PEDRO PÁRAMO de JUAN RULFO
Edt. Anagrama 122 Pág.
Miro alrededor, mi casa, las
calles que me rodean, el parque junto a la iglesia que hay
enfrente de mi ventana, el balcón de mi derecha; no hay nada
importante, nada impresionante: piedras, hierbas, tiendas casi
cerradas a esta hora de la noche, parejas que se retiran agarradas de
la mano, un hombre fumando en el balcón, la luz mortecina de las
farolas; domina la oscuridad y ese silencio que cae en las ciudades
cuando comienza la noche. Sin embargo, no es esa la mirada que hoy
busco, miro más atrás, miro todo lo que he visto, todo lo que se me
ha quedado en mi mente, en mis recuerdos. Me impresionan las
sensaciones inmediatas que se me reproducen en el cerebro cuando veo
esos lugares, y recuerdo mi pasado y todos los pasados que por aquí
pasaron, y de alguna forma aun pasan, claros como si fueran ahora
mismo, tan verdaderos como en el segundo posterior a que ocurrieran.
Aquellos chicos que, muchos años atrás, jugaban al fútbol en el
parque de la iglesia, mientras yo miraba por la ventana, aún están
jugando, todas las mañanas que miro por la ventana hacia la
silenciosa iglesia están allí gritando con voces juveniles
reclamando el balón; en la tienda de enfrente, en la que hubo antiguamente una
panadería, aún huelo sus pastelitos de leche y su pan de kilo,
todavía humean y me provocan; por la calles veo todos aquellos amigos y novias
que me esperaban en el portal, al cartonero estirando su carro de
madera, a los niños de primera comunión con sus incómodos zapatos
de charol, a los curas con la sotana larga y sucia, a los vendedores
de miel con sus cubos que parecían de madera. Todos esos fantasmas
existen tan claramente en mi mente que interaccionan conmigo, me
miran al pasar, los huelo y los respeto. “Pedro Páramo” es la
historia de todos aquellas personas, vivas y muertas, que vivieron
en Comala, aquellas que se quedaron entre sus casas y sus calles, en
el punto medio entre la muerte y el infierno; “Pedro Páramo” es
una historia de ánimas y de desánimos; es un descenso al purgatorio
y al infierno de ayer; es la historia de gente que no tenía dónde
huir y allí se quedó, presas del agobiante presente, del imposible
futuro y del pasado del que arrepentirse. Es la historia de un
pueblo, de sus habitantes y un hombre poderoso, cruel y práctico,
que dominó la vida y la muerte. Es una historia de vacíos que se no
se rellenan, de paredes que no se echan. Es la historia de todos
aquellos cuerpos, todos las voces, todas las carreras, todo el sexo,
todo los rezos, todos los lloros, todas las risas, todos los
escupitajos, toda la sangre derramada, todas las traiciones, todos
las mentiras; que se quedaron suspendidos en el tiempo y en el
espacio a la espera de que alguien los recuperara, los trajera al
presente, a la misma realidad calmada y demostrable que existe donde solo el pasado es importante.
Juan Preciado
aparece en Comala en busca de su supuesto padre, Pedro Páramo, y
como un peregrino de culpas ajenas, se refugia entre casas y personas
que se mueven en el límite de la existencia y de la nada; personas
visibles por insistentes, muertas entre vivos, sentenciadas desde
nacer, cautivas de sus oscuras pasiones, de sus traiciones, de sus
pecados consumidos en la creencia despegada en un dios que no acepta
regalías ajenas, -donde el cura es el vendedor de culpas y el
comprador de venganzas-. Juan Preciado buscará a Pedro
Páramo, en un lugar confundido, entre los vivos; en el mismo lugar
donde este, soberbio y cruel, mató a sus enemigos, se vengó de sus
amigos, y se aprovechó de todas la mujeres, prisioneras de las iras
de los ingenios de las celestinas y de la vergüenza de sus hombres.
Y desde el recuerdo de un pasado verde,
florido, alegre, natural, llega el presente de lluvias, vientos que
secan el estómago y la voz y que asesinan la virtud. Desde ese campo
desnudo, solo aparecen trozos de conversación, murmullos de gentes
enterradas, bostezos de personas que no saben morir, escupitajos de
señores y fantasmas que se quedaron prendidos al cuero de los
caballos, al alfiler de las faldas, al candil que iluminaba su
sepelio de muerto olvidado al nacer. Y aun en ese oscuro cielo, entre gotas de
lluvia que tañen en las tierras que tapan los féretros
compartidos, sitio desde donde se eleva un suave cuchicheo que se
convierte en un bisbiseo y luego en un susurro que llena el aire y
las vaguadas, y cuenta sobre culpables, muertos, cuitas de enamorados
de sentencias despechadas, o venganzas despavoridas; entre aquellas
lluvias descubres que al final todo, o casi todo, se movió por
amores despechados o filiales; así, desde ellos, Pedro
Páramo, como dueño y señor de Comala, digno y cruel entre sus siervos
de vida y de muerte, de él dependen; se mueve haciendo y deshaciendo
vientos y charcas, destrozando vidas por amor vengativo a su padre
muerto, matando padres por amor obsesivo a Susana la minera, matando
por amor derrotado a los caballos que penan sus culpas de hijos
muertos; Pedro Páramo vencido por los amores y los odios, el más muerto de todos los muertos, el más vivo de todos los que sangran, todavía, en Comala.
No hay nadie en las calles, los vivos
huyen de los muertos, ellos de sí mismos: siempre hay un comienzo de
viaje, un fin certero, una odisea de paseantes, sigilosa o ruidosa,
con aliento o sin vaho en el espejo, que comienza y acaba entre el
terror a la muerte, y a la misma muerte inconfesa, a los miedos terrenales
y la imposible vida futura; presos de inmemoriales viajes entre islas secas
con sirenas que ya no pueden engañar a nadie con su canto, de
cíclopes de pistola y libro sagrado, de poseidones de caballo regio
y cuchillo fácil; ya nadie espera cosiendo y descosiendo ropajes,
todos han huido de Comala, no hay nada allí, solo los que no tiene para qué ni dónde huir, y los muertos que se quedaron porque no son una parte del
pueblo, son el pueblo, son sus huesos y sus tejados, son su sangre y
su agua.
Rulfo no atrapa el tiempo, lo
desperdiga, lo lleva y lo trae; como ese viento que molesta entre las
hojas; las personas van y vienen, el tiempo en el que viven no es
exacto: puede que ocurriera o que esté ocurriendo. El pasado, más
humano, parece descargarse como un camión que vuelca su carga, y las
piedras y la tierra se mezclan, como se mezclan los días y las
noches, las idas y las venidas de Comala. Apenas se ve que el pasado
existe, que el presente es un suspiro y el futuro solo es el presente.
Y el viento resopla por mi ventana,
caen las gotas que golpean el rosal que cuelga al vacío, el olor a
incienso ha salido desde la iglesia y puede que mis fantasmas no se
muevan entre venganzas y casas derruidas, entre temores y olvidos,
entre miedo a Dios y el terror para con Pedro Páramo, el del Rancho
de la Media Luna; no, no son de esos, pero se presentan tan vividos,
tan corpóreos, como los de Rulfo; con los mismos susurros de los
que habla que salen de las esquinas de las calles, me parece oírlos
cuando por la noche, insomne, escucho las viejas campanas de la Iglesia repicar
y una mujer pasa golpeando el asfalto, con cadencia de tacones y
prisa; es tarde y surgen por todos los lados, pasados que golpean y
me hablan, me dicen que no los olvide, que son parte de mí, y de
todos las personas que rondaron aquellos días y noches; son yo, y
son Comala, son Juan Preciado, son Pedro Páramo, son Susana, son
Dorotea, son Fulgor, son personas y personajes, que no por literarios, que no
por perdidos en el tiempo y el espacio, dejan de hablarte, de
contarte, en un murmullo, que volverán, siempre.
Wineruda
Tremendo análisis de Wineruda, todo un especialista, yo diría que único, en desenvolver la trama de una obra, jugar, reír y morir con sus personajes sin contar nada de la mismas, es decir sin adelantar al futuro lector su argumentación. Y allí radica el secreto de este extraordinario , lo he de llamar, comentarista de libros en los que cuenta la vida de los hombres y sus pasiones, los horrores, el desamparo, el abuso,las tristezas,las alegrías y todo aquello que extrae con la precisión de la marcha de un reloj para exhibir cuanto más grande es la distancia que media entre escribir y describir. Hay una diferencia abismal entre el arte de crear una obra y sus personajes y la fantástica visión que críticos como Wineruda( muy pocos),unívocos, exultantes, llenos de pletóricos ensueños, pueden mostrar al lector el universo de la creación comentada que diseccionan para estudiar la sustancia primigenia que en cada libro suele estar oculto el espíritu inmaterial de la condición humana.
ResponderEliminarUn reseña sencillamente incomparable.
Hola José.
ResponderEliminarTe agradezco lo que dices.
Yo creo que comentar un libro es meter el cuchillo hasta que traspase la carne, el papel; hasta que llegue a la mesa, a la madera, incluso encuentre la piedra donde el edificio sustenta sus cimientos. No merece la pena un sucinto y objetivo comentario, limpio de polvo y paja; no merece un análisis aseado, atildado, pulcro, higiénico, lavado, fregado, barrido, enjabonado, enjuagado, aclarado, purificado -sería una traición al escritor y a los libros-, que delata una lectura fast food, un lectura bulímica de devorar y vomitar. No me creo todos esos textos que se basan en la limpieza de lo comentado, es una estupidez, una solemne estupidez. Un libro tiene todos los elementos de la subjetividad, todos, absolutamente todos, no puede existir algo más personal que leer e interpretar un libro, podrá ser igual, pero nunca mayor. Hacer ese análisis de una obra un lugar limpio, un sitio inmaculado y virginal, es porque te importa muy poco la literatura, o que no se tiene opinión de nada.
Por eso te agradezco que veas que intento buscar lo que me dice el libro, lo que que me cuenta, a mí solo, por ello lo quiero expresar, no quiero convencer a nadie, solo me divierte escribir, me ayuda a analizar el libro, a reventarlo a palabras, y lo apunto sin pontificar-aunque a veces te quieres perder en el intento de que se lea lo que te ha parecido bueno, pero nunca funciona, casi ni termina de arrancar cuando ya se para, ese intento de proselitismo literariamente sin adeptos-.
un abrazo grande como Neuquen
Hola Wineruda.
ResponderEliminarJusto antes de crear mi actual blog, me encontraba en una racha lectora de autores latinoaméricanos (y sigo, pero sin aquel frenesí), los últimos que había leído eran Manuel Scorza y su "Redoble por Rancas", "El túnel" de Ernesto Sábato y, justo al final, el “Pedro Páramo” de Rulfo. Unas semanas después inauguré mi blog, y no sé si fue acuciado por la necesidad de expresar lo que bullía en mi interior después del mencionado ciclo lector, puede que sí, o tal vez no.
Lo cierto es que desde entonces me quedé con la espina clavada por no haber llevado estos autores al blog, si lo hice con el inolvidable Perros hambrientos del peruano Ciro Alegría (igual que Scorza).
Ahora leo tu escrito y me alegro de que hayas sido tú, y no yo, quien haya presentado esta obra, pues solo cabe expresar dicho libro, complejo sin duda, de la forma impresionante que tú lo has hecho, reuniéndote con aquellos recuerdos… olores, texturas, imágenes del pasado, que como los fantasmas de Juan Preciado, Doloritas, o Comala entera viven en un tiempo que ya no es el suyo.
- ¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se vé allá abajo?
-Comala, señor.
¿Y por qué se ve esto tan triste?
-Son los tiempos, señor…
Un placer siempre, amigo Wineruda.
Hola Paco
EliminarME gusta que te guste. Coincido con algunas de tus lecturas lantinoaméricanos, pero yo me centré en Márquez, en Bryce Echenique, Osvaldo SOriano, Arreola, GAleano, Saer -el entenado-tambien Scorza; tiempo después leí Roberto Bolaño con admiración. Y poetas,cientos de poetas. Ahora tiendo más a leer poesía latinoaméricana que ficción -pero la leo por impulsos, meses sin leerla, y un día siento la necesidad de " rellenar el depósito" y leo 10, 20, libros (releo)-.
Este "Pedro Páramo" lo he leído muchas veces, creo recordar que hice una crítica, -que la borré por suerte y por mala :)- La borré porque con el tiempo se aprende a leer mejor , a escribir mejor y a que la ignorancia no debe ser atrevida, -cosa de la que supongo pequé a raudales, ahora lo haré igual pero consciente de ello.:)-.
un abrazo, cuídate mucho
Una obra única y excepcional, la releí hace algo más de dos años. Me gustó más que la primera vez (era demasiado joven para hacer ese ejercicio de recuerdo que tú has hecho).
ResponderEliminarEn Juan Páramo hay un acercamiento a la realidad de México desde lo fantástico que permite conocer, con mayor profundidad que si se quedara en la dimensión real, la dimensión colectiva de una comunidad. La denuncia de la injusticia, el fanatismo de las supersticiones, el espectáculo de la miseria humana a través del egoísmo del cacique que impone sin contemplaciones su poder a través de la fuerza, la dura condición de las mujeres y los abusos a que son sometidas, la inconsistencia de la revolución, etc. Nada que no siga sucediendo en México ahora mismo.
Su prosa depurada, parca, sencilla aparentemente, y la inmediatez de su discurso permiten al autor eliminar recursos literarios y hacer una especie de atestado palpitante e impasible de unos hechos que ni siquiera pasan, porque ya eran pasado.
Impresiones de esa lectura que coinciden con la tuya en lo principal.
Abrazos!!
Hola Laura
EliminarUn placer leerte. Creo que tienes razón en todo lo que dices, en diseccionar el lado social, político o el de las creencias. La novela es un aserradero donde cortan México y un serrín de de ideas impregna toda la novela, flota en el aire y cubre el suelo . He leído muchas veces “Pedro Páramo” pero todas esas veces, han ido llevándome hacia los personajes, hacia las figuras, al dibujo de esas personas. Los actores me han sido más importantes, el modo en que han sufrido, cómo ha sido su vida, cómo la han soportado, el modo de ser ahora, en ese instante, más que puramente el motivo de su vida, el cual me interesa; pero, sobre todo, me deslumbran las figuras, salen del papel, las atrapo en su momento, en ese instante en que son final de sus vidas y desconocido comienzo.
No sé si me he explicado, -me dan unas neuras...- jajaj
un abrazo grande