VIOLETA AGRESTE de CHIYO
TRAD: Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Editorial
Satori
“Campana vespertina
A sus sones se esparce
Y se asienta el calor”
RUMOR
No pienso en nada cuando pienso en un Haiku, no lo defino, no puedo, como si solo fuera un rumor que te llega en un paseo solitario por la montaña; puede parecerme el siseo de un bosque cerrado, o un paseo entre hojas ocres que crepitan con la pisada o puede ser el sonido agrio de un sucio rincón de la ciudad en la que tú alcanzas a ver la belleza, sea por tu forma de entenderlo sea por los recuerdos. Lo poético que conlleva leer unas frases que se convierten en algo apreciable, algo hermoso, se sostiene en los patrones en los que ellos te hablan del momento en los que la creadora de los haikus ha visto lo que cuenta, pero también aparecerá, aunque no quiera, su època, su mochila de tradición, su sitio; todo ello hace que cada poema sea el que es y el que no es porque, en realidad, ella ha atrapado la poesía, lo contado, con un movimiento que alcanza solo el largo de su brazo , lo profundo de sus ojos, pero, a la vez, alcanza todo el universo entero, como un patrón panteísta que enseña, persigue y crea los instantes; un dios en las cosas que se paran una décima de segundo para que el poeta los atrape. Los patrones que se crean en el haiku también aparecen en la tradición, en ese peso de la historia, del tiempo, pero sobre todo del alma de los que los han leído u oído, y han creado una especie de memoria grupal aprendida y aprehendida con el paso de los años y en las voces y los papeles y en el éter de los poemas y en ese momento cuando se escudriña el alma de las cosas que se van extendiendo hasta la boca de la caverna y esta es la puerta al cuerpo de los lectores y creadores.
"En el monte, en llano
no hay cosa que se mueva.
Alba de nieve.”
¿Y EL LECTOR AJENO?
Un tipo como yo, lejano en tiempo, espacio, mente,
educación, carga, zapatos, lejos de todo, como un panteón de emperadores
romanos en la selva de Hokaido, como un poeta del romanticismo varado en un
participio de guerra. ¿Qué me queda para poder intentar abrir la puerta y entrar
en el recibidor, oscuro, del haiku? Pisar de puntillas, crear lo bello en la
mente, no ver lo obvio, o verlo, pero saber qué zapatos te has puesto ese día,
los de correr o los de pasear por pasillo de hierba verde, como el viejo
barbudo que vio que el universo es menos que una brizna de hierba, pasar por
ese camino es un buen camino, saber que hay que ver el lado, la parte de atrás de
las cosas. Es como desentrañar esas partículas fantasmas que están en la
frontera de lo real y lo irreal, entre la verdad y lo intentado. El poema , el haikú,
que escribe sobre algo que existió un instante, atrapado en un fogonazo poético,
que destruyó el instante, lo calmó en hojas y tintas, pero que a la vez que lo
destruye lo hace eterno. La vida atrapada en una gota de resina, una gota de
resina atrapada en una libélula.
“Tras ver la luna llena.
tras mi regreso,
Nada que comentar”
CHIYO
Acostumbrado a Basho y sus profundidades, sus lecciones de
suave armonía con el mundo, sus acertijos, para mí, y la repentina revelación,
ayudada, del significado de sus versos, la verdad tendida de espaldas sobre un
abismo. O Issa el doliente, el amante de los animales, el juguetón a veces
amargo a veces rotundo , otras franco
como una pedrada; o Buson el que busca la armonía de imágenes, la belleza de
sonido, fondo y canto; a Shiki y, como Buson, su búsqueda de la belleza; o lo cotidiano,
lo terrenal, de los haikus de Soseki Y...
¿Entonces? ¿Y a Chiyo? ¿Dónde la coloco? ¿En qué espacio reúno sus versos, en qué
lugar acampan sus ideas? De repente me doy cuenta, sin más, que es mi poeta favorita, ahora en este instante lo es, encaja en mi humor y mi vista y mi vida de estos tiempos, en este paso concreto por la poesía; la comprendo, Chiyo-ni, la monja Chiyo, es la pura
belleza. Si busco sus patrones de ideas siempre responde a la belleza, a la búsqueda
reverencial de lo bello.
“Si una esquinita
suelto del mosquitero
¡qué vista de la luna! “
“Frescor de luna
corriendo de hoja en hoja
Sin reposarse”
SUS HAIKUS
Si los miras ves que sus poemas aparentan una dimensión, la que expresa el haiku, ese instante atrapado en papel, ya eso es bello:
lo
blanco sobre lo blanco sobre lo blanco sobre el silencio.
“A no ser por su voces,
Ni existirían las garzas:
Alba de nieve”
Pero detrás aparece un campo de visión, una dimensión, que
solo se atrapa cuando apartas lo exacto y miras lo reverencial. El campo de
visión puede que sea siempre lo cercano, sus temas siempre, o casi, tocan la naturaleza,- la luna, el agua, los árboles, los pájaros...- de le expresión
de sus ideas salen siempre la naturaleza, los animales, el mundo real; o también salen las admitidas como palabras kingo, estacionales; pero lo que busca, lo que buscas está ahí y , sobre todo, más allá; allí donde los
versos afilan su punta y se clavan en tierras, carne, cielos, orillas y aguas,
donde el universo está de pie y las luces de la hoguera de la caverna derrumban paredes. Es fácil ver, una vez que te
adentras en su mundo, lees a Chiyo, una y dos y tres y cuatro veces, cuál es la
composición de sus átomos poéticos- lo minimo esencial-, ves de que están hechos las variantes que
reintegran la vida desde el caos del universo y las imágenes, la solución a sus
variables, pero ¿cuál es el destino final de sus ideas, de sus palabras de sus
haikus?¿ cuál es la horma que han creado sus versos, qué destino llevan, al fin
último de sus ojos , de sus miradas?¿De
qué habla, de quién habla mi querida Chiyo?
“Lluvia vernal:
Todo bajo su ámbito
Se vuelve hermoso”
LA MIRADA DE CHIYO
Podría mirar sus poemas, clasificarlos, tasarlos, pesarlos, identificarlos
y guardarlos, podría volver a decir que sus haikus hablan de la naturaleza, del
respeto por el mundo, habla de pérdidas y de amor, habla a los y de los que le rodean; podría, también, hablar de
buscar la belleza, de cuidarla con amor, con cuidado, para que no se quiebre; podría hablar de que Chiyo levanta
la sábana, el cobertor del mundo, aparta
la masa de nubes y te enseña algo que ella ve y tú no has visto: palabras
eficaces para salvar pendientes o abismos donde no has querido mirar. Sí , todo
eso es posible, lo creo, lo he visto, pero realmente lo que veo, lo que me cae
como una lluvia en el monte, imposible de escampar, imposible que no me moje,
lo que realmente me sacude cuando leo a Chiyo, Chiyo mi preferida, es la aparición
de la delicadeza. No ha habido ningún momento en mis lecturas de poesía en las
que la delicadeza explote de tal manera, reviente las calmas, los relojes, y
manche el mundo de tal manera; la
delicadeza como lugar, como el organizador del caos que surge de estos poemas
de cinco, siete y cinco silabas.
“Noche de luna;
Desde una piedra asoma
Y canta un grillo”
LA DELICADEZA
Hace muchos años puse de cierto libro que aquel era la mejor explicación para definir la palabra
“ternura”, poco después una persona de los que ruedan por internet me espetó
que la definición de ternura era muy evidente y nada difícil, supongo que se
referiría al diccionario.
Aquí me diría la mismo, porque la delicadeza es la realidad ultima
de este libro, de sus palabras, es el fin de sus versos, de sus silabas, hasta de
sus letras. No es la explicación de los decimonónicos, serios y exactos
creadores de diccionarios, de los que componen las palabras y las clasifican; no, esta delicadeza hace más, respira, la ves, la tocas, esta delicadeza no se
explica con diccionario ni google, esta delicadeza la ves, la masticas, te salpica
la cara y los ojos.
El mundo creado para
ser paciente y atrapar, traducir y calmar tu mente dejando un línea de sensibilidad en un papel, impreso
para ser eterno, la realidad más consecuente la que se crea para que perdure,
la libélula que huye al infinito protegida por la eternidad. La delicadeza como
eterna, el amor por lo bello, por lo querido, por lo no olvidado, por lo que
miraste una sola vez y no se te olvidó, el interno viento que cruzó tu mente y
lo atrapaste en un pensamiento y se desbordó por músculos, tendones, manos,
yemas, pluma, tinta y papel. En la mente la explosión de eternidad vale para que el
mundo ese instante y todos los instantes en los que las leemos sean eternos,
siempre eternos.
“Di, mariposa:
¿en qué vas tú soñando
cuando aleteas?
“Revuelan grullas,
Cimeras como nubes.
Primer albor.”
“Hojas de arce
tiñen el monte a medias:
amor a medias.”
EL ESPACIO DE LA PURA BELLEZA
Llueve, me llueven Haikus de Chiyo, suena, mientras leo, el Réquiem de Gabriel Faure, suena el introit
y el Kyrie; se me ocurre por un momento que leer el canto a la naturaleza, a la
vida, al respeto por lo que atrapas en un momento y por tanto vivo o que quisieras
que así lo fuera no encaja con este canto al recuerdo, por esta pena por la
muerte, un Réquiem para ser atrapado y dolido, pero creo que encaja, la vida y
la muerte son dos pasos paralelos, cuando das uno das el otro, tienen el mismo
camino. La vida de los Haikus de Chiyo y las notas de Fauré encajan en el
espacio de la pura belleza, elevan ambos mundos a un espacio por encima de las palabras,
de la música, de lo eterno, de lo vivo y de lo muerto; la vida exenta de
muerte, la muerte cargada de la vida de
todos las que la vivieron. Elevado valor
de las palabras que recogen notas para volar.
“Lluvia de invierno:
por algún sitio, el alba
Rompe entre los bambúes”
“brillante luna:
la mantengo a mi vista
por un largo paseo”