Mostrando entradas con la etiqueta LITERATURA ESPAÑOLA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta LITERATURA ESPAÑOLA. Mostrar todas las entradas

viernes, noviembre 16, 2018

MADRID CALLEJERO de JOSÉ GUTIÉRREZ-SOLANA
























MADRID CALLEJERO de JOSÉ GUTIÉRREZ-SOLANA
(1923)
Ed Trieste Pág. 204

Si alguien quiere descubrir un cuadro de Gutiérrez-Solana sin trazos, sin esos colores tierra y oscuros, sin esas caras de terrible verdad, de dureza y muerte, de conformada tristeza; si quieres descubrir con palabras, no, mejor diría, si quiere descubrir cómo Solana pinta sin pincel, sin caballete, sin tela, que lea este libro, y aquí descubir ese mundo tenebroso, crudo, ese lado distinto de la vida que veía él, descubrir el costumbrismo  que en él era un estado, un acompañante de excusa y de motivo, que a él le obligaba su interés, y  querencia de vivir en un lugar lejos del centro de vida normal para los demás, lejos de esa circulación normal y diaria de los literatos y pintores que circulaban aquel Madrid, aquella España, aquellos tiempos. Esa gente –esos personajes- que él pinta y describe, aparecen en lugares de alcohol, lugares de vino rancio, de toros muertos y vivos, de carnavales pobres, de gente que no tiene nada, de tristezas e imposibles, de soldados canallescos o valientes, de toreros sin suelo, de prostitutas. Eran esa gente del arrabal y mano sucia, del mendrugo, de la bota de vino en el hombro, de baile del domingo endomingada, de sabores recios de campo y vida pobre; era gente que no vivía solo sobrevivía en una ciudad que crecía, que nacía y moría: moría de vieja en las casas que iban demoliendo para hacer nuevas calles, nuevos territorios para ricos para otra vida que no era la de los que allí, entonces, vivían. Y de esa muerte nacían nuevos territorios nuevas calles que llegan hasta hoy llenas de riqueza y  poder, lejos de aquellos paisajes costumbristas, hechizantes y espantosos que allí entonces estaban.,

 Muerte y vida como en toda la obra de Gutiérrez –Solana. 

Pasea, en este libro,  Gutiérrez-Solana, por Madrid, y parece que nos va mostrando su paisaje, su lugar de apetencia, y dichos lugares acompañan su ideología, su círculo vital, el recorrido de sus cuadros, de su estado vital, la impronta de su imaginación y su querencia-apetencia-, dichos lugares son la iconografía que descubre sus cuadros, o sus cuadros son la iconografía de esos lugares, de esas gentes, su resumen, su sello en la vida, su demostración que existen, que existieron. Aparece, así.  lo tenebroso, lo terrible, lo macabro de los cementerios viejos, de cuyas tumbas viejas y reventadas. Gutiérrez-Solana descubre una parafernalia de difuntos y ataúdes rotos, y un discurrir de osamentas y huesos podridos que descorazona, pero, a la vez, refleja un estado y un diario de una vida en ruinas, Es el estado de un personaje que ve derrumbar un pasado; él llora por las cosas que van cambiando, por las casas que no volverán, las costumbres, los territorios propios e impropios que no verán nueva luz, en esa época de los años 20 del siglo pasado, todo se derrumba, calles, casas, cementerios, voces y paisajes. Su descripción de la muerte, de lo macabro asusta y espanta, pero no deja de ser el discurso de una querencia que acaba en sus cuadros, que muestran más allá que sus trazos, como aquí de sus letras.

De las calles que aún conservan su estado viejo y decadente, de aquellos lugares, tabernas, tugurios, casas de putas, de rastros de cosas viejas y robadas, de horas y sitios y estados de cuando finaliza la noche, él descubre el momento en el que todo discurre y todo se para. : él encuentra momento-líneas, dibujos, palabras, trazos- para las prostitutas, para los viejos derrotados, para ciegos arruinados, para marineros borrachos-navajas, puños y canciones de nostalgia-, para titiriteros, para disfrazados sin miedo, para feriantes de carreta rota, para soldados sin destino, para toreros muertos, para viejas desdentadas, para alcohólicos sin futuro (muerte y vida). Descubre esos  lugares porque él  se siente cómodo en ellos , y , por ello, pasea y en el paseo describe, casi al paso, como una descripción contada al oído, la sensación de caer en las profundidades,  de caer rendido en aquel olor a vino viejo, a suciedad, de caer rendido a la sensación de vivir entre el color ácido de aquellas calles, a sentir el viejo sopor de las mañanas sin ir a dormir, sentir el olor  a ropa vieja, a soledad, a vómitos y borracheras, al sonido de las peleas y los perros aullando, sentir a las gallinas que salen de los patios sin baranda. Sin embargo, él las ve desde un lado , y desde arriba, él las conoce, él se reduce a un estado para incrustarse en ellos, sabe de lo que van las cosas, ha estado allí  y ha besado, bebido, arremangado sus chaquetas para pelear o no mancharse, pero, así y todo, en el libro  siempre está un paso al lado, acaso por pudor de escritor , acaso, más seguro,  por distancia de pintor, de dibujante al lado del protagonista.

En la parafernalia que acompaña sus cuadros siempre aparece el carnaval, en ellos, y en las fiestas de San Antón, del Dos de Mayo o en las Verbenas, Gutiérrez-Solana escribe sobre ambientes, sí, pero también sobre personajes, sobre hombres concretos, que acaso vivieron, existieron, acaso no, no lo sabremos, o quizás solo fueran el personaje escrito de un cuadro, el reflejo   soñado, o pensado, de un hombre o una mujer que se cruzó en su camino, y en el queen el libro  él recrea su historia, hasta su vida y su muerte, o los viajes o caídas , como si le siguiera toda la noche-toda la vida-, y es la misma que en sus cuadros pinta, esas caras triste, terrible o cansadas –o estoicas-,  que parecen contar la vida pasada y futura de sus personajes, de sus figuras; en este libro los describe y en su cuadros los pinta. En esas fiestas y celebraciones, aparecen una sucesión de situaciones casi teatrales casi domésticas-como si la viera en el momentos que las escribe, como una foto -como un cuadro-. pero Gutiérrez-Solana no solo describe estos momentos sino quevemos  el color que parece  dejar ver el libro, el tono que surge de las descripciones de sus páginas, de sus personas, de sus máscaras, de sus vestidos, de sus ambiente sórdidos, tenebrosos, desagradables pero también de sus momentos  de baile, de broma, de carnavales, de toros en Las Ventas, de baile en las campas, de verbenas y carretas de fiesta; todos son de un color ocre(tierra) o negro(apagado) o blanco (sucio), como los que predominan en su cuadros. Y hasta lo brillante apenas ilumina lo que unos ojos en un cristal oscuro, lo que el pico de un cuervo en una noche sin luna, el pico que desgarra y ataca, solo parece descubrirlo el graznido oculto y que entraña miedo que parece salir de las entrañas.
El discurrir del libro, con las opiniones drásticas, a vece escandalosas, sin pudor , directas, sin cortapisas, con frases radicales, hasta desagradables sobre algunas personas, temas o ideas, todas  describen a un personaje directo que desprendía todo lo que pensaba , que narraba y opinaba sobre  todo lo que veía , a su modo, que mostraba ese mundo lejano, que es difícil de distinguir desde el segundo donde vivimos A pesar del pesimismo oscuro, macabro casi enfermizo de sus visiones de futuro, a pesar del pensar oscuro. hasta con el  casi regodeo con la muerte y lo feo, aún  más allá de eso, el libro es un diccionario sobre el pintor, y es una pintura, costumbrista y nostálgica, histórica y cruel, distinta y verdadera, sobre Madrid; sí, pero también sobre una época, sobre un estado de aquella sociedad, sobre un momento de la vida de aquella gente, del estrato social más bajo que se movía por aquellos tiempos y aquellas tierras. Sobre un mundo en cambio, que ni entonces volvió a ser.



viernes, junio 09, 2017

EL ESPÍRITU ÁSPERO de GONZALO HIDALGO BAYAL




















EL ESPÍRITU ÁSPERO de GONZALO HIDALGO BAYAL


2009

Tusquets Andanzas 

 556 Páginas



Borracho, ebrio, embriagado, bebido, beodo, alcoholizado, mamado, achispado, amonado, ajumado, ahumado, calamocano, dipsómano, alumbrado, con curda, colgado, como una cuba; así estoy después de leer este libro, pero no de alcohol, sino que tengo la sangre -y el cerebro y el hígado , hasta los riñones- llenos de palabras; estoy empapado -desbordado, acuciado hasta la sorpresa- en palabras: palabras crueles, dulces, extrañas , numéricas, cuadradas, al cubo, de fórmula física,  inventadas, paranomásicas, neologismos, arcaísmos, barbarismos, latines, y griegos; o  palabras surgidas del habla de un pueblo perdido de la mano de Dios, y encontrado por la mano de un forajido, palabras que me inundan la sangre de ironía, y de feroces falacidades, bosquejos de ideas con sabor a hiel, y que no saben de dónde nacen y para qué, palabras procaces y salvajes, palabras como su mundo: curtidas, bravías y cultas.

El mundo enfrentado, -tu y yo, el y ellos, nosotros y vosotros, norte sur, paraíso infierno, riqueza pobreza, sarcasmo o fijeza,- enfrentado como el estado de la cultura y el del analfabetismo y el del  desconocimiento -y la absoluta necesidad de no saber-. La dicotomía de lo que quizá fue y de lo que realmente fue; la dualidad histórica -venganza futura-en la que la realidad de un hombre -humillado y acusado, vencido y torturado-- que luego fue cartaginés, pero cartaginés triunfante sobre los otros, los enemigos los de que siempre ganan y ganaron, los romanos, antiguos triunfantes humillados el vencedor vencido, el derrotado ganador. El perfecto enfrentamiento, la parsimonia de vida que no sabe qué camino escoger, y enseña que el mundo de las escuelas donde nada se aprende ni siquiera a vivir, porque a vivir se aprende en las tabernas, en las afueras de las escuelas, o en las calles de los pueblos perdidos, o en los campos donde pacen cabras y vacas, en riscos donde se muere despeñado, donde el poder es del señorito hijo de desgraciado y el desgraciado es el pobre siempre; Y el saber...el saber solo sirve para componer -o recomponer o construir a golpe de mano vacía- la vida de otros, componer verbos que expliquen el mundo, que lo remienden para que nonatos y para muertos vivos. Nunca para uno mismo , ni como profesor que solo eres soniquete murmurante de un organillo que se ha  repetido durante años -se va repitiendo-, ni nunca como alumno que solo eres el siguiente en saltar por la ventana de la vida. Ser o no ser, no depende de ti.





Y de la dicotomía, dualidad, partición, división, que es la novela, que va discurriendo su recorrido , a veces pantanoso, a veces como brazos de meandro, a veces como catarata rugiente, a veces como río tranquilo y pasmado, a veces con la calma chicha de la vida de un pueblo que ve pasar al vida. Vida que nos transporta desde el pasado al presente, y de hoy a ayer, y de nunca a siempre,  desde un pueblo apartado del mundo , un lugar etéreo, vacío, solar de sueños que no fueron, de origen que no fue, de energía apagada, Casa del Juglar, o Murias o.. Desde allí, lleva a Gumersindo, y con él a Pedro Cabañuelas y sus vidas , a Madrid, a estudiar y conocer sus vericuetos, sus vinos y mujeres, sus callejuelas y sus peleas, sus mentiras y verdades. Dicotomía y extraña aflicción que provoca y enseña que el protagonista ese viejo Gumersindo y el  niño Sin a la vez, , o Pedro Cabañuelas es  bandolero y alcalde, es futuro en el pasado, hasta el mismo  escritor de esas memorias propias y ajenas es amanuense falso y real y mentiroso a la vez.
 Partición que pasa de un profesor anciano-Don Gumersindo_ que es el niño que recorre las calles llenas de cenizas, mierda de vaca , de mentiras al oído y verdades a medias, de acusadoras y curas de poder y guardias civiles sin poder, y piedras de camino y que luego lo lleva , a la insultantemente moderna década de los años 80 en un instituto en los que los jóvenes son tan modernos como podrían serlo entonces -y Don Gumersindo tan extraviado como sus dialectos del latín recitados de memoria-,. Y allí me veo, con aquellos alumnos de Murias en el post-franquismo, con aquellos chicos tan patanes como lo fuimos entonces, tan enamoradizos como intentamos serlo y no somos, tan humanos como lo hemos sido siempre. Y también están  los otros  niños -los figurantes con frase, moratón, vida y muerte, hasta amor apedreado- los de primeros del siglo XX en los que la escuela de los frailes era un lugar de rezo y palo, castigo y oración, de vértigo y miedo - creo que casi somos los mismos con otra vestimenta y otros canto, pero igual de perspicaces y tontos, tan inútiles como crédulos, tan crueles como inocentes-Somos, ambos -los modernos de marihuana y libertad, y los de vino barato y tirachinas-, vestigios de dos pasados. Todo es pasado en la novela, pero es un pasado presente,- el presente pasado-, porque nos habla de la vida, de la vida de alguien que vive, encerrado en el circulo horario, diario, anual, que nos rodea-;: el escueto vivir que nos repite sin cesar que la vida es la misma siempre-,. que va encerrándolo en su lugar, lo lleva, sin querer, aunque sus planes hubieran sido otros, al lugar que  eligió, o quizás, sí, un otro, un alguien que nadie conoce, ¿el destino?¿Dios? ¿el infierno? ¿la nada? Todos acabamos en los lugares que creemos nunca hubieran sido el final , y aquí estamos -presentes- en novelas que hablan de Don Gumersindo (Sindo, Sin), un niño que comienza a estudiar a primeros del siglo XX en un colegio curas y allá descubrirá el mundo extraño, paradójico, irreal de las lenguas muertas que enseñan que el mundo es siempre es mismo, por lo tanto están vivas como el mundo -.Así, nuestra vida es como el latín ahora, y como la canción de los Sex Pistols, sin futuro,


Gumersindo (Sindo, Sin) conocerá en el pueblo a un rufián, a un bandolero, que surgió en el pueblo, pero nadie acusó, solo amagó su condena, y desde su puesto de posible bandolero peligroso, Pedro Cabañuelas va ascendiendo en la vida de Casas del Juglar y de Murias entera, cultivando su cultura con Gumersindo niño, conociendo los latines , de donde aprende que los cartagineses son un pueblo admirable aun en la derrota, que por otro lado él no reconoce, y por contra sus enemigos serán escipiones romanos a vencer, y podrán ser vencidos.
Pasados los años, Gumersindo, don Gumersindo, escribe esa historia que será´recreada por el propio Gonzalo Hidalgo Bayal, robando de los escritos ocultos del profesor de lenguas muertas; , muertes, triunfos, derrotas, venganzas y ruindades que sucedieron en el pueblo, en Madrid durante la universidad y en la España que cruzó aquellos años de muertes, guerras, sangres y bendiciones apostólicas. Aquellos padres , rellenaron el mundo de hijos de los cuales Don Gonzalo Hidalgo -como colega joven de Don Guemersindo y escritor de sus memorias apañadas- va dando razón de vida y señales de movimientos en los años actuales. Grandes movimientos que se van repitiendo, solo las carreteras y los coches y la radio, o los instrumentos musicales no son los mismos, la vida de la gente es la misma, : beodos, asexuados, tontos, perdidos, fornicadores, músicos, perdedores, salteadores. Quizá solo queda una cosa que no es la misma, la justicia no escrita que existía en los pueblos donde no había más que razón de vida y de muerte, la justicia de la verdad y de lo que es justo, o del que es más listo, ahora solo queda la soledad del que nace para estar solo y no vencer nunca, ni aunque sea lo justo


El protagonismo rota entre el Antiguo casi , acaso, aún, bandolero , Pedro Cabañuelas, -y su prole y familia- y Gumersindo; que surgen y rigen un destino casi paralelo, entre obligado y destinado, sus mundos, de cultura sin destino, y de destino sin cultura, será la del pobre profesor de la España del siglo XX y del ´hábil generador de vidas y sueños y dineros que va creando el pueblo de Casas del Juglar a su gusto extraño y cartaginés; y la dicha de hacerlo supera la desdicha de su vida, y así se irá moviendo el mundo por este libro, que está lleno de sonidos extraños, extraños por diferentes, es una novela diferente, no busques veleidades facilonas, ni simetrías ajustadas a lo vendible, ni busques traiciones indebidas, ni facilidades de lectura y pago,. El latín nace y trasiega por sus pagos, los juegos de palabras rulan como un jarra de vino en una vieja cabaña, se sorprende uno con el humor irónico, tramposo, el humor con mirilla, el humor con tirantes, la broma con carretilla, , el chiste para mirar con periscopio o microscopio , incluso con telescopio; y aparecen hasta las canciones ochenteras de bajo presupuesto y serie B y hasta hacen prosopopeya de niños sin futuro de los 80, iracundos entre alcoholes y malos versos. Y …aparece...
Cabañuelas como rey y Gumersindo como juglar culto de latines y canciones de gesta cartaginesas .

Y no quiero perderme en contar cosas extrañas -mías- del libro, simplemente he intentado hacer un boceto, a carboncillo y borrando con una goma de esas con olor a nata que probablemente si fuera cierto su olor me hubiera embriagado, pero como solo es un ejercicio de estilo, diré que es una novela, no ya buena, esplendida. Y me impresiona, me deja completamente alucinado que webs - de alabado credo-que distingan escritores de “alta alcurnia” de la literatura española del siglo XX y creo que del XIX o XXI ¿qué más da? no distingan a Hidalgo Bayal-lo subraye, lo diga siquiera-. Es impresionante, espléndido en su barbaridad. ¿Qué les has hecho Gonzalo? ¿Confundiste gigantes con molinos? O ¿ Ibéricos con bestezuelas?. ¿Delenda est Carthago?


No es un libro para leerse de una sentada -bueno yo lo hice, lo leí en un día-(pero es otro tema, lo bueno me obsesiona), así que si quieres leer un libro que no sea el que te aconseja el vecino acosándote en el ascensor con sus libros de biblioteca pantagruélica  y de portada de belleza arrullada y fascinante; agarra una silla-o mejor un sillón-, ponte las gafas de leer, aprópiate de un diccionario -de los de libro no de los de Internet, no valen, no merecen la pena-y disfruta; sí disfruta del puro placer de leer historias, que la vida no vale para nada si no tienes un momento, un lugar , una silla, un sillón, un árbol viejo donde apoyarte, una encina donde colgar la hamaca, un aparte silencioso, una querencia para personas que no quieren leer lo que te aconseja la dependienta de la librería  del supermercado -no por no saber, sino por escasez de temas y tomos- y le apetezca leer una obra de arte. Arte de papel, arte de riesgo, arte de pensar, arte de no hartarte.
Pues te -os, les- presento:
-Aquí un lector con curiosidad..
-Aquí Gonzalo Hidalgo Bayal, escritor que hasta pudo ser el que inventó el bálsamo de fierabrás para lectores  (como me ocurrió a mí) Gracias







miércoles, octubre 26, 2016

POESÍAS COMPLETAS DE ANTONIO MACHADO






















POESÍAS COMPLETAS DE ANTONIO MACHADO
Espasa Calpe 424 pag


No resulta extraño que 35 años después de comprarlo, rotas las guardas, sueltas algunas hojas, manchadas otras de café, tinta o amarillas de tabaco, aún sea esta vieja versión de Espasa la que guarde con cariño, con esa mezcla de amor, pena y melancolía que me provoca Machado, que me provocan sus lecturas. Y no es extraño porque es donde conocí la poesía y con ella a Don Antonio, casi un profesor de esos que había que tratar, como antes a los profesores, de “don”, Y no es extraño porque con él, con el poeta y el libro, aprendí a querer a la poesía, y olvidarme de aquellas enseñanzas como ordenes con las que te apremiaban los profesores y las notas, y descubrí que la poesía es bella, sin ataduras, sis grilletes que corten tu pasión por leer, por adentrarte en el mundo egoísta, por propio, y altruista, también por propio y por ajeno, de los poetas y la poesía.


Yo escucho los cantos
de viejas cadencias
que los niños cantan
cuando en corro juegan,
y vierten en coro
sus almas, que suenan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas
que no son alegres,
con lágrimas viejas
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.
En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores
que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban...
La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.
Seguía su cuento
la fuente serena;
borrada la historia,
contaba la pena.



Los poemas de Don Antonio, eran algo serio y juguetón;-aún me recuerdan a una casa a la que vuelvo porque es mía, es propia; todavía siento el olor de los libros, de este libro ya casi roto, pero siento su antiguo olor a nuevo, igual que los poemas que me vuelven, que quieren volver a mi lado cada cierto tiempo esperando el turno de vuelta y de viaje- . También estos poemas, serios y jueguetones, tenían entonces, para mí, esa rara virtud de la hermosa contradicción; porque también sabían llevarme por lugares tan aparentemente cercanos como lejanos en su situación: Sevilla, Soria, Castilla entera, el mundo... Aun hoy, yo que vivo y amo los paisajes verdes del País Vasco, disfruto, y adoro, con los paisajes de Castilla, que pudiera parece que se alejan de mis gustos, hasta que recuerdo los poemas de Machado, y me siento tan en casa como paseando entre las hojas de este libro o entre los tréboles que se arremolinan en las campas que me llevaban a Urko, el monte que se alza, que se ha alzado siempre y se alzará después de mí, frente a mi casa; como los poemas que aquí recuerdo se alzan entre las riberas del Duero, entre sus acantilados, entres sus tierras, entre las llanuras de Soria, y se alzarán siempre...



“A orillas del Duero”

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
obscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes del río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aun van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo ¡tan curiosas!… Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.









Y entre todos los poetas, guardado por aquellas épocas  por cantadas versiones conocidas de sus poemas, él me apareció el más vencido, el más perdido, el más triste de los poetas de España; de aquellos que perdieron la guerra; lejos de todos y de todo, él era el símbolo de los poetas muertos lejos de los suyos, de los perdidos por la gracia de un dios que no era el suyo, por unos traidores que no eran los suyos, por unos caminos que él no conocía y que no quiso pisar y que no volverá a pisar nunca, ni de vuelta, preso de sus penas y de sus ausencias, lleno de tierra de Colliure. Tendido en tierra no tan extraña si te ha visto morir, tan cercana a ti como todos los que luego lloraron con lágrimas de falsa agonía tus penas, capadas, incompletas, traidoras como el alma de los miedosos.






“A una España joven”

… Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
la malherida España, de Carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida.
Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
cuando montar quisimos en pelo una quimera,
mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
Dejamos en el puerto la sórdida galera,
y en una nave de oro nos plugo navegar
hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño—herencia
de un siglo que vencido sin gloria se alejaba—
un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
la luz de las divinas ideas batallaba.
Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
agilitó su brazo, acreditó su brío;
dejó como un espejo bruñida su armadura
y dijo: «El hoy es malo, pero el mañana… es mío.»
Y es hoy aquel mañana de ayer… Y España toda,
con sucios oropeles de Carnaval vestida
aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre:
como el diamante clara, como el diamante pura.


Y me reconcome el alma ver a Don Antonio más símbolo que poeta, más foto que letra, más estribillo que verso, más lejos que un paso; porque entre sus versos y sus canciones, y sus juegos y sus seriedades brota un cuaderno de apenas 400 páginas donde se guarda toda la poesía del mundo, toda la que pueda entrar debajo de lo ojos y encima de la nube que crea el aire que exhalas cuando contemplas los fríos de Castilla, o el verdor de un patio de Sevilla, o la sequedad del olmo, o el lejano  -y esquivo- Abel Martín, el testigo Juan de Mairena, y España... esa que conocía hasta los huesos.



Proverbios y Cantares
               L
  —Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
—El vacío es más bien en la cabeza.



Soledades

I

O que yo pueda asesinar un día
en mi alma, al despertar, esa persona
que me hizo el mundo mientras yo dormía.

II

O que el amor me lleve
donde llorar yo pueda ...
Y lejos de mi orgullo
y a solas con mi pena

III

Y si me da el amor fuego y aroma
para quemar el alma,
¿no apagará la hoguera el agrio zumo
que el vaso turbio de mi sueño guarda?

IV

Vuela, vuela a la tarde
y exprime el agrio jugo
del corazón, poeta,
y arroja al aire en sombra el vaso turbio ..

V

Tu alma será una hoguera
en el azul invierno atardecido
para aguardar la amada primavera.





No me resulta extraño que sea, entre todos los poetas,- hay muchos y grandes como olmos, floridos como un limonero brotando- al que más respeto, el que creo que pertenece a mi familia, ese personaje testigo y presente, esa sensación y locura y artimaña de la mente que se acerca, cuando quieres,  a contarte historias; esa persona a la que volver cuando te has ido durante muchos años; esa persona que no se olvida a pesar de la distancia y los años; ese amigo al que, perdida la distancia de la mirada y el habla durante años, cuando la recuperas es como si nunca hubieras traspasado ninguna frontera, ningún olvido nos gana, nada lo hará, nunca lo hizo, a pesar de todo.


PROVERBIOS Y CANTARES



- XLI
  Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qué sirve la sed.



- XXXVIII
    ¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.






XXXIX
  Dicen que el ave divina,
trocada en pobre gallina,
por obra de las tijeras
de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador
de las aves altaneras;
toda su filosofía,
un sport de cetrería),
dicen que quiere saltar
las tapias del corralón,
y volar
otra vez, hacia Platón.
¡Hurra! ¡Sea!
¡Feliz será quien lo vea!



XLIII
    Dices que nada se pierde
y acaso dices verdad,
pero todo lo perdemos
y todo nos perderá.
XLVI
    Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!



Y, de verdad, me espanta no tanto que el mundo se acabe, que lo hará tarde o temprano para mí, sino que estrofas, versos, canciones, libros y poetas sean masa para hacer el pan de los textos escolares, con los que alimentar al maestro que aprobará al niño panadero que olvidará que Machado era el poeta de los versos de mirada inteligente y palabra fácil y de torpe indumentaria, y que escribía sobre las cosas del mundo y de España no para que apruebe un profesor, sino para indultar amores, para verter caminos, para asfaltar mares, para soñar versos, para inventar futuros, para reprobar pasados,  para recordar lo absoluto y olvidar lo obvio. Machado escribió versos porque siempre supo que es la manera más hermosas de enseñar el mundo, de mostrar sus esquinas y sus humedades, pero también sus alegrías y sus paisajes vestidos de fiesta.

RETRATO


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


Sentir y oler a tierra y exilio, a versos exiliados, a tierra exiliada, a cartas exiliadas, a agua del Duero o del Guadalquivir exiliada, a mares exiliados, a canciones exiliadas, a mentes exiliadas, a ideas exiliadas, a proverbios exiliados, a Soledades exiliadas, a Campos exiliados, a traicionados exiliados, a recuerdos exiliados, a Juan de Mairena exiliado, al amor exiliado, a la ternura exiliada, a Leonor exiliada, a las nubes exiliadas, a los trigales exiliados,  a los soñadores exiliados, a las plazas exiliadas...No solo se exilió Don Antonio, no murió solo en Francia, detrás de las montañas, con él estaba un mundo, un universo apretado a su sombrero y su raído abrigo. No, no murió solo, aún Collioure está lleno, hoy también, de abigarradas vidas y cosas y aguas  y montañas y sueños, y versos, y estrofas enteras que lo acompañaron incluso bajo las piedras y la tierra que ahora cubre su cuerpo.-ni un poeta muere, si no dejan morir sus versos-


wineruda

martes, mayo 24, 2016

ANTONIO PEREIRA, CONTADOR DE CUENTOS





ANTONIO PEREIRA, CONTADOR DE CUENTOS









Lo que deja huella, como esas pisadas en el cemento viejo que parecen enseñarnos acaso un juego de niño, o una travesura, o, quizás, eran solamente la torpeza de un caminante, o que alguien quiso mostrarnos que estuvo allí; es lo que termina siendo importante cuando vas cumpliendo años, y te alejas de esa estúpida sensación de que todo debe ser nuevo y estrenado por ti. Vas acomodando tu vida y tu intelecto a apreciar todas esas cosas que hacen que vuelvas a recordar un pedacito de tiempo, que no tiene porque ser propio, y ni siquiera estrictamente memorable, pero sí son herencia de los cuentos y vivencias de tus padres o tus abuelos, de forma que son parte de tu memoria casi tan claros y vivos, como si hubieran sido vividos por ti mismo. Las personas no mueren hasta que tú las olvidas, y esas personas, como las cosas ligadas a ellas, son necesarias siempre, en cada instante de tu vida y la de tus hijos, porque tú eres su legado. Recuerdo esas fotos en blanco y negro en las que identificas un bisabuelo, una boda olvidada, la foto de la niña que fue amiga del alma en la infancia de tu madre o tu abuela, o las fotos de un niño saltando en los charcos con zapatos de charol, u otras de amigos de larga gabardina esperando al emigrante en la estación de tren o las amigas llevando pasteles a bendecir a la iglesia...Todas esa cosas, extremadamente hermosas para mí, se agolpan en mi mente cuando he leído a Antonio Pereira. Aunque no vivo en León y nací años después...

Quizá hubiera debido hacer un comentario por cada uno de los tres pequeños libros de cuentos que he leído de él: “Picassos en el desván”, “Una ventana a la carretera”, “Cuentos de la Cábila”. Pero pienso que aunque no son, por suerte, iguales y han sido escritos con algunos años de diferencia; sí que me han resultado, evidentemente, hijos de una misma fuente temática, de la que brota, casi sin excepciones, un mismo licor, de color y textura de tierra adentro y olor a pueblo y lluvia, a iglesia y burdel, a caricia y golpe, a sabiduría y trastada, a anís y vino peleón, a caldo y matanza de cerdo. El cuentista nos habla de esas cosas que oyó o vio, y las cuelga de la cuerda de colgar la ropa, exponiendo sus riquezas y sus miserias al lector: sus olores, sus herencias,  colores, calores, las patrias, los milanos, las sabidurías, los consejos... Todo está entre sus líneas. Pero la lluvia solo empapa, es el olor a tierra mojada la que te trae recuerdos. Y si Pereira es lluvia, es una lluvia de esas que va impregnándote a cada paso, llenado tu cabeza y tus hombros, de donde bajan por el pecho y la espalda, hasta entrarte en los huesos, con esa sensación de que todo es agua, el mundo es agua. Como los textos, las palabras, de los cuentos que te hacen creer que todo el mundo se circunscribe a lo que describen esas frases.

Aquí, en estos libros que describo, vives tras los pasos del narrador, que casi siempre es en primera persona, como si fuera la persona que te está contando al oído las cosas que va viendo de lo que le rodea o sintiendo en su propia carne. Nos sentimos espectros del pasado y del presente que acompañamos a los niños corriendo por la plaza, o al cura en la iglesia el día de difuntos, o el alcalde jugando a las cartas en el café, o a los mozos y mozas del pueblo en el baile, o el vendedor que abre una puerta de una tienda que huele a bacalao sin desalar, o acompañamos al hidalgo de la casa señorial a punto de derrumbarse de pobreza y descuido, o al soltero, de viejas costumbres, anonadado por una mujer que le lleva al presente...

Los cuentos de Pereira estás casi todos centrados en una zona de León, en unos años que se adivinan cerca de la mitad del siglo XX, en la posguerra en España, en pueblos más o menos  pequeños, donde no ocurre nada especial, sino el vivir y sobrevivir bajo la estrictas reglas morales, políticas y sociales, bajo aquellas condiciones, tradiciones y maldiciones. Pereria nos describe esa época, que se adivina cenicienta y triste, pero a la que él saca los colores, sabe rebuscar en los momentos de vida que aparecen hasta en lo que pudieran parecer eriales, y descubre un mundo de realidades casi siempre escondidas tras las paredes o en los silencios atronadores de los pueblos donde parece que no ocurre nada, pero donde debajo de lo tradicional, de lo estricto, de lo mandado, aparece un mundo más libre, mas liberal, más sexual, mas sensual, mas colorido, menos decrépito de lo que aparenta desde nuestra vista de hoy; pero, también hay que decirlo, más profundamente hipócrita o quizá, simplemente, era ese sentido de la supervivencia que las personas bajo estrictos mandamientos impuestos desde el poder o la iglesia han sabido siempre sacar.


La prosa de Pereria es, sin duda, particular y, con leerla una vez, profundamente reconocible. En ella se mezcla lo mundano con lo serio, los localismos con la palabra culta, la poesía con el dictado clásico; todo unido parece ubicarnos en el centro una plaza de pueblo donde queremos estar, un lugar al que volver y revisitar cuando quieres encontrarte, en mi caso, con momentos y personajes, que por locales no dejan de ser universales, y parecen que reviven, desde sus cuentos, a ciertos sitios comunes,  lenguajes y comportamientos a los que aprecias o rememoras o te dan lástima o simplemente son el reflejo de una época que no por lejana o triste debe ser olvidada. Y los cuentos de Pereira son una magnifico ejemplo de buena literatura que no debe ser olvidada bajo ningún concepto.

Wineruda




viernes, marzo 04, 2016

EL CENTRO DEL AIRE de JOSÉ MARÍA MERINO

















EL CENTRO DEL AIRE de JOSÉ MARÍA MERINO

1ªed 1991
Edt. Alfaguara 350 Pág












Muchas veces escucho música mientras leo un libro, ayer mientras acababa éste de José María Merino, sonaba la sonata para piano Nº 17 de Beethoven interpretada por Sviatoslav Richter, y no es que encajara con el ritmo, ni siquiera con lo que parecía necesitar el tema de la novela, pero, durante todo el día de hoy, mientras pensaba como hacer la reseña, había algo de aquella música que me hacía volver a ella sin aparente motivo; sin embargo, ahora lo sé, la razón por la que vuelvo a ella es por el interprete: Sviatoslav Richter. Pero ¿qué tiene que ver un maestro del piano con una novela española? ¿qué tiene que ver el fraseo de un piano con la construcción de las frases de una ficción? ¿qué tiene que ver la sonoridad y la cadencia de la interpretación del pianista ruso con la prosa serena y sabia del escritor nacido en La Coruña? Para mí todo y, supongo,  para los demás nada...Pero Richter es el pianista que más admiro y disfruto, su forma de interpretar la música es diferente a la de los demás, de la misma forma me parece evidente que reconocería a J.M. Merino allí donde lo leyera -al menos en las novelas no para niños- porque su manera de desplegar y combinar sus ideas, la acción , los personajes y el contenido profundo de la narración es del todo original, como los buenos escritores que parecen esconderse tras tramas o personajes pero siempre es evidente su presencia. Como Richter interpretando las notas con un fraseo vertiginoso y con la agilidad manual y mental para crear arte del golpeo de una maza contra un metal, Merino convierte la ilustración de una soledad compartida, los golpeteos de unos pasados sin futuro, los aullidos de unos futuros lleno de pasado, y troca el sonido áspero del  camino casi cerrado por las zarzas en una hermosa novela sobre los mitos, los recuerdos, y lo que se espera y se esperó de ellos. Música y literatura parecen conformar un mundo cerrado, como una cúpula invisible como la que te envuelve tanto las notas del piano como las palabras de la novela, y rodean la mente, el cuerpo y las sensaciones hasta dominarlo todo, cada parte del espacio y, parece, del tiempo. Y acaso tienen la virtud de desentrañar las notas y los enigmas escritos por las que se mueve y se movió el mundo.



“El centro del aire” narra la visión del pasado y la vida de tres personajes -Bernardo, Julio Lesmes y Magdalena-. Sus vidas desde niños parecen ir juntas, otras veces en paralelo, otras divergen y , otras veces, chocan. Pero todo parece reinventarse cuando Julio Lesmes parece haber encontrado viva a Heidi, que había sido la fuerza centrípeta que parecía unir a todos, primero al rededor del patio donde jugaron y crecieron y luego en la juventud de ideas revolucionarias; y que había muerto -supuestamente- en un accidente de avión. Su reunión llena de rencores y, también, de amistades recobradas, será el inicio de la búsqueda de explicaciones de las cosas vividas que les enfrentaron y que les unieron, pero será además el lugar para espantar fantasmas, diablos, ángeles y silencios de años.Y aunque pareciera que no ocurre nada, todo el mundo y  todos los mundos que existieron y existirán en nuestras mentes se suceden entre sus páginas.




La aparente simplicidad de la trama y de la idea contrasta con el fascinante desarrollo y dibujo de ellas. Así se nota durante toda la novela la sensación de frio y niebla que oprime los pulmones y parece hacerte levantar hasta el imaginario cuello del pijama para cubrirte de la niebla y la escarcha mientras paseas por esa ciudad que no está situada en ningún lugar concreto de España pero parece salir de los recuerdos, imágenes y fotos en blanco y negro de las ciudades castellanas de la época de Franco. Mientras el aire congela tus ojos, el ambiente donde se sitúa la trama parece brotar de una representación antigua de la escena del cementerio de “Don Juan Tenorio” por las que brumas, fantasmas, figuras desdibujadas y casi desquiciadas o recuerdos pasados parecen desfilar por sus páginas. Contrasta el autor la casi claridad inicial -de luz y de sensaciones- de los recuerdos del patio de juegos donde disfrutaron de una vida amable y feliz, con el presente de la novela que es oscuro y triste; pero aún así tuerce de nuevo  el nudo de la cuerda y descubre que el pasado tan feliz no existió del todo y que en la blancura siempre existirán motas de polvo negro y, más aun, después de aquello apenas quedan, o no las recuerdan, espacios para la vida que echar de menos con atracción y sin osadía. El pasado parece ser el eterno sitio donde se refugia de un presente opresivo, pero los recuerdos tienden a mitificarse, a convertirse en obscenos reflejos de algo que pudo haber sido o que lo fue como casi mentira o que, visto desde ahora, nunca tuvo que haber sido. Y en los que la mirada de cada uno de los tres personajes, parecen descubrirse que el amor de uno es el odio del otro o que las miradas ya no traspasan ningún cristal o que lo que ha sido nunca será. Como un caleidoscopio para seis ojos donde surgen ideas, pensamientos, sucesos, interpretaciones, silencios, tumbas ocultas, recuerdos inconexos, rabia, odio, desinterés, todos los “acasos” que pueden existir en una relación sujetada con imperdibles, todos los “nuncas” que no debieron decirse, todas las tonterías que se hicieron, todas las promesas rotas, todas las ideas tiradas por el vertedero, todas las mentiras que no se han dicho, todas las verdades que se dirán,, todas las cosas amadas y las personsa queridas...Porque todo eso parece tener cabida en la novela ocupando ese lugar donde nos vamos a encontrar, seguro, en un algún momento de nuestra vida.

Merino utiliza todos los cauces literarios para completar una novela que debería encontrarse entre las que apartes a un lado para volver a leerla cuando quieras leer algo bueno-y releerla-. Esos procedimientos llevarán a la novela a ir completándose a cada paso que recorre: un lugar, un acontecimiento, una palabra o un recuerdo, llevan a otro y el cuadro se va rellenado con trazos minuciosos y detallistas hasta que toda la escena, todo lo sucedido, parece -y sólo parece- haberse completado; toda lana tiene su rueca pero los hilos no parecen completarse de igual modo según quien la mueva. Por ello la novela utiliza el recurso por el que Julio Lesmes escribe una novela, de modo que parece ser ser testimonio del pasado que debe no olvidarse en contraposición del futuro que debe alcanzarse. Pero el mundo tiene muchas perspectivas, la realidad es una y diversa a la vez porque no puede nadie decir que él posee la verdad o que lo que busca lo va a encontrar. Nadie vuelve a ser lo mismo después de cumplir un año tras otro tras otro. Así que leedla en cuanto podáis puesto que las perspectivas son tantas, los análisis son tan variados, las miradas tan posiblemente opuestas, que cada lector tendrá su patio propio infantil, sus recuerdos que seguro son ciertos y sus amigos que nunca te van a olvidar... pero la novela te enseñará otros caminos, esos que sólo muestran las obras de arte como es el sonido lejano de las teclas de aquella máquina de escribir o del piano



wineruda

lunes, julio 06, 2015

EL DIARIO DE HAMLET GARCÍA de PAULINO MASIP



















EL DIARIO DE HAMLET GARCÍA de PAULINO MASIP
1ª edición en 1944
Edtral: Círculo de lectores 324 pág.




Empezaré poniendo las cartas boca arriba, toda la baraja, y así diré que éste es el mejor libro escrito por un español en el siglo XX que he leído. Nada, nada de nada, se acerca a la construcción total que se desprende en cada una de sus páginas. Y me da rabia, que sea por su condición de escritor republicano exiliado, sea porque no aparece en los libros de texto, ni en los comentarios de sabios lectores y críticos, sea porque la última edición de esa novela sea de hace años, sea por lo que sea, o por todo eso, su nombre y esta obra pertenezcan sólo a no sé bien cuántos lectores, pocos supongo si es correcta la pequeña encuesta que he hecho a mi alrededor y donde he visto que nadie conocía a este autor -o se observa también viendo una simple búsqueda en google-, hay pocos, y sobre todo en este tiempo, que hayamos tenido la suerte de que cayera en nuestras manos.



Hamlet García es un filósofo, es un profesor ambulante de metafísica, sin cátedra ni carrera, dueño sólo de su mente y sus actos, los cuales están bajo el dominio absoluto de sus reglas filosóficas. Nada debe escapar a lo que él siente como la manera correcta de actuar, si ello pasa el mundo se le viene abajo -al menos por unos instantes- y hasta el cuerpo se le descompone cuando las cosas se alteran. Éste es el diario de los días anteriores y posteriores al comienzo de la Guerra Civil en Madrid, de las cuitas y los problemas que le provocó esta situación, pero también de la vida y reacciones de las gentes en aquellos días. Es el mural expresivo de unos momentos concretos de la historia de España, mirados desde la mente de un filosofo que se aparta de todo, que ve las cosas desde la distancia , sin tomar partido. La política y sus reacciones, la guerra y sus contendientes son ajenos a su lógica mental, los observa y analiza con un bisturí afilado con neuronas. Pero de esa misma forma, esas cosas que tras pasar por el filtro de su mente se convierten en actos y reacciones concretas, se le vuelve ariscas o reaccionan en su contra para dejarle a veces en ridículo -en una especie de jocosa reacción- y otras veces le enturbian el alma y el cuerpo hasta convertirse en un disfraz de si mismo, en una marioneta con cerebro, y algunas otras veces son refuerzo para superar sus trances más oblicuos. Todas esas situaciones, algunas veces políticas, otras bélicas, morales filosóficas, mentales, o del discurrir cotidiano de la vida, o de su relación con las mujeres, las escribe en su diario, las disecciona y las analiza, hasta discute consigo mismo, se avergüenza, se destruye y se reconstruye, se alivia y se sostiene, se levanta y cae, ironiza y descarta, critica y despedaza, se lava y se hunde en la basura. Todo aparece en sus textos para mostrar un río de cauce amplio donde se encuentra el humor y la política, el desasosiego y la esperanza, la pulcritud y la moral, lo querido y lo prohibido.



Pero es la guerra lo que predomina en su diario y en sus pensamientos. Esa guerra que Hamlet la ve cerca físicamente, pero mental y filosóficamente, lejos. Lejos toda la crueldad, espanto y desconcierto que asoló aquellos días España y, en este caso, Madrid. Él mira eso días, esos movimientos, el ir y venir de guerra y muerte, de luchas y muerte, los ve de manera casi científica, se extraña de sus motivos, las actuaciones y sus resultados, pero los intenta comprender no solo desde un punto visa ético sino que también personal. Estudia, oye y comprende a las personas con las que habla, sean de un bando o de otro, acepta o rechaza actos y palabras por no ser acordes con la razón pero no por ser de una parte u otra. Por ello, no cae en el fácil acto de tomar partido, solamente ve las situaciones y se horroriza o las comprende como actos contra el mundo y contra España en este caso. Pero de la misma forma esta novela no es, o no sólo es, una novela sobre la Guerra Civil en España sino que es una novela sobre todas las guerras y todas las victimas y todos los combatientes, sobre todas las familias, gentes, víctimas, heridos, culpables, vencidos, sobre las ciudades, sobre las políticas y las mentes que han estado y estarán en todas las batallas que han habido y habrán.



Las líneas del diario se van rellenado de personajes diversos: desde la mujer de Hamlet, hasta su criada, o sus alumnos o cierta prostituta, o su primo militar sublevado, ademas de los mas diversos personajes (porteros, camareros, soldados, profesores,...) que va encontrando en sus peregrinajes por Madrid de aquellos días ... Todo son analizados, inspeccionados, pensados y sentidos por su pluma. Y,  bajo el abrigo de su escepticismo, se adivina una perplejidad por el mundo y sus reacciones, pero sobre todo una comprensión ligada con su moral y su alma filosófica, que los cubre a todos, para entenderlos y por ello amarlos o criticarlos, pero desde su inabarcable sentido ético. A veces un poco despistado...



No creo haber podido plasmar todo lo que enseña el libro, no he abierto todos los cortinajes ni levantado todas las persianas, para poder mostrarles un sentido del humor un poco descabellado, una crítica a los sublevados y las reacciones de los republicanos, o su extraña manera de relacionarse con las mujeres, y muchas cosas más...Pero, sépanlo, éste es un libro soberbio .



Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...