EL ENCIERRO DE LAS BESTIAS de MAGNUS
MILLS
The restraint of beasts 1998Ed Círculo de Lectores 183 Pág
Trad, Mariano Antolín Rato
El otro día escuchaba una canción en
la radio, no recuerdo si era una versión o una original, y se
notaba que estaba todo bien planeado y ejecutado, probablemente con
la perfección de la informática. La mujer que cantaba tenía buena
voz, y el conjunto era aseado y técnicamente bueno. Pero... era algo
sin alma, anémicamente vació, una sucesión de notas huecas de
sentido, como un fuelle tocando un saxofón o una vaca tocando el
tambor con la cola. Inercia, pura inercia. Una cantante que quería
ganar dinero sin dar nada a cambio. “El encierro de las bestias”
tiene algo de aquello -bien ejecutado y planeado...- y, en
apariencia, algo de nota hueca, de fuelle tocando el saxofón. Pero
no, no es cierto, eso es solo la forma exterior; el libro tiene espíritu y entrañas. Notas, en el reverso de lo que
parece poner, que algo bulle entre sus páginas. Sus textos
embutidos en una simpleza fingida, destilan malvada ironía, de humor
crudo sin añadidos. Imagínate que oyes un adagio que suena triste
y tranquilo, tu mente comienza a huir a sitios lejanos, pero, de
repente, un estruendo rápido y contundente, agita la melodía apenas
un segundo, asaltando tus pensamientos y acelerando el corazón, “El
encierro de las bestias” tiene algo de eso, pero como sin mala
intención, como si el estruendo era algo que lo provocaron las
circunstancias mientras pasaban por tu lado.
El libro es la historia de la monótona
vida de unos colocadores de cercas para ganado que trabajan para una
empresa escocesa. Ellos, dos jóvenes desarrapados y descuidados
escoceses y un encargado inglés, se van moviendo por diferentes
lugares haciendo su trabajo, hasta que les encargan un trabajo en un
pueblo del sur, en Inglaterra. Allí les tocará colocar la cerca en
un pueblo aburrido, donde beber cerveza, gastando todo su dinero, y
mirar las pocas chicas que se mueven por los pubs, es su única forma
de vida ajena al trabajo; iba a decir diversión, pero no sería la
palabra correcta, porque ellos se movían por impulsos rudimentarios:
comer, fumar, beber, trabajar, volver a beber y dormir. No ganaban
para vivir y, tampoco, vivían para ganar. La rueda giraba
inalterable todos los días, iguales hasta en lo distinto: así, la
muerte les irá acompañando por sus trabajos de una manera
inconsciente, casi inalterable, como si fuera la razón de la
existencia, o, al menos, algo inherente a la labor que les ha sido
encomendada.
Desde los tres protagonistas, hasta la
legión de personajes que aparecen en sus aledaños, todos, tendrán
una manera de mirar al mundo casi circunspecta, grave, a la manera de
un Buster Keaton moderno, al que la vida no parece ni rozarle, y, si
lo hace, no afectará a su ánimo ni a su templanza. Las más graves
o las mas tontas de las circunstancias no tienen diferencia, asaltan
sus dudas de la misma manera: es lo mismo un corcho en el suelo que
un cadáver en el patio. Por lo tanto, la única conclusión posible
que da esta descripción del libro, sí, es que es un festín de
humor negro, oscuro como la boca abierta de un muerto, como la noche
inglesa cuando cierran los pubs y se acaba el mundo. Toneladas de mal
genio abarrotan los textos, hasta la vulgar mirada de un perro o la
palabra intencionadamente inocente del escritor remite, más tarde,
a una imagen o situación que no se espera. La totalidad del libro
es, en realidad, una patada en el culo de la condición británica
de ver el mundo, de pasear sus miserias, de sus trabajos mal pagados,
de sus relaciones personales vacías, de sus mundos aburridos.
¿Condición solo británica? Pues no... la globalización nos lleva,
como borregos hacia el matadero, hacia el interior de las cercas
electrificadas para bestias que van apareciendo; sean con forma de
televisión, de periódico, de bar, de campo de fútbol, de música
cenicienta, de sueldos flacos, de pan, agua y circo.
Como un sueño tras una noche de
desenfreno de alcohol, esas que el vapor etílico de tu propio sudor
todavía emborracha, ese que es víspera de una resaca pastosa; este
libro es una pesadilla de las que repites tu vida, una y otra vez,
pero, en las pequeñas cosas, en las más nimias, es donde vas a
descubrir la realidad de tu vida, la interpretación de tus
comportamientos, el resultado final de lo que has hecho. Leer este
libro acechando cada detalle, hasta el que te parezca inservible, es
la manera de adentrarte en la historia que cuenta, conocer todos los
matices, los dobles sentidos, y comprender todas sus maledicencias
para con sus personajes. Para, en pocas palabras, reírte de todos y
de todo.
Wineruda