PIEZAS EN FUGA de ANNE MICHAELS
fugitive pieces 1996
Edt. Alfaguara 308 Pág.
Trd. Eva Cruz García
Encuentra el modo de hacer
necesaria la belleza; encuentra el modo de hacer bella la necesidad.
Siempre escribo
reseñas acompañado de música, que puede variar en edad y mesura,
pero esta reseña me ha llevado, no he tenido otro camino, a la Misa
de Réquiem en re menor de Mozart. Toda la tragedia, todo el
dolor y misterio que acompaña a cada una de las notas de la
partitura, solo es comparable a la belleza, a la estremecedora
delicadeza de sus coros, al sonido trágico y conmovedor de las voces
que cantan el Kyrie Eleison; a
la imborrable sonoridad del Offertorium. Lo
que debiera ser un canto fúnebre, se convierte en un turbador signo
del esplendor entre cualquiera de las artes. De
igual modo “Piezas en fuga” es la constatación de una tragedia,
donde el olvido es imposible, donde el dolor y el recuerdo son como
voces, ecos, que se elevan como un Réquiem insistente, agudo,
lacerante, pero querido, porque todo lo que se olvida parece morir,
todo lo que no se extraña acaba en el rincón oscuro de la mente,
ése donde la mente no perdona pero sí encarcela todo el pesar por
las personas y, también, por los hechos -las caricias, el sonido de
un piano, de una risa estridente, de un olor penetrante, de un rastro
de pisadas amadas en el barro- que se quedaron atrás injusta y
salvajemente. Pero, como en el Réquiem de Mozart, la belleza de la
composición de Anne Michaels se suspende sobre el libro, como una
brisa suave que domina una atardecer ardiente -infernal-. Las
palabras elegidas, las imágenes, la profunda poesía de sus textos y
sus ideas, los recorridos de sus personajes, todo, son como partes de
un composición coral , que al unísono recrea un movimiento infausto
pero con voces precisas y hermosas. Así aparece esa extraña
contradicción que entraña todo el arte, y, ciertamente, la
literatura que es el enfrentamiento de lo bello y lo triste, lo
hermosa fealdad de un texto donde lo que cuenta se enfrenta a cómo
se cuenta, ese brutal choque entre lo que no quisieras ver en un
papel -que repudias lo que cuenta- pero admiras la forma en el que
al autor se ha enfrentado a él y lo ha contado. Infierno de
hermosas fogatas.
Cuando un hombre muere, sus
secretos se juntan como cristales, como la escarcha sobre una ventana.
Su último aliento oscurece el vidrio.
En esta novela, escrita en primera persona, el protagonista es Jacob,
un niño judío polaco, que presencia el asesinato de su familia por
los nazis. Huye sin destino ni esperanzas de su escondite y es
salvado por un profesor griego - Athos- que lo lleva a su tierra.
Allí, escondido durante los años que duró la invasión nazi de
Grecia, va aprendiendo a vivir pero no a olvidar a sus padres, a su
hermana -Bella-, al horror, va sucumbiendo al terror a la vida que le
acompañara gran parte de su vida, pero, también, va aprendiendo a
conocer y querer a Athos -su forma de ver la vida y el mundo, sus
gustos, sus manías-. Los dos emigraran a Canadá, donde Athos sera
profesor de geología y escritor de libros que denuncien la barbarie
nazi. Allí Jacob conocerá otro mundo, otra vida, pero nunca se
separará del fantasma presente y querido de su hermana y de la
presencia atronadora de sus padres, pero tampoco de los terrores que
le sobresaltan el sueño, le atosigan el alma, le hacen voltear el
corazón. Pero, también, allí conocerá a sus más queridos amigos
y a su esposa, que cambiará su forma de ver el mundo y el
pasado.
Escucho los sonidos de la
preparación del desayuno, sonidos que duelen. Escucho a Yosha, cada
nota aprendiéndose el aire. Labios de gravedad me empujan hacia la
tierra. Lluvia helada se adhiere a la nieve recién caída, plata y
blanco. En el sofá de Maurice, los juncos se enredan a lo largo de
la orilla del río, la lluvia de primavera cae con fuerza en la
artesas de hojalata, la habitación está sumergida en el clima. Cada
sonido es tacto. La lluvia sobre los hombros desnudos de Michaela,
Tanto verde, que vamos a pensar que tenemos algún problema en los
ojos, Ninguna señal se da por sentada. Otra vez, otra vez por
primera vez.
A Anna Michaels, no le importa tanto construir una novela
estrictamente escrita con los cánones de composición al uso, no
creo que fuera esa su intención, ella necesita contar una historia
sobre unos hechos terribles, para los cuales no escatima imágenes
crudas y demenciales -como lo fueron- de las salvajes atrocidades de
los nazis, y las cuenta como poeta que es, así como escritora que
busca en lo más profundo de la mente y del comportamiento del ser
humano; de ese modo habla de todas los pasos que da el ser humano: el
crecimiento, el amor filial, el amor de la amistad, el amor sexual y
sensual, la madurez, el ocaso. Y cada paso que dan los
protagonistas,-sus errores, sus triunfos, sus manías, sus rencores,
sus miedos – es acompañado por una preciso corte, una elevada
punción, que muestra sus entrañas, sus más recónditos anhelos,
sus más profundos odios, sus mas queridas cosas, sus pequeños
apegos. Es una novela sobre los latidos de Jacob, sobre su
desordenada e insegura vida. Su historia no tiene, no necesita, un
lugar, ni siquiera unas anteojeras que le enseñe el camino, se mueve
con el impulso que le da la memoria, y, por ello, sobre el recuerdo
y el olvido (imposible, posible, deseado, odiado, amoroso, cruel). La
memoria no tiene estanques, no tiene puentes ni diques, planea sobre
las personas desmedida y afanosa, como el vuelo de un albatros, como
la belleza de un atardecer en la isla Griega donde vive Jacob con su mujer (la mujer que lo salva). Éste es un libro descontrolado
como una larga poesía, sin cuartetas ni tercetos; es una narración para leer con el alma oprimida y los ojos lastimados por la luz oscura, pero con la alabanza de una creación bella, apasionada, firme en los conceptos, y admirable en los verbos, en las recreaciones, en los dibujos de vidas, en los paisajes, en los caudales de sentimientos, en los adjetivos, en los sustantivos, en todo, o en casi todo; es un libro sobre
Jacob, un niño desmantelado por la vida, al que le salva el amor -de alguien, el oculto en el mundo-, el
que le ayuda a ayudarse a él mismo, el que preña sus sueños de vida
por vivir más que vivida.
Es una novela de lágrimas, de rabia, de odio, de sensaciones
bastardas, pero también es una historia de redención, de búsqueda
de salvación, de recuerdos, de poesía contada para ser apreciada
como una bebida anhelada tomada a pequeños sorbos.
Impresionante