W O EL RECUERDO DE LA INFANCIA de GEORGES PEREC
w ou le sourvenir d'enfance 1975
Ed. Península 180 Pág
Trd. Alberto Clavería
- Yo no tengo recuerdos de infancia -me dice Georges.
- Y entonces, ¿ por qué escribir un libro sobre tu infancia? -le pregunto- y, además, ¿Por qué titularlo como lo has hecho? … El recuerdo de la infancia...
- Porque recordar es rebuscar, es filtrar, es eliminar y aceptar las pequeñas o grandes imágenes que tienes en el cerebro. Y este libro me sirvió para limpiar de zarzas mi historia y encontrar los caminos que circulé, aunque a veces solo fueran estrechos pasadizos y...
- Ya -insisto- pero no deja de ser un engaño al lector que le prometas tus memorias y en la primera página le digas, mas o menos, que no te acuerdas de nada o...
- Ni miento ni engaño a nadie, -me responde Georges, acariciando de arriba a abajo su puntiaguda barba- porque también he dicho desde el principio que hasta los doce años apenas me quedan restos en la memoria de hechos que me sucedieron; y que por ello he intentado reconstruir mi pasado desde los lugares que sé que estuve, hablando con mi familia y con algunos de los pocos amigos que entonces hice y he podido encontrar.
- ¿Crees que los has olvidado o los has querido olvidar? -le pregunto mientras veo que su gato entra en la habitación y salta sobre sus rodillas-. Pienso que tu infancia, por los años en los que discurrió, debe ser, para un niño judío como lo eras tú y por lo que sucedió a tu familia, un época de terror...la Segunda Guerra Mundial.
- No sé si es, no me preocupa, un olvido obligado o uno necesario; para un niño como yo el escapar hacia la Francia libre, o cambiar de apellido o en refugiarme en un internado católico, era apenas más que un juego, que ahora veo peligroso, pero entonces solo era un juego al fin. La muerte de mi madre en Auschwitz no la conocí hasta acabar la guerra en Francia, y el alcance de todo aquello hasta mucho después -Georges se calla y mira al gato fijamente, parece buscar algo más allá de su figura-.
Creo que el pudor me hace callar un
momento, pienso que si alguien puede querer olvidar algo son todos
aquellos que perdieron a sus seres queridos, a sus amigos, o
simplemente al vecino de al lado, o al que compraba el pan junto a él
en la panadería del barrio. Sí, pero no lo hacen ni lo harán
porque olvidar es injusto y cruel para con aquellos que dejaron sus vidas en
las cunetas, en las cámaras de gas, en los tumbas colectivas con un
balazo en la nuca... El hecho de ser judío, o gitano, o lo que sea
que no fuera bien visto por los nazis suponía la muerte: por un
apellido una bala, por una religión un gas, por una ideología una
ametralladora, por una raza el exterminio...
Georges tiene los ojos cerrados y sigue
acariciando al gato tras las orejas. Yo me pierdo en mis pensamiento
no sé cuánto tiempo, hasta que miro los papeles que tengo en mi
regazo, en ellos he escrito que el libro está compuesto por dos
historias separadas: una sobre la vida de Perec y su familia, y la
otra sobre la vida en una supuesta isla del Pacífico, W.
- ¿Por qué escribir dos historias paralelas aparentemente tan diferentes? -Le pregunto de repente, y él parece salir de su ensimismamiento-.
- Los libros tienen dos formas de mirarlos: por lo que cuentan y por cómo lo cuentan; de este modo se pueden encontrar dos caminos para explicar lo que quiero contar, por caminos paralelos llegar a un mismo fin. Necesitaba contar -sigue Georges-... Sí, contar mi historia, la que recuerdo...la mía y la de mi familia; pero también hablar de todos aquellos que no conocí, de todos aquello que se movían junto a mi: lejos y cerca. Tan lejos y tan cerca como la muerte y la vida.
- Pero son dos histor...-comienzo a decir-.
- Por otro lado -continúa, sin parar- escribir dos historias me permite hablar de la búsqueda de mis recuerdos, confirmados algunos, alterados otros; hablar de una realidad cierta para mí. Sí, una realidad que puede visitarse, tocarse tiempo después -Y al decir esto me mira con melancolía-. De este modo puedo confrontarlo con la metáfora de esa isla que aunque no podamos tocarla , ni pisarla, sí podemos olerla, porque apesta, y sentirla en los huesos.
- ¿Pero -insisto- la historia de la isla de W, es una historia que comenzaste a escribir en tu juventud?
- La escribí, y la sigo aún escribiendo, y la escribiré siempre, porque es la historia, como te dije, -Me mira un poco molesto por mi infantil insistencia- con la que cuento, acaso, lo que quise olvidar y, en cualquier caso, recuperar y reconstruir lo que comencé, comenzamos, a conocer tras la caída de los nazis.
- Comenzar...
- Y -continúa, y me sigue mirando fijamente con esos ojos semicerrados, no sé si por las ojeras o por el cansancio- a veces se dice que contar tu pasado, tu historia, es hacerte una limpieza del cerebro, pero esa no era mi intención. Mi intención en el libro no es hablar de mí, es hablar sobre mi madre, sobre mis abuelos, sobre todos aquellos que se quedaron en el camino, por una razón tan cruel como bárbaramente estúpida.
La historia que cuenta Perec en esa narración paralela sobre la isla de W, es acerca de un lugar distópico, cruel, sucio,
extraño, donde las personas rigen su vida por el deporte...
- ¿Por qué el deporte? -le pregunto.
- Porque para algunos matar fue, y es , un deporte. Y ya no sólo matar, sino el ser cruel, el ser poderoso, el dominar a los demás, el humillar, vencer, pisar, destrozar las vidas es un ejercicio que parece tonificar sus músculos, renacer su espíritu. La mente humana, el cuerpo humano, no deja de ser, muchas veces, el refugio de gente que no solo está podrida, sino que pudre el mundo que le rodea. -Georges se altera y se levanta a encender un cigarro-
- Es cierto -le digo mientras él mira con fijeza la llama de la cerilla- .
Hace un aro con el primer humo del
cigarro, que se eleva y desaparece en el techo oscuro.
- ¿Pero escribirías el mismo último párrafo dentro de 10, 15 ó 20 años?.-le hago la última pregunta-
- ¿Por qué me lo preguntas? -Me contesta algo alterado, cerrando los ojos hasta que solo son una línea negra-.
- Por que encuadra tú libro en la época concreta que has terminado el libro, en una situación política y social exacta, lejana a lo que cuenta realmente el tema del libro...
- Por supuesto que lo haría-exclama Georges algo enojado- podría escribir el mismo final, mañana y pasado y dentro de 41 años, con distintos nombres pero igual resultado, y no variaría nada lo que digo, porque permitimos que los mismos hechos se repitan una y otra vez, invariablemente; y los mismos perros de presa continúan existiendo, pero con diferentes amos y cadenas. Siempre es la misma historia...
Oscurece en la ciudad, no sé cuál es el lugar
en el que estoy, no se lo he preguntado, no creo que importe. No
existe el tiempo ni apenas espacio en este lugar. En las paredes se
ven unos cuadros de paisajes recortados con forma de puzzle, encima
de la mesa luce un viejo bilboquet. Estoy donde debo estar en este
y en cualquier momento; todo es eterno entre letras. Miro por la
ventana y el cielo parece enrojecer y arder,-mañana hará buen tiempo-. Acaso nadie de nosotros lo verá.
wineruda