RESIDENCIA EN LA TIERRA (1925-1935) de
PABLO NERUDA
CÁTEDRA 384 Pág.
“¿para qué sirven los versos si
no es para el rocío? ”
Cada vez que leo este libro me vuelvo a
presentar, con el mismo respeto de la primera vez, a Pablo -Neftalí-
porque es como si lo volviera a conocer, nada parece
parecerse a la anterior vez que lo leí, aunque haya sido una semana
antes; los recovecos, las anchas avenida y las estrechas esquinas de
sus versos, las escamas saladas por las que acaricias sus poemas, el
olor a mar y el olor a sol y el olor a verde que desprenden sus
palabras no son iguales a la anterior vez que pasaron por mis
sentidos, que no solo por mis ojos, y no son iguales porque parecen
mutar cada vez que abres las páginas y descubres una palabra que
pudo no estar allí, y un sentimiento que no adivinaste, y una
pelliza de color tierra abandonada en la esquina derecha de la hoja,
y descubres la mirada fértil de Pablo -Nefatlí- tras todas estas
hojas nuevas nacidas de árboles que no habían nacido cuando él nos
dejó, pero aún así quieren, se obligan, desprenderse de su savia,
y hacer pegajosas páginas desde su puré convertido en ese papel, y
así quedes enganchado a él , como una hormiga cúbica atrapada
entre dos terrones de azúcar, y dejándote el pequeñito espacio entre sus papeles para que pase el vuelo flotante de una semilla de
diente de león por delante de tus ojos, y es por ese mismo espacio
por el que se cuela el espíritu de Pablo-Nefatlí- y se aleja
nadando entres corrientes de aire con esa semilla y todas las otras
simientes, embriones, o semen del mundo para hacerlo fecundo con
palabras, versos, ideas, fierezas, ternura, tristezas, alegatos,
gritos como adjetivos, silencios como verbos, y sentimientos...Así
todos se aferran a la tierra y vuelven a nacer. Y cuando vuelvo abrir
el libro es otro lugar, es otros paraiso, infierno, casino, cabaña,
cueva, editorial, escondite, calvero, landa, patria, es otro olor, y
es así porque renace cada día, y yo lo leo como renacido entre
simientes de diente de león y espíritus y sueños vivos de Pablo
-Neftalí- rodeándome.
Caballo de los sueños
Innecesario, viéndome en los
espejos
con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles,
arranco
de mi corazón al capitán del infierno,
establezco cláusulas
indefinidamente tristes.
Vago de un punto a otro, absorbo
ilusiones,
converso con los sastres en sus nidos:
ellos, a
menudo, con voz fatal y fría
cantan y hacen huir los
maleficios.
Hay un país extenso en el cielo
con las
supersticiosas alfombras del arco iris
y con vegetaciones
vesperales:
hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga,
pisando
una tierra removida de sepulcros un tanto frescos,
yo sueño entre
esas plantas de legumbre confusa.
Paso entre documentos
disfrutados, entre orígenes,
vestido como un ser original y
abatido:
amo la miel gastada del respeto,
el dulce catecismo
entre cuyas hojas
duermen violetas envejecidas, desvanecidas,
y
las escobas, conmovedoras de auxilios,
en su apariencia hay, sin
duda, pesadumbre y certeza.
Yo destruyo la rosa que silba y la
ansiedad raptora:
yo rompo extremos queridos: y aún más,
aguardo
el tiempo uniforme, sin medidas:
un sabor que tengo en el alma me
deprime.
Qué día ha sobrevenido! Qué espesa luz de
leche,
compacta, digital, me favorece!
He oído relinchar su
rojo caballo
desnudo, sin herraduras y radiante.
Atravieso con
él sobre las iglesias,
galopo los cuarteles desiertos de
soldados
y un ejército impuro me persigue.
Sus ojos de
eucaliptos roban sombra,
su cuerpo de campana galopa y golpea.
Yo
necesito un relámpago de fulgor persistente,
un deudo festival
que asuma mis herencias.
“Residencia en la
tierra” es un libro sobre la vida, sobre lo que es vivir en la
tierra, agarradas sus raíces al viento que no a la tierra inmóvil ,
agarrada la mente a la tierra que no al viento mutable e inestable,
posado en cualquier lugar de ella, los sentimientos son los mismos
sean en Sri Lanka, sean en Singapur, sean en Madrid, sean en Temuco o
sean en Valparaiso. El amor y los vientos son iguales en todos los
lados, los resultados de la suma de vidas unidas o la resta de las
vidas separadas, son los mismos en cualquier lugar de la tierra en
la que pisen tus pies. El dolor,... y el dolor también es el mismo,
la desgracia y la muerte está donde está tu mente, presente como un
eclipse sin luna o una sonata sin piano.
Serenata
En tu frente descansa el color de
las amapolas,
el luto de las viudas halla eco, oh apiadada:
cuando
corres detrás de los ferrocarriles, en los campos,
el delgado
labrador te da la espalda,
de tus pisadas brotan temblando los
dulces sapos.
El joven sin recuerdos te saluda, te pregunta
por su olvidada voluntad,
las manos de él se mueven en tu
atmósfera como pájaros,
y la húmedad es grande a su
alrededor:
cruzando sus pensamientos incompletos,
queriendo
alcanzar algo, oh, buscándote,
le palpitan los ojos pálidos en
tu red
como instrumentos perdidos que brillan de súbito.
O
recuerdo el día perdido de la sed,
la sombra apretada contra los
jazmines,
el cuerpo profundo en que te recogías
como una gota
temblando también.
Pero acallas los grandes árboles, y
encima de la luna, sobrelejos,
vigilas el mar como un ladrón.
Oh
noche, mi alma sobrecogida te pregunta
desesperadamente a ti por
el metal que necesita.
Sacar de los versos
más trágicos, de los momentos más pesarosos, las palabras más
directas, las imágenes más oportunas, los versos más bellos, es
derecho del que tiene heridos brazos y piernas, abiertos los ojos con
venas de agua salada, y tembloroso el pulso de la pluma, pero como
Pablo .-Neftalí- bracea entre el aire, abraza penas y las hace
suyas, completamente suyas, las escurre de su mente, las hace
simiente para descargar su nube de dolor, para que nadie olvide, ni
siquiera hoy,.-futuro- que se murió su hija o que..
Oda con un lamento
Oh niña entre las rosas, oh presión de palomas,
oh
presidio de peces y rosales,
tu alma es una botella llena de sal
sedienta
y una campana llena de uvas es tu piel.
Por desgracia no tengo para darte sino uñas
o pestañas, o
pianos derretidos,
o sueños que salen de mi corazón a
borbotones,
polvorientos sueños que corren como jinetes
negros,
sueños llenos de velocidades y desgracias.
Sólo puedo quererte con besos y amapolas,
con guirnaldas
mojadas por la lluvia,
mirando cenicientos caballos y perros
amarillos.
Sólo puedo quererte con olas a la espalda,
entre
vagos golpes de azufre y aguas ensimismadas,
nadando en contra de
los cementerios que corren en ciertos ríos
con pasto mojado
creciendo sobre las tristes tumbas de yeso,
nadando a través de
corazones sumergidos
y pálidas planillas de niños insepultos.
Hay mucha muerte, muchos acontecimientos funerarios
en mis
desamparadas pasiones y desolados besos,
hay el agua que cae en mi
cabeza,
mientras crece mi pelo,
un agua como el tiempo, un agua
negra desencadenada,
con una voz nocturna, con un grito
de
pájaro en la lluvia, con una interminable
sombra de ala mojada
que protege mis huesos:
mientras me visto,
mientras
interminablemente me miro en los espejos y en los
vidrios,
oigo que alguien me sigue llamándome a sollozos
con
una triste voz podrida por el tiempo.
Tú estás de pie sobre la tierra, llena
de dientes y
relámpagos.
Tú propagas los besos y matas las hormigas.
Tú
lloras de salud, de cebolla, de abeja,
de abecedario ardiendo.
Tú
eres como una espada azul y verde
y ondulas al tocarte, como un
río.
Ven a mi alma vestida de blanco, con un ramo
de
ensangrentadas rosas y copas de cenizas,
ven con una manzana y un
caballo,
porque allí hay una sala oscura y un candelabro
roto,
unas sillas torcidas que esperan el invierno,
y una
paloma muerta, con un número.
Leí que
este era un libro en la que sus poemas, versos, ideas, sentimientos,
intención...sí creo que lo pretendía decir era que su intención era
metafísica, sí; esa palabra que se utiliza para ascender y
trascender lo real, lo cotidiano, para que las palabras oculten más
que muestren, que llevan una cartel en la espalda explicando, sin que
podamos verlo, la explicación última, la real, la que solo la mente
de Pablo -Neftalí- puede contarnos, allá sujeto en alguna ráfaga
de aire entre las simientes de diente de león donde está; lo
sencillo que descerrajó su mente y lo convirtió en trascendente a
sus sentidos estrictos, buscador de la sustancia íntima y final en la que se desnudan sus versos, a su versión terrenal, a su imagen vespertina,
despierta de lunas y júpiteres, ese extraño y propio disparo de
palabras que salió de su pluma y que alcanzó el futuro...hoy. Desde
su casa, su residencia en al tierra, parece que debió elevarse para
alcanzar lugares en las que la realidad -su realidad contada y
cantada- solo es espejismo, aquello trascendental está más allá, en
los versos metafísicos. Yo no lo creo, los sentimientos de Pablo
-Neftalí- se ven en cada palabra, las ideas, los dolores, los
candores, los dulzores, los cantos, los sueños, los pies doloridos,
los dolores de cabeza, las lágrimas emborronado el papel -aun hoy-,
el amor desbordante, el desamor caído del cielo, la alegría, hasta
el hartazgo momentáneo de la realidad... Aparecen como destellos, antiguos golpes de luz de flash de fotógráfo deslumbrándote por un momento, instante blanco y corto, que luego revela la realidad..
Walking Around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las
sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne
de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo
quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver
establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni
ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi
sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un
lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de
oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y
dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante,
extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas
de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de
raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con
muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve
llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una
rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a
hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas
zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando
de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en
una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de
vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y
ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con
olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios
donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y
camisas que lloran
lentas lágrimas sucias
Así todo lo que
pueda querer trascender se vuelve tan terrenal como la tierra en la
que vive, tan real como su existencia aun hoy, porque el lenguaje de
los poemas no es el lenguaje de los filósofos, no debe serlo, y si
así lo fuera acabaría siendo preso de sus lectores, o prisionero de
sus culpas, y en este caso no lo es,.. Pablo -Neftalí- hace llover
palabras, que nos inundan, que nos mojan, hasta empapan, pero entran
en la piel, sobrepasan la epidermis, porque por ahí entran los
versos, y los reconozco y sé que iban dirigidas para mí, entran en mi torrente sanguineo, o para tí y en ti, si abres sus hojas. Las reconocerás...
Y yo sé que entre
todas esas imágenes que aquí abundan, horribles o tiernas, o surrealistas
o veraces, se encuentra, deslumbra, se descubre, claro, su
autorretrato, parecido a un cuadro naíf elevado entre columnas
salomónicas barrocas, espantado de sus duelos, amante de sus amores,
acurrucado entre sus mares, asustado entres su orejas, salvo entres
sus zapatos, defendido por sus corbatas ; y todo es tan presente y
tan cotidiano como encontrar sus camisas atropellada en el suelo o el
olor a vinagre y a bodega vacía en sus sueños pesarosos, y es tan real como que los lirios
cortados agreden a los notarios, y todos, a pesar de las intenciones,
de los sueños locos, de lo surreal de las pretensiones, nos aburrimos
de ser nosotros mismos, y así descubrimos que lo real : la cara
real de Pablo -Neftalí-, aparece desde todos los rincones del libro,
atropellando y levantando del polvo palabras ocultas, saltando por
encima de lo extraño a lo normal, para surgir, claro y espléndido como expresión
de lo que piensa hoy y ahora: en la tierra donde reside y escribe.
Y no hace falta
hablar sobre sueños si existe tierra donde caer y dormir
ESTATUTO DEL VINO
Cuando a regiones, cuando a sacrificios
manchas moradas como
lluvias caen,
el vino abre las puertas con asombro,
y en el
refugio de los meses vuela
su cuerpo de empapadas alas rojas.
Sus pies tocan los muros y las tejas
con humedad de lenguas
anegadas,
y sobre el filo del día desnudo
sus abejas en
gotas van cayendo.
Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del
invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego
en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre
el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas
duras.
Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a
mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.
A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo
rojo
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por
canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el
vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.
Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su
follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en
medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y
sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que
llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.
Y hacia túneles acres me encamino
vestido de metales
transitorios,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia
betunes verdes que palpitan,
hacia herrerías desinteresadas,
hacia sabores de lodo y garganta,
hacia imperecederas
mariposas.
Entonces surgen los hombres del vino
vestidos de morados
cinturones
y sombreros de abejas derrotadas,
y traen copas
llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con
roncas bocinas se saludan
cantando cantos de intención nupcial.
Me gusta el canto ronco de los hombres del vino,
y el ruido de
mojadas monedas en la mesa,
y el olor de zapatos y de uvas
y de
vómitos verdes:
me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese
sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.
Hablo de cosas que existen, Dios me libre
de inventar cosas
cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros,
hablo de lentas medias de ramera,
hablo del coro de los
hombres del vino
golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.
Estoy en medio de ese canto, en medio
del invierno que rueda
por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos
abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.
Recordando noches, navíos, sementeras,
amigos fallecidos,
circunstancias,
amargos hospitales y niñas
entreabiertas:
recordando un golpe de ola en cierta roca,
con
un adorno de harina y espuma,
y la vida que hace uno en ciertos
países,
en ciertas costas solas,
un sonido de estrellas en
las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren
que cruza oscuro de ruedas malditas
y muchas cosas tristes de
esta especie.
A la humedad del vino, en las mañanas,
en las paredes a menudo
mordidas por los días de invierno
que caen en bodegas sin duda
solitarias,
a esa virtud del vino llegan luchas,
y cansados
metales y sordas dentaduras,
y hay un tumulto de objeciones
rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un
látigo caído.
El vino clava sus espinas negras,
y sus erizos lúgubres
pasea,
entre puñales, entre mediasnoches,
entre roncas
gargantas arrastradas,
entre cigarros y torcidos pelos,
y
como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y manos de
cadáver.
Y entonces corre el vino perseguido
y sus tenaces odres se
destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y
sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros,
tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por
las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de
amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo
entre calles usadas,
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas
de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde
se confunden la lluvia y los ausentes
Oculto... nada es oculto, solo lo parece, porque los sustantivos,
los adjetivos, y más de un verbo, están donde no deben estar, donde
la tradición, la lógica, el mayorazgo de los diccionarios prohíbe
o alienta que no esté. Ese es el laberinto de Pablo -Neftalí-, ese
es el rompecabezas poético que se deslumbra y nos llena el texto con
orejas, mares, vinagres, obispos, reinas, alas rojas, arroz
huracanado, barcos amarillos, barcos de esperma, barcos verdes,
pantalones irredentos, cocinas negras, algas minerales, espigas
muertas, cabezas sin venas, bocas violetas, timbres con boca,
botellas palpitantes, barcos con sombrero..
Un
día sobresale
De lo sonoro salen números,
números moribundos y cifras
con estiércol,
rayos humedecidos y relámpagos sucios.
De lo
sonoro, creciendo, cuando
la noche sale sola, como reciente
viuda,
como paloma o amapola o beso,
y sus maravillosas
estrellas se dilatan.
En lo sonoro la luz se verifica:
las vocales se inundan, el
llanto cae en pétalos,
un viento de sonido como una ola
retumba,
brilla y peces de frío y elástico la habitan.
Peces en el sonido, lentos, agudos, húmedos,
arqueadas
masas de oro con gotas en la cola,
tiburones de escama y espuma
temblorosa,
salmones azulados de congelados ojos.
Herramientas que caen, carretas de legumbres,
rumores de
racimos aplastados,
violines llenos de agua, detonaciones
frescas,
motores sumergidos y polvorienta sombra,
fábricas,
besos,
botellas palpitantes,
gargantas,
en torno a mí la
noche suena,
el día, el mes, el tiempo,
sonando como sacos de
campanas mojadas
o pavorosas bocas de sales quebradizas.
Olas del mar, derrumbes,
uñas, pasos del mar,
arrolladas
corrientes de animales deshechos,
pitazos en la niebla
ronca
deciden los sonidos de la dulce aurora
despertando en el
mar abandonado.
A lo sonoro el alma rueda
cayendo desde sueños,
rodeada
aún por sus palomas negras,
todavía forrada por sus trapos de
ausencia.
A lo sonoro el alma acude
y sus bodas veloces celebra y
precipita.
Cáscaras del silencio, de azul turbio,
como frascos de
oscuras farmacias clausuradas,
silencio envuelto en pelo,
silencio
galopando en caballos sin patas
y máquinas dormidas, y velas sin
atmósfera,
y trenes de jazmín desalentado y cera,
y agobiados
buques llenos de sombras y sombreros.
Desde el silencio sube el alma
con rosas instantáneas,
y
en la mañana del día se desploma,
y se ahoga de bruces en la luz
que suena.
Zapatos bruscos, bestias, utensilios,
olas de gallos duros
derramándose,
relojes trabajando como estómagos secos,
ruedas
desenrollándose en rieles abatidos,
y water-closets blancos
despertando
con ojos de madera, como palomas tuertas,
y sus
gargantas anegadas
suenan de pronto como cataratas.
Ved cómo se levantan los párpados del moho
y se
desencadena la cerradura roja
y la guirnalda desarrolla sus
asuntos,
cosas que crecen,
los puentes aplastados por los
grandes tranvías
rechinan como camas con amores,
la noche ha
abierto sus puertas de piano:
como un caballo el día corre en sus
tribunales.
De lo sonoro sale el día
de aumento y grado,
y también
de violetas cortadas y cortinas,
de extensiones, de sombra recién
huyendo
y gotas que del corazón del cielo
caen como sangre
celeste.
Y creo que cada palabra, cada
sustantivo y adjetivo corsario, extraño e invasor en palabras
ajenas, son como las rompientes de las olas, los lugares donde es más
bello el mar, más valiente la agonía de las olas -mueren luchando- y
así todas esas palabras, todas, son los lugares donde se refugia la
imaginación del lector, la verdadera potencia de ser de la poesía
de Pablo -Neftalí- porque de ella nace toda la expresión, toda la
agresividad poética, toda la belleza construida a base de imágenes,
de olores, luces, colores, verbos abiertos, sustantivos cerrados,
adjetivos como universos, que van llenando la mente del lector de
todas las ideas que puedan imaginar el mundo, combinaciones infinitas
de versos, que deslumbran. Y sé que es así porque aún hoy, Pablo -
Neftalí Ricardo Reyes Basoalto- y este libro -creo, aunque en mi familia no lo
recuerdan, que me amantaron con él , como loba capitolina rellena de
versos prohibidos-, y este libro, digo, es la medida con el que
comparo todo lo que leo, porque como en la tierra, desde mi casa, hasta
el centro de ella siempre hay y habrá una, y solo una,
distancia cierta y válida. Como cada poema se mide con la distancia a estos poemas....
Si alguien escribiera, hoy, versos
sobre un amigo, como estos, cambiaría, creo, algo de la capacidad
del mundo para ver lo bello, y hablo así porque probablemente, este
libro, “Residencia en la tierra”, como mucha poesía, es el final
y principio de caminos que ya no se andan, que apenas algunos lo
comienzan y parece que se va alejando como las semillas del diente de
león, y espero que no se vaya con ellas Pablo Neruda, escondido
entre las hojas de libros de texto que se deben aprobar, con Vicente Aleixandre,
o Cesar Vallejo, o León Felipe, o José Agustín Goytisolo, u
Oliverio Rincón, o Nicanor Parra, o Federico...
ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA
SI pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme
los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y
por tu poesía que sale dando gritos.
Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las
escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los
ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y
van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus
negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre
y tragan
cintas rotas, y se matan a besos,
y se visten de blanco.
Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ríes con risa de
arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los
dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que
eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del
otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me
moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos
espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito
crecen
hacia la muerte en ríos con números de mármol
y
coronas podridas, y aceites funerales:
me moriría por verte de
noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente,
heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas,
de lágrimas, de lágrimas.
Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y
sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo
negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que
creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la
enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la
noche.
Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases
cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te
persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además
caracoles y semanas,
mástiles enrollados y
cerezas
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida
cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.
Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando,
derribar relojes,
sería para ver cuándo a tu casa
llega el
verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje
agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados
muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes,
llegan
planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por
grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa
de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega
un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio,
Norah
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, María
Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael
Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales,
Concha Méndez,
y otros que se me olvidan.
Ven a que te
corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como
un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre
nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos
sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos
si no es para el rocío?
Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un
puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo,
para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se
dispone a morir?
Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas
dentro de un río
como una cinta junto a las ventanas
de las
casas llenas de pobres gentes.
Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones
en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las
minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y
llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un
río interminable
hay mucho llanto en las ventanas,
los
umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas
por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.
Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las
despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas
decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones,
piedras, vías férreas.
Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.
Hay
el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el
miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a
cuestas.
Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede
ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Ya sabes por
ti mismo muchas cosas.
Y otras irás sabiendo lentamente.
Pasa el viento y se lleva las semillas volantes, en algún lugar
caerán y surgirá una flor que alimenta, que embellece campos y da
color al mundo, pero estoy seguro que como Pablo, no querrá estar en
jardín cuidado, correcto y tradicional, ahí no querrán estar las
semillas del fiero diente de león.
wineruda