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jueves, octubre 20, 2016

FORMAS DE DEVOCIÓN: Historias y Grabados, de DIANE SCHOEMPERLEN



















FORMAS DE DEVOCIÓN: Historias y Grabados, de DIANE SCHOEMPERLEN
forms of devotion 1998
Ed: Seix Barral 223Pág.
Trad. Ana María de la Fuente





Tengo muchos libros por leer: 500, 600, no sé, 700. Todos, creo, buscados y rebuscados, no están comprados al azar. Puede que me haya equivocado en alguno o en muchos, puede que algunos sean extraños libros de extrañas -y buenas- recomendaciones, parcas menciones en largas listas, sensaciones bruscas en un libro, o página, apartado, pero todos y cada uno de ellos, no falla uno, son deseados, e incluso , necesitados; esperados con ganas cuando tardaban en llegar. Este libro de Diane Schoemperlem. la escritora canadiense; lo recibí hace exactamente tres días, hoy lo reseño. No, no lo reseño: lo expongo, lo saco a pasear, lo muestro a la mayoría de los lectores, porque supongo que, como publicado, habrá sido leído, pero, intuyo, por poca gente. Yo al menos no lo conocía, hasta que lo vi en una pequeñita cita en una pequeña lista. Y por eso es que da igual que tenga 1000 libros por leer, que siempre se busca ese nuevo tipo de letra, el diferente texto, la novedad de hace dos décadas que ni siquiera paso desapercibida; es que no pasó, no estuvo delante de ningún escaparate, no lució, probablemente, delante de ningún foco que por el 98 sería de alto consumo. No se hablaría de él en las tertulias de la radio ni se mancharía de café en algún bar mientras era leído, con avidez, por alguna mujer sin prisa, o por algún hombre sin silencios. No hay manchas en mi libro, no hay huellas dactilares, no se han reído con él, pero tampoco han llorado, no lo han tirado con rabia ni lo han acariciado. Pero...

Cuando miraba por estos lugares de Internet, únicos posibles para encontrar referencias de este libro, armado con traductores de idiomas, -porque, evidentemente en español no había nada que leer- vi que aparecía en una conocida librería en el aparatado: Autoayuda. No se encendieron las alarmas, es que se oscureció el cielo, cayó algún pájaro muerto a mis pies -mal augurio- y el triángulo de las Bermudas se desplazó miles de kilómetros al este. Pero..


Y si un hambriento cruza enfrente tuyo, espero que le des de comer, dale,aunque sea, dinero para un bocadillo; si un sediento, de agua, cruza por tu costado, espero que le acerques un vaso, si es anciano ayúdalo, también, a sentarse en una silla; si un pájaro cruza cerca de tu mirada, espero que le observes hasta que se pierda en el horizonte, lejos; si un viento acaricia tu cara, si huele a hierba cortada o a lluvia de verano, espero que esperes a cerrar la puerta hasta que se calme; si alguien te pide un libro para leer, espero que le des uno que hable del mundo, que hable sobre como verlo, de como analizarlo, en cómo desnudarlo para que sepas cómo es, que sepa usar el bisturí entre sus paralelos y meridianos, sepa desecar su mares para ver y limpiar el fondo. A mí, si me piden ese libro, le recomendaría este.


Y os preguntareis la razón por la que esa librería pone este libro entre los de autoayuda. Pues es sencillo, por que el empleado se lió, miró las primera páginas, las sopesó, y no entendió la férrea y cruda ironía que vierte Diane Schoemperlen en sus escritos; del casi cinismo a la autoayuda hay un camino tan tan tan largo que el empleado hizo muy mal trabajo, no prestó interes a lo desconocido, lo de siempre... Por cierto, lo siento, aun no lo hecho, no he dicho de qué van estas páginas, de qué va el libro. Tremenda reseña esta. Pues el libro va de visiones, de formas de mirar la vida. La vida se mira según los gustos del observador, por lo tanto tendrá odios y tendrá admiraciones, tendrá: devociones. Y esas devociones son, para Diane a secas, mi íntima, ya, amiga Diane; digo que esas devociones son las palabras, las ideas, las imágenes, los textos inteligentes, es decir; la literatura. Son once relatos, son como pedazos de nube pegados al papel con celofán, ¿por qué nubes? por originales, por ser algo tan etéreo que empieza y acaba en el libro (llueven y escampan ideas), por diferente, por no encontrar nada parecido en ningún otro libro que haya leído; no he encontrado esas versiones, esos trucos de prestidigitador de los temas, esa voz de ella que se adivina detrás de todas las historias, de todos los vocablos; con su acierto punzante -de bisturí-, con un mirada cortante -de estilete-, parece que sus ideas están cortadas, ya, con cuchillo de mesa, y pinchados con el tenedor, con la que la escritora nos lleva a la boca, sin necesidad de hacernos el “avióncito” como a lo niños, unos bocados de literatura -la iba a poner en mayúsculas pero sonaba, o, mejor, se veía muy manido-. Pedazos de texto que acumulan palabras de mujer, miradas de mujer, visiones desde lo alto del mundo, desde el cenit de la vida, o desde lo profundo de un pozo; en las que se distinguen pasiones, amores, recuerdos, sensaciones, ideas, partes del todo que se desgajaron de un pangea femenino que mira el mundo desde la libertad, la ironía, la franqueza, el desacuerdo con las cosas que nos ven llegar, desde la caída desencantada de que el mundo no es lo que pensaste que iba a ser; ni el amor, ni todo este maldito universo de pacotilla, ni la religión, ni los hombres, ni, siquiera, las mujeres. Ya sabes, además, todos los sabemos, o deberíamos hacerlo, que casi siempre se pierde el futuro en los atajos y los caminos sin salida en los que nos empujan los años mientras crecemos. Pero...


Pero no crean que es algo tan sesudo o analítico, o triste o desencantado, bueno desencantado sí, pero tampoco es deprimente, no se preocupen; al contrario: es irónico, tramposo, sincero, demostrativo, limpio, cerradamente cruel a veces, abiertamente burlón, otras; incluso cínico alguna que otra vez. Todas sus historias tienen partículas de todo eso, y de más cosas que no debo decir; todas son, bella y certeramente, apuntadas a la diana:  en ellas aparecen y nos hablan -casi siempre mujeres mostrando sus mundos y sus pensamientos- desde  gentes creyentes que mueven los hilos del mundo hasta la extenuación -propia y ajena-; o las formas con las que se pueden decorar las habitaciones -y nombrarlas y vivirlas y dejarlas-; o las de un hombre que no puede vencer al mundo,- ni con su pareja; o la solitaria mujer excéntrica que hace su paseo por la ciudad mientras roban en su casa y en su mente y en sus recuerdos; o la de las mujeres que lo dejan todo, sus saberes y sus poderes, por la familia y el hombre; o habla de cómo escribir una novela de amor .¿o cómo no hacerlo? No sé, adivinadlo-; o como mirar con perspectiva el mundo, tu mundo, tus dibujos, tus lugares o tus acciones ¿o cómo no hacerlo?; o como los problemas de trenes de nuestra infancia, nos llevan de un punto A hacia uno B, y nos llevan consigo, y los lugares tienen vida, ¿sabemos todo de todo?¿queremos saberlo?; o mira al hombre centímetro a centímetro para saber de sus ventajas e inconvenientes, de sus fuertes y sus debilidades, de sus nadas y sus todos; o los cuentos de hadas, que no son lo que eran, en estos tiempos; y acaba con un diccionario para conocer, no el mundo, sino los mundos... Cosa diferente.

Todas esas habilidades del libro, así sin perspectiva, así en blanco y negro, así en descarnado y tierno a la vez; no parecen ser motivos extraordinarios de lectura. Es posible, quizá, como siempre, que no tenga día inteligente y, como diría algún cantante cubano, no sé ir más allá; pero, sí diré que, la construcción del libro, las bases y las paredes, las ideas y los dibujos -que frecuentan por todo el libro adornándolo y dándole belleza-, todas las frases, el estilo, la manera de ver al literatura, son fruto de una lección de amor por ella  -como besarla, abrazarla, acariciarla, pero también pincharla, abrasarla a palabras como bucles o bucles como palabras, o a verdades como templos aún  no derribados-. Todas las visiones, los temas, lo mirado, lo analizado,  son certeras vivisecciones de las cosas de la vida, del amor, de las relaciones, de la vida solitaria, del matrimonio, de la amistad, de la tontería de vivir, de la inteligencia de sobrevivir; son operaciones a corazón abierto de una mujer, protagonista intima en casi todos los casos, en las que descubre su cerebro , capa a capa, sus neuronas lascivas y recatadas, amables y duras, tiernas y correosas, se ve el mundo desde lo profundo de la montaña desde donde no se olvida nada.



Wineruda

jueves, octubre 22, 2015

PIEZAS EN FUGA de ANNE MICHAELS


















PIEZAS EN FUGA de ANNE MICHAELS
fugitive pieces 1996
Edt. Alfaguara 308 Pág.
Trd. Eva Cruz García



Encuentra el modo de hacer necesaria la belleza; encuentra el modo de hacer bella la necesidad.


           Siempre escribo reseñas acompañado de música, que puede variar en edad y mesura, pero esta reseña me ha llevado, no he tenido otro camino, a la Misa de Réquiem en re menor de Mozart. Toda la tragedia, todo el dolor y misterio que acompaña a cada una de las notas de la partitura, solo es comparable a la belleza, a la estremecedora delicadeza de sus coros, al sonido trágico y conmovedor de las voces que cantan el Kyrie Eleison; a la imborrable sonoridad del Offertorium. Lo que debiera ser un canto fúnebre, se convierte en un turbador signo del esplendor entre cualquiera de las artes. De igual modo “Piezas en fuga” es la constatación de una tragedia, donde el olvido es imposible, donde el dolor y el recuerdo son como voces, ecos, que se elevan como un Réquiem insistente, agudo, lacerante, pero querido, porque todo lo que se olvida parece morir, todo lo que no se extraña acaba en el rincón oscuro de la mente, ése donde la mente no perdona pero sí encarcela todo el pesar por las personas y, también, por los hechos -las caricias, el sonido de un piano, de una risa estridente, de un olor penetrante, de un rastro de pisadas amadas en el barro- que se quedaron atrás injusta y salvajemente. Pero, como en el Réquiem de Mozart, la belleza de la composición de Anne Michaels se suspende sobre el libro, como una brisa suave que domina una atardecer ardiente -infernal-. Las palabras elegidas, las imágenes, la profunda poesía de sus textos y sus ideas, los recorridos de sus personajes, todo, son como partes de un composición coral , que al unísono recrea un movimiento infausto pero con voces precisas y hermosas. Así aparece esa extraña contradicción que entraña todo el arte, y, ciertamente, la literatura que es el enfrentamiento de lo bello y lo triste, lo hermosa fealdad de un texto donde lo que cuenta se enfrenta a cómo se cuenta, ese brutal choque entre lo que no quisieras ver en un papel -que repudias lo que cuenta- pero admiras la forma en el que al autor se ha enfrentado a él y lo ha contado. Infierno de hermosas fogatas.



Cuando un hombre muere, sus secretos se juntan como cristales, como la escarcha sobre una ventana. Su último aliento oscurece el vidrio.



            En esta novela, escrita en primera persona, el protagonista es Jacob, un niño judío polaco, que presencia el asesinato de su familia por los nazis. Huye sin destino ni esperanzas de su escondite y es salvado por un profesor griego - Athos- que lo lleva a su tierra. Allí, escondido durante los años que duró la invasión nazi de Grecia, va aprendiendo a vivir pero no a olvidar a sus padres, a su hermana -Bella-, al horror, va sucumbiendo al terror a la vida que le acompañara gran parte de su vida, pero, también, va aprendiendo a conocer y querer a Athos -su forma de ver la vida y el mundo, sus gustos, sus manías-. Los dos emigraran a Canadá, donde Athos sera profesor de geología y escritor de libros que denuncien la barbarie nazi. Allí Jacob conocerá otro mundo, otra vida, pero nunca se separará del fantasma presente y querido de su hermana y de la presencia atronadora de sus padres, pero tampoco de los terrores que le sobresaltan el sueño, le atosigan el alma, le hacen voltear el corazón. Pero, también, allí conocerá a sus más queridos amigos y a su esposa, que cambiará su forma de ver el mundo y el pasado.



Escucho los sonidos de la preparación del desayuno, sonidos que duelen. Escucho a Yosha, cada nota aprendiéndose el aire. Labios de gravedad me empujan hacia la tierra. Lluvia helada se adhiere a la nieve recién caída, plata y blanco. En el sofá de Maurice, los juncos se enredan a lo largo de la orilla del río, la lluvia de primavera cae con fuerza en la artesas de hojalata, la habitación está sumergida en el clima. Cada sonido es tacto. La lluvia sobre los hombros desnudos de Michaela, Tanto verde, que vamos a pensar que tenemos algún problema en los ojos, Ninguna señal se da por sentada. Otra vez, otra vez por primera vez.



              A Anna Michaels, no le importa tanto construir una novela estrictamente escrita con los cánones de composición al uso, no creo que fuera esa su intención, ella necesita contar una historia sobre unos hechos terribles, para los cuales no escatima imágenes crudas y demenciales -como lo fueron- de las salvajes atrocidades de los nazis, y las cuenta como poeta que es, así como escritora que busca en lo más profundo de la mente y del comportamiento del ser humano; de ese modo habla de todas los pasos que da el ser humano: el crecimiento, el amor filial, el amor de la amistad, el amor sexual y sensual, la madurez, el ocaso. Y cada paso que dan los protagonistas,-sus errores, sus triunfos, sus manías, sus rencores, sus miedos – es acompañado por una preciso corte, una elevada punción, que muestra sus entrañas, sus más recónditos anhelos, sus más profundos odios, sus mas queridas cosas, sus pequeños apegos. Es una novela sobre los latidos de Jacob, sobre su desordenada e insegura vida. Su historia no tiene, no necesita, un lugar, ni siquiera unas anteojeras que le enseñe el camino, se mueve con el impulso que le da la memoria, y, por ello, sobre el recuerdo y el olvido (imposible, posible, deseado, odiado, amoroso, cruel). La memoria no tiene estanques, no tiene puentes ni diques, planea sobre las personas desmedida y afanosa, como el vuelo de un albatros, como la belleza de un atardecer en la isla Griega donde vive Jacob con su mujer (la mujer que lo salva). Éste es un libro descontrolado como una larga poesía, sin cuartetas ni tercetos; es una narración para leer con el alma oprimida y los ojos lastimados por la luz oscura, pero con la alabanza de una creación bella, apasionada, firme en los conceptos, y admirable en los verbos, en las recreaciones, en los dibujos de vidas, en los paisajes, en los caudales de sentimientos, en los adjetivos, en los sustantivos, en todo, o en casi todo;  es un libro sobre Jacob, un niño desmantelado por la vida, al que le salva el amor -de alguien, el oculto en el mundo-, el que le ayuda a ayudarse a él mismo, el que preña sus sueños de vida por vivir más que vivida.




           Es una novela de lágrimas, de rabia, de odio, de sensaciones bastardas, pero también es una historia de redención, de búsqueda de salvación, de recuerdos, de poesía contada para ser apreciada como una bebida anhelada tomada a pequeños sorbos.

Impresionante


viernes, octubre 16, 2015

LA CRIPTA DE INVIERNO de ANNE MICHAELS















LA CRIPTA DE INVIERNO de ANNE MICHAELS
the winter vault 2009
Edt. Alfaguara 320 Pág.
Trdc. Eva Cruz




No sé si sabré escribir sobre este libro y exponer todo lo que cuenta, el cómo lo cuenta y para qué lo cuenta. No sé si me perderé en todos los mares, ríos, caminos, cuerpos, pieles, piedras, flores, muertes, vidas, sonidos, mensajes, tentaciones, silencios, gritos, lágrimas, colores, sensaciones táctiles y visuales, penas, cantos, sufrimientos, explicaciones, abandonos, búsquedas, amores, olvidos, recuerdos... Sobre todo recuerdos, esos que explican y dan sentido a la vida, lo quieras o no. No sé si sabré encontrar el camino por el que pueda mostrar apenas una ventanita, pequeña y solitaria, por el que pueda entreverse aunque sea sólo el matiz del color de las historias que cuenta o el último rastro del olor que queda tras el paso ágil de una persona; no sé si sabré siquiera eso,  tan extensa de sentimientos como profunda de explicaciones es esta novela, que no sé si lo conseguiré.


Recuerdo escribir con aquel bolígrafo en aquel cuaderno: “la tía Grace murió en el otro lado del océano”, y también pensar en lo raro que era que hubiera vivido toda su vida, y también muerto, en un lugar que yo nunca había visto, la clase de revelación dolorosa de maravilla y pena, excitación y desorientación, y el proceso lentísimo de comprender que la propia ignorancia sigue creciendo precisamente al mismo ritmo que la propia experiencia”


No sé si he podido siquiera advertir si esta novela está escrita en prosa poética o, a veces,  es poesía pura y simple. Sus textos buscan la belleza, a veces por el sentido de las palabras, a veces por el placer desnudo de la belleza de las imágenes, -la detallada descripción de un acto, de un pensamiento de una escena, de un olor o de una simple flor-, a veces por el sentido profundo -oculto o brillante- de lo que realmente expresan. La belleza se encuentra sostenida entre versos sin rima, y frases sin verso. Es una novela de palabras, de expresiones, de remembranzas, de penas esculpidas, pero no es una novela de olvidos. Nada esta expuesto a la amnesia, nada a la ingratitud, nada a la oscura esquina rota de la indiferencia. Y tan contundentes son sus historias, tan expresivas sus convicciones, tan vehementes sus recuerdos, que ni siquiera la densa suavidad de las palabras puede suavizarla, ni ocultarla al lector menos atento. Está ahí, caliente y viva, para hacer masticar al lector las piedras férreas de los ríos, las nieves frías de los páramos o las secuencias crudas que quisieran hacernos hacer cerrar los ojos y no verlas.



Un jardín tiene que tener un sendero” solía decir mi madre, y tenía razón. Un sendero que se ha ido labrando su camino en la tierra, hundiendo cantos, con hierba que comienza a crecer en las hierbas -dijo Jean- un sendero que el uso constante ha ido grabando en la tierra. Igual que con el correr de los siglos, los escalones de la piedra se ahuecan en el centro. Imagina si unas simples botas son capaces de gastar la piedra, igual que algunas historias se curvan en el centro tras siglos de ser contadas. La tierra sabe por donde hemos caminado...




Son dos historias separadas y unidas a la vez. Una es la historia de un matrimonio, Jean y Avery, La otra es la historia de unos enamorados, la propia Jean y Lucjan. La primera situada en Egipto en los años sesenta del siglo pasado, durante al construcción de la presa de Asuán. Allí  Avery es un ingeniero que trabaja en el traslado del templo de Abu Simbel y jean lo acompaña. En el segundo la propia Jean se refugia, se agarra, se sostiene, vive entre los sentimientos e ideas de Lucjan, un artista exiliado polaco en Canadá. Pero no es una historia sobre el amor, o, al menos, no sólo es eso. Esta novela es una historia sobre el pasado, sobre los recuerdos, sobre la muerte, sobre la reconstrucción, sobre el imposible olvido, sobre el implacable poder del mal y el odio sobre las personas inocentes.

Pero no, no es solo eso. La novela habla de muchas cosas,: habla de como el pueblo Nubio tuvo que dejar sus tierras, casas, muertos, vida, tras la construcción de la presa de Asuan, y dejo allí sus recuerdos, su forma de ver el mundo, sus olores, sus pasos en el sueño, sus paredes manchadas, sus balcones al ocaso...todo perdido por el afán de unos por dominar la naturaleza, sin tener en cuenta a las personas, y el poder creador y protector del recuerdo, de las pisadas repetidas por los mismos caminos, de las tumbas no olvidadas, de los años sumados que constituyen décadas y siglos en los que las personas aprenden a conocer el mundo -su mundo- y la naturaleza. Habla , también, el libro del pasado de Jean , Avery y Lucjan, y de todas las personas que le rodean, de la soledad y el desarraigo que les convoca, que los une, de la pena por las cosas que hicieron o no, de las cosas que olvidaron, de las personas que perdieron, de los deseos que no cumplieron. Y del horror... del horror de la guerra en el gueto de Varsovia o de Alemania, de las muertes, de todas aquellas muertes sin sentido,pero también del intento inútil de olvidar, y de tratar de reconstruir el mundo sobre los huesos de los muertos, sobre la sangre de aquellos cuerpos: mentiras poderosas sobre verdades que no se debieran ocultar. Habla sobre la falta de inocencia del mundo, sobre tragedias que se asumen, pero no se olvidan, como partidas de ajedrez entre la mente y el espíritu,, entre las lágrimas y el rencor solitario. Y habla de la perdida; de la perdida de los padres, de los seres queridos, pero también de la perdida de la confianza, del amor, de la propia estima. Nada puede compararse a la desaparición, a la súbita, tremenda, y irreemplazable perdida de algo que quieres, la rabia escupida desde la mente y la entrañas... ese sabor acre de la rabia... Y habla del dolor, oculto o público, que reposa sobre todo como un manto de nieve en la pradera, como una nube de polvo en la carretera, todo el dolor del mundo que se agolpa a veces en las sienes de una persona, o sobre el hombros de la multitud agolpada en los andenes de la última estación o sobre las paredes de los muros de ejecución o sobre los margenes de los cementerio. Habla de darle sentido al mundo, aunque sea a una pequeña partícula del mundo, ésa que sostiene tu mente, da equilibrio a tus actos y a tus ausencias, ésa que mantiene el cuerpo en la posición adecuada al movimiento de la esfera terrestre. Habla, también, de las palabras, da las voces, de los cuentos en la oscuridad, en las conversaciones que añaden valor a tu mente, de la comprensión por la palabra y el pensamiento, único camino útil. Habla.....


-Cuando la tierra está demasiado helada como para cavar tumbas -dijo Lucjan-, los muertos esperan en criptas de invierno. Estos edificios siempre tienen una cierta dignidad, ya sean de ladrillo o de piedra con caros apliques de bronce, o un humilde cobertizo de madera, porque se construyen con respeto por quienes yacen entre sus muros.





No sé, por fin, si sabré decir qué es esta novela: ¿novela filosófica? ¿novela sobre la vida?¿el amor? ¿el recuerdo? ¿la pena?... No lo sé, acaso todas, quizá ninguna. Solo podré decir lo que dije para describirla a una amiga: buena como una larga conversación entre amigos, como una historia contada por un viejo profesor, bella como un poema, difícil como todo lo que merece ser encontrado.


wineruda

miércoles, agosto 05, 2015

LOS PÁJAROS TRAEN EL SOL de ALISTAIR MACLEOD
















LOS PÁJAROS TRAEN EL SOL de ALISTAIR MACLEOD
as birds bring forth the sun and other stories 1986
RBA Edtr. 222 Pág.
Tradct. Miguel Martínez-Lage






¿Pueden hacer dos libros de relatos y un libro de memorias una carrera literaria? Una vez me dijo alguien, maledicente, que eran un sucedáneo de los 'one hit wonder' de muchos artistas musicales. A veces ninguna respuesta es definitiva, como nada en la vida y más en un tipo que sólo puede hacer suposiciones como yo. Pero me pareció una comparación tan estúpida que ni di esa respuesta. Rato después me puse a pensar en aquello y me dije que aunque si así fuera, que la inspiración llegó y se fue o que el autor regurgitó todo lo que tenía que decir o a lo mejor expulsó todos sus demonios, y, al fin,  no buscó nada más que proyectar en la hoja blanca ¿importa algo? A diferencia de los músicos que se arrastran versionando aquella canción hasta la extenuación, haciendo copia tras copia más o menos basada en su éxito, pero con otro título. Los escritores desvelan la belleza, la dejan reposar por el mundo y no dicen nada más ¡debéis saber que esto paso en mi imaginación! de ella se destierra para siempre... A diferencia de otros escritores que aprietan su fama hasta lo infinito con libros infames pero con su firma; ellos, los otros, no quisieron hacerlo... Lo hermoso, lo auténtico, acaso sólo es el paso efímero de un cometa que atraviesa el cielo en minutos, pero que queda en las retinas de los que lo vieron para siempre. Pero esto sólo es una suposición... y ya dije no sé decir cosas definitivas.


Alistair Macleod es el que sólo escribió ese libro de memorias y los dos de relatos. Uno de ellos es el titulado : “Los pájaros traen el sol” y, puedo decir, que es uno de aquellos cometas que se estampan contra la tierra, o mejor contra otro planeta -no seamos agoreros-, y que abren un enorme cráter y una polvareda de espanto que quedara durante eones suspendida en la precaria atmósfera del lugar. Comparación, digamos que, osada... pero no la desechéis. Las palabras de las páginas del libro, las imágenes, los temas, las pulsiones del texto, los rabiosos silencios parecen flotar en el ambiente tras una colisión. Una pugna que aparece en la mente y en el cuerpo tras una perdida. Siempre hay una perdida: de personas amadas, de lugares, de pasados, de ocasiones, de hijos, de padres...


Sobre los hielos del invierno y los fríos veranos de Nueva Escocia en Canadá, en la isla de Cabo Bretón, siempre suceden cosas... Animales, hombres, mujeres, mares, prados, montañas, muertes, brujas, visionarios, barcos, hijos... son los protagonistas de las historias que dormitan, despiertan o fluyen en aquellos lugares. Sitios entre mágicos y reales, espacios presentes pero también herencia de su pasado europeo -escocés-, emplazamientos de los que se vive para siempre o se escapa para volver, puntos donde parecen resumirse la historia de los mundos donde vivimos. Ésa en la que todos existimos con un lado de la mente eternamente perdido en el pasado -sobre todo alcanzada cierta edad,  los jóvenes siempre parecen inmunes a la muerte y la nostalgia-. Y las gentes de Cabo Bretón se aferran a su pasado -a las férreas costumbres, a la lengua gaélica, a la tierra, al mar- para seguir subsistiendo en aquel mundo inhóspito donde el trabajo no es parte de la vida es la vida únicamente. Y así aparecen leyendas tan ciertas como que el mar se hiela en invierno, y surgen brujas que no lo son, y perros del averno y ancianos con principios inquebrantables o, sin ponerse tan trascendente, un joven al que un toro fastidió un experimento escolar.




En todas esas historias aparecen, siempre, un surtido textos y narraciones que acompañan paralelas o tangenciales a la narración principal, gracias a las cuales recomponemos un paisaje que parecemos conocer como si fuera el que vemos cuando abrimos la ventana de la casa donde vivimos. Personas peculiares, pero tan humanas, y por ello tan normales, como aquel anciano que pasea su caniche por el parque, o la mujer que lleva las bolsas de la compra, o el niño que patea un balón. Pero sin la aparente vulgaridad de lo cotidiano.

Y aunque el otro libro de cuentos de Macleod,  "El regreso",  me parece mejor libro - más redondo, más completo-, éste  tiene uno de los mejores cuentos que haya leído nunca: "Visión"






Wineruda










miércoles, julio 22, 2015

EL REGRESO de ALISTAIR MACLEOD




















EL REGRESO de ALISTAIR MACLEOD
the lost salt gift of blood 1976
Edtarl. RBA 182 Pág
Tradct.Miguel Martínez-Lage



¿Cuándo un cuento es bueno? Supongo que hay tantas respuestas como lectores existen, y la sensibilidad amasada entre las diferentes harinas literarias y aguas genéticas corresponde a una sola persona y a sus universos fantásticos. Pero todos hemos nacido unánimemente con Perrault o Andersen o los hermanos Grimm y luego separamos los caminos para adentrarnos algunos en caminos clásicos, otros postmodernos o quizá los olvidamos, simplemente, para siempre, o -espera- acaso nos gustan todos.

Daré mi opinión sobre cuál es el cuento bueno, al menos el que me gusta a mí:
Yo lo concibo como el concierto de una banda de Jazz; uno de esas grandes Big Band de los principios de los años cuarenta del siglo XX, donde Benny Goodman, Count Basie o Duke Ellington dirigían grupos rítmicos donde el swing o el boogie era ritmo e improvisación. Y la melodía surgía de los instrumentos de viento, los bajos y la batería imprimían ritmo, la flauta la suavidad que apenas se oye pero existe y es imprescindible y el clarinete la estridencia irrepetible de lo bello. Y... Billie Holiday daba sentido a la música, dándole palabra, sensibilidad, gesto y sentido. Así el cuento es la conjunción de todos esos factores, efectivamente, iguales que el jazz. Sobre el ritmo de las historias donde la vida en calma o salvaje, reprime o incita a sus actores, nacidos o eternos, y es improvisación y melodía a la vez; los paisajes y las historias paralelas son como el sonido de la flauta. Y el cantante, el escritor, rellena de personalidad, de dulzura o acidez, de tristeza o alegría, de pasado o de futuro, de abrazos o de golpes, las páginas de esos libros. Pues eso es “El regreso” de Alistair Macleod. Un concierto sintonizado en una radio de válvulas de aquellas que recogían en directo inolvidables sonidos. Lleno de la complicada simplicidad del que se apropian las grandes obras; donde los colores, los olores, las miradas, los sentidos, las pequeñas cosas o las grandes tragedias se empastan de tal manera que esos diferentes elementos son uno sólo. La elasticidad de las palabras abarca todos los extremos del cuento, cada pequeño elemento es parte del conjunto, y todo el conjunto es ese pequeño elemento, desde un perro que mira triste o una ladera helada, o una caricia con la mano sucia de carbón o, lo que es mas difícil, una palabra no dicha.



En el estrecho paisaje de Cabo Bretón, una isla de Nueva Escocia en Canadá, donde el carbón y la pesca es la única forma de supervivencia, y sólo eso, supervivencia, viven hombres y mujeres duros, de mirada fuerte y limpia, atada a sus costumbres y a su forma de vida, por dura que sea. El libro son las historias de alguno de sus habitantes: hombres viejos que no dan su brazo a torcer, que avanzan porque tras un paso saben que debe venir otro, orgullosos de su pasado y torcidos bajo los techos sucios de las minas de carbón o alzados en la popa de un mar bravío; mujeres fuertes que sostiene el mundo sin ningún punto de apoyo, que aman, paren, luchan y mueren defendiendo a su prole, limpias de mente y abrasadas del frío de las soledades de las viudas del mar o de la mina. Pero también son historias de jóvenes que quieren huir de la negrura del carbón y de la blancura de la espuma del mar, buscando un futuro mejor, llevándose las esperanzas y las lágrimas gastadas de sus padres, es la crónica de gente que va y no quiere irse, y de gente que vuelve y quiere irse. Y , también, son el testimonio de aquellas islas de sus paisajes y sus rocas toscas y graves, de su nieve sucia por el carbón, de niños que juegan en las playas, de barcos que no se hunden, de las níveas gaviotas chillonas, de las vacas de ojos grandes y de los coches de asmática respiración. Todos envueltos en la bruma no sólo atmosférica, de historias que van acabando, que van cambiando, donde aunque algunos se resisten, el tiempo no se para y avanza lento e intransigente.

Son las crónicas de un mundo que ya no será, pero fue, y como las grandes melodías, parece oírse aun en las ráfagas de viento que vienen de mañana cuando los coches no obstaculizan su paso con sus bocinas estridentes o su música de consumo.



wineruda

Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...