GILEAD de MARILYNNE ROBINSON
Galaxia Gutenberg 267
Pág.
Traducción de. Montserrat Gurguí y Hernan Sabaté
Supongo que alguien que escribe o que vive o que
ejemplariza o que evangeliza o que enseña desde la moral o que exige un comportamiento
personal acorde, incluso sometido, a unas pautas por él dadas o, como mínimo, por
él enseñadas, pretendería que su propia actitud, o de sus similares, o su modo de vida o de pensar sea acorde
a dichas pautas. Ello supone ser faro para
unas personas que aceptan que así sea, y que esperan que lo que hagas esté de
acuerdo a los preceptos y a las enseñanzas dadas y aceptadas. La asunción de
dicha responsabilidad supone que toda la vida debe ser vigilada para cumplir
con tus propias ideas, y que sea para el que enseña como para el enseñado una forma
de vida, no una imposición. Sin embargo puede ocurrir que el paso de la vida haga
que tu pensamiento, incluso tu obra, se separe de ello. La vida puede exigirte -empujarte- que vayas por un camino que no quieres o puedes seguir para cumplir tus preceptos
o que exijas de la vida más de lo que puedes dar o no sabes encontrar el límite
de lo adecuado.
Límite… encontrar el límite… de las enseñanzas religiosas, o del vivir bajo las normas de una vida intensamente religiosa, es una, la mayor, de las búsquedas de este libro, porque, a fin de cuentas, eso es un
libro: una eterna búsqueda de explicaciones a tramas internas o a pensamientos
externos a él. Pero me adelanto…
John Ames es un reverendo que lleva a sus espaldas el cuidado religioso -y a veces personal- diario de los feligreses de una pequeña iglesia de
un pequeño pueblo, Gilead. Él es el tercero de la familia, con su padre y su
abuelo, que dirige la iglesia de ese lugar pobre y perdido en
Estados Unidos, que fue creado antes de la Guerra Civil norteamericana por una Iglesia abolicionista para ayudar y dar
refugio a los esclavos huidos del Sur.
El reverendo, ya anciano y con una enfermedad terminal,
escribe unas cartas al futuro, para su pequeño hijo intentando explicarle, enseñarle, aconsejarle, darle,
lo que no podrá cuando el niño sea mayor y necesite consejo o explicaciones
de un padre que ya no estará. Hablará de su vida y la de sus antepasados para
responder las preguntas que quizá se haga sobre su pasado; o, quizá, intente
buscar entre esas líneas la solución a las cosas que lo afligirán o lo
perturbarán. La empresa supone hablar de la vida, supone explicar la niñez del
Reverendo, hablar de su abuelo, reverendo cómo él en la misma iglesia, y que
luchó, y no solo con la palabra, contra la esclavitud. Su pistola de la guerra
civil, sus ropas, aún resuenan y brillan, escondidas, en la mente de John Ames, con ese pudor que transpiran las personas que admiran a alguien, pero retienen un espíritu de reproche o duda hacia él;
y resuenan aquellas imágenes por su extrañeza, por su sorpresa de niño y de adulto ahora, y lo hacen tanto como el recuerdo del viaje con su padre, aclarador y oscurecedor a la vez, en búsqueda
de la tumba del abuelo, en un campo vacío en un pueblo casi abandonado… Imagen,
casi ejemplo, de las ideas que se
pierden, de aquel tipo de hacer religión, de enseñar lo cristiano a su manera o o mael abolicionismo ya olvidado.
El suceder del tiempo, cuando ya su padre es el regente de
la Iglesia, supone el excesivo furor por la vida religiosa, será un cumplidor exacto de
las pautas que deben ser dadas y exigidas. Tomado ya su puesto, el pueblo es un lugar en el que John
Ames descubrió que su mundo era
pequeño y grande a la vez: lo ancho de aquellas pequeñas
calles, lo vacío de aquellos campos
desnudos, lo inacabable de su ministerio. La vida pareciera retorcer el tiempo y que este se recortara así que pasaba con rapidez como si John
Ames pasara el tiempo entre canciones religiosas, sermones y soledad,
hasta que nació, casi al final de ese tiempo, un amor extraño, casi desnudo de vida, con una mujer aparecida
casi de la nada, casi sin un pasado que reconocer, con la que se casó, y nació él, su hijo; al que no podrá educar más allá
de sus 9 ó 10 años. La vida es extraña, da vida cuando no la tienes –amor e
hijos cuando ya anciano- para quitártela cuando más
la necesitas. Es extraño el surgir de la palabra cuando quieres explicar
lo que supone dejar tu herencia más allá del escaso dinero… mucho más… dejar la
herencia de una enseñanza moral o ética: es extraño el intento que hace que desde el pasado querer dejar tu impronta en el futuro incierto, aunque fuese pequeña, y querer hacerlo en la actitud
de tu hijo, en los pasos, aunque sea uno, que dé en la vida.
Límite…retomo a los límites… Retomo la necesidad de encontrar
ese límite de lo adecuado, aunque supongo que la palabra adecuado no expresa bien
lo que quiero decir, supongo que sería mejor decir: el límite de lo moral o religiosamente
correcto. John Ames busca, gira mucha de su vida, sobre lo que se puede o no se
puede hacer desde tu puesto de representante religioso de una Iglesia o,
simplemente, de una comunidad religiosa pequeña. Así, su abuelo es el ejemplo
del uso de la violencia en la defensa de sus ideas y de la vida de otros
hombres, era un hombre desmesurado y vigoroso que luchó y -no lo dice, pero lo
intuye- mató e hirió, por su causa religiosa. ¿No está en contra de sus propias
reglas, de sus preceptos?. Que compensó el padre de John llevando el servicio a su propia feligresía al extremo . Él, John Ames, con un pueblo diluido ya y empequeñecido, ya olvidado el propio origen abolicionista del pueblo -La iglesia de la comunidad
negra quiso ser quemada....y se fueron del pueblo- ¿Ya
no era un pueblo de protección para los negros, para los débiles, y perseguidos? -. En donde otras Iglesias ya llevaban la palabra de Dios de otra forma; él encuentra sus
límites en lo personal de su comportamiento
y de su pensamiento (el orgullo, los
celos, la envidia, el rencor…) , y se encuentra en encrucijadas, en las que su
mente de hombre , de Reverendo precavido, supera las reglas religiosas, de
nuevo, para encontrar acomodo en los lugares de donde lo oído, lo supuesto, prevalece sobre lo
demás-la realidad-, donde el no perdón, o la no compasión supera a las enseñanzas dadas, donde
la vida te pone a prueba y debes dejar el resquicio por donde escapar.
- ES curioso que sobre la relación de luchas de ideas, de pensamientos religiosos o morales, sobre la descripción de la vida en el pueblo, o en familia, sobre el pasado oscuro o brillante, es curioso que sobre ese suceder de cosas, sobre John Ames y el pasado y el futuro que no tiene, prevalezca, un sentido de belleza que retiene el propio John en sus cartas a su hijo: desde un ocaso luminoso sobre la tumba desolada de su abuelo, hasta una despedida desde un maizal que refleja agua o luz o el pasear solitario de un hombre, o el sueño en la mecedora, o la caricia escondida en la mano de la mujer de John, o la simple soledad en una iglesia semiderruida en la que entra un rayo de sol distraído o…todas esas pequeñas cosas hacen que una historia de vida, de lucha, de muerte, de futuro sea, también, de belleza. Supongo que una parte de la vida está en buscar la belleza de las pequeñas cosas, o alguien, religioso, diría que todo es belleza si miras lo creado por su Dios.