martes, abril 10, 2018

PREGÚNTALE AL POLVO de JOHN FANTE






















PREGÚNTALE AL POLVO de JOHN FANTE
ask the dust 1939
Anagrama 205 Pág
Trad. Antonio-Prometeo Moya


Las ciudades, los pueblos, son como cruces de caminos, solo que no las cruzan coches o motocicletas, ni quiera carros tirados por caballos, las cruzan seres humanos; hombres y mujeres que se miran sin verse, o que se ven sin pensarse. A menudo cuando cruzo un paso de cebra y me topo con unas figuras que me golpean con los hombros absortos en el suelo o en el teléfono que asoma bajo su abrigo abierto, muchas veces pienso en qué pensaran, en que no los volveré a ver, en que son como meteoritos que cruzan, que cruzamos, cielos particulares con un tenue resplandor que se apaga rápido, sin ni siquiera explosión. Son parte de hogares perdidos en ventanas que se cierran ocultando la luz que nos permitiría verlos, vernos; nadie se comparecerá de nosotros cuando no estemos, solo las personas que un día se pararon junto a un cruce y durante un momento miraron a nuestros ojos y vieron algo más que tierra negra o hielo fundido, solo ellas sabrán de hay algo más que pasos y olor a colonia o certezas descubiertas de reojo. Pequeñas esperanzas que se sostienen en el peligroso equilibrio de alguna victoria son las que permiten luchar cada día en el tedioso paso por esos caminos no hechos para la amistad o para el amor o para conquistar algún Everest de bolsillo. Leonard Cohen me decía ayer “buenas noches, buenas noches, estrella caída” y yo sonreía rodeado por el mundo. Fante habla de estrellas caídas, de todas las astros perdidos que cayeron en la época de “la gran depresión” en Estados Unidos, algunos quieren levantarse otros dan un gran rodeo como el remolino de agua antes de caer por el desagüe. Y habla de la gran ciudad, de Los Ángeles, que devora a sus habitantes, que van cruzándose y golpeándose como en un gran juego de bolos en los que uno golpea a otro hasta caer, aquí no querrán golpearse, pero la vida, la cruda vida, va rodando directo hacia ellos hasta chocar haciendo volar sus destinos a cada lado de la pista.

Arturo Bandini, el protagonista y voz de esta novela,  escribió un cuento, “El perrito que reía” y viene a la gran ciudad a vencer al mundo, a conquistar dinero , fama, popularidad; a conquistar el derecho  de ser reconocido, viene a ganar para no ser el italiano de pueblo, el tipo sin futuro. Arturo Bandini es el tipo que no tiene con qué vivir si no son los pocos dólares que le manda su madre o los que gana con algún texto publicado. Arturo Bandini muchas veces vive de naranjas; de acuosas, jugosas y vomitivas naranjas. Artuto Bandini está solo, y busca amistad y sexo con mujeres que odia y admira, que le repelen y atraen, que las insulta y lo insultan, que desea y espanta, Arturo Bandini es virgen en el sexo y la vida, solo conoce y respeta la literatura y al editor que le editó su cuento, Cuento que nadie quiere, que a nadie interesa. Solo en la ciudad se rodea de sus pensamientos, que reparte por  esta novela contada en primera persona; con esa tentación del escritor de amar y odiar lo que hace, de ser un dios creador y un siervo de su ego, de sus ganas de gustar, de ser una estatua y ser el escultor, de nacer para morir escribiendo, de sentir que las palabras brotan pero, en un momento, se retienen en el filo del folio. Arturo Bandini ama a una camarera hispana a quien también odia, a la que necesita, es preso de sus necesidades y de su propias mentiras para justificarse, es racista porque lo es el mundo, porque lo han sido con él, se cree superior en su nimiedad, en su pobreza de victorias, en su poder partido. Arturo Bandini, si, se reinventa como persona, personaje y escritor, cada cosa que escribe sobre su vida , sobre él, sobre lo que le rodea y  afecta, lo hace  alguien diferente de lo que es; sí, en efecto,  se miente como buen escritor, y por ello se crea y se describe nuevo. La ficción de la ficción en la novela; donde el personaje escritor que se reescribe su papel para ser otro, pero termina siendo el mismo, siempre él mismo. Y sus lunas particulares que se acercan, esos personajes derrotados y por derrotar, fáciles de tumbar, no necesitan ni el viento del mar, ni necesitan que los empujes; lunas como personas que amaron y vivieron, que son como esas que cruzan junto a tí en el paso de cebra y que te golpean con el hombro y murmuran una disculpa, y los miras y están llorando, ¿Qué fue de ellas? ¿Qué les derrotó? ¿Salió un nuevo día para ellas? Para el mundo que rodea a Bandini, para su amante marcada por las vidas, o para el camarero sin fe, o para  Camilla su amor, la camarera a la que el mundo se le ha quedado corto,; para ellos , sí, los días pasan y la ciudad sigue igual, los cielos están azules, la luz entra como cada mañana por la ventanas pero ¿ Habrá alguien mirándola?

Fante habla de optimismo y del fracaso, habla de perdidas y de victorias, pequeñas o grandes, pero victorias, Habla de querer, habla de buscar lejos o cerca, pero buscar. Fante habla de él mismo buscando su lugar entre personas y los libros, de buscar su rincón en la gran ciudad en la que sentirse protegido del pasado y del futuro; habla, Fante, de amores , a veces ganados , a veces perdidos. Habla de todos esos seres que cruzan por la puerta del bar, delante tuyo y lo ves a través de la cristalera, con la cabeza gacha o con lo ojos alegres o confundidos, pero que no volverán a pasar; habla de perdedores, sí, vencidos, pero , a veces,  no vencidos, y habla, claro,  de él, sí, pero también de mucha gente que he conocido y casi los olvido.


Hoy...

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