martes, septiembre 06, 2016

SEGUNDO LIBRO DE CRÓNICAS de ANTÓNIO LOBO ANTUNES





















SEGUNDO LIBRO DE CRÓNICAS de ANTÓNIO LOBO ANTUNES
segundo livro de crónicas 2004
Ed. Debolsillo 267 Pág.
Traduc. Mario Merlino

Las crónicas que de las que aquí hablo son un punto intermedio entre la invención y el recuerdo, son un traspiés en el filo de la ficción y la realidad. Son historias, cortas, sobre pequeños mundos, universos enanos, que caben en el puño de una camisa, caben, incluso, en la carga de tinta de una vieja estilográfica, diría que parecen ocurrir en el tiempo que tardas en cruzar una carretera en un viejo coche con tres marchas. Son pequeños puentes entre el lector y el escritor, esbozos de improbablemente factibles tiempos comunes, o de posibles historias compartidas, o soñadas, o pensadas o...


Me recuerdo cavilando cosas -asustado, irritado, esperanzado, engañado-, como si fueran letanías de irritante necedad, que vuelven, no sé la razón, en las páginas de los libros que me gustan. Parecen que los libros se hacen grandes cuando hablan de lo pequeño.


No se cuánto tiempo hace que estoy aquí esperándote. ¿Quince minutos? ¿Media hora?¿Más? Pienso: si pasan diez coches rojos y ella no viene, me marcho- Pienso_ cuento de una a trescientos y si, al llegar a trescientos, no apareces, pido la cuenta. Pasan doce coches rojos y me quedo. He Llegado al cuatrocientos veintitrés y sigo esperando. Retrocedo del cuatrocientos veintitrés al cero con la certeza de que al ciento cincuenta te veo llegar...”

Me sorprendo a mí mismo pensando -y doliéndome- lo mismo hace muchísimos años, quizá todos, y me veo en alguna de las páginas del libro abstraído contemplando  una pequeña caja donde mueren los recuerdos, entre fotos viejas, caras asustadas y carnets olvidados. Me veo queriendo pensar lo que alguien años después pensó por mí.



Tuve siempre mucho miedo a los fotógrafos: nos ordenan que nos quedemos quietos y comienzan a observarnos, a rondarnos, a acercarse (...) y en esto un chasquido y nos devoran, la órbita mecánica nos traga de repente, pasamos, como los muertos, a un cuadrado de papel donde sin ser nosotros siendo nosotros, donde nos convertimos en una cara sin tiempo y en una sonrisa que no le pertenece a nadie
(yo no sonrío así)
y me esconde y me incomoda como un bigote postizo, imposible ser natural si dejé de existir congelado en ese gesto, en esa expresión, en esta actitud que nunca fueron mías, ninguna persona es así, ningún ser viviente es así, estas facciones tan serias sobre mis facciones fingiéndose alegres, ese hombre mayor que yo...


Como la combinación del sonido de las teclas de un piano puede crear tristeza o alegría, como los sonidos de la noche pueden asustarte o animarte; las palabras escritas son poseedoras no ya del efecto de rememorar en nombre de otras personas, en nombre de escritores que usurpan y asaltan tus recuerdos mimetizándolos con los tuyos, en una sucesión de recuerdos asumidos por ti, como basurero que eres de memorias que vas barriendo y asumiendo como tuyos; sino que son poseedoras también, esas palabras escritas, del poder de cambiarte. Poderoso poder: cambiarte. Son como una endoscopia contraria, una lobotomía inversa, un perro rastreador de si mismo. Borbotones de ideas nacen de los libros que te desnudan, y que desnudas, jirón a jirón, para ir descubriendo que no eras tú el que pensabas, no eras, ni siquiera, el que pensabas que pensabas.

La vida es una pila de platos que se caen al suelo”

Y te descubres en los papeles, mirándote con una cara que no es tuya, un pelo que no es tuyo, un idioma que no es tuyo, y recitas palabra por palabra lo que lees y los descubres en tu memoria de años, un deja vu eterno que parece que no acaba ni en las puertas del cementerio de ideas que es donde comienza mi mente.

El problema de envejecer es que nos volvemos jóvenes

Sí, lo recuerdo, eran-éramos- bárbaramente jóvenes, siempre jóvenes, hasta les-nos- bajaban el ritmo de los latidos, bajaban las luces, subían los ánimos o crecían los silencios, pero entonces era cuando nacían, a pesar de todo, las historias de cuando eran  -eramos- más jóvenes y hacían esto y aquello, que, incluso ahora,  aún seríamos -sí, seríamos- capaz de hacer, con más dignidad incluso.  Entonces empezaban -y empiezan- las crónicas de una vida -las largas peroratas-, los recuerdos y los inventos desgranados en pocas palabras, entre surtidores de risas y enjabonadores de lágrimas.


Y entre todas las crónicas, punto medio, como dije, del cuento y de la realidad, aparecen las historias sobre pobres viejos amores, sobre parejas rutinarias, sobre ruinas compartidas, sobre ilusiones olvidadas; esas cosas que parecen ser clavos que afirman, que te sustentan, en la realidad de la vida, esa de la que no te hablan en la escuela, esa de la que no naces aprendido,-nadie nace para estar solo-. Pero determinadas historias se elevan por encima y te pintan oscuros momentos, imperdonables recuerdos, viejas cosas inolvidables, pérdidas eternas, recuerdos dolorosamente amados, insatisfechas memorias, yermos antiguamente labrados por la vigencia del amor....



Con los años la muerte se va haciendo familiar. No digo la idea de la muerte ni el miedo a la muerte, digo su realidad. Las personas que queremos y se han ido amputan cruelmente partes vivas nuestras, y su falta nos obliga a cojear por dentro. Parece que no sobrevivimos a los otros sino a nosotros mismos, y observamos nuestro pasado como algo ajeno: los episodios se disuelven poco a poco, los recuerdos se diluyen, lo que hemos sido no nos dice nada, lo que somos se estrecha. La amplitud del futuro de antaño se reduce a un presente exiguo. Si abrimos la puerta de la calle lo que hay es un muro. En nuestra sangre circulan más ausencias que glóbulos”


La imposibilidad de hablar sobre todas las crónicas que aparecen en los escritos de Lobo Antunes, me ha permitido elegir ciertos momentos, destellos que me alumbraron, me evocaron, momentos concretos de mi pasado, o de mi improbable futuro, o de mi esencia como ser que a veces piensa. Podrían haber sido otros, podrían ser otras hojas, otras frases, otras memorias, otras luces encendidas, pero estas se reflejaron en el espejo y en el iris de mi imagen me vi a mi mismo desdibujado y a la vez reproducido con mimo, con detalle. No afirmo, no lo haría nunca porque para eso no sirve la literatura, que haga el mismo efecto al próximo lector, sería extraño, pero sí encontrará el que se embarque en el viaje por estos recuerdos y por estas historias, que algo lo atrapa, le parecerá que lo han pillado desnudo enfrente de una multitud, o bebido a la puerta de la habitación de tus padres, entonces cuando eras joven.

Un pequeño momento, para unas pequeñas historias, acaso no son nada, pero como dije antes : acaso el secreto de la literatura se encuentra en parecer pequeño lo que en realidad es gigante.

wineruda

4 comentarios:

  1. Y resulta que a través de esos destellos, momentos y evocaciones que seleccionas, es posible que una tercera persona (yo misma) pueda re-conocerte sin haberte visto nunca. Tu texto es hermoso porque es vivido y eso siempre resulta emocionante. Se nota tu "comunión" con el texto de Lobo Antunes, autor en el que te has embarcado sin condiciones. Será por eso que has logrado llegar tan lejos de su mano.

    Nunca otra persona podrá caminar por el mismo camino que Wineruda, porque nadie tiene tu mismo pasado ni tu realidad actual, esa es ala magia de la literatura, los buenos libros parecen estar hechos para una misma.

    Voy a ver si encuentro el momento para embarcarme de nuevo en este autor, así, quizás, tu puedas vislumbrar a U-topía.

    Un abrazo!!

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    1. Hola
      Cierto. Cada libro tiene una interpretación por cada lector, -incluso dos o tres si lo relees-. Yo, más que leer libros, robo libros al escritor, les dejo sin ellos, me los apropio, y si no les gusta... pues ¡ajo y agua!, pero, mientras tanto, soy poseedor de la mayor biblioteca ficticia del mundo, que quizá no la haya escrito yo, pero si son libros mios.
      Espero vislumbrar a U-topia a través de los escritos que te gusten y que te hagan feliz; espero conocer o descubrir cumplida, también, alguna utopia, aunque sea pequeñita, más que nada para no morir de falta de ilusión...
      un abrazo grande

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  2. Hola amigo.

    De nuevo con tu magnífica reseña haces muy tentadora la lectura de este autor, Antunes,

    El fragmento que has seleccionado sobre los fotógrafos y las fotografías me parece una genialidad, de esos a los que tienes que rondar una y otra vez porque te presentan todo un abismo de un hecho tan nimio como una fotografía.

    Esa capacidad de trascender lo intrascendente es un sello de identidad de los grandes escritores, en realidad son así todos los fragmentos que has seleccionado del autor. Me gusta descubrir, a través de un buen libro, caminos donde nadie los ve, donde nadie camina... excepto quien los lee, y éstos últimos harán de cada camino un viaje particular diferente al resto de cada lector. No ofrecen poco los buenos libros, amigo.

    Abrazo!

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  3. Hola

    Comienzo a ser un especialista en Lobo Antunes, y me preocupa, tengo que darle distancia jaja
    Lo cierto es que es un autor especial, y como de esos abundan poco, me aferro a él, como una lapa en la tormenta
    un abrazo

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