INSANIA de HÉLIA CORREIA
insânia 1996
Edi Hiru 210 Pág.
Trad Paula Sentandreu Roget y Carlos
Penela Martín
La culpa la tienen los poetas, no
tienen perdón, los buenos poetas, que de poetas buenos el mundo anda
necesitado y, aun así, son los culpables. Culpables porque cuando
escriben en prosa cojean en la pierna en la que tienen el zapato
donde guardan las metáforas o el celofán donde se pegan a la piel
esa incesante necesidad de crear mundos en los que ves nacer en cada
palabra; el lector ve nacer el libro en cada párrafo, en cada idea
hay una nueva cosa en las que el poeta, culpable, ha creado una nueva
mirada, porque eso es el mundo -la vida, la historia de tus y mis
vidas-: el mundo son miradas. Tu mundo y mi mundo nunca se parecerán
porque mi mirada no es la tuya, ni la tuya, ni la tuya, ni la de
aquel, ni la de nadie, es mi mirada agazapada tras mis ideas y mis
aprendizajes, la que descubre lo que quiere-me- contar el libro, Y es
entonces cuando el culpable poeta se convierte en inocente, pero
inocente de ingenuo, mi mirada ha convertido su libro en mio, se lo
he robado, y no, no he cambiado las letras, ni una coma siquiera , no
he cambiado nada, pero es mi libro. El poeta prosista, el prosista
tahúr, el tahúr poeta sabe que sus palabras dejan que entren en
todos los mundos, en cada una de ellas, que la palabras sinónimo no
tenga sentido porque no tiene sentido el vaciar un dedal de agua en
el mar, el contenido de las cosas son las propias cosas, y las cosas
son sus contenidos, pero los arcones que contiene un libro son tantos
que abrirlos todos haría de un libro, mil,. Hélia Correia habla
desde las entrañas de una poetisa, de sus sonoridades, sus ritmos,
sus imágenes que aparecen al cruzar la esquina izquierda del libro,
las palabras son poesía, una poesía en prosa que busca contarnos
una historia, una manera de enseñarnos un mundo. ¿Qué mundo? Un
mundo derruido, un mundo muerto-o a punto de hacerlo o de derruirse y casi desaparecer-, un mundo cayéndose y a punto de estrellarse,. Como una hermosa bailarina de ballet al que se le ha
roto una pierna,o si al piano de Sviatoslav Richter se le rompiera la
tabla armónica, la belleza está en los dedos, en la ejecución,
está en las piernas, está en la intención, está presente en el
vacío , está donde siempre estará, pero la crudeza del mundo
supera esa extraña combinación de lo bello con lo feo, de la muerte
con la letras doradas, de la ignorancia con el saber andar. Y se
derrumban las cosas bellas a pesar de estar presas de hermosas
cuerdas y horribles cimientos.
“Insania”... ¿Cómo podría
describirla?, y ¿Si lo hiciera sabría expresar lo que he sentido al
leerlo?¿Mentiría al decirlo? ¿Será esta ”Insania” mía la que
quiso contar Helia? ¿El machete con el que desbrocé las zarzas y
las enredaderas que dan imagen de ese mundo extraño es el necesario,
el que debe cortar o puede cortar las palabras, y los verbos y los
adjetivos con los que se quiso escribir este libro? Lo cierto es que
no lo sé, y me da igual. Si quieres saber de este libro, debes
aprender a mirar el mundo como si este se derrumbara, pero dentro de
ese desplome, esa absoluta falta de todo, de esa muerte y amenaza
constante esa crueldad de la vida, esa necesidad de todo, y debes
aprender a a mirar que esta historia llega a un pueblo llamado A
Levada, y el comienzo, vacío de miedo y de necesidad es la llegada
desde la nada de una niña llamada Natalina, una niña que no habla,
que parece retrasada, que solo se mueve por el pueblo, aceptando
comida y algún cariño que solo acepta a cucharaditas, justas y
buscadas,. La niña aparecerá y desaparecerá del texto, pero será
su centro, será su discurrir y su intención, será acaso su
metáfora de tahúr poeta que muestra al mundo de una niña
desamparada en un mundo en decadencia y a través, o cerca de
ella, aparecerá un mundo de personajes, un batido y desengañado
grupo de personas que salen y entran de sus casas, de sus vida,
esperando sobrevivir al fin del mundo, que no es y si es, que mueve
el hambre y mueve la vida, Es un mundo condenado, amenazante, donde
nada cabe excepto la necesidad de sobrevivir sin pensar en el
prójimo, lejos de necesidades comunales y de caricias y ayudas: solo
es la búsqueda de sobrevivir entre un mundo sucio, raro, casi
calumnioso con la vida. Personas que mueren y viven entre cobardías
y rebeldías, y destrozos y reencuentros y hasta instintos
espirituales que se mueren entre cadáveres que no conocen.
Los libros necesitan, digo mal, mis
libros, los libros que yo acepto y amo son los libros que te dejan
sensación, sea inquieta o buena, los que son capaces de llegarte al
alma o al cerebro o al corazón, o al estómago; no me valen los que
utilizan el simple asco o la risa fácil o el lloro sensiblero, eso
no es llegar al corazón, o al cerebro o al alma, para eso hay que
tener algo más que cuatro formulas manidas que atrapan peces con
redes de arrastre. Helia me ha llegado de dos formas: por un lado me
ha producido inquietud, una sensación de desasosiego de que algo se
trama en el mundo y no es lo que precisamente describe abiertamente
ella, no te está contando lo que te está contando, te está
hablando, por debajo -sotto voce- de la humanidad, de
los tiempos que nos toca vivir, de los años, horas y minutos, en
los que la soledad y la inquietud y la nada es parte de la vida de la
gente, de nosotros mismos, esa maldita sensación de que nada es como
parece y las almas que recorren el mundo se mueven por intereses y
nada se sostiene sobre nada excepto en el puro egoísmo. Y por otro
lado Helia me ha llegado por algo que repito en todos los libros que
comento y en los que lo terrible se cuenta de la forma más hermosa,
sea en sus palabras, sea en sus concepción, sea en sus creencias o
sea en sus tentativas, y Helia lo hace, crea un mundo extraño,
corrosivo, un mundo de muerte en la lluvia, hambre en las casas, frio
en el cuerpo, odio en los ojos, bajezas en las ideas, y lo convierte
en una novela en la que todo parece encajar como un puzzle del
infierno de Dante o del “Juicio final”de El Bosco, un lugar
terrible, apocalíptico, pero.... cruelmente bello.
Pero no sería normal hablar sobre
“Insania” y dejar el personaje de la niña Natalina, en una
pequeña mención que hago a mitad de comentario, ya he dicho que es
un personaje silencioso y constante, hasta puede ser una metáfora
del mundo débil, pero me he puesto a pensar y me he preguntado la
razón por la que Helia creó el personaje, la razón por la que no
habla, por la que recorre el mundo tomando lo que necesita, -hasta
pedacitos de cariño- y el pueblo la oculta a los extraños y la
ayuda y la... Y me respondo como lector tramposo que soy, o me creo,
que Natalina es la vida, la simple, pura y hasta inepta vida que nos
toca vivir a casi todos nosotros, porque queramos o no, somos o
valemos solo nuestros silencios, nos dan cariño y aceptamos lo que
podemos o nos quieren dar, la gente también, -sí, sí Helia-, a veces
ayuda aunque no sabe la razón o lo hace por inercia, , y somos tan
ocultos para el mundo, como una mujer que ha pasado hoy junto a
mí-como podría ser un hombre pero digo mujer porque yo soy hombre-
que me ha parecido muy hermosa, y triste y he pensado, que a pesar de
que aquí “solo” vivimos 27.000 personas jamás la volveré a ver
-todo es fugaz y silencioso-. AL final Natalina soy yo, al final
Natalina y el mundo y yo y el futuro no es nada, no hay nada. Hasta
las pequeñas cosas hermosas, o las pequeñas ayudas se olvidan y se
van, hacia ningún lado.
wineruda
Jopetas, dejas para el arrastre, que tono de pesimismo y de vacío y de nihilismo, por mucho que exhume belleza. De nuevo no tengo ni idea de novela y de autora.
ResponderEliminarQue los libros son siempre nuestros, es verdad y ya lo hemos comentado muchas veces. Cada cual lee desde su mundo que es diferente al de los demás, por eso la novela será diferente para cada lector/a. Que hay personas que leen con gran intensidad y desde las entrañas, también es verdad. Que yo prefiero leer poniendo cierta distancia, que no me busco en la lectura, que prefiero hacerme preguntas que encontrar respuestas... bueno, es mi forma de leer. No me gusta hacer lecturas tan vividas.
Parece una lectura críptica... ya veremos si llego a ella.
Un abrazo.
Hola Laura
EliminarYo creo que es la lectura la que te lleva a dónde quiere, si lo merece el autor, si su escritura y su estilo y su tema es lo suficientemente interesante, Agatha Christie podrá atraparme por pura curiosidad más que efímera... volátil, los libros que te llevan a lugares que buscan más allá que una mera diversión o una mera descripción (que también me gustan claro, siempre que estén bien escritos) también valen, pero si encuentro un libro, que entra más allá que una lectura limpia y aséptica, me quedo con ella, es más.. me aferro a ella, eso son las buenas, los capaces de llegarte más allá de la curiosidad o el ejercicio del intelecto.
un abrazo
cuídate