LAS CIUDADES INVISIBLES de ITALO
CALVINO
Le città invisibili. 1972
Edtrl. Siruela 183 Pág
Trad. Aurora Bernárdez
No es tanto
el viaje -huida, marcha, paseo- sino el camino, no son tanto los
caminos sino las ciudades por las que pasan; ésas que dan sentido al
verbo IR -me voy, vuelvo, yendo, fuera, hubiera ido, habría ido...-
por encima del verbo VOLVER o del verbo HUIR. Esas ciudades
improbables por lógicas o probables por absurdas; esas ciudades
satisfactorias por ineptas, desfavorables por sabias; esas ciudades
modernas entre las ruinas de su pasado glorioso o ancianas entre sus
rascacielos de brillantes y translucidos cristales; esas ciudades
donde hay más habitantes que recuerdos y más recuerdos que
corazones; o esas ciudades estrellas fugaces; o esas ciudades que
nunca han existido ni existirán; o esas ciudades que sólo son
verdad el día que te conocí; o esas ciudades que se mueven a ritmo
de sinfonía, o esas ciudades que se agitan a ritmo de swing; y esas
ciudades con alma o las que no la tienen; o esas ciudades frías; y
esas ciudades que viven por ti y por mi; y esas ciudades juego; y
esas ciudades que atormentan; y esas ciudades iguales a cualquiera; y
esas ciudades con pasión, y esas ciudades invisibles... Todas ellas
son hitos del camino, balizas de vida parpadeante, que camina y se
para , que silba y calla. Todas son pozos donde se sobrevive a las
tinieblas y a las luces escondidos entre sacos de tierra y cemento.
Todas razonablemente equipadas para sobrevivir, razonablemente
equipadas para caer muerto... Pero son las últimas que cito - las
ciudades invisibles- las que sobresalen por encima del resto una vez
encontradas entre las páginas de Calvino; donde son rescatadas del
vacío, del lado oculto de la luna, del extremo cálido del hielo,
del otro lado del espejo; son percibidas siguiendo el camino
contrario de la voz de María Callas. Para notarse esplendorosas en
su realidad y su mentira, sentidas entre el profundo aullido de su
poesía. Nos tientan a creer que existen o existieron o, con toda
probabilidad, existirán. Aunque sólo fuera en sueños imposibles o
en la punta de los dedos de un sonámbulo. O, si me apuran, sólo
fueron visibles en el último soplido -suspiro- de Dizzy Gillespie o
en el último trazo de Frida Kahlo.
55 ciudades que
describe Marco Polo al Kublai Khan, mostrando, acaso, lo que vio en
los viajes por el imperio mongol, o, quizás, nacidas de la propia
mente del veneciano: ciudades que nacen del cielo, de la tierra, del
aire, del fuego, de la muerte, de los sueños, ciudades donde las
casas pueden ser de carne y sangre y las personas de fieltro y
arcilla. Las Ciudades que describe Marco vienen del remoto futuro y
del reciente pasado, son tan improbables que el Khan las recoge como
hijos inmaduros del árbol de la imaginación, hijos que
probablemente no sean pero que están llenos de todas las
características de lo deseado, de lo soñado: Y hay que saber que
cuando el que desea pierde la necesidad de poseer lo que no tiene,
ya se consigue poseerlo. Es, así, realidad la franca y
deslumbrante verdad de esas ciudades invisibles que por mor de la
poesía se convierten en ciertas acampadas en el espacio que
queda entre las sienes. Sustentadas en la necesidad de tener un
testaferro de los sueños y espacios y vivencias que debió tener el
Kublai, pero, aun así, no las alcanzó -las ciudades-, separadas de él por su palacio, sus
huestes y la propia vida. Y así que, Kublai, cree en lo que escucha, por que
necesita creer en ese revoltijo de ciudades invisibles por
desconocidas, por maravillosas; ciudades eternas en las que Marco
Polo vierte todo su manantial de esperanzas, recuerdos, nostalgias y
descubrimientos, y nadie podría decir que, a pesar de sus diferentes
nombres, no son la misma ciudad mirada de diferentes formas, lugares,
estados o días, quién sabe si todas al final son solamente Venecia,
esa que añora y llora, que eran parte de su niñez y su juventud,
ese momento en el que las cosas parecen mas profundas de lo que son y
que no desentrañan mas misterios que el de tu propia finitud. Marco
Polo es dueño de todas esas ciudades maravillosas y extrañas,
parece poseer los mapas reales, -lejos de lo evidente- y el registro
de sus habitantes, por que las ciudades, a pesar de su belleza y sus
edificios, son, realmente sus moradores: Las ciudades son del que
araña una pared, cuelga un trapo en la ventana, rompe una pared en su
casa, siembra una flor en su tiesto, salva a un gato en el tejado o
rompe el sueño de sus vecinos con su dormir agitado. Ciudades
invisibles para habitantes fantasmas y para palabras fantasmas:
Octavia, Zenobia. Argia, Leonía, Esmeralda....
Calvino
escribe una lección sobre viajar, sobre soñar, sobre paisajes
posibles e imposibles; fabrica una sopa mapamundi hervida con poesía
y magia. Escribe sobre mundos deseados como apariciones de espectros
de cemento y sangre, de huesos y ladrillo, pero al contrario de los
tópicos, son animados y fascinantes, como hechiceros y brujas
traidores a su tradición de oscuridad . Como “la alegoría del
arte italiano” de Giovanni Paolo Panini crea
arte sobre arte, ficcion sobre realidad, o como
El Bosco pintando “El jardín de las delicias” crea, también, un
mundo ficticio, casi real, inmenso, sabio y asombroso, de personas ,
lugares, artefactos y paisajes.
wineruda