viernes, abril 03, 2020

Todas las mañanas del mundo, de Pascal Quignard






Todas las mañanas del mundo, de Pascal Quignard


Todas las mañanas del mundo son caminos sin retorno” Todos los caminos terminan alguna mañana;  todos los mundos son lugares sin retorno, el mundo de mi vida o de la tuya, los mundos que creamos y recreamos solo tienen camino de ida. Las mañanas que creemos eternas llegan desde la oscuridad y acaban cegadas por la luz deslumbrante, en lo más alto, del sol, que no deja mirar más arriba; así que vienen de la nada y no dejan ir más allá.
 Todas las mañanas nacen en mi vida con el sonido de siete campanas en las torres que me rodean:  en mis recuerdos más amables, son las campanas, campanillas, cencerros, de ovejas y vacas que rompían las mañanas en el campo, temprano, siempre; en mi recuerdo, junto con el rocío, tanto que creo, aun recordar, los sonidos quedos de sus pasos en la hierba, el olor de la hierba mojada es música para mí; el heno, los pastos, los pequeños tréboles, si los miro, me traen cadencias de campanas o cencerros y pasos como caricias. La niebla, cuando llega, me trae sonidos de huidas, la gente huye en la niebla, por ello me trae recuerdos de carreras o pasos apresurados de zorros o de personas, de susurros rasgados de serpientes que huyen de miedo o de vértigo. Las cadenas que cortan el camino de los coches a los caseríos llevan sonido a paz, a seguro de hogar. En la ciudad los sonidos ya no son recuerdos, son recurrentes,  se quedan y se renuevan cada día. Sin embargo, hay algunos como los sonidos de las noches que son rumores cantarines de pasos en la oscuridad, taconeos a la nada; o el paso de los coches en la calle mojada, anunciando, pomposos como tubas,  días de brisa y frío. Las mañanas son de los pájaros, son música de trinos de pájaros que rompen el silencio, o en primavera los primeros gritos de las golondrinas rasgando la calma que luego arrasarán los camiones de pan o de ropa. El mediodía, todo el día, es un ruido intenso de prisa, de zapatos rotos, y gritos, y de ambulancias y sirenas remozadas para asustar a ancianos y niños sin prisa. El silencio es el ruido más querido y el más odiado, es el sitio donde nace el pensamiento, la reflexión de la vida y la muerte.

Quignard utiliza personajes reales para inventar, o proponer, una vida, unas vidas, que pudieron serlo o acercarse a serlo… o no: el señor de Saint-Colombe queda viudo con dos hijas, queda amarrado a su viola y sus recuerdos, y se aferra a ellos; para él la música es síntoma de vida, será su recurso para vivir, su modo de existir, su exhalación en el espejo. La música no es su vida, la vida es su música. Sus hijas, Madeleine y Toinette, aprenderán de él que los días pasan con la música y, sobre todo, por la música, su niñez y juventud es un aprendizaje, a veces extremo de la viola. La viola es principio y fin de la educación y del ser. La llegada de Marin Marais como discípulo moverá la vida de la casa, y del amor y el sexo de las dos hermanas. Esto es en pocas palabras de lo que va la novela, de ahí salen senderos que no van a ningún lado y caminos largos que enseñan nuevas plazas y acumularan nuevas situaciones. Pero la novela no es eso, al menos no es solo eso: Quignard habla de otra cosa, habla de la música; Saint-Colombe es la música, vive para ella, inventa para ella, recoge y comprime el campo en sus escalas, discurre nuevas vidas para ella. Y la música le responde, desde ella llega el mundo mirado desde otro punto de vista, llega vida más allá de la vida, llega, con sus pasos, con su aires, con su tonos, a recrear a su esposa muerta, pero también hace nacer de todos los lugares los impulso que hacen de los sonidos de la viola,  como pudieran serlo del piano o del violín o de la guitarra, hace, pues, que los sonidos de la viola no se recreen, no nazcan para el hombre , sino que nazcan para ser música, simple y llanamente, el placer de la música, para ser ella solo, de ser ella misma, o de ser del que lo toca;  que nazcan, los sonidos de las cuerdas vibrando,  y mueran en ese instante o lo hagan  con el autor de las obras- Porque ella, la música,  nace, surge de las cuerdas del instrumento, de la mente apasionada del creador, del dios de pequeña esfera,  no para ganar dinero, no para ser alabada, no para bailar, nace por el hecho de serlo, por ser bella o por ser fea o por reflejar algo,y con ella vivir, sobrevivir y morir como lo hace ella inquieta, moviendo, apenas, el aire: sin más necesidad por el mundo.
La música es vida y nace de la vida; así,  la viola reflejará en las manos de Saint-Colombe, recreará,  los pasos del saltamontes, o los golpes del  herrero, los gritos de las golondrinas, saltaran por las rompientes, o caerán desde los árboles hasta estrellarse en el suelo. La música es pasión, es pura pasión, que se vive para y por ella, sino no es música;   sonará como música, pero será otra cosa, será canción de amores perdidos que no se han perdido, o serán canciones de ordenador, o serán campanas rotas por el rayo que  suenan a hueco o será murmullo de gente en iglesia por cerrar, pero no será música, no será razón de vivir, y la música es lo que es porque es una razón de vivir, es una razón, también, de morir.

La pasión puede ser obscena o pude ser lo más hermoso del mundo;  el amor , algún tipo de amor, es parte de todo lo que puede remover y tocar las cuerdas de la viola, igual solas, puede ser la que creen callos en la punta de los dedos que toca las cuerdas; la pasión convierte un instante en el momento más bello del mundo;  la falta de ella, aunque quizá sea lo más cómodo, lo que apetece ver a la gente, ver personas sin altos ni bajos, es lo que hace un ejemplo de hermosura técnica en un alarde de vacuidad.

7 comentarios:

  1. La verdadera música es pasión, Wine; el resto, sólo címbalo que retiñe, diría Saulo de Tarso.
    He leído este libro y lo he recomendado tantas veces como he podido (no ha sido nada fácil de hallar por aquí). Resume una mirada de la música como vida en sí misma, tal como lo expresas.
    En tiempos como los actuales, donde los mass media sólo nos llenan de cosas vacías, rescatar una historia como la de Quignard resulta hasta casi utópico. Pero terriblemente necesario.
    Gracias por recordarme tan buen libro, y por tus sentidas palabras.
    Cuídate!

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    1. compaginar lo minúsculo del libro con al grandeza de las cosas escritas y con la forma que lo están, está en manos de poquitos escritores, muy pocos, este uno.
      cuídate

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  2. Estimados Marcelo y Sr. Wineruda, es así, coincidimos!

    Con todo esto de elegir quién merece tener la oportunidad de tratamiento médico y quién no con igual criterio que el del propio Covid, les invito a releer La señorita Brill. Quizás ya desde mucho antes, de otra forma, el mundo siempre fue igual, a veces más sutil por hacerlo desde lo cultural (pienso en el cuento de London) pero el resultado es el mismo.
    Celebro el momento por demás prolífico del Atlas, enhorabuena.
    Marcelo por su parte, a paso firme, constante, sería el timbal si de orquesta tratare.
    Estamos vivos, sean felices, Selva

    PD En estos días de confinamiento les invito a revisar vuestra biblioteca, cuáles de los que están ahí resistirían una segunda lectura y las más de las veces qué hace ese libro ahí!, de dónde salió!

    También a releer Ajedrez de JLB, qué dios detrás de Dios, la mano mueve, de sangre, .....

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  3. Y qué bien se siente esto de coincidir.

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    1. Extraño me siento con este coincidir, tan es así que no sé qué decir, en tiempos de de recogimiento obligado, más por las paredes que por las fechas religiosas( eso sí contrito estoy), extraño me siento porque me deja sin bases en las que apoyarme que usted, querida Selva, esté de acuerdo con un comentario de libro mío, más por lo desusado que por suceder. Sin embargo acepto tal regalo y lo agradezco con ganas, sin embargo, ellos no es óbice para que no acepte el regalo de su recomendación del libro del ajedrez, no tanto por el juego sino por el duelo que me provoca ya sabe usted quién.
      Permita que enseñe mi torpeza y le diga que no domino demasiado a K. Mansfield , más allá de mi última curiosidad por diarios y cartas (provocada en parte por una recomendación suya) por lo que leí sus DIARIOS, mas no sus cuentos.
      En cuanto a los libros que recogen polvo en las alacenas de los ya leídos, si tiene usted razón y debo repasar alguno, lo miraré.
      Cuide cuidar el invierno que le llega.

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  4. Ese que te cae antipático (y en verdad lo era), Schopenhauer, decía que la música era la más elevada de las artes, o por lo menos la que a él más le sublimaba, ahora escucho mucha más música, es lo que tiene estar confinado. Veo que Quignard es un valor seguro para ti.
    Cuídate, Wineruda.

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    1. Yo lo contrario, oigo menos música, normalmemente escucho entre 5 y 6 horas al día de música, ahora no lo hago, por el contrario leo más. Entre ellos Quignard como no podía ser de otra manera ;)
      cuídate

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