EL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS de ANTÓNIO LOBO ANTUNES
SIRUELA 311 Pág.
Traduc. Mario Merlino
Mientras lo leía, un amigo me preguntó lo que pregunta por
educación todo el que encuentra a alguien conocido
leyendo: ¿De qué va, está bien? Y me quedé pensando a ver cómo le explico a mi
amigo, -que sé que nunca le gustará, ni por asomo, Lobo Antunes ni nada que se
le parezca-, que el libro habla -la verdad es que habla de lo que siempre habla
Don António-: del pasado, de la soledad, de la muerte, de la añoranza, habla de la tristeza, del
hombre y la mujer desnudos sin espacio para ocultar nada, habla de lo real, del
pensamiento último de las personas, su naturaleza descarnada, habla de la
maldad, y del amor, habla de la vida pura y dura sin ocultar nada, y, me
preguntaba ante mi amigo, a ver cómo le iba a decir que iba de eso… y que es un
libro tremendamente bello.
¿De qué va, está bien? Era entonces algo que me hizo
plantearme la razón por la que me gusta Lobo Antunes. Supongo, pensé, que decir
que este libro con sus crudezas y sus sucesos terribles, y sus señales de
soledad y de olvido, era hermoso, era algo atrevido, o supongo que sería más
correcto decir, que era algo que no lo comprendería demasiada gente bajo estándares
tópicos de la literatura actual; pero, pensé, es inevitable que lo diga porque es cierto. Se
confrontan entonces en estas novelas dos mundos enfrentados y en apariencia
contradictorios, el mundo de los temas duros y no bellos, y de la expresión, la
explicación, la exposición que sí es bella, hasta tremendamente bella. Sin embargo lo diferencia la clave para distinguir esa separación creo que es que el mundo
de Lobo Antunes, su territorio, como lo es Macondo para Márquez o Obaba para
Atxaga o Yoknapatawpha para Faulkner, es la escritura, es su prosa, es su estilo; allá donde
otros configuran un espacio o una manera de ver el mundo o de comportarse, él
descubre en su prosa el mundo común en el que viven sus figuras y sus paisajes;
él, desde la poesía, crea un lugar donde van dibujando, casi siempre en primera
persona, un lugar y una vida que parecen un lugar común para muchas de sus novelas(las
12 que he leído). Poesía, o prosa poética, que empieza en la primera línea y acaba
en el sucinto final –que casi siempre , ese final , pudiera acabar de otra
manera que no importaría, los libros de Lobo Antunes no van de eso, de sorpresivos
y tremendos finales- Y esa poesía va creando su propio ritmo interno, muchas
veces como si fuera una letanía religiosa, que repite ideas o frases, o renueva
personajes, o crea un sucesión de imágenes que van dando un ritmo de corazón viviente,
como una sístole y diástole de verbos y adjetivos que van generando una
corriente eléctrica –a veces como una descarga-
que engendra una novela. La poesía de sus libros no habla de cosas
bellas, pero la propia poesía, la combinación de palabras e ideas son tan hermosas
que superan las imágenes que a veces recrea.
¿De qué va, está bien? También te hace pensar en que ese
narrador en primera persona, ese descarnado recuento de suceso o sensaciones, o,
simplemente, de pasados o ignorancias, sea una expresión última de un recuerdo,
como el monólogo interior de una persona confesándose a sí misma. Pero no puedo
dejar de pensar que en realidad todas esas primeras personas narradoras siempre
están bajo el mismo patrón, ese territorio Lobo Antunes, y de forma que todas
las primeras personas parecen salir del mismo árbol, o ser meandros del mismo
río, y son sus experiencias las que diferencias la realidad de cada una de
ellas. Sobre la persona narradora, entonces, está siempre, evidente, la voz de Don
António.
¿De qué va, está bien? Me pregunté al acabarlo ý pensé que
es probablemente, este, el mejor libro que había leído nunca. Pensé que este libro en el que la confesiones o explicaciones o declaraciones de amor, verdad, odio o sufrimiento de cada uno de sus personajes en primera persona recomponiendo una historia desde sus puntos de vista (reales o falsos, soñados o recordados) era una creación literaria digna de decir que era lo mejor que había leído. Luego lo repensé
y me dije, que sí que era de los mejores libros que había leído, pero
probablemente lo que estaba admirando es la totalidad de los libros que he
leído de Lobo Antunes –cree recordar que 12- y que cada vez que lo leo voy
sumando cosa al conocimiento de su forma de narrar, a la comprensión de sus
textos, de sus guiños, de sus ritmos, de sus oraciones, de sus penas, de sus
manías, de sus pasajes repetidos, de sus creencias, de sus tics, de sus nadas y
sus todos; y de las cosas que aún no he
descubierto y tengo que descubrir o de las cosas que quiero entender y su “obra
rio” irá completando; esas cosas que me faltan por saber, porque creo que todas
las obras que he leído de él son parte de un conjunto superior, como un rio que
va acogiendo afluentes y suman al río principal, y se ocultan en él, pero
también lo muestran. Por eso creo que en realidad el lugar donde trascurren sus
novelas es su escritura, es su prosa poética la que crea una uniformidad en su
mundo, la que hace que si lees a Lobo
Antunes sabes perfectamente que es él, que no es nadie más , que aunque
encuentre una hoja desgarrada en el suelo, sin título ni plan, sepas que es él,
porque la literatura es más literatura cuando lo importante, o al menos tan
importante como los sucesos contados, es el ´cómo están contados puesto que la
literatura es, y no es otra cosa, que el arte de la expresión de la palabra.