LA TIERRA MURMURA EN SÍ BEMOL de MARI
STRACHAN
the earth hums mi b flat 2009
Edt. Espasa Pág: 335
Trd isabel Murillo Fort
Caminar con pasos quedos para no
molestar a nadie, para que no se note que has estado allí, que has
pasado por sus páginas, silencioso el respeto por las cosas
contadas, por ese minúsculo pedazo de cielo incrustado entre tapas
blandas, respeto para esta nube que descarga agua en un desierto inmenso,
respeto para este hermoso traje visible entretejido con agujas de coser como las que
usaba mi abuela para tejer mis calcetines gordos y torcidos con los
que me alzaba del resto del mundo -de los mundos-, y con las que mi
abuela me hacía el truco, que yo pedía todos los días con insistencia, de parecer
que se metía toda aquella aguja de calceta por el oído y sacarlo
como por arte de magia, ilusionismo que yo aplaudía, y que es, todavía, tan
mágico como solo lo pueden ser las experiencias de niño, como
cuando inventaba mundos donde no los había, o donde inventaba
crueles emboscadas con soldados de plástico en los pliegues de las sábanas, o habitaban
fantasmas en las puertas cerradas, o era un hechizo la caída de la
nieve que parecía, si la mirabas fijamente, que te hacía volar,
ascender hacía el cielo y fundirte en aquella sopa de harina y
tapioca que caía y caía y te rodeaba, hasta que tu abuela te
llamaba para que probaras la bufanda que había tejido en verano y que
llegaba hasta el suelo, y te picaba como mil demonios, hasta que la
aguja desaparecía en el oído y... nada pasaba, solo magia. Los pulsos
del corazón de aquella época de imaginación y descubrimiento, de
fascinación y de credulidad, donde todo parecía posible, hasta
parecía que íbamos a ser otros de los que hemos sido; ese golpe
olvidado del corazón que se aceleraba al ritmo de la ilusión y de
las cosas nuevas que descubría, se me ha aparecido otra vez leyendo
“La tierra murmura en sí bemol”. No es un libro infantil, no es
un libro que cuente historias fáciles, pero sí habla desde la mente
de una niña, Gwenni, que camina por el mundo a veces con pasos
silenciosos -en casa-, otras veces pasos que vuelan, pasos que aunque
no se elevan algún día lo harán y la elevarán por el cielo, como
lo hizo, ella lo recuerda, cuando era pequeña agarrada a las manos
de sus padres, que la elevaron más allá de las nubes y voló, por
cirros y cielos; ahora solo lo hace en sueños, encerrada en las
cuatro paredes de su habitación, parece salir del mundo y ver todos
los rincones del paisaje, de su pequeño y cerrado espacio de vida. Allá en un
pueblecito de Gales, donde todo nace y acaba.
La familia de Gwenni, tiene tantos
secretos como los tiene toda las familias del pueblo; además, su padre que no
para de trabajar, su madre que parece que no la soporta, su hermana
que se va haciendo mayor y la ve pequeña e inútil, su abuela que la enseña a ser ella misma; y está la familia Evans
a la que adora, bueno adora a las dos pequeñas a y a la culta y
atractiva madre, al padre no, porque es, para ella, aborrecible; su mejor
amiga, Alwenna, con la que descubre cosas y nuevas ideas; los chicos
de su edad a los que desprecía por malos e insoportables; y los
libros, todos los libros que puede leer, los lee, especialmente los
de detectives con los que descubrir asesinos o buscar huidos. Hasta
que un día desaparece aquel espantoso marido de la señora Evans,
Ifan. Entonces algo cambia, el precario equilibrio de un universo sujetado con
silencios o cosas contadas al oído que estabilizan sus patas, parece haber perdido su apoyo,
cojea y golpea el suelo, destartalado, con cada descubrimiento de Gweeni: las cosas
que no se dicen pero se saben, las cosas que se dicen y no se saben,
las personas que hablan de ellas y de los demás como si fueran
ellos, los pasados que invaden el presente, el presente que parece
que ha sido siempre pasado. Ella interpreta el mundo desde su mirada
infantil, y en él van apareciendo un sinfín de personajes que
pueblan aquel microcosmos: locos, policías, hombres sabios, madres
insoportables, abuelas calladas, niñas amables, diáconos tímidos,
señora que cocinan muy mal, perdidos que no vuelven... Ella
pretende investigar un mundo desde el punto de vista infantil, desde
su mirada de niña, y se encuentra con un mundo adulto: sucio, cruel,
insoportable, que no reconoce en su inocencia. Y, aún así, quiere
salvarlo, desde su imaginación y su verdad, quiere salvarlo. Salvar
la pintura de la cocina que parecen bocas que hablan que parecen
decirle cosas hasta que su padre las pinta y que se ahogan debajo de
la nueva pintura, o las tazas sobre la alacena de la sala de su casa
que parecen curiosear la vida cotidiana de la familia; o las miradas
de un zorro que ocupa el cuello de una señora y le pide ser
enterrado lejos de su tristeza, y salvar a sus amigas, y a la gente que quiere, y a su padre y a...
Hay cosas que me provocan agitación,
que aprecio como lector y veo que, por encima de lo relativamente
desconocido de la novela, hacen que sea una lectura especial. Así,
la combinación de la mirada infantil, con la temática adulta; la
creación de la belleza de la mirada poética, de las imágenes
imaginativas, son de un extraño atractivo casi posesivo, casi
obsesivo; las ideas que crean las palabras, con la mezcla de
mensajes y ternura que desprenden sus letras, son tan profundas que
su unión hace fundirse y suavizar, superar, los momentos que aparece
lo cruelmente extraño y las posibilidades menos agradables, los
descubrimientos que hubieron debido olvidarse pero que el azar y la
obligación saca como puntas de clavo de la madera podrida, esos que
hacen daño y sangre cuando los pisas: la imposibilidad de relacionar
amor y odio maternal para con su familia, o del pueblo para con sus
habitantes, o del marido para con su mujer, o de la esposa con su
marido, las implacables viejas historias que no han podido
olvidarse... Todo ello, mirado desde la mirada inocente de una
niña, crea una sensación extraña, de escalofrió triste, que
parece despertar una ternura para con el personaje, que, a pesar de
todo, no parece desvalido; está protegido por su carácter, por su lógica aplastante, por sus
sueños, por su desbordante imaginación y por una parte de la
familia; que parecen descubrir un ser mágico , cuyos pies algún día
volarán, y partirán de aquel pueblo donde todo parece uniforme,
donde nada es secreto, todo es cuadrado, todo es frontera cerrada.
La gente diferente, la que vuela, la
que se imagina sueños, la que vive más de una vida, la que mira las
cosas de muchas formas, la que sabe que el mundo no siempre será
igual, la que no cae al primer embate de la tempestad porque no se
rinde, esa gente siempre será la extraña para la multitud, la que
es rechazada, la que se aparta, pero termina elevándose sobre las
nubes, batiendo las alas para salvar riscos y no caer en pantanos.
Gwenni trepa sobre una roca, sobre lo más duro del mundo, para
volar, alzarse, y volar...Porque sabe la verdad de las cosas y no le
da miedo...
wineruda