(3 ESTROFAS)
POR LA FLORIDA 1941-1942, 1954
Hay algunos poemas que se esconden, hay
algunos poemas que desnudan al poeta, que lo muestran sangrando y
sacando, como en un hechizo, versos de sus dedos estirados,
“Espacio” es la unión de ambos tipos de poesía, es la cercana
sensación de que el corazón de los poemas son las palabras de Juan
Ramón, pero de su boca salen sus sueños más ocultos, son sus
anhelos más propios, son sus intenciones más profundas, son sus
pozos más recónditos. Así el poema es la sangre de del poeta, es
claramente su rostro, pero en él su mirada no parece estar dirigida
a ti o al papel o al cielo o la ventana, no, sino que lo está hacia
su propio interior, hacia sus entrañas y pasados, hacia sus miedos y
alegrías, hacia la nada y el todo, hacia un universo que se compone
de sus vivos y sus muertos, de sus verdades y sus mentiras, de él y
su amor, de los amores y él.
¡Espacio y
tiempo y luz en todo yo, en todos y yo y todos! ¡Yo con la
inmensidad! Esto es distinto; nunca lo sospeché y ahora lo tengo.
Los caminos son sólo entradas o salidas de luz, de sombra, sombra y
luz; y todo vive en ellos para que sea más inmenso yo, y tú seas.
¡Qué regalo de mundo, qué universo inmenso, dentro, fuera de ti,
segura inmensidad! Imágenes de amor en la presencia concreta; suma
gracia y gloria de la imajen, ¿vamos a hacer eternidad? ¡Vosotras,
yo, podemos crear la eternidad una y mil veces, cuando queramos!
¡Todo es nuestro y no se nos acaba nunca! ¡Amor, contigo y con la
luz todo se hace, y lo que amor, no acaba nunca!
Resulta difícil -¡imposible!- describir todo lo que
cuenta este poema; son tan cortas sus tres estrofas para todo lo que
cuentan o parecen contar , que me avasallan y solo puedo hacer un
pequeño intento para mostrar lo que me dice a mí en ciertas partes,
en pequeñas partes que me alumbran más que otras, y aunque esté
del todo confundido, no podré menos que seguir desnudando el poema
para que me cuente sus secretos, para que muestre las veredas por las
que subió y bajó Juan Ramón. Así que allí me quedo atrapado en su poema de modo que me introduzco en
ciertas casas y ciertos motivos que me hablan de él, y aunque me
confundan sus palabras y mienta mi interpretación,-pero, más
diría, que este sería un caso de confusión reveladora-, aún así,
decía, me basta que alguien que no conozca este poema, le sirvan mis
letras para que le salte la curiosidad a la cara y le produzca las
mismas heridas, grietas y cicatrices que me está haciendo a mí
desde aquel 2002 que lo descubrí. Con este inicio, directo a la
mente , a ese punto en el que la brújula deja de funcionar porque
está en en el centro del mundo, del universo de Juan Ramón...
“...Los dioses no tuvieron más
sustancia que la que tengo yo.” Yo tengo, como ellos, la sustancia
de todo lo vivido y de todo lo porvivir. No soy presente sólo, sino
fuga raudal de cabo a fin. Y lo que veo, a un lado y otro, en esta
fuga (rosas, restos de alas, sombra y luz) es sólo mío, recuerdo y
ansia míos, presentimiento, olvido. ¿Quién sabe más que yo,
quién, qué hombre o qué dios puede, ha podido, podrá decirme a mí
qué es mi vida y mi muerte, qué no es? Si hay quien lo sabe, yo lo
sé más que ése, y si quien lo ignora, más que ése lo ignoro.
Lucha entre este ignorar y este saber es mi vida, su vida, y es la
vida. Pasan vientos como pájaros, pájaros igual que flores, flores
soles y lunas, lunas soles como yo, como almas, como cuerpos, cuerpos
como la muerte y la resurrección; como dioses. Y soy un dios sin
espada, sin nada de lo que hacen los hombres con su ciencia; sólo
con lo que es producto de lo vivo, lo que se cambia todo; sí, de
fuego o de luz, luz...”
“Espacio” es
un poema en prosa -probablemente el mejor que he leído y leeré- de tres estrofas de apenas 19 páginas, que van
mostrándome a mí, porque esto es un comentario para mí mismo,
porque solo estamos Juan Ramón y yo en esta noche fría en el norte
de España, entre un ordenador viejo, un libro asustado de tanto
trajín de años y unos auriculares que me mandan música del piano
de Glenn Gould, de manera, sí, que solo estamos los dos, y Juan Ramón me habla a mí,
pero no a ti, ni a aquel , ni a vosotros, este, no puede ser de otro modo, es mi mundo, mi
poesía, y veo que en la primera estrofa Juan Ramón, como todo el
poema, aparenta una forma y fondo, donde sus ideas se le han saltado
de la mente al papel y se agolpan con ritmo frenético,
-atropellando palabras y párrafos, saltando sobre sí mismo,
rebatiendo sus palabras, corrigiendo, y cantando al mismo ritmo
cantarín como las hojas que caen sobre otras secas del otoñó
anterior y alguien las pisa, y el cris cris
de su roturas es el mismo ritmo que sale de las páginas de un
Juan Ramón ágil y sajador-.Ritmo y texto, texto rítmico, texto
duna, texto oscuro, texto diáfano; decía, que va restando y sumando ideas, cosas y olores,
saltando de verbos pares a sustantivos impares, y vuelta a empezar,
donde el ritmo de los poemas te arrastra por la pendiente y, las dos
primeras veces que la lees, vuelcas en la mente, -derrapas-en los
recodos de los caminos a la vera de los versos en prosa, -
prosa bella como estacas en sal marina-. Y en ese primera estrofa,
recuerdo, él nos habla de amor y odios, de muerte y vida, y sobre
todo de España, que no la nombra, pero en lo abstracto, en la enumeración de sus sitios, en la definición de sus pasiajes, en la pérdida de sus olores, sabores miedos, de sus recuerdos,´en la memoria pegada a sus calles, es ella, la España perdida, la España que se fue,
la España que le echa -le exilia-, la España de su niñez, de los amores y
vivencias que dejó, muertes y vidas que han venido con él, a su
mundo, todo el mundo está en él, así España está en él, con
todos sus tierras y sangres, y perros y garzas y lanzas y … él es
España, y España es él, porque su universo se cierra sobre si
mismo. y ese lugar y esos recuerdos, y esa meláncolía y esa pérdida, y esas ensoñaciones y esa vivencia, aparecen como un concepto, como un pasado, como una
niñez, como muerte, como vida, como amigos, esa España
como pasado, España como no futuro..Sí, es él...
“...Aquel chopo de luz me lo
decía, en Madrid, contra el aire turquesa del otoño: “Termínate
en ti mismo como yo”. Todo lo que volaba alrededor, ¡qué raudo
era!, y él qué insigne en lo suyo, verde y oro, sin mejor en el oro
verde. Alas, cantos, luz, palmas, olas, frutas me rodean, me
envuelven en su ritmo, en su gracia, en su fuerza delicada; y yo me
olvido de mí entre ello, y bailo y canto y río y lloro por los
otros, embriagado. ¿Esto es vivir? ¿Hay otra cosa más que este
vivir de cambio y gloria? Yo oigo siempre esa música que suena en el
fondo de todo, más allá; es la que me llama desde el mar, en la
calle, en el sueño. A su aguda y serena desnudez, siempre estraña y
sencilla, el ruiseñor es sólo un calumniado prólogo...”
“...No, ese perro que ladra al sol
caído, no ladra en el Monturrio de Moguer, ni cerca de Carmona de
Sevilla, ni en la calle Torrijos de Madrid; ladra en Miami, Coral
Gables, La Florida, y yo lo estoy oyendo allí, allí, no aquí, no
aquí, allí, allí. ¡Qué vivo ladra siempre el perro al sol que
huye! Y la sombra que viene llena el punto redondo que ahora pone el
sol sobre la tierra, como un agua su fuente, el contorno en penumbra
alrededor; después, todos los círculos que llegan hasta el límite
redondo de la esfera del mundo, y siguen, siguen. Yo te oí, perro,
siempre, desde mi infancia, igual que ahora; tú no cambias en ningún
sitio, eres igual a ti mismo, como yo. Noche igual, todo sería igual
si lo quisiéramos, si serlo lo dejáramos. Y si dormimos. ¡Qué
abandonada queda la otra realidad! Nosotros les comunicamos a las
cosas nuestra inquietud de día, de noche nuestra paz...”
Pero no es solo
España lo que apaece en esa primera estrofa, no; también aparecen sus ideas, las que van y vienen, y se
enfrenta al amor y la vida y...Desde el difícil descubrimiento-para mí- de sus
sustantivos alegóricos, esos que guarda en su estómago, uno, yo puedo inventar mil ideas, mil significados, mil potencias, mil
acuerdos, pero no sería ni las suyas ni las tuyas...Así que solo
hay una salida... Hundirte en sus abismos y salir a respirar de vez en cuando sacando tesoros...Vencidos todos; lo que me queda es la potencia hipnótica del poema, esa que te deja atrapado en al telaraña de sus letras, sobornado por el céntimo del numeral de sus páginas. Ni entonces puedes respirar, ni un poco...atrapado...
La segunda estrofa aparece escrita como un canto, como el primero, pero este es de amor y comodidad. Es un
elogio a Nueva York, tendidas sus calles iguales que las de España,
sentados sus puentes en iguales orillas, cercadas sus veredas por las
mismas hierbas. Sujeta su mente a que las bellezas del presente siempre sean comparadas con el pasado, el pasado que , fuera triste o alegre, amoroso o odiado, fuera..; es un pasado propio, parte esencial del mundo...su mundo.
“...Y para recordar por qué he
vivido”, vengo a ti, río Hudson de mi mar. “Dulce como esta luz
era el amor…” “Y por debajo de Washington Bridge (el puente más
con más de esta New York) pasa el campo amarillo de mi infancia”.
Infancia, niño vuelvo a ser y soy, perdido, tan mayor, en lo más
grande. Leyenda inesperada: “dulce como la luz es el amor”, y
esta New York es igual que Moguer, es igual que Sevilla y que Madrid.
Puede el viento, en la esquina de Broadway, como en la Esquina de las
Pulmonías de mi calle Rascón, conmigo; y tengo abierta la puerta
donde vivo, con sol dentro. “Dulce como este solo era el amor.”
Me encontré al instalado, le reí, y me subí al rincón
provisional, otra vez, de mi soledad, y de mi silencio, tan igual en
el piso 9 y sol, al cuarto bajo de mi calle y cielo. “Dulce como
este sol es el amor.” Me miraron ventanas conocidas con cuadros de
Murillo. En el alambre de lo azul, el gorrión universal cantaba, el
gorrión y yo cantábamos, hablábamos; y lo oía la de la mujer en
el viento de mundo. ¡Qué rincón ya para suceder mi fantasía! El
sol quemaba el sur del rincón mío, y en el lunar menguante de la
estera, crecía dulcemente mi ilusión queriendo huir de la dorada
mengua. “Y por debajo de Washington Bridge, el puente más amplio
de New York. Corre el campo dorado de mi infancia…” Bajé lleno a
la calle, me abrió el viento la ropa, el corazón; vi caras buenas.
En el jardín de St. John the Divine, los chopos verdes eran de
Madrid; hablé con un perro y un gato en español...”
La tercera estrofa habla de Florida, del pueblo donde vivió allí, Coral Gable, y de
sus experiencias en España, de derrotas y pocos triunfos de sus e´poca más tardía, la mñas cercana, y de amargas
presencias, de sentidas pérdidas, con un cerrado pesimismo que solo
lo salva, como en todo el poema, la sensación de que lo escrito y lo
vivido, lo escrito por vivido, es lo que hará que su
mundo transcienda a sí mismo, que su universo se alimente de todos
los ojos, y amores y besos, y ganas y vínculos de perdidas y
sangres que pueblan sus textos y que leen sus textos, para vivir para siempre...
"...Deering, sólo el Destino es
inmortal, y por eso te hago a ti inmortal, por mi Destino. Sí, mi
Destino es inmortal y yo, que aquí lo escribo, seré inmortal igual
que mi Destino, Deering. Mi Destino soy yo y nada y nadie más que
yo; por eso creo en Él y no me opongo a nada suyo, a nada mío, como
yo por el Destino, repartidor de la sustancia con la esencia. En el
principio fué el Destino, padre de la Acción y abuelo o bisabuelo o
algo más allá del Verbo. Levo mi ancla, por lo tanto, izo mi vela
para que sople Él más fácil con su viento por los mares serenos o
terribles, atlánticos, mediterráneos, pacíficos o lo que sean,
verdes, blancos, azules, morados, amarillos, de un color o de todos
los colores. Así lo hizo, aquel enero, Shelly, y no fué el oro, el
opio, el vino, la ola brava, el nombre de la niña lo que se lo llevó
por el trasmundo del trasmar: Arroz de Buda; Barrabás de Cristo;
yegua de San Pablo; Longino de Zenobia de Palmyra; Carlyle de
Schiller (según dice el libro de la mujer suiza); Ómnibus de Curie;
Charles Maurice de Gauguin; Caricatura infame (“Heraldo de Madrid”)
de Federico García Lorca; Pieles del Duque de T´Serclaes y Tilly
/el bonachero sevillano) que León Felipe usó después en la
Embajada mejicana, bien seguro; Gobierno de Negrín, que abandonara
al retenido Antonio Machado enfermo ya, con su madre octojenaria y
dos duros en el bolsillo, por el helor del Pirineo, mientras él con
su corte huía tras el oro guardado en la Banlieu, en Rusia, en
Méjico, en la nada…Cualquier forma es la forma que el Destino,
forma de muerte o vida, forma de toma y deja, toma; y es inútil huir
a ni buscarla..."
Y esa desazón que le produce que La
Florida solo sea una copia extraña y divergente de su España, le
desnuda por todo el párrafo,, pero descubre tierras y personas ,
lugares y sonrisas que le llevan a lugares que quiso y no puede
volver, y ahora están en otros cuerpos y lenguas.
“.... Allí el
goce y el deleite, y la risa, y la sonrisa, y el llanto y el sonlloro
son iguales por fuera que por dentro; y la negra más joven, esta
Ofelia que, como la violeta silvestre oscura, es delicada en sí sin
el colejio ni el concierto, sin el museo ni la iglesia, se iguala con
el rayo de luz que el sol echa en su cama, y le hace iris la sonrisa
que envuelve un corazón de igual color por dentro que el negro pecho
satinado, corazón que es el suyo, aunque el blanco no lo crea. Allí
la vida está más cerca de la muerte, la vida que es la muerte en
movimiento, porque es la eternidad de lo creado, el nada más, el
todo, el nada más y el todo confundidos; el todo por la escala del
amor en los ojos hermosos que se anegan en sus aguas mismas, unos en
otros, grises o negros como los colores del nardo y de la rosa; allí
el canto del mirlo libre y la canaria presa, los colores de la lluvia
en el sol, que corona la tarde, sol lloviendo. Y los más
desgraciados, los más tristes vienen a consolarse de los fáciles,
buscando los restos de su casa de Dios entre lo verde abierto...”
El Destino parece llevarle de puertos
malos a ensenadas seguras, y nada parece oponerse a él porque está descrito, que se moverá y vivirá por lugares inmensos y sabrá dónde
está su salida. Cada lugar que frecuenta, lo lleva al pasado, cada
pasado que piensa le trae a un presente perdido, cada camino que
toma, cada voz que oyó, cada mirada que le recuerda un lugar, o el
sonido repetitivo de la mente, es para demostrarle que el mundo es
circular y se cierne sobre y desde él, nada más. Pero el solo
domina su mundo, dios o Dios, o el Destino o el destino gobiernan
fuera de él.
“...o, no era, no era aquel
Destino mi Destino de muerte todavía. Pero, de pronto, ¿qué
inminencia alegre, mala, indiferente, absurda? Ya pasó lo anterior y
ya está, en este aquí, este esto, y ya, y ya estamos nosotros,
igual que en una pesadilla náufraga o un sueño dulce, claro,
embriagador, con ello. La ánjela de la guarda nada puede contra la
vijilancia exacta, contra el exacto dictar y decidir, contra el
exacto obrar de mi Destino. Porque el destino es natural, y
artificial el ánjel, la ánjela. Esta inquietud tan fiel que reina
en mí, que no es del corazón, ni del pulmón, ¿de dónde es? Ritmo
vejetativo es (lo dijo Achúcarro primero y luego Marañón), mi
tercer ritmo, más cercano, Goethe, Claudel, al de la poesía, que
los vuestros. Los versos largos vuestros, cortos, vuestros, con el
pulso de otra o con el pulmón propio. ¡Cómo pasa este ritmo, este
ritmo, río mío, fuga de faisán de sangre ardiendo por mis ojos,
naranjas voladoras de dos pechos en uno, y qué azules, qué verdes y
qué oros diluídos en rojo, a qué compases infinitos!...”
Un pequeño azul mancha su barba
blanca, y parece que la tristeza y lo amargo de la vida se descubre
en la derrota de sus versos en prosa, derrota de el hombre , derrota
no del poeta, sino del hombre que ve lo pequeño de sus espacio, de
la estrechez de su lugar en el mundo, y la persona es tan pequeña
tan vacía como el cuerpo que lo sostiene, solo el alma es poderosa, el
hombre no es nada, solo vacío que no reúne nada.
.”...
Un fin, un dios que se acercaba. Un cáncer, ya un cangrejo y solo,
quedó en el centro gris del arenal, más erguido que todos, más
abierta la tenaza sérrea de la mayor boca de su armario; los ojos,
periscopios tiesos, clavando su vibrante enemistad en mí. Bajé
lento hasta él, y con el lápiz de mi poesía y de mi crítica,
sacado del bolsillo, le incité a que luchara. No se iba el david, no
se iba el david del literato filisteo. Abocó el lápiz amarillo con
su tenaza, y yo lo levanté con él cojido y lo jiré a los
horizontes con impulso mayor, mayor, mayor, una órbita mayor, y él
aguantaba. Su fuerza era tan poca para mí más tan poco ¡pobre
héroe! ¿Fui malo? Lo aplasté con el injusto pie calzado, sólo por
ver qué era. Era cáscara vana, un nombre nada más, cangrejo; y ni
un adarme, ni un adarme de entraña; un hueco igual que cualquier
hueco un hueco en otro hueco. Un hueco era el héroe sobre el suelo y
bajo el cielo; un hueco, un hueco aplastado por mí; sólo un hueco,
un vacío, un heroico secreto de un frío cáncer hueco, un cangrejo
hueco, un pobre david hueco..:”
Con todo, este
universo en tres estrofas, que se derrama por las hojas del libro, va
descubriendo supernovas y enanas rojas en cada frase, mirarlas y
descubrirlas es solo intención y gozo del que los lee. El universo
que rodea el libro no está hecho de materia oscura, solo de ráfagas
brillantes que cruzan por el papel. Pararlas y observarlas es el
privilegio único del lector.
Cierro el librito,
se acaban, casi a la vez que acabo este texto, las Variaciones
Goldberg de Bach, que interpreta Glenn Gould, y como a este se le oye
en la grabación tararear las melodías que va tocando, se oye su presencia casi
fantasmal a través de los auriculares, también siento a Juan Ramón
Jiménez detrás de los párrafos y las páginas que voy cerrando del libro,
con una mirada y un sonido de voz como de tierra y verde. Probablemente me está diciendo más cosas que solo son para mí...
Wineruda