CONCIERTO BARROCO de ALEJO CARPENTIER
1974
Siglo XXI ED. 92 Pág
Como la filigrana de artista necesita
el oro o la plata, las volutas de la madera buscan profundidad y
vuelo, o las columnas salomónicas ascienden, retorciéndose, hacia
un cielo inimaginable, o como las curvas, las espirales y las
quebradas líneas rompen el orden simétrico o austero de las
fachadas; también el barroco aparece, puede aparecer, en las argentinas y quebradas y retorcidas y salomónicas palabras, en lo escrito en un
papel -papel también ya envejecido por el paso del tiempo en alguna
biblioteca o en algún rincón debajo de alguna lámpara que
iluminaba con bombillas desnudas que ya están en desuso-. Como la
mirada que observa las cosas que no buscan el camino recto, yo no
espero que las lineas del libro rompan todos los canales ya creados,
pero sí espero que, con el tiempo, las aguas, que pudieran cruzar
como las palabras esos canales, hagan remolinos y se recreen y
alegren y salten por, por ejemplo, pequeñas represas formadas con
papeles y maderitas escritas con la punta de un cuchillo romo; también espero que el agua -las palabras- expresen
cosas que no vayan a dejar indiferente a un oído que espera – a
veces- que ellas, cuando salgan de las bocas o de las
manos, no sean esas rotundas que solo piden, por ejemplo, silencio,
sol y agua; porque nadie quiere -creo- que el mundo -las palabras,
lo dicho, lo expresado, lo que me cuentan- solo valga lo que vale un
trozo de papel o de metal maleable. El valor de las cosa se mide,
para mí, por lo que me hace elevar de este suelo seco y oscuro en el
que solo se puede ver vacío.
Carpentier hace del lenguaje un
suburbio de la música, o, diría mejor, del arte. El barroco de sus
palabras pinta -describe- también la escala de notas que debió
salir de las violas, violines, flautas, oboes u órganos; todos se
elevan desde las páginas amarillentas, y un adjetivo es un oboe y un
verbo un do sostenido o un suspiro es el abrazo del órgano. Alejo
utiliza las palabras para contactar con un mundo lejano; y con la
sonoridad de los tiempos y los espacios conecta con el fin de las
historias y con el comienzo de nuevas épocas. Las palabras,
danzarinas, puede que estén bailando un minué, un danzon, o raspando las
cuerdas de un viejo violonchelo, no lo sé, hoy, solo hoy, creo que silban una
vieja armonía de música sacra. Alejo conecta con lo antiguo, pero
también con lo moderno, porque no queda lugar para que la música no
traspase tiempos y lugares y nos lleve del pasado al futuro.
Hay tiempo para que, el escritor, nos
escriba una hipótesis real para la mentirosa ficción; porque lo
real puede ser un cuento contado a la manera de los viejos relatos
que antes se recitaban en las viejas aldeas, pero puede ser que
ahora ya no se cuenta solo una vida detrás de otra, ahora en esos
cuentos recitados a la luz de las hogueras de titanio se cuentan vidas; futuras vidas, las vidas de todos los que lo leen y lo
leerán; en ellas canta la viola de gamba tocada en
un concierto de jazz junto a un millón de muertos de nuevas guerras
y viejos odios. Nada cambia, solo las luces y los vestidos y los
botones que ya no atan vestidos, desatascan guerras.
El Amo, el señor rico de
una ciudad de México, la capital por ejemplo, decide dejar un tiempo
su casa para visitar la vieja Europa, desde su nuevo mundo de
aquellos años del barroco, digamos que las primera décadas del
XVII, se llevará sus plata y sus riquezas con él en su viaje, Y su
viaje llegará a Cuba, dónde la muerte visitará a su fámulo y,
donde encontrará a su nuevo criado, Filómeno, nieto de un esclavo
negro liberto, afilado en el romacero antiguo y ducho en la percusión, que lo acompañará, en voz y gesto, en su viaje por
la vieja y escuálida España de aquellos años, y, huyendo de ella,
buscando el lujo y la alegría, lo llevará a Venecia, al carnaval de
alegría , sexo y música,. Al lugar donde nacen las músicas y lo
imposible, y lo irreal y la alegría y lo respirable,. Allí entre
máscaras, fieltros, luces y maravillas del texto y las notas,
aparecerán Vivaldi, Haendel y Scarlatti, en una orgía de música y
comida y sexo, en la que El Amo y Filomeno enseñaran
las músicas y las historias del nuevo mundo, de América, a la nueva
Europa, disfrazada de compositores y de abrazos beodos y musicales. De aquellas
historias nacerá en las manos y ojos de Vivaldi la composición de
su opera Motezuma; nacerá con sus mentiras y regalos,
con sus aventuras desgraciadas y sus finales felices e irreales, con
su modo de ver el mundo extraño lejano, último, del viejo al nuevo
mundo, donde la verdad poco importa,. Quizá pienso, es verdad, es
necesario, que al final importe la belleza de las música rellena de
oro y las palabras rellenas de olvidos, de bellos olvidos,.
Alejo, escribe palabras alegres, al menos aparenta una profunda alegría o quizá sea. pienso, ironía o rojo buen humor,
quizá sea que lo pomposo que aparenta deja entrever la carga de
pensamientos que orilla los mensajes, o sea que no hay mensajes y es
un juego de ideas, palabras y sonidos, y se busca, busco, algo detrás
de las palabras que no hay. El lector siempre está dispuesto a que
el brillo, o la falta de él, de la luna, influya en su manera de leer
algo, o que las horas del día hayan abierto o cerrado el grifo de
las oportunidades perdidas y el mal humor se refleje en las hojas o
en los ojos, depende las horas y de la luz, pero si leo, y me
escribes para que lo lea, debes estar dispuesto a que tu mirada y la
mía coincida en puntos y letras que tú no suponías y que yo
quiero.
He oído música en este libro , da
igual que fuera triste cuando es alegre o al revés, pero aún sale
música del libro cerrado y huele a ese dulce olor del libro
disponible desde que alguien lo leyó allá por el siglo XVIII por
primera vez.
Wineruda