LA PLAZA DEL DIAMANTE DE MERCÈ
RODOREDA
LA PLAÇA DEL DIAMANT 1962
EDHASA 265 PAG
La vida de cada día se revuelve en
las tripas de la ciudad, en la plaza los jóvenes bailan al son de
un banda que rezuma sudor y calor, es un domingo cualquiera de un año
indefinido anterior a la guerra civil española. En esa plaza, del
Diamante, Natalia -la Colometa- conoce a Quimet, en ella baila, habla, ríe,
hasta que huye de él ...Pero algo de Quimet la atrapa: nada
concreto, nada especial, acaso el asomo de una existencia diferente,
acaso una personalidad formada y agreste enfrentado a su simple
juventud. Y entre huidas y bienvenidas se desarrolla el noviazgo,
más tarde la boda, la vida conyugal, el trabajo duro, los hijos, las
risas , las desgracias, las frustraciones, la guerra ...
Pero eso sólo son los caminos por los
que discurre la novela, podrías pensar que no es nada especial, que
son avatares y problemas propios de un relato donde hay lugares
comunes a muchas otras novelas, probablemente lugares comunes de
nuestras propias vidas...Sin embargo no es por eso por lo que me
gustó la novela, lo hizo por la impronta de Natalia en el discurrir
de la novela, por la manera con la que Merçe Rodoreda utiliza el
monologo interior para abrir las ventanas de sus pensamientos , para
mostrarla sumida , a veces atrapada, en el discurrir de su vida entre
las personas que la rodean, los paisajes que la circundan, los
problemas que la atañen, las situaciones que domina o que la
sobrepasan... Y es una mirada que funde lo oscuro con lo luminoso, lo
ácido con lo dulce, lo astuto con lo ingenuo, lo rebelde con lo
sumiso. La crudeza de algunas situaciones se contrapone a la sutil
poesía que sale de sus textos. Las imágenes que crea aparentan
aquellas entrañables y viejas fotos donde una familia posa seria
ante el fotógrafo y donde las mejores ropas están raídas pero
ellos mantienen, ante todo, su dignidad y su belleza.
El mundo discurre a saltos por sus
páginas, son retratos de momentos donde aparecen, bajo el prisma de
los ojos de la Colometa: vidas atormentadas, tranvías que pasan sin
destino para ella , palomas que alegran y entristecen, olores que
obsesionan, guerras que matan, hambre que se apodera de todo, vecinas
que ayudan, amigos que lo son hasta el fin... Son lugares
melancólicos que trazan un cuidadoso dibujo de una época, una
ciudad -Barcelona-, un barrio, un vecindario, una casa, una vida. Y
Natalia se enfrenta a esa vida, que a veces la vence y a veces la
ayuda, pero es la intimidad que nos trasmite la que nos subyuga, la
que nos trasmite sus sentimientos .
Sí, quizá sea eso, los sentimientos
que surgen de los actos e ideas de Natalia lo que más impresiona del
libro, con lo que te quedas cuando has acabado el libro. La sensación
de haberte infiltrado, haber invadido con osadía, en lo recóndito
de la mente de una mujer, de esa mujer. Las tristezas duelen más y
las alegrías se comparten mejor cuando quisieras haber conocido al
personaje ficticio de una novela, o quizás ya la has conocido tanto
como a un amigo de toda la vida. A fin de cuentas eso es la
literatura: atrapar un momento y acapararlo, hacerlo tuyo no sé si
por un instante o para toda la vida, a pesar de que sólo es el
empeño de la imaginación de un escritor. Pero nos urge saber más
de la vida de los protagonistas, de sus aciertos y sus fracasos, de
sus alegrías y sus desgracias , de cómo le fue la vida tras las
últimas páginas del libro. Porque la Colometa vive en las mentes de
todos los que supimos de ella a través de los textos de Merçe
Rodoreda. Creo haberla reconocido paseando su dignidad por la plaza
del Diamante un dia cualquiera de cualquier año rodeada de palomas.