mileto encontrando el límite entre el saber y el amor; Diógenes enseñando el camino al prepotente ... Aunque cite a los filósofos como personajes de los cuentos no lo son tanto como protagonistas principales, que en algunos casos también, sino como agentes de la acción o del pensamiento que sustenta cada cuento, hasta completar unas historias donde lo supuestamente real, o lo histórico, o lo legendario, va derramándose por la historia hasta mezclarse en el suelo con la tierra poseída de historias falsas,  inventadas, y que se mezclan para conformar una especie de barro con los que el autor crea figuras de esas que solo les falta el soplo de algún dios clásico o bárbaro para ser reales -o al menos parecerlo-. Cada historia parece reunir en pequeños terrones todo el interés que pueda tener alguien que rastrea un libro que te hace reflexionar, disipar, rememorar, reconocer y respetar las ideas de un mundo cultural tan lejano en el tiempo y en el espacio como cercano en su necesidad y en su influencia.



Esa pequeña nigromancia que parece producirse cuando se combina un libro corto, muy corto, con un texto de interés, se ha manifestado en este libro. Esa sensación de leerlo tan rápido que debes frenar para reconocer y interpretar lo que te cuenta, esa necesidad de reflexión sobre lo dicho y lo no dicho, brota del libro al cerrarse. Y así que en algún rincón de ese sitio donde parecen esconderse los autores que no deben olvidarse se habrá encendido una luz, y si alguien lee este texto espero que mantenga la luz y no sople la vela, para que lo que no debe perderse no se pierda, y busque -y encuentre- algún camino -o atajo-.



wineruda






Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...