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lunes, julio 27, 2015
ESPEJO ROTO de MERCÈ RODOREDA
ESPEJO ROTO de MERCÈ RODOREDA
mirall trencat 1974
Edtr. Debate 267 Pág.
Trad. Pere Gimferrer
Si fuera creyente iría a misa todos los domingos y fiestas de guardar, tendría fe en cosas impalpables, sostenidas todas en las palabras escritas en un libro. Todos los libros necesitan esa profesión de fe, de querer admitir que son cosas ciertas, para llegarte más allá del alma, a la imaginación. A esa parte del cerebro que necesita que se le apasione para crear y por ello creer. Así necesitas de textos e imágenes que alimenten el feroz apetito de la mente. Y un credo de verdades y mentiras cobran pulso y vida, y se convierten en un maná no sé si del espíritu pero sí de ese complacido y furioso lado que necesita saborear y saciarse de historias, vidas, fantasías, ideales, ideas... en definitiva, de palabras. Por ello, pregono, soy creyente de los libros de Mercè Rodoreda, de los verbos, adjetivos y sustantivos que se ordenan en sus frases, de las verdades mentidas y las mentiras ciertas que sustentan sus textos, de las historias sórdidas o bellas que abotonan sus capítulos, de esa especie de Génesis y Apocalipsis que contienen sus novelas: creaciones y muertes, muerte y vida, esplendor y muerte. Todos los escalones de la escalera vital bajados y subidos una y mil veces.
Y el “Espejo roto” es una novela donde la palabra y las imágenes que con ellas se crean son reflejo de un mundo fragmentado. El espejo se rompió y hasta el más diminuto fragmento dibujaba imágenes de todos los habitantes que vivieron en aquel palacio, pero también de las abejas que zumbaban entre los arbustos, y de todas las sirvientas que poblaron la casa, y de los pavos reales que gritaban su angustia, y de los árboles que brotaban salvajes, y de las ratas escondidas en los rincones y, más allá, de los fantasmas que poblaron el palacio. Y cada porción de cristal cuenta su historia, su manera de ver la vida: desde Teresa, la protagonista, que asusta con su belleza y su decadencia, o sus maridos, hijos, nietos, amantes, que muestran una vida dulce y trágica, amada y odiada, apasionada y traidora, digna de envidia y lástima. Porque desde la vida humilde de Teresa como hija de pescadora, su belleza le lleva a un primer matrimonio donde el interés y el amor están confundidos, y a un segundo donde ya no lo están, pero las traiciones, los engaños, los secretos, las palabras no dichas y los silencios complacidos son parte de sus vida, y de la de su hija, y la de el yerno y la de sus nietos. Todos recomponen la imagen en el espejo donde la ascensión y decadencia de la estirpe, de los cuerpos, de la mente, de la belleza, de la propia casa, que elegante y satisfecha se erguía entre muros, rosas color carne, laureles, árboles, y botes de hojalata rotos, pero la vida va pasando y puede que ya apenas quede la solemne suciedad de la hojalata rota.
El libro avanza desde un discurrir sencillo, donde los sucesos pasan y así se reflejan, hasta llegar a un momento de belleza suprema donde las palabras y las imágenes a veces oníricas, otras de fantasía exacerbada, donde los fantasmas del pasado, los recuerdos y la muerte están tan presentes que se lamentan entre los muros, como espectros de un mundo que nunca quiso estar allí pero está, que no puede abandonar los muros de aquella casa y las mentes de sus pobladores. Pero no sería una belleza completa si las palabras no crearan una oración llena de poesía y ensueño, sustentando sólo con una pluma todo un universo narrativo planteado como creación, ascenso y decadencia de un estirpe y un modo de vivir tan cercano y lejano como lo son las de aquel libro donde los pequeños detalles son parte tan esencial como los grandes hechos.
¿Qué queda de la belleza juvenil? ¿qué quedan de los amores que iban a ser eternos? ¿qué queda de las riquezas que nos iban a salvar la vida? ¿qué queda de nada?
Wineruda
jueves, abril 16, 2015
LA CALLE DE LAS CAMELIAS de MERÇE RODOREDA
LA CALLE DE LAS CAMELIAS de MERÇE
RODOREDA
El carrer de las Camèlies 1966
Edt. Salvat 253 Pág.
¿Acaso no se escapan los pájaros de
la comida y el agua segura de su jaula para encontrar su libertad,
para encontrar su camino sea el que sea? ¿Acaso esos pájaros no
lograrán marcharse cuando el frió e inerte invierno se desploma
sobre los árboles y campiñas, sin comida ni calor que los
satisfaga? ¿Acaso eso evita su fuga, sus ganas de salir de entre
barrotes de hierro y comederos de plástico, palos que no son de
madera y columpios de un sólo trayecto?
Cecilia fue encontrada, allá por las
primeras décadas del siglo XX, a la puerta de unos señores
acomodados, era un bebe de lloros forzados y risas fáciles. Acogida
por aquellos señores fue educada en el estricto conocimiento de ser
niña abandonada; vivió en su mundo de ensoñaciones, olores,
flores, rocíos, sentimientos encontrados, sábanas de segunda mano,
cariños controlados y ganas de ver el mundo lejos de los arriates
del jardín de la casa. Así, un día, partió de casa para siempre
sin ser niña pero tampoco madura, con su amigo de infantiles
escapadas, ya convertidas en huidas sin retorno. Vivió, con él,
entre maderas amontonadas de su refugio lleno de goteras, agujeros y
vientos traidores. Acabado aquello, nada mantenía a Cecilia entre
los abrazos, las miradas, las palabras de una persona única; y
seguía escapando de todos sus amantes: los esporádicos de las
calles de Las Ramblas o, más tarde, de los pisos de mantenida por
hombres casados buscando su rutina de amor lejos del matrimonio. A
pesar de que su descenso fue lo más lejos al infierno, su mente se
perdía entre sueños-a veces pesadillas- y realidades que variaban
entre lo pasado y su mundo interior lleno de recuerdos, ganas,
futuros, flores, imágenes, ensoñaciones, miedos, engaños y
la búsqueda de su propia supervivencia.
Rodoreda utiliza la primera persona,
para contar tanto los hechos como las reflexiones, los sueños, las
sensaciones; para describir la, a veces, errática mente de Cecilia. Eso le permite, a la autora, no juzgar al personaje; ni la condena ni
la absuelve, sólo la describe tal cual es, con sus errores y sus
triunfos, sus caídas a los abismos y sus vueltas a la superficie. Lo
usa para describir y registrar una época en una ciudad
-Barcelona-, un lado de la sociedad de aquella época, un
comportamiento masculino, una forma de ver el mundo, un código moral
y ético, una forma de vida,; donde una mujer sin oficio ni
beneficio, no educada en nada, no consolada ni defendida por nadie,
es pasto para amorales o impasibles hombres de mirada dura y
comportamiento angustioso.
Es sencillamente admirable la facilidad
de Rodoreda para lijar con lima de grano grueso lo que parece una
superficie lisa y suave, para agriar con ácido lo que las palabras
de su prosa agradable, natural y delicada, parecen indicar. Sobre
las lineas de frases que no parecen advertir lo que va ocurrir o está
ocurriendo, estalla una situación donde la zozobra y la angustia se
apodera de la acción, de los gestos o las voces. Pero nada se
inmuta en su discurso: ha sucedido y lo he contado. Como si fuera una
visión de un carretera polvorienta que se dirige al horizonte con
baches y trayectos lisos, donde un coche recorre esa carretera a
pesar de todos los obstáculos y sigue recto, para perderse allá
entre la podredumbre de la neblina sucia y la belleza de las flores
silvestres que invaden la ruta. El recorrido a pesar de todo será
fluido y sencillo sólo acomodado al color del cielo, al ruido suave
del motor, a los jirones de niebla oscura y al olor de aquellas
flores, acaso camelias.
wineruda
miércoles, septiembre 24, 2014
LA PLAZA DEL DIAMANTE DE MERCÈ RODOREDA
LA PLAZA DEL DIAMANTE DE MERCÈ
RODOREDA
LA PLAÇA DEL DIAMANT 1962
EDHASA 265 PAG
La vida de cada día se revuelve en
las tripas de la ciudad, en la plaza los jóvenes bailan al son de
un banda que rezuma sudor y calor, es un domingo cualquiera de un año
indefinido anterior a la guerra civil española. En esa plaza, del
Diamante, Natalia -la Colometa- conoce a Quimet, en ella baila, habla, ríe,
hasta que huye de él ...Pero algo de Quimet la atrapa: nada
concreto, nada especial, acaso el asomo de una existencia diferente,
acaso una personalidad formada y agreste enfrentado a su simple
juventud. Y entre huidas y bienvenidas se desarrolla el noviazgo,
más tarde la boda, la vida conyugal, el trabajo duro, los hijos, las
risas , las desgracias, las frustraciones, la guerra ...
Pero eso sólo son los caminos por los
que discurre la novela, podrías pensar que no es nada especial, que
son avatares y problemas propios de un relato donde hay lugares
comunes a muchas otras novelas, probablemente lugares comunes de
nuestras propias vidas...Sin embargo no es por eso por lo que me
gustó la novela, lo hizo por la impronta de Natalia en el discurrir
de la novela, por la manera con la que Merçe Rodoreda utiliza el
monologo interior para abrir las ventanas de sus pensamientos , para
mostrarla sumida , a veces atrapada, en el discurrir de su vida entre
las personas que la rodean, los paisajes que la circundan, los
problemas que la atañen, las situaciones que domina o que la
sobrepasan... Y es una mirada que funde lo oscuro con lo luminoso, lo
ácido con lo dulce, lo astuto con lo ingenuo, lo rebelde con lo
sumiso. La crudeza de algunas situaciones se contrapone a la sutil
poesía que sale de sus textos. Las imágenes que crea aparentan
aquellas entrañables y viejas fotos donde una familia posa seria
ante el fotógrafo y donde las mejores ropas están raídas pero
ellos mantienen, ante todo, su dignidad y su belleza.
El mundo discurre a saltos por sus
páginas, son retratos de momentos donde aparecen, bajo el prisma de
los ojos de la Colometa: vidas atormentadas, tranvías que pasan sin
destino para ella , palomas que alegran y entristecen, olores que
obsesionan, guerras que matan, hambre que se apodera de todo, vecinas
que ayudan, amigos que lo son hasta el fin... Son lugares
melancólicos que trazan un cuidadoso dibujo de una época, una
ciudad -Barcelona-, un barrio, un vecindario, una casa, una vida. Y
Natalia se enfrenta a esa vida, que a veces la vence y a veces la
ayuda, pero es la intimidad que nos trasmite la que nos subyuga, la
que nos trasmite sus sentimientos .
Sí, quizá sea eso, los sentimientos
que surgen de los actos e ideas de Natalia lo que más impresiona del
libro, con lo que te quedas cuando has acabado el libro. La sensación
de haberte infiltrado, haber invadido con osadía, en lo recóndito
de la mente de una mujer, de esa mujer. Las tristezas duelen más y
las alegrías se comparten mejor cuando quisieras haber conocido al
personaje ficticio de una novela, o quizás ya la has conocido tanto
como a un amigo de toda la vida. A fin de cuentas eso es la
literatura: atrapar un momento y acapararlo, hacerlo tuyo no sé si
por un instante o para toda la vida, a pesar de que sólo es el
empeño de la imaginación de un escritor. Pero nos urge saber más
de la vida de los protagonistas, de sus aciertos y sus fracasos, de
sus alegrías y sus desgracias , de cómo le fue la vida tras las
últimas páginas del libro. Porque la Colometa vive en las mentes de
todos los que supimos de ella a través de los textos de Merçe
Rodoreda. Creo haberla reconocido paseando su dignidad por la plaza
del Diamante un dia cualquiera de cualquier año rodeada de palomas.
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