LA CÁMARA OSCURA de GEORGES PEREC
la boutique obscure 1973
Edt. Impedimenta 124 sueños
Trdc. Mercedes Cebrián
El mito y la realidad. Lo subjetivo y
lo objetivo. Lo real o lo imaginado. La vigilia o el sueño. Lo
abstracto o lo figurativo. Todo arte, todas las artes, tiene una
duplicidad en su concepto y en su expresión, en su concepción y en
su parto, en su partitura y su canto, pueden seguir caminos
diferentes pero ser manifestación de belleza en el fondo y en la
forma. Habrá gente para los que un mantra será una simple -molesta-
repetición de un sonido, para otros será un método para llegar a
lugares lejanos, superar cuerpos, mentes, paisajes, nubes y
horizontes; y encontrar la perfección en lugares que
nunca visitó y que no sospechó que existieran. Así la realidad es
tan imposible de palpar, de enmarcar en paisajes comunes -en esos en
lo que lo objetivo es parte única de lo real, nada parece salir de
los raíles del tiempo y del espacio- que de vez en cuando surgen los
sueños como magnificación de la vida -de lo vivido y el porvenir-
en los que todo se confunde: realidad y fantasía, lo subjetivo y
lo objetivo, aquello abstracto y aquello real. Perec escribe 124 sueños
en este “dietario de sueños”, y en él se suceden de manera
sostenida -como una nota musical- hechos y posibilidades, fantasías
y supuestas realidades, se cruzan entes fantasmagóricos -como
nieblas de un lugar lejano que avanzan por el horizonte-y personas
de sangre y huesos -como amigos que ganó y perdió en la vida-;
aparecen perversiones y virtudes perdidas, temores y alegrías,
vivencias pasadas y deseadas, nimiedades y elogios, pasiones bajas y
pasividades pasajeras.
Perec, a su manera -ésa que solamente
la poseía él- dicta una serie de sueños alineados por fechas
que suceden entre Mayo de 1968 y Agosto
de 1972, donde refleja fielmente todo lo que soñó esos días, sólo
acepta el pudor de algunas iniciales para ocultar nombres a los que
asociar, y deja algunas lagunas en los sueños que no recuerda con
exactitud. Puede que a algunos lectores, especialmente a los que o no
les gusta Perec o no lo han leído nunca, les parece una sucesión
de datos o episodios inconexos y sin sentido; puede, incluso, que no
les parezca que merezcan ser leídos, todo digno de comprenderse,
pero a los que nos gusta este escritor nos gusta este tipo de textos.
Letras valientes en los que se atreve a reflejar su pasiones, miedos,
ideas, necesidades más intimas en un striptease moral y literario
que no puede ser menos que agradecido. Una lección de imaginación
en el concepto de la literatura que se plasma en una páginas leídas
en ese punto medio que está entre el que se inmiscuye y el que sólo
observa la vida de los demás. Ese ejercicio de fisgar lo intimo y lo
personal para, en este caso, apreciar la literatura en ese extremo
-que ya poco abunda- del ejercicio creativo como fin, donde lo
subjetivo se aleja de lo impersonal y lo incoloro para pintar un
mundo-no, un mundo no-: EL MUNDO de Perec. Ése que como ese mantra
recitado en voz alta, casi a gritos, en el que el sonido de las
multitud de letras sumadas que crean la literatura, ése es el fin, es el
juego y la imaginación, es la verdad y la mentira. que se repiten
una y otra vez hasta llenar todos los huecos en el espacio y en el
tiempo. Es el arte no sólo como fin sino como camino hacia nuevos
lugares, diferentes y extraños -sí- pero también alejados de la
casa común.
Es una novela para leer con calma,
comiendo sus palabras y masticándolas 30 veces, calentándolas en la
boca e ingeriéndolas con placer.
Es un diario que si al leerlo lo
acompañas con el ritmo, el tono y el sonido de cualquier concierto de viola
de Jordi Savall tendrás la sensación, el tempo, el color de lo
sueños de Perec y de su lectura. Al menos eso me sucedió a mí.
Wineruda