martes, enero 24, 2017

EL PADRE MUERTO de DONALD BARTHELME

 




















the dead father 1975
Ed. Sexto Piso Pág. 187
Trd. Catalina Martínez Muñoz

Las noches de estudio, por aquel entonces, en la universidad eran largas, llenas de café y de miradas aburridas  a las paredes llenas, en aquel piso de alquiler, de espantosos papeles pintados de lo más profundo de los años 80, o 70 o 60 ...a saber, de cuadros de paisajes de campos vacíos con montaña al fondo, de muebles que se torcían de viejos, de manos que temblaban de frío. Aquellas noches para sentirme acompañado, tenía a mi lado una radio que, movido por mi inadaptación a oír una emisora más de 10 minutos seguidos, cambiaba a menudo, y aquel mover el dial a las 3 de la madrugada, es una sensación que siempre se me quedará en la mente, aquel pasar de una emisora en inglés, a una retransmisión de música clásica, a más allá los Rolling imposibles a esas horas de la noche, y la aguja se movía emitiendo ese ruido granulado y nervioso, hasta que una voz hablaba de amantes por la noche, y otra sobre espectros y aparecidos, susurrando las palabras, arrastrando las vocales. Todos esos sonidos, todas esas voces fantasmales, todos aquellos sitios distantes cosidos por una aguja y el cabeceo del sueño hastiado de café, se unían en un grupo bastardo en origen, y completo en el final: la voz de Mick Jagger hablaba desde las ondas sobre espectros, que se abalanzaban sobre el comentarista inglés que acariciaba a su amante castellana que amaba unos compases de música clásica; la aguja del dial me susurraba sonidos inconexos que aún suele repetirme, de madrugada, por la noche – Mea culpa –. Barthelme es la aguja de la radio que nos va llevando por sus espacios, por el éter de lo surreal, por la maza del enfermo crónico de mordacidad. Nos fantasea desde los límites de la ficción, una vez rotas las vallas de la teoría clásica de la novela, él está en otros territorios, porque no es ciencia ficción, no es realismo mágico, es otra cosa. Es el sueño de las ondas de la radio cuando todos estamos dormidos, en esos momentos que cuentan que existe ese sitio en lo que lo absurdo es tan real como lo lógico, donde los muertos hablan y los vivos no mienten, donde el humor no está sujeto a reglas, donde la irrealidad solo está en la mente de los dormidos, ese lugar donde nadie parece estar fuera de tiempo, nada parece fuera de lugar porque en ese lugar todo es posible.


El Padre Muerto medía 3200 brazas, es enorme, ocupa barrios enteros, circunda manzanas, su cabeza apoyada sobre el asfalto se eleva metros hasta la punta de la nariz. Es el cuerpo insepulto del Líder, del Poseedor de la Verdad, del Dictador Onmívoro de poder, ¿postrado a los pies? de un grupo de personas que deben llevarlo a su tumba: allá está el que probablemente sea su hijo Thomas, y su amante Julie, y un montón de hombres pagados (19) que arrastrarán el cuerpo hasta ese destino triste, porque un tractor quedaría cutre y poco reverencial. El viaje es un momento en el que el el Padre Muerto expondrá sus razones por las que hizo lo que hizo, por las que quiere pensar que vive, y por las que comentar su vida con sus acompañantes, y digo hablar, porque aún muerto habla y mata y salta, y desea sexo y se enfada. Pero su hijo Thomas sabrá contener sus iras y venidas, sus apetencias de viejo muerto, sus deseos de muerto insepulto. El grupo viajará por un país en las que las aventuras será pocas, los placeres escasos-más allá del sexo esporádico- el alcohol probable y los bailes escasos y siempre iguales -acaso algún baile con gorilas que no saben bailar y menos entablar una conversación oportuna-. Y lo llevarán a un final que no se debe contar, que no se debe decir en una reseña, pero lo lógico se olvida en esta novela, los cuentos parecen largos y las novelas cortas, y los amantes escasos y las culpas divinas. Los muertos se entierran para hacer hueco a otro que enterrarán dentro de algunos años tan grande e inutil como el anterior, tan ridículo y sabio como él.

Lo absurdo muerde todos los lados de la novela, la deja rodeada de dentelladas llenas de la sangre que provocan sus armas: Barthelme golpea con una hacha los huesos de la paternidad, de la gesta de ser padre, de la doliente sensación de la conducta paternal inequívoca, de la incontestable sensación de poder de los hombres sobre sus hijos e hijas. Y con ella cuenta desde los lados más salvajes y satíricos y surrealistas, y vivaces y simbólicos y dignos de un epitafio ocurrente, la caída del poder del padre, su entierro desesperanzado, su impotencia al intentar oponerse al mundo, al nuevo mundo donde el hijo será el nuevo tontopoderosopadre, y el antiguo es enterrado tras una decadencia que trascurre entre imperdonables acusaciones, entre sarcasmo  simbólico a borbotones, entre humor para provocar que alguien diga: Mea Culpa, Mea Culpa. Torrentes de imágenes ridículas, de visiones degradantes, de visiones patosas, acusan al padre de que fue quien fue tan estúpidamente como parece, que las cosas desaparecen para volver de nuevo, sin ti, porque tu poder se ha muerto cuando ya no eres ni el mas fuerte, ni el más amado, ni el más querido, perdido en sus lejanas valentías, en sus pasados gloriosos, el alud te derriba montaña abajo; hasta que Barthelme lo hace caer en el socavón, enorme que es su tumba de tierra y excavadoras preparadas para taparte porque la grandeza solo sirve para usar excavadoras al morirte.

Morirte de pena, de humor, morirte de olvido, morirte de risa, morirte de golpes del destino, morirte de surrealismo, morirte de nuevo, morirte de viejo, morirte de tan diferente que nadie te leerá, morirte de a quién le importa, morirte de que son malos tiempos para los libros de extraña composición, morirte de pena porque acabe, morirte de pena porque lo original deja de serlo cuando has acabado de leerlo.

Si la radio callara un momento por la noche y alguien se pusiera a leer este libro, arrastrando las vocales, no provocaría miedo, solo carcajadas o sonrisas irónicas de las alocadas y extrañas imágenes que se crean en él, algunas que sonrojaría, incluso airaría, alguna mente bien pensante de lo literario y de lo “civil”; nada parece importar a Barthelme que aporrea , --aporrearía las teclas sobre las páginas del papel blanco, seguro, en alguna máquina de escribir de las de entonces , acaso oyendo la radio-- para golpear a diestro y siniestro, hasta a la propia literatura académica, al tiempo, al espacio, a la lógica, a los bárbaro y lo protegido, a lo no contable, a lo que debe callarse, a lo que callanoseasatrevido, a las almas perdidas y a los contrarios a la novela de lo absurdo para contar lo absurdo. La novela, la noche que la leyera esa persona por la radio, no la escucharía nadie-sería muy tarde ya- pero se quedaría en las ondas, como un recuerdo que deben acertar a atrapar en el dial las noches que te quedes mirando los papeles pintado de los 60, 70 u 80, y los cuadros de paisajes olvidables, y moviendo el dial hasta que una voz espectral hable de padres, hijos, amantes, simios, pueblos malditos, tumbas y sabios, Y saltarán sobre el cuello y el lomo, para cabalgar sobre él, del libro secreto que se oculta en mitad de este libro: “Manual para hijos”, una orgía de humor salvaje, de imágenes tan ocurrentes y disparatas, tan absurdamente racionales, tan atrevidas, tan locas, y extrañas que apabullan con ese aparatoso sentimiento que se produce cuando la sucesión de imágenes crea el sueño extraño del esplendor de lo mágico, de la belleza de lo absurdo, de la pereza, por un momento, de lo lógico.


Wineruda

viernes, enero 20, 2017

EL BARRIO de GONÇALO M. TAVARES





















EL BARRIO de GONÇALO M. TAVARES
o bairro (2002-2010)
Ed. Seix Barral Pág 547
Trad. Florencia Garramuño




El otro día llovia, llovía mucho, pero me decidí a pasear al lado del río, llevaba los auriculares conectados al mp3 y oía, por milésima vez, el concierto para piano opus 54 de Schumann. El fragor del rio no ocultaba el sonido del concierto desde que entra como golpeando la puerta en sus primeros compases y que, desde allí, se elevaba por encima de las caídas de agua y el sonido de las piedras chocando entre ellas, y la furia color crema que intentaba silenciar la melodía casi esférica, el piano de teclas hechas del material de los ecos que vienen del pasado, y de la orquesta tan circular y soberbia como para entretenerse en decir cómo es. El otro día llovía, llovía mucho, y decidí no salir a pasear al lado del río, así que me animé a abrír un libro y oír el concierto para piano opus 54 de Schumann, mientras lo leía. El fragor de la belleza del concierto para piano, no podía compensar el estruendo que brotaba del libro, ese soberbio ruido de caídas de verbos y adjetivos, el que se genera cuando la poesía se choca con la prosa, el furioso sonido de las hojas blancas peleando por mostrarte el texto, ser las primeras, entre el estruendo del piano que se arremolinaba junto a dibujos que expresaban ideas casi filosóficas, entre la algarabía del violín rasgando poemas que parecen surgir de verbos, que parecen surgir de sustantivos, que parecen surgir de ideas, que parecen surgir del ruido de una cascada que gotea, que parece surgir de la pared donde nace la sensibilidad de un poeta; no podré dejar de lado la algarabía del violonchelo que no podía con el jaleo que generan los personajes que muestran su excentricidad a prueba de disfraces,  muestran su carácter instruido, destructor y corruptor de las malas ideas, corrector de las buenas, su ironía a disgusto de mercaderes de leyes; y que pueblan el libro; jaleo que se eleva del libro tapando el ruido que hace el rio, la orquesta, el piano, y el sonido que hace la obra al abrirse, pero no al cerrarse porque no se puede.

“El barrio” son 10 cuentos largos o novelas cortas, o libros sobre reflexiones largas y cortas de texto, o un libro sobre dibujos que aleccionan textos, o textos que crean dibujos, o minicuentos que se ensamblan para componer cuentos, o cuentos que se encajan para componer minicuentos que, a su vez, se dividen en micro-ideas luminosas, que se descomponen en todos los colores del arco iris llenos de ideas. Ideas que tantean a oscuras hasta encontrar la salida y unas veces salen por el rojo, otras por el blanco o por el amarillo o... Todo depende si el Personaje al que le toca salir de su casa del barrio, y nos muestra su vida y sus pensamientos, sale de noche, o sale de día, o sale derecho o sale tumbado, o sale borracho, o sale filósofo, o sale poeta o sale periodista o sale argumentador, o sale inventor, o sale soñador, o sale paciente, o sale displicente o sale hablador, bueno eso no, habladores son todos. Desde el que vive en constante lucha con la enciclopedia y la absenta, buscando la manera de que se hermanen en el punto justo de inteligencia y actitud, y y mantener el estado de equilibrio que todo buen enciclopedista debe tener en un bar. O podemos ver que sale por algún agujero que han abierto las micro-ideas y que se van convirtiendo en otra cosa, crecen como los cachorros de perro de san bernardo, a una velocidad inusitada, y las buenas ideas se convierten en grandes ideas en pocos pasos del calendario; y, como decía, entre los cuentos, aparece un señor, -Breton creo recordar, pero no es importante, lo descubrirán ustedes- que se entrevista a sí mismo buscando razones de la poesía para ser así, modos de ver la poesía, pero no se contesta, hoy está arisco. Hay un señor Eliot que busca entretener y educar al barrio disertando sobre versos de la historia de la poesía, y se sale de sus cauces y entra e invade e imita y desenrolla y enrolla y es poco amistoso con algún poeta al que critica, con denuedo, por ese verso. Y hay un señor Calvino que es tan listo como su homónimo y busca equilibrar el mundo equilibrando su mundo, es un tipo de frases sentenciosas muy rectas similares, pero en distinto nivel claro, a las de un juez a punto de jubilarse -pero no legales evidentemente-. Y hay un tipo que pierde su casa en medio de una catástrofe de gremios, y otro que dibuja en objetos circulares y cuadrados-entre otros- las razones por las que el mundo funciona y los modos por los que debería funcionar, con una idea esquemática y cruel para con los filósofos de letra armada. Y hay un periodista que apostilla textos ácidos con ideas crueles contra la estupidez---¡cuál? La política es evidente... Y hay un señor Juarroz, que inventaba su mundo cada día,. Y hay un señor...


El primer movimiento del concierto opus 54 de Schumann es el allegro affettuoso, no sé italiano, pero es evidente su significado, creo. Encaja en el libro, alegre porque el libro es un dispendio de humor sagaz, un despilfarro de ironía, un desembolso de sentencias cortantes como los filos de los folios A4; y es tanta, como digo, que desborda el libro, se va por las páginas, arrastra letras que chocan entre sí, y crean un estruendo  de sonrisas, lógica pedestre y empatía que no deja oír que son las 4 de la mañana en la maldita campana de la iglesia que aun sigue sonando, no sé la razón, y ya debo apagar la luz, y esperar que este desbordamiento del libro continúe mañana, y que el señor Henri, el señor Breton, el señor Calvino, el señor Valéry, el señor Brecht, el señor Juarroz, el señor Walser, el señor Kraus, el señor Swendenborg y el señor Eliot , (¿habrá algún señor Tavares?)sigan estando mañana -hoy- en las hojas del libro y que la algarabía  de la inundación tarde en acabarse porque la belleza de la visión y de lo que lleva el agua, es, como la del Nilo, la que alimentará las orillas  fértiles de la imaginación y de la sensibilidad por los cuentos, o la  poesía o la filosofía o el humor o la lógica extraña o la ironía o el dibujo o lo que rayos sea esto...


Terminó el libro y escucho a Schumann, parece que se echan de menos... ¿Será la belleza?...



Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...