EL NO VA MÁS de STANLEY ELKIN
the living end 1977
Edtral. Ampúries Paidós 127 Pág.
Trdct. Roser Berdagué
Algunos dicen que Gagarin dijo que
“aquí arriba no veo a ningún Dios”. Elkin no dice que haya o no
haya. Los tiempos cambian y los países también -a fin de cuentas no
era comunista-.y él satiriza la religión, la cristiana. todo lo que
se mueve por allí: Dios, Cristo, la Virgen, José, la biblia, el
infierno, el cielo... No necesita -creo que tampoco le importa- decir
si hay o no hay, sólo aporrea con precisión y mofa todas las ideas
creadas y aprendidas durante siglos. Les da la vuelta, las moldea
para mostrar su lado oscuro, su otra posibilidad, sus acasos, lo que
nadie presupone, lo que podría ser -el...¿pero qué es esto-. Es
una impía versión gamberra de un evangelio apócrifo. Es un Dante
sacrílego, un iluminador de teatros donde se celebran homilías, un
fantaseador de pesadillas de las que no se despierta, un humorista
que hace monólogos sobre creencias imposibles, un alborotador del
gallinero monoteísta -el zorro que aprendió en la universidad
laica-. En la edad media lo hubieran quemado, en la actualidad lo
llamarían esa estupidez de políticamente incorrecto. Así que es un
superviviente de la hoguera pasada, salvajemente satírico, un
interprete de música heavy en una iglesia, que nunca será escritor
de cabecera de Coelho.
Su novela, en un principio lineal -una
simple historia de un buen hombre que ve caer asesinado a un
trabajador suyo en un atraco, y posteriormente es él mismo
acribillado- va cambiando a una historia en los que van saltando de
un personaje a otro -el socio del asesino del hombre, un enterrador,
un niño muerto por obra y gracia de Dios – y en los que el tiempo
no es lineal, salta y vuelve para explicar los sucesos y las
experiencias de los personajes en su paseo por la muerte, la tumba,
el cielo, el infierno. En ese escenario los personajes eventuales son
los humanos que disfrutan en un cielo que parece un parque de
atracciones
-¿ Será de Disney?- o los sufridores de un infierno en
los que los castigos no son sólo los relacionados con los fuegos,
las torturas y los pinchazos de los tridentes de los demonios, sino
que es también un lugar muy similar a una ciudad moderna donde la
prisa -la imposibilidad de pararse-, la falta de intimidad, el ruido,
la atmósfera agobiante, la suciedad son parte de la vida diaria,
mensual... eterna. Los personajes fijos son todos los relacionados
con la tradición cristiana: Padre, Hijo, María, José, San Pedro,
los ángeles, los demonios... pero humanizados...
¿Humanizados? Protagonistas pasados
por el psicoanalista, analizados por un brusco siquiatra sin lecturas
sacras. Un Jesucristo tullido que no cree en sí mismo, aburrido de
su papel, y que añora su tiempo en la tierra; un José que no cree
que su “hijastro” sea el Mesías; una Virgen María traumatizada
por su virginidad y por su forma de ser madre que huye de cualquier
contacto; un Dios
egoísta y cruel, monarca absoluto de
sus dominios y sus criaturas a los que usa a su antojo rellenando el
cielo o el infierno por simple hastío, sin el don de la
misericordia, severo y cruel a partes iguales.
¿Donde encajan los “humanos”
protagonistas de la novela en toda esta historia de dioses, santos,
madres de dioses? Pues ellos son las cobayas de sus necesidades,
antojos, leyes estrictas. Son los que soportan la contradicción
donde el bueno va al infierno y el malo vuelve a la vida, y el que
pasaba por allí va al cielo, y el niño que toca buena música va a
endulzar los aburrimientos celestiales. Un desorden ordenado por un
guardia de tráfico alterado y con pistola fácil.
wineruda