MADRID CALLEJERO de JOSÉ GUTIÉRREZ-SOLANA
(1923)
Ed Trieste Pág. 204
Si alguien quiere descubrir un cuadro de Gutiérrez-Solana
sin trazos, sin esos colores tierra y oscuros, sin esas caras de terrible
verdad, de dureza y muerte, de conformada tristeza; si quieres descubrir con
palabras, no, mejor diría, si quiere descubrir cómo Solana pinta sin pincel,
sin caballete, sin tela, que lea este libro, y aquí descubir ese mundo tenebroso, crudo,
ese lado distinto de la vida que veía él, descubrir el costumbrismo que en él era un estado, un acompañante de excusa y de motivo, que
a él le obligaba su interés, y querencia de vivir en un lugar lejos del centro de vida normal para los demás, lejos de esa
circulación normal y diaria de los literatos y pintores que circulaban aquel
Madrid, aquella España, aquellos tiempos. Esa gente –esos personajes- que él
pinta y describe, aparecen en lugares de alcohol, lugares de vino
rancio, de toros muertos y vivos, de carnavales pobres, de gente que no tiene nada, de tristezas e imposibles, de soldados canallescos o valientes, de toreros sin suelo, de prostitutas. Eran
esa gente del arrabal y mano sucia, del mendrugo, de la bota de vino en el hombro, de baile del
domingo endomingada, de sabores recios de campo y vida pobre; era gente que no
vivía solo sobrevivía en una ciudad que crecía, que nacía y moría: moría de
vieja en las casas que iban demoliendo para hacer nuevas calles, nuevos
territorios para ricos para otra vida que no era la de los que allí, entonces,
vivían. Y de esa muerte nacían nuevos territorios nuevas calles que llegan
hasta hoy llenas de riqueza y poder, lejos de aquellos paisajes
costumbristas, hechizantes y espantosos que allí entonces estaban.,
Muerte y vida como en
toda la obra de Gutiérrez –Solana.
Pasea, en este libro,
Gutiérrez-Solana, por Madrid, y parece que nos va mostrando su paisaje,
su lugar de apetencia, y dichos lugares acompañan su ideología, su círculo
vital, el recorrido de sus cuadros, de su estado vital, la impronta de su
imaginación y su querencia-apetencia-, dichos lugares son la iconografía que
descubre sus cuadros, o sus cuadros son la iconografía de esos lugares, de esas
gentes, su resumen, su sello en la vida, su demostración que existen, que
existieron. Aparece, así. lo tenebroso,
lo terrible, lo macabro de los cementerios viejos, de cuyas tumbas viejas y
reventadas. Gutiérrez-Solana descubre una parafernalia de difuntos y ataúdes rotos,
y un discurrir de osamentas y huesos podridos que descorazona, pero, a la vez,
refleja un estado y un diario de una vida en ruinas, Es el estado de un
personaje que ve derrumbar un pasado; él llora por las cosas que van cambiando,
por las casas que no volverán, las costumbres, los territorios propios e
impropios que no verán nueva luz, en esa época de los años 20 del siglo pasado,
todo se derrumba, calles, casas, cementerios, voces y paisajes. Su descripción de la
muerte, de lo macabro asusta y espanta, pero no deja de ser el discurso de
una querencia que acaba en sus cuadros, que muestran más allá que sus trazos,
como aquí de sus letras.
De las calles que aún conservan su estado viejo y decadente,
de aquellos lugares, tabernas, tugurios, casas de putas, de rastros de cosas
viejas y robadas, de horas y sitios y estados de cuando finaliza la noche, él
descubre el momento en el que todo discurre y todo se para. : él encuentra momento-líneas, dibujos, palabras, trazos-
para las prostitutas, para los viejos derrotados, para ciegos arruinados, para
marineros borrachos-navajas, puños y canciones de nostalgia-, para titiriteros, para disfrazados sin miedo, para feriantes de carreta rota, para soldados sin
destino, para toreros muertos, para viejas desdentadas, para alcohólicos sin futuro (muerte y vida).
Descubre esos lugares porque él se siente cómodo en ellos , y , por ello, pasea y en el paseo
describe, casi al paso, como una descripción contada al oído, la sensación de
caer en las profundidades, de caer rendido en aquel olor a vino viejo, a suciedad, de caer rendido a la
sensación de vivir entre el color ácido de aquellas calles, a sentir el viejo sopor de las mañanas sin ir
a dormir, sentir el olor a ropa vieja, a
soledad, a vómitos y borracheras, al sonido de las peleas y los perros
aullando, sentir a las gallinas que salen de los patios sin baranda. Sin
embargo, él las ve desde un lado , y desde arriba, él las conoce, él se reduce a un estado para incrustarse en ellos, sabe de lo que van las cosas, ha estado
allí y ha besado, bebido, arremangado
sus chaquetas para pelear o no mancharse, pero, así y todo, en el libro siempre está un paso al lado, acaso por pudor
de escritor , acaso, más seguro, por
distancia de pintor, de dibujante al lado del protagonista.
En la parafernalia que acompaña sus cuadros siempre aparece
el carnaval, en ellos, y en las fiestas de San Antón, del Dos de Mayo o en las Verbenas,
Gutiérrez-Solana escribe sobre ambientes, sí, pero también sobre personajes,
sobre hombres concretos, que acaso vivieron, existieron, acaso no, no lo
sabremos, o quizás solo fueran el personaje escrito de un cuadro, el
reflejo soñado, o pensado, de un hombre
o una mujer que se cruzó en su camino, y en el queen el libro él recrea su historia, hasta
su vida y su muerte, o los viajes o caídas , como si le siguiera toda la
noche-toda la vida-, y es la misma que en sus cuadros pinta, esas caras triste,
terrible o cansadas –o estoicas-, que
parecen contar la vida pasada y futura de sus personajes, de sus figuras; en
este libro los describe y en su cuadros los pinta. En esas fiestas y celebraciones, aparecen una sucesión de
situaciones casi teatrales casi domésticas-como si la viera en el momentos que
las escribe, como una foto -como un cuadro-. pero Gutiérrez-Solana no solo
describe estos momentos sino quevemos el color que parece dejar ver el libro, el tono que
surge de las descripciones de sus páginas, de sus personas, de sus máscaras, de
sus vestidos, de sus ambiente sórdidos, tenebrosos, desagradables pero también
de sus momentos de baile, de broma, de
carnavales, de toros en Las Ventas, de baile en las campas, de verbenas y
carretas de fiesta; todos son de un color ocre(tierra) o negro(apagado) o
blanco (sucio), como los que predominan en su cuadros. Y hasta lo brillante
apenas ilumina lo que unos ojos en un cristal oscuro, lo que el pico de un
cuervo en una noche sin luna, el pico que desgarra y ataca, solo parece
descubrirlo el graznido oculto y que entraña miedo que parece salir de las entrañas.
El discurrir del libro, con las opiniones drásticas, a vece
escandalosas, sin pudor , directas, sin cortapisas, con frases radicales, hasta
desagradables sobre algunas personas, temas o ideas, todas describen a un personaje directo que
desprendía todo lo que pensaba , que narraba y opinaba sobre todo lo que veía , a su modo, que
mostraba ese mundo lejano, que es difícil de distinguir desde el segundo donde
vivimos A pesar del pesimismo oscuro, macabro casi enfermizo de sus visiones de futuro,
a pesar del pensar oscuro. hasta con el
casi regodeo con la muerte y lo feo, aún
más allá de eso, el libro es un diccionario sobre el pintor, y es una
pintura, costumbrista y nostálgica, histórica y cruel, distinta y verdadera,
sobre Madrid; sí, pero también sobre una época, sobre un estado de aquella
sociedad, sobre un momento de la vida de aquella gente, del estrato social más
bajo que se movía por aquellos tiempos y aquellas tierras. Sobre un mundo en
cambio, que ni entonces volvió a ser.
Sé que no te extrañarás si te digo que, tarde o temprano, presagiaba la aparición de Gutiérrez Solana por aquí. En más de una ocasión hemos intercambiado pareceres sobre él, y se ve que ambos tenemos una especial querencia por estos tipos, un pintor de expresión más sombría que sus propios cuadros, retrató con estilo sobrecogedor a esos migrantes andaluces, extremeños, gallegos… que se hacinaron en los arrabales madrileños, cuyo futuro pronto vieron más negro que el propio fondo putrefacto del Manzanares, en esas orillas inmundas donde solían levantar sus chabolas… y que a través de sus cuadros casi te golpea el olor a orín y animales muertos.
ResponderEliminarMe impactan sus cuadros de procesiones… son tétricos hasta decir basta. Como refería el catedrático de arte Colorado Castellary en su libro “El arte en el 98” sobre Solana:
“A través de su peculiar estilo de color sucio, negación de la luz y perfiles tortuosos”.
Incluso a su amigo, Miguel de Unamuno, se negaba a pintarlo si estaba en perfecto estado de presencia… tenía que verle algo desaliñado, aunque fuese con el pelo alborotado y barbilampiño, tipo singular el pintor.
Ya sabes, por que te lo he comentado alguna vez, que uno de mis cuadros preferidos de Solana es “Los Chulos”… tremendas miradas de dureza en un mundo sin lugar para la ternura, “la sensación de caer en las profundidades”, recogiendo tus atinadas palabras.
Gracias Wineruda por rescatarnos a Solana.
Cuídate.
Compré y leí ese libro que citas después que me hablaras de él, me gustó.
EliminarLo cierto es que sí, con lo obsesivo que soy siempre termino leyendo y escribiendo sobre lo que me gusta, al menos lo que es especial, es verdad que el mundo está lleno de gente cuadriculada, espejo de espejo, siempre se pinta, se lee, se habla de lo mismo, y Solana era el lado contrario.
gracias Paco
cuídate