EL EXTRANJERO DE ALBERT CAMUS
Nuestras opciones, nuestra elecciones, se mueven entre lo
aprendido y lo deseado, el deseo viene dado por lo amado y lo odiado. Lo odiado
viene dado por la vida, nuestras elecciones por lo tanto son la vida; la vida,
el acontecer, rige por tanto nuestra elecciones.
Pequeño es el mundo por el que giramos, giramos como una peonza en un mundo que
parece enorme, pero no va más allá de lo que peonza pueda moverse en el
descansillo de un escalera que sube a ningún sitio o en un parque estrecho en
el que nos vemos rodeador por miles de peonzas que se golpean, caen y se paran. Nuestras relaciones
con el mundo, con la gente , con los amigos , están encajonadas, presas, están
como asomadas al balcón sin puerta de salida que es nuestra vida, se componen, apenas,
de 20 o 30 personas que consideres que
pasaron o están y fueron amigos o buena gente; y podrás viajar, podrás callar,
podrás hablar por teléfonos, cables, aires, ventanas, podrás ver todo el mundo,
podrás tener un millón de empleados a tu servicio , o serás parte del millón de
empelados al servicio de alguien que nada te hará moverte de tus círculo de
peonza, de la cuerda que da fuerza a tu mundo, a tu cajita de conocidos y
conocimiento; hasta que un día ese círculo se rompe, hasta que un día te
rompes, hasta que un día el cielo se oscurecerá o el movimiento de un astro se
parará sobre ti, y no todo será lo mismo, pero ya estarás perdido.
Camus lleva a su protagonista, Meursault, por un camino
recto, sin esquinas, sin curvas que lo hagan girar; su vida será sobre la indiferencia sobre lo
que hará, o lo que resultará de lo que haga, no importa lo que sucede, su
camino no parece pasar por allí, y si pasa seguirá recto, sin tener un destino,
sin tener horizonte, o con un horizonte tan lejano y tan indefinido que no
sabrá a dónde se dirige, y tampoco sabe para qué o por qué. El mundo girara´
sobre él pero Meursault no querrá párarlo,
ni acarrearlo, no querrá que nadie cambie, y si lo hace él seguirá su camino
ajeno a todo; solo sentirá que lo que le
rodea lo mira, lo amenaza, o parece apreciarlo, o querer amarlo, o querrá
odiarlo, sentirá que el mundo se cansa o varía o se cae o que la gente llora o
muere o ríe o golpea o reduce su espacio a la nada, o toca, pero para él no
tendrá importancia, no creerá que tenga importancia, no demostrará que lo
tenga, no juzgará, no distinguirá si lo que se hace es justo o injusto para él,
pero tampoco si lo que su actuación será de acuerdo con lo establecido, o que sea
lo correcto, que tenga empatía para con otras personas; eso a él no le importa.
Su elección es no tener elección, ser anónimo para el mundo, ser extranjero, ser de otra parte, de donde no vienen los demás, de dónde no se es. Y saber y poder no distinguir o actuar más allá de lo que
necesita para cubrir sus necesidades básicas, para seguir un camino, para distinguir
que parece ser alguien amable con él o que lo ama, pero no es una elección
suya, es de otro, solo lo aceptará, solo dejará que el camino siga, tiene que
hacerlo a fin de cuentas, nada parece parase y sigue un camino como pudo seguir
otro, pero en este está. en este camino a la nada,
La nada, la nada como elección: nada que llorar, nada que
regir, nada que amar, nada que reprochar, nada que sospechar, nada que penar,
nada que pensar; acaso solo elecciones primarias, gestos instintivos, sonrisas o
risas, nada más; solo gestos para el mundo, un
mundo que tampoco quiere saber de él, están en la misma distancia uno
del otro. Se filtran, se intercambian, sonidos, murmullos, recuerdos, pero entre la vida y Meursault,
entre el mundo y Meursault, entre lo que
sucede y Meursault, no pasa más allá de lo que sucede a cualquier ser humano:
nace, crece, trabaja, tiene un amante,
se puede casar, se muere familia, conoce amigos y enemigos, y el destino puede llevarte
para la esquina del que ha perdido el combate o alzar el brazo,; a fin de
cuentas, Camus, solo dice que aún bajo la falta de elecciones, aún en el final
siniestro que puede esperar a Meursault, o el final que pudo ser otro, entre un
tipo que no elige, que deja que la ola del destino le lleve con su poca
participación, con el escaso actuar de sus instintos y necesidades, de sus
elecciones o partidos, de sus miradas o sus negaciones, aún en ese caso, a un
tipo que no quiere nada a un tipo que no espera nada, que parece hacer nada,
aún a ese tipo dice Camus, que al tipo contrarío: al tipo que espera todo del
mundo, y hace todo para ser el que rige su vida y de lo que le rodea, de lo que
le mueve , y que elige amigos, sitios , viajes, piso, estado y saber, aún a
este tipo puede acabar igual. Los dos horizontes lejanos e indefinidos, para
los dos, es el mismo, o puede serlo.
Supongo que, al final, la no elección es también una elección. Dejar que el mundo pase te atropella igual estés parado o en movimiento.
Supongo que, al final, la no elección es también una elección. Dejar que el mundo pase te atropella igual estés parado o en movimiento.