miércoles, noviembre 11, 2015

FORMAS DE MORIR de ZAKES MDA















FORMAS DE MORIR de ZAKES MDA
ways of dying 1995
Edt. Barataria 237 Pág.
Trdt. Bianca Southwood







Aún donde mora el terror, incluso donde la desgracia y el asesinato -la muerte inútil y gratuita- habita entre los poblados de casas de hojalata y cartón. Allí donde el hambre, la injusticia, el racismo establecido, la lucha de etnias, el dolor, la sospecha, la más oscura parte de la historia del hombre moderno restalla sobre sus calles de cemento podrido, en sus riachuelos de sangre y vómito, en sus paredes de balazos y graffitis, en sus cielos de humo y gritos de terror...Incluso allí existe un resquicio para la dignidad, el respeto, la pequeña -mínima- esperanza de tener orgullo y respeto por el mundo -por el pasado y por el presente-. Eso no pueden arrancarte de los ojos, ni de la cabeza, ni del alma, ni siquiera de los pies agrietados. No pueden desraizar pequeños momentos de vida agradable entre escombros, no pueden evitar que exista la mirada compresiva entre iguales, el roce de la palma de la mano sobre una mejilla mojada por el llanto, los sueños posiblemente imposibles, el pasado que tuerce por la esquina y se acerca con pasos afeitados; no, no pueden. Y aunque parezca un tronco flotando sobre un lodazal inmundo, siempre queda a flote el momento para ser libres en compañía de un amigo, de una amiga, de un recuerdo sedoso, de una canción imposible, de una risa ensoñadora, de un respeto que mereces, de la dignidad que te has ganado a manos llenas.



Toloki es un vagabundo que se gana el sustento como plañidero en los entierros de alguna ciudad de Sudáfrica durante los años del apartheid. Extraño, feo y maloliente, sobrevive de las exiguas rentas que le dan los parientes de los finados en los muy frecuentes funerales de los barrios pobres de la ciudad. En uno de ellos reconoce a Noria -la bella Noria-, una amiga de la infancia, a la que han matado a su pequeño hijo. De aquel encuentro surge una narración donde se revuelve el pasado en su poblado natal. Los buenos, alegres, raros, llorados, pacíficos días de infancia en los que los dos fueron amigos, hasta que la edad y la vida los separó. La tranquilidad de aquella época, contrasta con el presente duro y violento, donde el asesinato, el hambre, la violencia, el racismo son lo único que conocen. La comprensión del pasado y la unión en el presente es lo que les hace volverse fuertes. Y desde desde debajo del tejado de hojalata de la casa donde conviven ven el mundo girar y se encuentran con un mundo violento donde la policía racista , y a grupos de asesinos de un jefe tribal contrario a los pobladores de las barriadas que son ayudados por el propio estado, y a los grupos de autodefensa de las propias barriadas de disparo fácil, todo un círculo viciado, terrible, desquiciante. Pero aprenden a sobrevivir entre cenizas y lágrimas. Pequeños gramos de felicidad envueltos en polvo del camino.






La historia está contada por un narrador grupal. Un “Nosotros” que habla sobre la vida presente y pasada de Noria y Toloki, que nos enseña su vida a los largo de esos años, ya que es el grupo el que conoce el mundo en que viven los dos, el que los defiende -y ataca,- el que comprende -y desprecia-, el que enseña -y maleduca-; toda la vida gira alrededor de la tribu y de las personas que te rodean, no pueden vivir sin ellos. Y así la historia sólo puede ser contada por ellos -por nosotros- los que aman -o no- a Noria y Toloki: sea en la tranquilidad extraña de los poblados y de las montañas, sea en la violenta ciudad.; sea en la infancia normal y casi mágica, sea en la madurez cortante y triste. Así el libro compone una historia colmada de mágicos pasados y oscuros presentes, de supervivencia extrema pero asumida, de odio pero también de ayuda mutua y comprensión -las tristezas y pobrezas se pelean en grupo-; compone un relato de dignidad y deshonra, de risas infantiles y lágrimas de madres.



Nada escapa al mundo de Zakes Mda, toda la contradicción de un mundo injusto y cruel, pero donde las personas son también acreedoras de contener toda la fuerza de la vida, toda las posibilidades de ser felices -aunque sea solamente durante un instante, durante un sueño, durante una risa compartida mirando unas fotos de una revista-. Y así el libro compone un mural de la vida en Sudáfrica en aquel instante, en aquel sitio, en aquella vida de asco.



wineruda

2 comentarios:

  1. Ufff... parece un libro de lectura con estómago encogido. Pero siempre hay un color que emerge de lo gris, de lo negro. Un color vivo. Tomo nota.

    Un abrazo

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  2. Hola Ana

    Tras el incendio de un bosque, la desolación sólo se soporta cuando ves pequeños brotes verdes entre las cenizas.

    un abrazo

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