AUTO DE FE de ELIAS CANETTI
die blendung 1935
Edt. Muchnik 420 Pág
Trd. Juan José del Solar
Hace algunos años no hubiera podido terminar esta novela, es de
ésas que necesita cierta experiencia lectora, ese poso que sólo
deja el leer literatura. No toda ella, pero sí esa que supone
esfuerzo de comprensión y separación, y que asienta los cimientos
para que el cómo se dice y el qué se dice sean casi igual de
importantes. Supongo que es como un espeologo que se acostumbra a
pasar por pasadizos que para el profano son opresivos, pero que para
él son lo máximo de la belleza, tanto por ellos mismos como por
ser caminos que conducen a las cuevas mas grandes y hermosas, las
que él busca. Es la conjunción de ambos sentimientos los que hace
que la espeología tenga una rara similitud con cierta parte de la
literatura: ¿Dónde poner los pies y los ojos para continuar sin
caernos? ¿Cómo elegir las cuevas que visitar y que estén al
alcance de mi experiencia? ¿ Como elegir el camino correcto para
desentrañar los secretos de la cueva? Basta una simple mirada para
saber si una cueva es bonita, o extraña o difícil, pero lo
importante es atreverte a sumergirte en su hondura y descubrir por ti
sólo lo que allí se esconde y que sólo tus ojos desentraña. “Auto
de fe” es una cueva profunda, larga, intrincada, resbaladiza a
veces, pero espléndida.
Desandar el camino que he recorrido leyendo “Auto de fe” es un
ejercicio de equilibrismo. Primero tomaré, por probar, el camino
corto: un erudito, Peter Kein, vive obsesionado por sus libros, es
una especie de quijote moderno, trastornado, mas que por los
personajes de las novelas, por su biblioteca. Un pedante, misógino y
misántropo, que vive de absorber letras y páginas, y devolverlas al
papel. A su paso, aparece una Dulcinea de rastrillo -su esposa
Teresa- a la que odia y no soporta, es su adversaria -zafia, inculta
y avara-, su antónimo, que le golpea y termina echándolo de casa.
Entonces, en una posada de mala muerte, conoce a Fischerle, su Sancho
Panza, un enano jorobado -adicto al ajedrez- al que adopta como
criado, pero que termina siendo un codicioso que se aprovecha de él
y del poco dinero que le queda. En sus aventuras aparecerán gigantes
disfrazados como el asesino portero de su casa, o ciegos mujeriegos,
o putas gordas, o limpia alcantarillas deshonestos, prestamistas
convertidos en “librofagos”. Incluso, al final, aparecerá un
bachiller -el hermano de Peter- que intentará dejar las cosas como
estaban.
Pero no se puede recorrer una novela tan apabullante con ese
simple recorrido. “Auto de fe” es, primero, el recorrido por la
mente de sus personajes. En los que lo real y lo imaginado -soñado-
se confunde hasta el punto de que eso que han imaginado se convierte
en cierto para ellos -ilusos-; desde la imagen de muerte y
destrucción -de sus amados libros- de la mente de Kein, hasta la
necesidad de dinero de Teresa y sus locuras de ser millonaria y amada
por un tendero ajeno a todo, o por la imagen de ser campeón del
mundo de ajedrez de Fischerle, momento en el cual América se rendirá
a sus pies y será adorado y amado por el mundo -hasta la
desaparecerá la joroba-. “Auto de fe” también es un recorrido
por lo más bajo de los instintos humanos: la muerte, el odio, la
violencia, la misoginia, el pavor, el deshonor, la avaricia, todos
sumergidos en un mundo oscuro y desolador, que de tan patético,
resulta casi un ejercicio de humor negro, negrisimo, en algunas
partes, pero no por condescendencia, sino por lo malicioso y sagaz
que es la prosa de Canetti y por la poca condescendencia que se
advierte para con sus personajes: siniestros o dignos de lástima,
pero nunca indiferentes. “Auto de fe” es una crítica a los
eruditos que viven ajenos al mundo, en sus “bibliotecas de marfil”
lejanos al mundo y la sociedad, rellenos de pedantería y letras, se
disuelven en un mundo ajeno a ellos, y no saben desenvolverse más
allá de los lomos de sus libros. Estúpidos inteligentes que
conciben el mundo a la medida de las frases que leen , pero no ven la
pura realidad. Y es, a la vez, un recorrido por un submundo cerrado
y oscuro, de un lumpen que malvive entre la sociedad vienesa, en
lugares sórdidos y paralelos donde la violencia, la avaricia, el
robo y la necedad, es el único componente del muestrario. La novela
muestra un conjunto de personas que, a pesar de todo, se mueven bajo
una lógica interna, todo lo que ocurre, hasta lo imaginado, tiene
una razón de ser, todo se mueve así por que cada uno de ellos es la
rueda dentada que mueve al otro, hasta el infinito. Como una
alucinación filmada en plano único. Una sátira sangrante.
Y supongo que habrá un mundo de simbologìa que añadir tanto a
los personajes, como a las situaciones, como a los temas del libro,
pero, se me ocurre, que cada lector adivinará o advertirá una
situación o un lugar común en cada página del texto, desde
comparaciones con la llegada del nazismo, hasta críticas políticas
o incluso literarias. A mí me ha parecido un intento por dibujar
un mundo sobre personas extremas, desde eruditos hasta incultos,
desde locos hasta el más cuerdo, desde ladrones al más honesto...
Todos son parte de un mundo en el que se desdibuja la frontera entre
lo real y lo imaginado, y la verdad parece no ser más que un punto
de vista. Y los personajes son esclavos de sus instintos, necesidades
y educación, nadie escapa de ellos.. Sólo en sueños.
Supongo que una parte habrá que atribuirse al traductor -Juan
José del Solar- pero el lenguaje y el estilo de Canetti en la novela
es un ejemplo para cualquiera que quiera descubrir a un gran
escritor. Frases cortas y contundentes son lo único que necesita
para poblar un mundo lleno de ilusos soñadores, asesinos
exacerbados, pueriles eruditos y golfos de baja estofa; no se
revuelca en la marea de las descripciones exageradas o soliloquios
desquiciados o disquisiciones morales o , incluso, digresiones
distantes; no, no necesita eso; con puntería de atleta concentra en
la frase, en su contenido exacto y necesario, lo que quiere decir, y
expresa lo que necesita para mostrarnos el mundo, su mundo. Lo cierto
que es un autentico placer leer a Canetti, su prosa de filigrana
sencilla, de adjetivos en retroceso y de verbos afilados es una
auténtica delicia estética y técnica.
Pues este libro me lo leí cuando mi experiencia lectora no era, ni mucho menos, tan extensa. Y sin embargo fue una lectura de las que me impresionó, y supongo que también fue de las que me empezó a hacer como lectora. Aunque si pienso, tuve una época (larga) de lecturas bastante "apabullantes", y no reniego, ni muchísimo menos, de ninguna de ellas. Al contrario, son relecturas pendientes, entre ellas este "Acto de fe".
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Ana
ResponderEliminarEs posible que exagere con el libro, pero puede que sea por mi cierta reticencia por los libros escritos en las décadas de los años 20 y 30 del siglo XX. No me gustan en general, quizá sea manía personal pero me resultan insufribles y difíciles. Por ejemplo “Insaciabilidad” de Witkiewicz me costó sudores acabarlo (pero leo Bernhard como mastico chicles jajjaj), O me resultó insufrible “el buen soldado” de Madox Ford ( pero aun suelo releer partes de “la muerte de Virgilio” de Broch), o me costó mucho leer “Ulises” de Joyce pero leí en seis o siete días “los reconocimientos” de Gaddis.
Así los segundos que cito son libros difíciles de leer pero no me lo resultaron para nada en comparación con esos de esa década, así que simplemente les tengo manía supongo jajaj. ( a algunos).
Un abrazo