Transcurre el siglo XIX y el cólera se ha extendido por la Provenza francesa. Angelo, un teniente de húsares italiano, exiliado de su patria por matar a un traidor en un duelo, recorre los pueblos de la región bajo un sol abrasador. Pueblos que reventados de cadáveres o de gente amenazada por esa muerte y por el miedo se suceden uno tras otro. El odio y el temor al extraño hace que Angelo sea perseguido a través de las calles de una pequeña ciudad , le acusan de haber contaminado las aguas de las fuentes; para huir de aquellas gentes se refugia en los tejados...
Si comienzas a leer la novela lo primero que desprende es una hálito de meticulosidad: cada frase es exacta, cada imagen es precisa, cada color es oportuno, cada momento es conveniente; Giono crea un cuadro esplendoroso, cada detalle importa, de tal manera que el paisaje, el calor, las impresiones, los olores, la sed, los tonos de los árboles, la curvatura de las mieses, las imágenes que Angelo ve, todo, es creado con admirable pulcritud. De la misma manera se refleja lo agradable y lo desagradable, lo amable y lo grosero, el silencio y el ruido, la muerte y la vida; no hay termino medio, todo aparece, todo es parte del mundo y de la sucesión de aconteceres , nada se deja de lado porque todo es verdadero.
Giono crea una novela en la que combina la reflexión con la aventura, Angelo recapacita sobre su vida, sobre lo que en ese momento sucede, en cómo analizarlo desde su punto de vista de soldado -casi desde el punto de vista caballeresco-, pero también medita sobre sus ideas políticas, en cómo condicionan sus análisis; para luego abrirse a la aventura , a la valentía, al vivir el momento incluso entre las montañas de muertos que lo rodean, en las condiciones más desagradables y más insalubres. En los momentos tensos, Angelo lleva por delante su coraje.
A pesar de ser una novela plagada de muertes , no deja de ser un canto a la lucha por la vida; a la pelea cotidiana por sobrevivir en medio de la podredumbre; a seguir el camino aunque este se desvíe por acequias secas y por hogueras de muertos; a continuar la contienda por encima del desfallecimiento. La vida es bella y debe vivirse más allá de todos los sucesos tristes y horribles que la rodean.
Pero no debo olvidar que también es un canto a la camaradería a la batalla conjunta entre hombre y mujer, más allá de las clásicas pasiones de novela - mucho más allá de ello- para sobrevivir en aquel mundo terrible y derruido, para escapar pero para llegar a un fin conjunto, unidos por la compañerismo y la lucha. Incluso hasta el punto de arriesgar la vida propia por la vida del compañero que apenas unas horas antes no conocía. Lo terrible une y la hermandad también .
No busques en esta novela amores insondables , no la traiciones de esa manera, no habla de ello, ni siquiera murmura sobre ello, aquí es la vida la que importa, todas las estaciones de la vida, cada una de sus paradas: duelo, alegría, lucha, confraternidad, dudas, huida, vuelta, retroceso, avance, hambre, sed, aventuras, tristeza, asco, dolor, vileza, compañerismo... Nada deja de lado Giono, nada se queda en las afueras, todo se refleja en su escrito, cada cosa aparece en su justo momento y su reflejo es oportuno.
No sé a quién recomendar esta novela. Es una gran novela llena de momentos duros y lecciones de literatura admirables. Supongo que debo recomendarla a quien no se asusta por la verdad escrita, por la dura realidad de una enfermedad, a la cruda objetividad del cólera, y se deja acompañar por palabras, líneas, páginas, capítulos llenos de fuerza y de una forma particular de entender la literatura como la que tenía Jean Giono.