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viernes, mayo 11, 2018

CONCIERTO BARROCO de ALEJO CARPENTIER




























CONCIERTO BARROCO de ALEJO CARPENTIER
1974
Siglo XXI ED. 92 Pág



Como la filigrana de artista necesita el oro o la plata, las volutas de la madera buscan profundidad y vuelo, o las columnas salomónicas ascienden, retorciéndose, hacia un cielo inimaginable, o como las curvas, las espirales y las quebradas líneas rompen el orden simétrico o austero de las fachadas; también el barroco aparece, puede aparecer, en las argentinas  y quebradas y retorcidas y salomónicas palabras, en lo escrito en un papel -papel también ya envejecido por el paso del tiempo en alguna biblioteca o en algún rincón debajo de alguna lámpara que iluminaba con bombillas desnudas que ya están en desuso-. Como la mirada que observa las cosas que no buscan el camino recto, yo no espero que las lineas del libro rompan todos los canales ya creados, pero sí espero que, con el tiempo,  las aguas, que pudieran cruzar como las palabras esos canales, hagan remolinos y se recreen y alegren y salten por, por ejemplo, pequeñas represas formadas con papeles y maderitas escritas  con la punta de un cuchillo romo;  también espero que el agua -las palabras- expresen cosas que no vayan a dejar indiferente a un oído que espera – a veces- que ellas, cuando salgan de las bocas o de las manos, no sean esas rotundas que solo piden, por ejemplo, silencio, sol y agua; porque nadie quiere -creo- que el mundo -las palabras, lo dicho, lo expresado, lo que me cuentan- solo valga lo que vale un trozo de papel o de metal maleable. El valor de las cosa se mide, para mí, por lo que me hace elevar de este suelo seco y oscuro en el que solo se puede ver vacío.
Carpentier hace del lenguaje un suburbio de la música, o, diría mejor, del arte. El barroco de sus palabras pinta -describe- también la escala de notas que debió salir de las violas, violines, flautas, oboes u órganos; todos se elevan desde las páginas amarillentas, y un adjetivo es un oboe y un verbo un do sostenido o un suspiro es el abrazo del órgano. Alejo utiliza las palabras para contactar con un mundo lejano; y con la sonoridad de los tiempos y los espacios conecta con el fin de las historias y con el comienzo de nuevas épocas. Las palabras, danzarinas, puede que estén bailando un minué, un danzon,  o raspando las cuerdas de un viejo violonchelo, no lo sé, hoy, solo hoy,  creo que silban una vieja armonía de música sacra. Alejo conecta con lo antiguo, pero también con lo moderno, porque no queda lugar para que la música no traspase tiempos y lugares y nos lleve del pasado al futuro.
Hay tiempo para que, el escritor, nos escriba una hipótesis real para la mentirosa ficción; porque lo real puede ser un cuento contado a la manera de los viejos relatos que antes se recitaban en las viejas aldeas, pero puede ser que ahora ya no se cuenta solo una vida detrás de otra, ahora en esos cuentos recitados a la luz de las hogueras de titanio se cuentan vidas; futuras vidas, las vidas de todos los que lo leen y lo leerán; en ellas canta la viola de gamba tocada en un concierto de jazz junto a un millón de muertos de nuevas guerras y viejos odios. Nada cambia, solo las luces y los vestidos y los botones que ya no atan vestidos, desatascan guerras.

El Amo, el señor rico de una ciudad de México, la capital por ejemplo, decide dejar un tiempo su casa para visitar la vieja Europa, desde su nuevo mundo de aquellos años del barroco, digamos que las primera décadas del XVII, se llevará sus plata y sus riquezas con él en su viaje, Y su viaje llegará a Cuba, dónde la muerte visitará a su fámulo y, donde encontrará a su nuevo criado, Filómeno, nieto de un esclavo negro liberto, afilado en el romacero antiguo y ducho en la percusión, que lo acompañará, en voz y gesto, en su viaje por la vieja y escuálida España de aquellos años, y, huyendo de ella, buscando el lujo y la alegría, lo llevará a Venecia, al carnaval de alegría , sexo y música,. Al lugar donde nacen las músicas y lo imposible, y lo irreal y la alegría y lo respirable,. Allí entre máscaras, fieltros, luces y maravillas del texto y las notas, aparecerán Vivaldi, Haendel y Scarlatti, en una orgía de música y comida y sexo, en la que El Amo y Filomeno enseñaran las músicas y las historias del nuevo mundo, de América, a la nueva Europa, disfrazada de compositores y de abrazos beodos y musicales. De aquellas historias nacerá en las manos y ojos de Vivaldi la composición de su opera Motezuma; nacerá con sus mentiras y regalos, con sus aventuras desgraciadas y sus finales felices e irreales, con su modo de ver el mundo extraño lejano, último, del viejo al nuevo mundo, donde la verdad poco importa,. Quizá pienso, es verdad, es necesario, que al final importe la belleza de las música rellena de oro y las palabras rellenas de olvidos, de bellos olvidos,.



Alejo, escribe palabras alegres, al menos aparenta una profunda alegría o quizá sea. pienso,  ironía o  rojo buen humor,  quizá sea que lo pomposo que aparenta deja entrever la carga de pensamientos que orilla los mensajes, o sea que no hay mensajes y es un juego de ideas, palabras y sonidos, y se busca, busco, algo detrás de las palabras que no hay. El lector siempre está dispuesto a que el brillo, o la falta de él, de la luna, influya en su manera de leer algo, o que las horas del día hayan abierto o cerrado el grifo de las oportunidades perdidas y el mal humor se refleje en las hojas o en los ojos, depende las horas y de la luz, pero si leo, y me escribes para que lo lea, debes estar dispuesto a que tu mirada y la mía coincida en puntos y letras que tú no suponías y que yo quiero.
He oído música en este libro , da igual que fuera triste cuando es alegre o al revés, pero aún sale música del libro cerrado y huele a ese dulce olor del libro disponible desde que alguien lo leyó allá por el siglo XVIII por primera vez.


Wineruda

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