LAS MENTIRAS DE LA NOCHE de GESUALDO
BUFALINO
le menzogne della notte 1988
Edtral. Anagrama 185 Pag
Tduc. Joaquín Jordá
Acabaríamos leyendo textos limpios y
sin más sentido que el claro y directo que surge de la rápida
lectura de la unión de sus letras; acabaríamos leyendo pasajes al
que sólo el sentido práctico daría valor a lo que entendiéramos;
acabaríamos leyendo relatos en los que te cuentan lo que quieres oír
; acabaríamos leyendo narraciones en los que los temas tratados
sean el resultado de un estudio de los gustos más de moda aparecidos
tras una encuesta; terminaríamos leyendo dejando de lado la belleza
de lo inútil, del encanto de lo improductivo; dejaríamos de saborear lo
leído con paciencia, con la parsimonia del que saborea una taza de chocolate espeso, con el saber del que escucha una canción de cuna cantada en
euskera; todo eso sucedería si no existieran textos como los de “Las
mentiras de la noche” y escritores como Gesualdo Bufalino,
en los que, lejos de la unión monótona de letras y conjunciones, de
comas o puntos y seguidos más o menos abundantes, de palabras de
significados únicos o polisémicos; él descubre -nos hace
descubrir- lugares por donde vadear el rio mojándote hasta el
gaznate de ideas y frases, y párrafos, y hojas, y capítulos, y
búsquedas, que no hubieras conocido si hubieras cruzado por el
puente, más cercano, más transitado, pero más tedioso. De modo que él encuentra
ese paso que cruza el rio y que se aleja de lo pedante vacío y ocupa la orilla de lo culto
rebosante de sutilezas, inteligencia, sabiduría, y, más que nada,
eso que alguien definió como sublime. Porque sublime es su forma de
escribir, su modo de contar historias, de inventar mundos que a pesar
de lo pequeños que parecen en lo que miden, consiguen abarcar todo
un universo de temas, sensaciones, pasiones, muertes, desavenencias,
últimos estertores, paraísos cercados. Y si como los antiguos
maestros alfareros hacían cuencos de un pedazo de barro, y ese
cuenco en su limpia fragilidad, representa todo lo que de la
utilidad ha troncado a ser inútilmente maravilloso; contar
historias, como estas, es la más maravillosa de las inutilidades,
pero que nos hace un poco más listos, debido a que si alguien, como
Bufalino, nos apunta con el indice para que veamos lo bello que es el
atardecer, miramos no sólo la caída del sol sino también las
manchas de tinta en la mano y los ojos secos de leer y escribir del que señala:
los atardeceres ocurren todos los días, que alguien se
pare para mostrárnoslos es , ahora, cosa de lunáticos...
Una noche sirve al libro para contarnos
una historia de siglos: la de la lucha de las personas por su
libertad y la de otros para que no la consigan. Un castillo, una
celda, una simple habitación es el centro de un universo, donde
explotará una supernova que engullirá presentimientos,
presunciones, palabras dichas o calladas, miedos y vergüenzas de
unos simples humanos condenados a elegir entre sus ideales y la
muerte, entre ellos y la vida de los demás. Cuatro personas, cuatro
reos en un penal en una isla, son condenados a la guillotina, por
actos en contra del rey borbón. El gobernador del penal les hará una
proposición: perdonarles si delatan a su jefe supremo. En la vigilia
de la noche anterior a su delación o muerte, los cuatro, junto a un
legendario bandido al que van a ajusticiar con ellos, deciden contar
-como un decamerón moderno- historias que hagan pasar el mortífero
tiempo, y les sitúe, según su opinión, en el momento en el que su vida cambió.
Verdades, mentiras, sabiduría y estupidez, orgullo y rubor, sexo y
castidad, muerte y vida , pasaran por sus relatos contados a la
tenebrosa luz de una luna perezosa en salir y rápida en su intención
de ocultarse en el horizonte. Pero, si alguien se fiaría de que el
mundo tiene un único y simple camino, este libro hará hacerse desconfiado a
esa persona desconocida: nada creerá porque sí, nada pensará
porque es lo lógico, porque así siempre fue, porque nada cambia,
porque el mundo es tan aburrido como parece, que vencida la
inteligencia la monotonía nos invade.
De los papeles que, parece sorprender, resultan ser las hojas de este libro,
hay momentos que aparenta exudar gotas de sudor frio resultantes del
miedo momentáneo de los reos de muerte, pero también gotas de sudor
resultantes del calor que parecen despedir las historias que cuentan,
los paisajes que cruzan, los soles de los que se ocultan, de las
lunas que buscan, de las frias mañanas que preferirían
olvidar...Parece que esos papeles rememoran, también, historias de
antiguos estudios lectivos, donde socialistas utópicos, Saint-Simon,
carbonarios,...son parte de esa memoria entre joven y olvidadiza, y
que aquí parece dar cuerpo y sentido a todo aquello, dando forma y
concepto a las ideas, a los hombres, a los porqués, a
las venganzas, a las luchas...Pisando terreno húmedo, parece que te
hundes en las profundidades de la historias, comes con ellos, peleas
con ellos, mientes con ellos, descubres con ellos, pero sabes que
todo aquello son los estertores, quizá, de su vida; ponerte en su
piel es lo que un lector atento haría para gozar y vivir, llorar y
morir con sus letras. Simplemente es literatura, no hay más elogio.
Como en las antiguas películas, los vampiros góticos y de bajo presupuesto pero plena y extrañamente majestuosos en su decrepitud y en su milenaria decadencia, huyen del sol que alumbra y calienta pero no de la luna que brilla..¿la diferencia? siempre he pensado que porque uno es útil y la otra es hermosa...
Como en las antiguas películas, los vampiros góticos y de bajo presupuesto pero plena y extrañamente majestuosos en su decrepitud y en su milenaria decadencia, huyen del sol que alumbra y calienta pero no de la luna que brilla..¿la diferencia? siempre he pensado que porque uno es útil y la otra es hermosa...
Posdata: no cometáis la estupidez que
hice yo de leer la contraportada del libro antes de leerlo. Lo cierto es que, sin
acritud, el que la pensó parece que no ha leído un libro en su
vida...
wineruda
Hola Wineruda.
ResponderEliminarSiempre que te leo, atento, como ha de hacerse, encuentro alianzas de palabras sutiles, poderosas, o sorprendentes, bellas... pero jamás banales.
Tengo a Bufalino en mente, ya que un buen amigo, apasionado lector también, me recomendó encarecidamente uno de sus títulos, “Argos el ciego”, libro que le encantó, y le tengo por lector de muy buen criterio. Tus palabras parecen corroborar las excelencias de este autor, a ver si le pongo remedio.
En cuanto al que nos presentas, hay algo que me entusiasma, es cuando el libro adquiere esa dimensión de relato cuasi oral, historias al amparo (o desamparo en este caso) de la noche contadas por los protagonistas, a mi ya me fascinó el Decamerón en mis tiempos jóvenes… Me gusta encontrarme esos mundos inventados, como bien dices.
¿Ves por qué te decía lo de tus alianzas de palabras? Eso que comentas, casi al final, de la luna y el sol… es poderoso :)
Por cierto, ha quedado muy elegante tu blog!
Un abrazo amigo!
Hola Paco
EliminarLo cierto es que hay dos escritores italianos que no se parecen en nada, pero yo los uno por una razón que es difícil de explicar, pero digamos que porque parecen ser melodías diferentes del mismo autor, y son Bufalino y Manganelli. Sí hay una cosa que los une y es que son unos jodidos genios (con perdón) . Bufalino es un escritor que usa un lenguaje culto de la manera más amena, y menos pretenciosa que te puedas imaginar. Sus palabras son ajustadas y resultan necesarias en cada instante y cada espacio, no podrían ser otras aunque lo quisieras cambiar. Este libro , una vez leído cuatro suyos, me ha parecido el mejor de ellos, pero es mi opinión nada más.
En cuanto a las palabras o a las frases que escribo reconozco, también, que algunas puede que parezcan fuera de sitio en cuanto al tema del libro o lo que cuenta, pero de alguna forma para mí es imprescindible escribirlas por que en cuando he pensado, seriamente, en el libro me ha surgido de , supongo, mi subconsciente esa frase, o esa imagen o esa palabra relacionada con el tema. Ambas cosas -imagen y libro- siempre irán unidas cuando piense en él. Este libro me ha llevado a la cabeza la belleza de lo improductivo, que podría aplicarse a cientos de libros que he leído, pero ¿por qué en este? Pues no lo sé, porque así está predestinado supongo ;)
Un abrazo
cuídate
POr cierto, gracias por lo del blog, pero el cambio de color lo he hecho porque siempre he pensado que el verde permite leer mejor y eleva la imaginación, pero sólo son teorías mias... jajaj
Eliminar