LAS SOLIDARIDADES MISTERIOSAS de PASCAL QUIGNARD
ED GALAXIA GUTENBERG 2012 202 pÁG
Trad. I. Vidal Foch
" A la sombra de mi sombra le estoy haciendo un sombrero..." Manolo Chinato
Lo leí ya hace un mes, pero no quería escribir sobre él,
quizá no podía: leer, pensar, acabar preguntarme lo que he leído, lo que me ha
dicho el libro. Saber qué pisadas sigo para comenzar el camino, saber que no
sabes más que lo que te dice tu experiencia, saber que el mundo con la edad se
va reduciendo a lo que sabes de él por tu propia vida-nada-. Quignard
escribió ¿Me escribió?? Me escribió solo a mí... supongo que sí… este camino es
mío, no necesito guías, no necesito saber qué paso por las rutas paralelas, ¿Para
qué? Importa el camino, no la compañía, es tu aventura. Lo leí hace un mes, y hay
algo en ese lado del libro que me explica que la soledad hace solidaridades
misteriosas, soledades intensas o soledades de un momento concreto de la vida,
solidaridades que explican que ames un lugar que no visitas, o beses puertas
que no hubieras querido abrir en cualquier otro momento; solidaridades
misteriosas que no encajan en el paisaje total de tu vida, no aparecen en el
cuadro de tu vida hasta entonces; solidaridades que no sabrán explicarse más
allá de la soledad, pero entiendo que la soledad solo es una espera, la
esperanza que sobreviene que acompaña a una espera, de
encontrar algo, de saber qué camino podrá tomar el futuro y estar
sentado al final de él, o esperar en el puente que cruza de un lado al otro de
las lagunas, junto a la última esquina; esa
espera de saber qué es lo que queda, o, a lo mejor, de esperar que algo cambie, o, sí, que exista una explosión milagrosa que pueda
salvarte de tu espacio vacío. La espera… todo es espera en este libro, todo fue
espera, todo fue el deseo de querer que algo cambie, de derrotar enemigos o
cambiar mentes, cambiar momentos, espera de cambiar pasados…cambiar, ¡sí, es
cambiar, por dios! Cambia, cambiar el espacio por la masa, lo vacío por la
piedra. Cambiar el presente., cambiar el pasado…
Claire vuelve al pueblo de su infancia en una Bretaña que
inunda su espacio con espacios vacíos en el paisaje, y lugares vacíos en el
pasado de ella en ese pueblo, donde paso su niñez, con la compañía de su
hermano y de un amigo, Simón, viviendo en casa de una familia que no quería,
que no los querían ni a ella ni a su hermano, tras desaparecer su padres. Pero en aquel espacio
desnudo, en aquel tiempo opaco, ella deja el pueblo, deja esa vida, deja a
su hermano, deja apenas jirones en aquel
pueblo, en aquel tiempo, en aquella verde impaciencia, deja, en aquella huida, a Simón, su amor abandonado: cuando vuelva él
estará casado, y , a pesar de ello, reinventarán el amor pasado. Pero la vuelta
supondrá encontrarlo y perderlo, la vida no es como esperas: el fin de la relación,
el abandono, la imposibilidad, la nada, el olvido cansado, el olvido no
necesario supondrá el inicio de la eterna espera por él: ella mirando tras las esquinas esperando
que él aparezca, ella mirando el mar desde las colinas verdes y húmedas esperando
que aparezca en su barco, todo por un pequeño instante, por una ráfaga de su figura, por su gabardina
marina saliendo de la cabina del barco, por el instante de saber que está vivo, de que exista, de explicarse
a sí misma que está viva por eso, de que nada se olvida, -de que se vive para
esperar que hoy , sí hoy, cambie el
mundo, tu mundo-, porque él
está. Que su vida es esperar que se cruce en su camino, de verse en las
entrañas del pueblo, de mirarse un instante en la cristalera de la farmacia que
él regenta, de que la vida sigue hasta que no lo hace, hasta que las rutinas
sustituyen a la vida, y la espera es la única rutina, aun sin vista, aun sin
figura que ver.
La vida de ella en la
soledad de un casa en el páramo que subee desde el acantilado, acompañada de su hermano y el amante de él,
solo se reduce a moverse por el mundo, a saciar su esperanza: esperanza,
espero, esperar,la espera no tiene desesperanza, pero la desesperanza si tiene espera … despedir a…desesperanza, amar, vivir, amar, morir,
amar, saber del mundo, saber que nada queda, nada queda solo el verde las
colinas, el mar es verdad que existe, solo el mar y el horizonte que no tiene
fin, nada tiene fin….todo, todo es saber
que el mundo gira y todo existe por un pequeño instante, por una fugaz mirada , por un deseo
posible, por una potencia, porque puede ser probable, pero que aunque no ocurra
la espera hace merecer la pena, la esperanza de todos los días, de poder
ver, de pensar que este otro día será el que cambie este monótono discurrir de
los días…¿Queda algo?
El verde de los paisajes rodea las letras, mezclado con la
bruma que asciende del mar y de la tierra, los paseos reducen el mundo a unas
botas llenas de rocío o escarcha, las estrellas son pasos hacia el mundo que no
se irá, el sol solo es un semáforo de
entrada al día, a la mirada, al sentarse a ver el mundo: el mar, un mar con
figuras, con barcas llenas de una sola persona, ¿el habla se reduce si no
hablamos? Amanece y las puertas de la tierra y el mar se abren y cierran por
solo una razón, saber que podrá ser diferente al anterior, solo esa
probabilidad abre el mundo, como los mares del medio oriente rojo, solo se
abren para esperar que sea diferente.
Sumido en la prosa esférica de Quignard, esa que rodea el
mundo con pasos cortos, con frases detenidas y definidas hasta mostrarte todo
el globo terráqueo, redondo y verde, de hierba finísima que parece que oliera
cuando lees su libros.