viernes, junio 09, 2017

EL ESPÍRITU ÁSPERO de GONZALO HIDALGO BAYAL




















EL ESPÍRITU ÁSPERO de GONZALO HIDALGO BAYAL


2009

Tusquets Andanzas 

 556 Páginas



Borracho, ebrio, embriagado, bebido, beodo, alcoholizado, mamado, achispado, amonado, ajumado, ahumado, calamocano, dipsómano, alumbrado, con curda, colgado, como una cuba; así estoy después de leer este libro, pero no de alcohol, sino que tengo la sangre -y el cerebro y el hígado , hasta los riñones- llenos de palabras; estoy empapado -desbordado, acuciado hasta la sorpresa- en palabras: palabras crueles, dulces, extrañas , numéricas, cuadradas, al cubo, de fórmula física,  inventadas, paranomásicas, neologismos, arcaísmos, barbarismos, latines, y griegos; o  palabras surgidas del habla de un pueblo perdido de la mano de Dios, y encontrado por la mano de un forajido, palabras que me inundan la sangre de ironía, y de feroces falacidades, bosquejos de ideas con sabor a hiel, y que no saben de dónde nacen y para qué, palabras procaces y salvajes, palabras como su mundo: curtidas, bravías y cultas.

El mundo enfrentado, -tu y yo, el y ellos, nosotros y vosotros, norte sur, paraíso infierno, riqueza pobreza, sarcasmo o fijeza,- enfrentado como el estado de la cultura y el del analfabetismo y el del  desconocimiento -y la absoluta necesidad de no saber-. La dicotomía de lo que quizá fue y de lo que realmente fue; la dualidad histórica -venganza futura-en la que la realidad de un hombre -humillado y acusado, vencido y torturado-- que luego fue cartaginés, pero cartaginés triunfante sobre los otros, los enemigos los de que siempre ganan y ganaron, los romanos, antiguos triunfantes humillados el vencedor vencido, el derrotado ganador. El perfecto enfrentamiento, la parsimonia de vida que no sabe qué camino escoger, y enseña que el mundo de las escuelas donde nada se aprende ni siquiera a vivir, porque a vivir se aprende en las tabernas, en las afueras de las escuelas, o en las calles de los pueblos perdidos, o en los campos donde pacen cabras y vacas, en riscos donde se muere despeñado, donde el poder es del señorito hijo de desgraciado y el desgraciado es el pobre siempre; Y el saber...el saber solo sirve para componer -o recomponer o construir a golpe de mano vacía- la vida de otros, componer verbos que expliquen el mundo, que lo remienden para que nonatos y para muertos vivos. Nunca para uno mismo , ni como profesor que solo eres soniquete murmurante de un organillo que se ha  repetido durante años -se va repitiendo-, ni nunca como alumno que solo eres el siguiente en saltar por la ventana de la vida. Ser o no ser, no depende de ti.





Y de la dicotomía, dualidad, partición, división, que es la novela, que va discurriendo su recorrido , a veces pantanoso, a veces como brazos de meandro, a veces como catarata rugiente, a veces como río tranquilo y pasmado, a veces con la calma chicha de la vida de un pueblo que ve pasar al vida. Vida que nos transporta desde el pasado al presente, y de hoy a ayer, y de nunca a siempre,  desde un pueblo apartado del mundo , un lugar etéreo, vacío, solar de sueños que no fueron, de origen que no fue, de energía apagada, Casa del Juglar, o Murias o.. Desde allí, lleva a Gumersindo, y con él a Pedro Cabañuelas y sus vidas , a Madrid, a estudiar y conocer sus vericuetos, sus vinos y mujeres, sus callejuelas y sus peleas, sus mentiras y verdades. Dicotomía y extraña aflicción que provoca y enseña que el protagonista ese viejo Gumersindo y el  niño Sin a la vez, , o Pedro Cabañuelas es  bandolero y alcalde, es futuro en el pasado, hasta el mismo  escritor de esas memorias propias y ajenas es amanuense falso y real y mentiroso a la vez.
 Partición que pasa de un profesor anciano-Don Gumersindo_ que es el niño que recorre las calles llenas de cenizas, mierda de vaca , de mentiras al oído y verdades a medias, de acusadoras y curas de poder y guardias civiles sin poder, y piedras de camino y que luego lo lleva , a la insultantemente moderna década de los años 80 en un instituto en los que los jóvenes son tan modernos como podrían serlo entonces -y Don Gumersindo tan extraviado como sus dialectos del latín recitados de memoria-,. Y allí me veo, con aquellos alumnos de Murias en el post-franquismo, con aquellos chicos tan patanes como lo fuimos entonces, tan enamoradizos como intentamos serlo y no somos, tan humanos como lo hemos sido siempre. Y también están  los otros  niños -los figurantes con frase, moratón, vida y muerte, hasta amor apedreado- los de primeros del siglo XX en los que la escuela de los frailes era un lugar de rezo y palo, castigo y oración, de vértigo y miedo - creo que casi somos los mismos con otra vestimenta y otros canto, pero igual de perspicaces y tontos, tan inútiles como crédulos, tan crueles como inocentes-Somos, ambos -los modernos de marihuana y libertad, y los de vino barato y tirachinas-, vestigios de dos pasados. Todo es pasado en la novela, pero es un pasado presente,- el presente pasado-, porque nos habla de la vida, de la vida de alguien que vive, encerrado en el circulo horario, diario, anual, que nos rodea-;: el escueto vivir que nos repite sin cesar que la vida es la misma siempre-,. que va encerrándolo en su lugar, lo lleva, sin querer, aunque sus planes hubieran sido otros, al lugar que  eligió, o quizás, sí, un otro, un alguien que nadie conoce, ¿el destino?¿Dios? ¿el infierno? ¿la nada? Todos acabamos en los lugares que creemos nunca hubieran sido el final , y aquí estamos -presentes- en novelas que hablan de Don Gumersindo (Sindo, Sin), un niño que comienza a estudiar a primeros del siglo XX en un colegio curas y allá descubrirá el mundo extraño, paradójico, irreal de las lenguas muertas que enseñan que el mundo es siempre es mismo, por lo tanto están vivas como el mundo -.Así, nuestra vida es como el latín ahora, y como la canción de los Sex Pistols, sin futuro,


Gumersindo (Sindo, Sin) conocerá en el pueblo a un rufián, a un bandolero, que surgió en el pueblo, pero nadie acusó, solo amagó su condena, y desde su puesto de posible bandolero peligroso, Pedro Cabañuelas va ascendiendo en la vida de Casas del Juglar y de Murias entera, cultivando su cultura con Gumersindo niño, conociendo los latines , de donde aprende que los cartagineses son un pueblo admirable aun en la derrota, que por otro lado él no reconoce, y por contra sus enemigos serán escipiones romanos a vencer, y podrán ser vencidos.
Pasados los años, Gumersindo, don Gumersindo, escribe esa historia que será´recreada por el propio Gonzalo Hidalgo Bayal, robando de los escritos ocultos del profesor de lenguas muertas; , muertes, triunfos, derrotas, venganzas y ruindades que sucedieron en el pueblo, en Madrid durante la universidad y en la España que cruzó aquellos años de muertes, guerras, sangres y bendiciones apostólicas. Aquellos padres , rellenaron el mundo de hijos de los cuales Don Gonzalo Hidalgo -como colega joven de Don Guemersindo y escritor de sus memorias apañadas- va dando razón de vida y señales de movimientos en los años actuales. Grandes movimientos que se van repitiendo, solo las carreteras y los coches y la radio, o los instrumentos musicales no son los mismos, la vida de la gente es la misma, : beodos, asexuados, tontos, perdidos, fornicadores, músicos, perdedores, salteadores. Quizá solo queda una cosa que no es la misma, la justicia no escrita que existía en los pueblos donde no había más que razón de vida y de muerte, la justicia de la verdad y de lo que es justo, o del que es más listo, ahora solo queda la soledad del que nace para estar solo y no vencer nunca, ni aunque sea lo justo


El protagonismo rota entre el Antiguo casi , acaso, aún, bandolero , Pedro Cabañuelas, -y su prole y familia- y Gumersindo; que surgen y rigen un destino casi paralelo, entre obligado y destinado, sus mundos, de cultura sin destino, y de destino sin cultura, será la del pobre profesor de la España del siglo XX y del ´hábil generador de vidas y sueños y dineros que va creando el pueblo de Casas del Juglar a su gusto extraño y cartaginés; y la dicha de hacerlo supera la desdicha de su vida, y así se irá moviendo el mundo por este libro, que está lleno de sonidos extraños, extraños por diferentes, es una novela diferente, no busques veleidades facilonas, ni simetrías ajustadas a lo vendible, ni busques traiciones indebidas, ni facilidades de lectura y pago,. El latín nace y trasiega por sus pagos, los juegos de palabras rulan como un jarra de vino en una vieja cabaña, se sorprende uno con el humor irónico, tramposo, el humor con mirilla, el humor con tirantes, la broma con carretilla, , el chiste para mirar con periscopio o microscopio , incluso con telescopio; y aparecen hasta las canciones ochenteras de bajo presupuesto y serie B y hasta hacen prosopopeya de niños sin futuro de los 80, iracundos entre alcoholes y malos versos. Y …aparece...
Cabañuelas como rey y Gumersindo como juglar culto de latines y canciones de gesta cartaginesas .

Y no quiero perderme en contar cosas extrañas -mías- del libro, simplemente he intentado hacer un boceto, a carboncillo y borrando con una goma de esas con olor a nata que probablemente si fuera cierto su olor me hubiera embriagado, pero como solo es un ejercicio de estilo, diré que es una novela, no ya buena, esplendida. Y me impresiona, me deja completamente alucinado que webs - de alabado credo-que distingan escritores de “alta alcurnia” de la literatura española del siglo XX y creo que del XIX o XXI ¿qué más da? no distingan a Hidalgo Bayal-lo subraye, lo diga siquiera-. Es impresionante, espléndido en su barbaridad. ¿Qué les has hecho Gonzalo? ¿Confundiste gigantes con molinos? O ¿ Ibéricos con bestezuelas?. ¿Delenda est Carthago?


No es un libro para leerse de una sentada -bueno yo lo hice, lo leí en un día-(pero es otro tema, lo bueno me obsesiona), así que si quieres leer un libro que no sea el que te aconseja el vecino acosándote en el ascensor con sus libros de biblioteca pantagruélica  y de portada de belleza arrullada y fascinante; agarra una silla-o mejor un sillón-, ponte las gafas de leer, aprópiate de un diccionario -de los de libro no de los de Internet, no valen, no merecen la pena-y disfruta; sí disfruta del puro placer de leer historias, que la vida no vale para nada si no tienes un momento, un lugar , una silla, un sillón, un árbol viejo donde apoyarte, una encina donde colgar la hamaca, un aparte silencioso, una querencia para personas que no quieren leer lo que te aconseja la dependienta de la librería  del supermercado -no por no saber, sino por escasez de temas y tomos- y le apetezca leer una obra de arte. Arte de papel, arte de riesgo, arte de pensar, arte de no hartarte.
Pues te -os, les- presento:
-Aquí un lector con curiosidad..
-Aquí Gonzalo Hidalgo Bayal, escritor que hasta pudo ser el que inventó el bálsamo de fierabrás para lectores  (como me ocurrió a mí) Gracias







4 comentarios:

  1. Ya sabes que he leído de este autor, Campo de amapolas blancas, me gustó su manera de escribir y el propio relato (o novela breve). Sin embargo no he vuelto a leer nada suyo tres años después del haber leído Campo de amapolas blancas.

    Un abrazo.

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  2. Hola, como sabes he leído los dos, y no se parecen en nada, como el agua y el vino,
    en nada
    un abrazo

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  3. Hola, Wine
    Bueno, parece que va siendo hora de enfrentarme a alguno de ellos. Por sugerencia de Utopía conseguí el 'Campo...' y también éste que reseñas tan significativamente. El primero me atrae por lo breve; éste, por su contenido.
    Gracias por tus magníficas líneas.
    Cuídate.

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    Respuestas
    1. Gracias Marcelo
      He leído ambos, este es impresionante.
      cuídate

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