CÓMO SER PERFECTO, RON PADGETT
KRILLER71 ED 2018 193
Pág
Versión de Aníbal Cristobo y Patricio Grinberg
Los poetas siempre tienen la razón; la tienen porque dicen la verdad sobre fantasmas que se
descuelgan del techo, o sobre sombras que quedan rezagadas, o sobre pasados imposiblemente improbables; pero también dicen la verdad sobre todo lo
cotidiano, tienen razón sobre los pasos
mentirosos del poeta por su vida, sobre los amagos de realidad que dibujan -lo
hacen- en sus poemas; incluso tienen razón en los escritos recibidos en el
umbral de la belleza por la belleza; en todos, en todos sí, el poeta tiene la
razón. Yo le creo, yo me creo todo lo que dice el poeta: sus viajes, sus
sueños, sus recuerdos -aun falsos-, sus pequeña anécdotas, sus amores olvidados,
sus amores que no han sido, sus partidas perdidas, sus victorias, todo lo creo. Porque
eso es leer poesía: acaparar los instantes que te cuentan, y hacerlos tuyos,
hacerlos pasear por el pasillo de tu casa, como habitantes nuevos de tu casa,
como amables vientos que ya se aposentan en tus habitaciones, como recuerdos
admitidos en tu cabeza, y llegarán –seguro-
algún momento que no sabrás si han sido tus sueños o lo fueron de aquel otro . El poeta se difumina –se reabsorbe- en su texto, en sus palabras, para
ser parte de ti. Si no lo consigue, eso no te gusta, a mí no me gusta.
Padgett siempre tiene la razón.
Sentado en su patio,
en su cama, en el salón de su casa, nos habla de él, su mundo se reduce a su
casa, su territorio, su espacio, su intimidad, cuatro pasos al frente y el
universo detrás. y observa el mundo desde su silla, su mirador, desde la copa
del árbol, desde el nido de pájaros más alto del mundo encerrado en su patio. La medida del mundo está en las maderas de su casa. Hay momentos que su universo está, por ejemplo, en una caja de cerillas.
Mi Habitación
Durante muchos años quise tener una habitación en una casa construida
por mí, y cuando me llegó la oportunidad me puse manos a la obra y lo hice. Construí
la habitación como la quería: irregular, limpia, de madera; Era mejor que mi
sueño, era una forma de paraíso. Entré y me quedé admirándola. Luego salí: Puse
cosas en la habitación y luego salí. La miraba desde la sala, cada tanto, para
ver su yo había llegado ya a la habitación.
………
Padgett siempre tiene razón.
Acomodado yo, ya, en su casa, observo como los poemas
parecen contados a mi oído y descubro, por fin, que están hechos para ser
recortados de las páginas del libro y ser pegados en las paredes de la casa, en
el frigorífico junto a los dibujos de los niños invisibles, pegados en los
puertas, en los cristales de mi ventana, pegados a las telarañas de mis techos,
como si fueran parte del entramado íntimo de la casa sí, pero también como evocación
de la conversación que tuviste hace tiempo
con alguien que te contó que la vida se resume en las pequeñas cosas, como si un prestigiador hiciera aparecer hechos, sueños y verdades minúsculos y hermosos de
los bolsillos, de los ojales de los abrigos de lana, de los paquetes de
cigarrillos… No, él , Padgett, no hará aparecer trasatlánticos, ni edificios grandes y vacíos de la nada, ni siquiera el mayor amor de tu vida aparecerá, solo sabe qué es mentira y ver el lado evidentemente oculto de las cosas. Ser perfecto
es solo una excusa para ver que no lo somos.
Te llamo
por teléfono &
charlamos, pero
la forma en que
al teléfono
le falta la tele
es la forma en que
me siento, deseando
que el resto de ti
estuviese conmigo
Padgett siempre tiene la razón.
Todo es verdad lo que cuenta, todo pasó, ha pasado y, sobre
todo pasará, como un metrónomo creado para ser del futuro,- metrónomos para
lectores de poesía-, que da la pauta para ver el mundo y da el ritmo vital para caminar por el borde de las cosas -por donde se caen - , o es el aventurado y afortunado oráculo que te deja ver-inventar- cómo mirar un cuadro, o conocer la luz justa para ver un ocaso, o la explicación del placer de ver luz en
la mirada de un desconocido, o soles en las bombillas estropeadas de las
lámparas, o ver un paisaje a través de
la niebla espesa (está allí, solo hay que soplar y soplar) Un poeta es el que
inventa los miradores en los tejados y adivina lo que realmente sucederá, sucedió y, sobre
todo, lo que debería suceder...
Una bufanda que
desaparece
Pequeñas zonas de frío
mapeadas contra tu
cara cuando estás afuera
caminando en una gran zona fría
A través de la cual se deslizan
rectángulos de calor –los coches-
cuando eras niño
a menudo estabas dentro en un coche
y el exterior iba pasando
ahora tú estás pasando por
por el exterior
un coche pasa
vapor blanco por tu nariz
sobre tu hombro
una bufanda desaparece
Padgett siempre tiene la razón
Lo imagino tumbado en el suelo de su patio, creando su
mundo, midiéndolo desde la parcela que ocupa su cabeza,-con el límite de sus baldosas-. Pienso en el cielo como un palio descomunal que consagra su mundo. Las cosas de
las que habla están en la medida que puede abarcar, que pueden mirarse, medirse y aferrarse;
son pequeñas, son postales, son cajas de
cerillas, son saleros, pimenteros, son árboles –los más grandes-, son paquetes
de tabaco, vasos de zumo, son libros, zapatos rojos, son ollas, cajas de cartón, mantequillas, mosquitos, martillos,
hojas, abrelatas, son pañales…Son las
cosas que ves en tu casa cada día, pero pasadas por tamiz y filtradas -desvastadas y sacada su alma o su veta para ser bellas y así encontrar lo hermoso en el corazón del corazón de las cosas-. Bellas sí; la
realidad maravillosa o cierta de lo común, la esencia última de lo que nos rodea, las sombras
reveladas y rebeladas de la cueva de Platón que bailan en un baile de carnavales, o en un
teatro de sombras chinescas que muestran , por fín, sus caras, su verdadera cara de viento,
luz y realidad. Sí, son las mismas cosas que miras cada día con insolencia o
con indiferencia o con aburrimiento, y que ahora se convierten en belleza –belleza
pura por ser una imagen o una frase y la
belleza impura de la verdad-. Y que se
retuercen, dichas ideas, en una espiral para que tu mente atrape lo espléndido o simplemente lo escondido solo
por la combinación embrujada de palabras,
como un baile de estrellas y letras que se aposenta en tu casa, o sobre el doble techo
rajado y manchado de humo. De repente,
desde el libro, todo eso se derrumba y nace otro mundo enorme atrapado en una
nube pequeña terrenal o en lo que abarca una mirada o una caricia o un recuerdo o...
Brillo
Cuando me despierto antes que tú y tú
estás vuelta hacia mí, tu cara
en la almohada y el cabello revuelto,
me arriesgo a quedarme mirándote,
Con el asombro del amor y el miedo
a que abras los ojos y que
la luz me mate del susto.
Pero quizás cuando la luz del sol se vaya
veras como mi pecho y mi cabeza
implosionan por ti, sus voces atrapadas
como que aún no nacieron temen
no ver nunca la luz del día.
La grieta en la pared ahora brilla tenuemente
con su azul lluvioso y gris, Me ato los cordones
y bajo a calentar el café.
La medida de las cosas, -hasta los aviones son minúsculos insectos
al alcance de una mano enorme -, mirada desde la tierra, mirada desde donde
marcan huellas los pies, vistos como lo hacían los viejos poetas medievales
chinos, que versaban sobre la forma y la posición -el punto de vista- en la que estaban mirando la luna o una montaña, o cómo
levantaba los pasos la niebla al pasar por los pantanos, -miradas a ras de tierra, a ras
de vida, versos para vivir.- Padgett , como aquellos poetas, sentado en el salón de su casa no muestra quizá la luna, pero sí despeja la niebla para ver
mejor lo que nos rodea: un paraíso o un espejo.
Niebla en la cabaña del jardinero
Ella se acurruca más cerca
Él abre un ojo.
Nadie puede ser perfecto, pero sí tener la razón Padgett.
Cerezas rojas en el vestido de algodón
Sobre su cuerpo
Mientras abre las cortinas.