viernes, septiembre 29, 2006
LA CALERA de Thomas Bernhard
LA CALERA de Thomas Bernhard
“Das kalkwerk” 1973
Editorial Alianza, 2003, 243 pag.
Konrad asesina a su esposa paralítica y desde ese punto de partida se va recomponiendo la historia desde el pasado de ese acto y desde el futuro. Contará la historia de “La Calera” lugar donde ocurrió todo, caserón perdido entre las zarzas, arbustos y agua de un zona que hace mucho que dejó su prosperidad atrás, y que compró Konrad para satisfacer los deseos de soledad y tranquilidad para elaborar su extraño estudio sobre el oído humano. Pero allí se encontrará aprisionado entre problemas monetarios, la incapacidad de su mujer, esa soledad querida pero no aceptada, la presión del pasado, sus deseos y odios olvidados, sus manías , sus obsesiones manifestadas en su grado más alto, sus principios y sus no finales, sus pretensiones sin base, sus bases sin sustento, los otros y él mismo, el yo y el ella....Su locura...La maligna influencia de la propia casa y lo que le rodea...
OPINIÓN
Cualquiera que haya leído Bernhard, creo, destacará la atmósfera agobiante,casi siempre decadente, a veces enferma, tensa, oscura que crea en sus libros. Une tema y estilo para crear un contorno muy definido en sus formas y fondos literarios. Este libro es un ejemplo evidente. sólo hace falta mirar cualquiera de las partes que conforman en su totalidad un libro: la prosa y el estilo los usa para crear un microcosmos asfixiante, cruel, intranquilo... usa frases explicativas , minuciosas al límite, reiterativas como los apremios de un charlatán de feria que afirma lo que afirma y lo vuelve a afirmar; donde el cambio de narrador de tercera a primera persona surge sin solución de continuidad; donde el tiempo narrativo nace de un presente que cuenta desde el pasado y desde el futuro; donde todo queda en el aire : Konrad parece que dijo esto..., quizás dijo que..., se habla de que..., se dice que dijo..., se comenta que.... El tema también construye esa atmósfera: “ La Calera”-vieja casa llena de pasado siniestro, y cercada como un cárcel, oscura, húmeda, lejos de cualquier parte- es la forma que tiene Konrad de alejarse del mundo y centrarse en sus necesidades, pero consigue, sólo, adentrarse en un círculo cerrado, siniestro, funesto, que para su mujer es aún peor, lejos de cualquier cosa y persona que pueda ayudarla y apoyar en sus necesidades. Él se aleja del mundo y no puede conseguirlo, ella no quiere pero es obligada a hacerlo. Nada tiene lógica en su mundo; su relación es a veces sádica, cruel, mutuamente destructiva, donde ese estudio del oído donde ella es la paciente eterna y sin escape, que necesita la repetición de sonidos y frases sin fin en su método de trabajo, supone una experiencia aniquiladora, obsesiva y dolorosa...
La trama de la novela, la lleva un discurso ininterrumpido por puntos y parte y que sólo la dirige la voz de los que cuentan la historia, entre el bosque de palabras se adivina, a veces, el camino entre digresiones eternas y referencias cruzadas.
Konrad es un enfermo mental, un viejo enfermo mental, sumamente inteligente, que se dirige de manera complaciente a su destrucción, sabe que ocurrirá, a eso ha ido consciente de que la vida de los dos se ha convertido en una simple costumbre de vegetar juntos, de soportarse y odiarse, de hacerse daño el uno al otro, de difuminarse juntos. Sin embargo se necesitan: ella para sobrevivir en su parálisis, él para su trabajo , su estudio, único fin y razón ahora en su vida; lo que le hace moverse, levantarse, comer, pensar...Si su anciana y paralítica mujer muere, se acaba esa razón de ser, se acaba él...Y...
Al escribir sobre una novela de Bernhard no importa que es expliquen sus entresijos, sus dotes y sus esquinas. Da igual que él matara a una de las protagonistas en la primera página; da igual decir que no haya lógica temporal; da igual contar todas las cuitas del protagonista, sus defectos o excusas; da igual que hables del fin, de la mitad o del principio de la novela; da igual porque leer a Bernhard es sumergirte, más que en una historia, en un lago rodeado de ideas, frases interminables, rodeos, de sensaciones, agobios, tentaciones, expresiones; más que en agua cristalina es sumergirte en un limo de barro que oculta a la vista lo evidente y que debes modelar para encontrar tu solución a lo que plantea en la novela.
Bernhard no necesita descripciones ni de adjetivos para mostrar una situación o un personaje o una sensación, van apareciendo en las palabras o las acciones de sus personajes. El no va por el camino fácil, no hace concesiones al lector, este es el que tiene que buscar la razón de las cosas, la cara de los personajes, los gestos, los pensamientos que no cuenta pero que subyacen, los actos ocultos y reales. Escritura incomoda, supongo, para lecturas hechas por encima.
Es curioso en los libros que he leído de Bernhard siempre parece que está nublado...Como ocultando algo...
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En sus novelas es cierto lo que dices de las nubes, pero no en su autobiografía: los cinco libritos que lo componen son, en mi opinión, lo mejor que escribió.
ResponderEliminarEn realidad no es una lectura difícil, le dijo al parecer Konrad al Hombre que vio a la Pantera, ahora puedo decir que no es una lectura difícil, no es difícil en absoluto. Estaba asombrado, él, Konrad, de que durante decenios hubiera visto dificultades donde en realidad no había la menor dificultad. Yo estaba equivocado, dijo Konrad, sí, completamente equivocado. Desde el principio él había encarado el texto de La Calera como si se tratara de un desafío a la inteligencia, dijo al parecer, como si el autor se hubiera propuesto medir su inteligencia con la de sus lectores, pero no es un desafío, no es un reto, no es un combate entre dos inteligencias, la del escritor y la de quien lo lee, no es nada de eso, decía al parecer Konrad. El error está en ver una escarpada montaña donde solo hay un llano y rectilíneo camino, un camino desbrozado, asfaltado y recto, o mejor aún, le dijo al parecer Konrad al Hombre que vio a la Pantera mientras lo arropaba y le colocaba una almohada debajo de la cabeza, un tren al que se nos invita a subir sin exigírsenos nada, nadie nos exige nada, entiéndalo bien, no se nos pide que decidamos la ruta pues la ruta está decidida de antemano, no se nos pide que interpretemos la ruta pues la ruta ya ha sido interpretada de antemano, por eso, dijo al parecer Konrad, ahora me sonrío y me digo que fui un estúpido cuando pensé que La Calera era una lectura difícil. No hay dificultad alguna, créame, basta con dejarse llevar y dejar que el paisaje penetre por nuestros ojos y la música penetre por nuestros oídos. Porque sólo hay paisaje y música, dijo al parecer Konrad, la idea de que La Calera es una especie de pugna entre su autor y el lector ocasional es mezquina, es de una mezquindad nauseabunda. Solo hay paisaje y música, paisaje para nuestros ojos y música para nuestros oídos, nada más, dijo Konrad, un niño podría leer sin la menor dificultad el texto. Los niños jamás ven las dificultades que pueda conllevar cualquier empresa, por eso, cuando no hay dificultades, como ocurre con La Calera, tampoco inventan dificultades. Él, Konrad, había inventado dificultades donde únicamente había un camino desbrozado, asfaltado y recto, y paisaje y música. Y humor, añadió al parecer Konrad después de una pausa. Eso era al parecer lo más importante, lo que nunca había que perder de vista, dijo El Hombre que vio a la Pantera que le había dicho Konrad. ¡El humor de La Calera!, exclamó al parecer varias veces Konrad dándose palmadas en los muslos, ¡el humor!, ¡el humor! Cuando uno advertía que La Calera no era sino una monumental humorada, la venda se caía de los ojos y la cera se caía de los oídos y ya no encontraba uno la menor dificultad.
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