miércoles, agosto 28, 2019

LAS TABLILLAS DE BOJ DE APRONENIA AVITIA de PASCAL QUIGNARD




LAS TABLILLAS DE BOJ DE APRONENIA AVITIA de PASCAL QUIGNARD

123 PAG. Espasa
Eugenia Castejón traductora.

Siempre es una palabra que no existe, nunca existirá, es inútil que la uses, que pienses su significado para contigo, ni siquiera existe para los elementos aparentemente inconquistables de la naturaleza o para los esquistos pétreos o para las esquinas de los edificios que se creyeron inmortales; siempre es una palabra inmortal en sus letras y muerta en sus conceptos. El Imperio de Roma que iba a durar siempre duró 500 o 600 años; su vida. que cruzó otras vidas como impronta grabada en la mente. duró apenas un soplo en la respiración del mundo, un piojo en la cabellera de la tierra, un resto de arquitectura podrida en la vida de un universo de foros muertos. Porque inmortal se es hasta que ves tu cara reflejada en un espejo y por primera vez te reconoces, por primera vez no eres quien te han dicho que eres sino que eres  quien eres; ese tipo que ya no salta y si salta es más abajo; ese tipo que no vuelve, solo va; ese tipo que resuelve las dudas contando con el pasado; ese tipo que no saldrá para tener que volver; ese tipo que sabe que las balas salen de punta y te atraviesan; ese tipo que supo que la inmortalidad dura lo que dura tu carnet de joven del banco, lo que dura tu hipoteca de pisito roto en las afueras sin ascensor.
Apronenia Avitia está al final de sus vidas, de todas ellas, al final de sus pensamientos, está en el recorrido final de sus pasos-ella y los que la acompañan-. Unos se irán antes, otros se están yendo después;  ella va viendo el final y se reconoce en sus situaciones que degeneran con ella, ahí está  su caída:  la suya y  la del imperio. Porque ella acompaña, camina con Roma,  observa y comparte el desmoronamiento ético, religioso, político, militar, es decir. de la vida de lo que fue -su- Roma. Lo acompaña de cerca, sin reconocer sus grietas -al menos sin contarlas- sin saber de sus heridas, sin contar sus cuitas ni reventar su abscesos. Ella no cura sus heridas, no;  no cura las heridas de Roma.
Apronenia Avitia sabe de la vida de Roma y de sus habitantes, sabe de cómo viven sus amigos y la vida que rodea a ese tiempo pero no lo cuenta en su diario de tablillas, en esos diarios labrados que recogen su vida privada y su vida pública; que recogen los recuerdos que florecen de vez en cuando y que acompañan al presente que fue pasado, y donde habla de su rutina diaria que refleja su forma de vida, su manera de ver el  mundo de mujer rica y culta, de mujer en situación  dominante sobre un mundo que está cambiando o, más bien, derrumbándose. Sus amigos se van yendo, su amor va desapareciendo, -pero no a veces no su deseo que vence al nunca al menos una vez-. Ya sus amantes despiden un olor que antes no tenían, sean por jóvenes o por viejos, sus recuerdos apenas sostienen a los que se quedan; ellos y ella van viviendo del pasado, del sexo que ya no sostiene la vida, ni siquiera las orgias que llevan el día a día de sus amigos. La comida y el sexo y el amor no existen porque todo se va acabando, el deseo ha muerto con la palabra  siempre en la boca. Ya solo quedan resquicios, solo quedan recuerdos y pena. Pena porque todo se fue o se está yendo  y pena porque ya no continuarán las cosa como eran, todo desaparece.
Los invasores de Roma, los que destruyen Roma, , los creadores y arquitectos de la decadencia del Imperio, los destructores  de aquella  vida que ya no era la misma, fueron los bárbaros y con ellos, y para ellos, aparece la simiente de lo que  crea su destrucción: el cristianismo al que Apronenia Avitia parece reconocer  que corroe los que fue el esplendor de Roma, sus fastos, sus creencias de cuando dominaban el mundo;  aquel olvido, aquel nunca,  que constituía el  poder inmisericorde sobre medio mundo,  va unido al nacimiento  de la creencia cristiana,  que va corroyendo las vida de siempre, la que ella conocía , la que ella defiende, la que debía ser, la que fue siempre. Roma y el mundo bárbaro, Roma y  los cristianos son parte de un  mundo en cambio, un mundo que dejó su juventud para dejar nacer a nuevos imperios, a nuevas vidas; un mundo que ya no tiene la inmortalidad de la juventud, se es invencible hasta que se pierden el brillo de los ojos, las ganas. El no haber un siempre   está unido a la decadencia de la vejez de Apronenia Avitia  y de la de su amigos. Ella , Roma, sus amigos, sus amantes, sus hijos, sus antiguos esclavos, todo  lo que rodea sus siempres,  todo,   todo decae, es invadido por lo bárbaros, las nuevas creencias, el engaño y la traición y la edad. El paso de los años imbatibles  y la imposible vuelta atrás,  esa decadencia y  esa caída a donde no creyó que se puede caer, aparecen , esquemáticas y claras, para descubrir que estaba descubriendo ese sito que no creyó que existiera, donde  todo es un nunca, nunca.

EL amor, la vida, el sexo, los sitios, el oro, las orgias, el amor.  la comida, la política, la religión destacan por estas líneas sucintas, estrechas, sin necesidad de sentidos evidentes, destacan en lo  que Quignard cuenta. Y él  no necesita contar asuntos banales, ni especificar hechos: solo lo hace en esa pequeña  introducción que habla del encuadre temporal de Apronenia Avitia, y que solo dice dónde está, dice que ella vivió. Pero lo que ocurrió se describe en apenas una frases , en pequeños líneas que cuentan tanto de su vida y del mundo que le rodea como si la miraras pasar entre los escombros del foro romano, entonces cuando ya no había un siempre.





lunes, agosto 05, 2019

EL TIEMPO DE NUESTRAS CANCIONES de RICHARD POWERS







EL TIEMPO DE NUESTRAS CANCIONES de RICHARD POWERS
The time of our singing 2003
Mondadori . 772 Pag.
Traductor: Jordi Fibla




Reedito y corrijo un libro que me llegó como pocos



Hacía tiempo que buscaba este libro, lo único que me hacia dudar es que en ningún blog, en ninguna web, había un mísero comentario sobre él, eso que ya tiene 12 años. Ahora lo único que lamento de haber empezado esta novela, es que no puedo volver a empezarla y descubrirla por primera vez, de nuevo. El placer de la lectura se  hace dimension entre sus páginas, encuentras un punto comparativo, una medida con la que cotejar, encuentras un refugio de tus dudas, he descubierto un mapa por donde caminar sin perderme entre ese laberinto de libros de los que sospechas. Aquí, en esta novela, no recelas, fluyes por sus letras como por un tobogán de niño, veloz, hacia alguna parte divertida, instructora. A pesar de sus cerca de 800 páginas tuve que poner freno a la lectura, apaciguar mis ganas de seguir, - pudiera ser que fuera también. saber, digerir, escuchar- , para saborear sus textos, oir su música, llorar sus penas, entender sus conceptos y gritar sus ganas. Pero la leí en silencio, sin musitar nada, para entender el sonido, la música que se agolpa en la esquinas de sus páginas, que desborda el pápel en un estruendo de afinación y concierto; y sentirque sus pasajes, como una partitura de un motete a capella  escrito para muchas voces y un sólo oído, eran solo para mí.

“El tiempo de nuestras canciones“ es la historia del matrimonio entre David Strom y Delia Daley. Entre un científico judío huido de Alemania, y una joven cantante negra, en el Nueva York de los años 30 del siglo pasado; tiempo y lugar en los que en muchos estados norteamericanos estaba prohibido ese matrimonio “mixto” bajo pena similar a la de homicidio. Y es la historia de sus hijos - Jonah, Joseph , Ruth- Y es el testimonio sobre sus familias, de su crecimiento, de su cambio, de sus verdades. Pero también es la crónica de un familia y una sociedad sumida y sojuzgada por el racismo, donde nada les es permitido a los negros, nada se les perdona, ningún derecho les es otorgado. La novela discurre entre aquellos acontecimientos históricos reales - lucha por las libertades civiles, panteras negras, asesinatos … -y su reacción y relación sobre los protagonistas del libro.

Pero lo que amalgama el libro, lo que le hace sobresalir, es la música. Sus descripciones, sus detalles, su conocimiento, todo resalta sus líneas, agita tu intelecto. Por sus folios pasan desde Byrd, Bach, Schumann, Schubert, Beethoven, Rodrigo, Dvořák, Mozart, Haydn, Verdi, Dowland, Mahler... hasta el jazz de Coltrane, Nina simone o Miles Davis. Y el gusto es tan exquisito que conmueve los sentidos, pareces oír latir sus gargantas, acompañar sus teclados, insuflar aire a sus pulmones para que surjan sonidos fortes o pianissimos, crescendos o diminuendos. Y es la música la que une el matrimonio, la que alegra sus días y noches, la que perdona sus problemas. Su belleza los salva o los puede condenar,  y la que crea refugio, es su casa y es un vida, sobre ella educan el futuro de sus hijos, y sus hijos construyen el futuro, sea el que quisieron o no, y es el cauce que creará sus vidas o las cambiará.Y  será la que separe a parte de su familia -música que creían de blancos , pero sentidas, amadas, creadas casi  para esos corazones de esos niños negros -mulatos-.

Son esos compases afinados y bellos los que parecen ser unos extraños para este mundo desafinado.

Y sobre todos los pasajes de la narración , por sorprendente que parezca, sobrevuela la teoría de la relatividad. Más que ella, es el tiempo, es la necesidad de saber cómo puede ser superado, como puede cambiar, acelerar o detenerse o , quizás, volver al pasado o ir al futuro, allá donde están tus corazones, allá donde no haya problemas, allá donde esté la vida, allá donde no haya colores.

“El tiempo de nuestras canciones“ esta escrita y descrita de tal modo que va y vuelve, no hay sitio para el tiempo o el espacio. Los hechos -los capítulos- se suceden, pasan del pasado al futuro, de un lugar a otro, de un momento histórico a una realidad ficticia, de un narrador a otro. Nada se detiene, todo cambia, como el tiempo que para cada uno es diferente, para cada personaje también lo es. El sonido de las horas, los días, los meses, a veces va acompañado a veces desparejado; hay momentos de comunión perfecta, hay momentos de divergencia absoluta, pero cada uno busca encontrar su camino, bajo las razones que les han sido dadas, heredadas o aprendidas. Y así cada uno busca su identificación, su realidad, desde su estado de ser pareja de negra y blanco buscando un lugar entre los suyos, ¿pero quién son los suyos? O desde el hecho de sus hijos mulatos que no son ni blancos ni negros, posicionados en medio de una lucha tanto racial como de clases, mirados de forma vacilante u odiosa por unos o por otros. La búsqueda de esa identidad les llevará a cada uno por diferentes caminos y allí se cruzarán los espacios y los tiempos...

Supongo que definir una novela es difícil, una vez leí que cierta novela era una obra de arte, aquella no lo sé, ésta lo es: por como escribe Powers, por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y ciertas razones más que sólo las sabrás si la lees.



martes, julio 30, 2019

VILLA AMALIA de PASCAL QUIGNARD


VILLA AMALIA  de PASCAL QUIGNARD
- Ed Espasa 279 Pág.

 


















Ann Hidden descubre que su pareja la engaña. Ann Hidden quiere desaparecer, no dejar marca de dónde fue y lo qué fue de ella. Ann Hidden se va, conoce otras tierras, Ischia… Nápoles… Ann Hidden conocerá otras vidas. Pero Ann Hidden sabe o, quizá sabrá, que la vida te tiene presa no ya del pasado, sino presa de su selección de actos, de ese determinismo que parece que atrapa a sus actores entre telas de araña, y nadie puede escapar de esa pegajosa sensación de huir, como en los malos sueños, de andar de nada hacia la nada, de caminar pasos como flotando y solo te has movido de lado de la cama, y el sudor es lo que te hace despertar para reconocer que estás en la misma habitación de siempre, con la misma mirada  de siempre, y el  cuadro de Jack Vettriano te mira con el mismo gesto de indiferencia de siempre. Nada cambia a pesar de los intentos, y nada parece que va a dejar que pases de carril y al final todas las autopistas están llenas de coches vacíos con ruedas blancas a un lado, en los que nadie conduce ni te abrirá. Ann Hidden solo va a necesitar una cuerda que la una al presente, una pequeña escalera de entrada a su casa vieja, a su vida vieja, incluso al muy viejo pasado que es lo único que la une a esa vida; esa cuerda será un amigo que solo será su representante en la tierra, un pequeño confesor para obras impuras, terrenales, bancos, conversación y noticas, solo eso. Acaso un asa, solo un asa, para salvarse en caso de rotura, o un cristal para rajar en caso de incendio.

Ann Hidden no sabrá si el engaño de su pareja le ha hecho que cambie de vida o es que todo cambiaba desde siempre. Todo cambia y nada pertenece a nadie, eso es lo que debió aprender. Su madre que esperará siempre al marido que la abandonó, ella que espera a ese padre.  Ella que espera algo, ella que espera que todo sea ella, así que se refugia en un círculo de soledad en una casa de Ischia, Villa Amalia, y allí creará una bolsa amniótica con el mar y el espejo del aire y de la nada, ella y el mundo, hasta que algo y alguien hará cambiar su vida, hará romper esa bolsa amniótica. Villa Amalia es un parto y es un refugio, es un lugar para estar y convivir, es un lugar nuevo en un lugar viejo, Villa Amalia es donde siempre quiso esta . lejos de todo, hasta que se puebla de seres y de gritos y de luz y de música, de mucha luz; y solo hay luz si hay oscuridad, no existe una sin la otra.

Ann Hidden, pianista y compositora, de música que expresa, o quiere expresar; música que es solo un golpeo en la cabeza y en alma, una torcedura de notas y de sabios, solo una expresión de que ella es pura rabia, de que quiere no ser, que quiere, de nuevo , huir, porque también se huye delante de un papel, o se escapa delante de los teclados, de las notas que flotan; o se emerge del agua con la simple expresión de lo que sale de tu mente o de tu boca o de tus entrañas, supongo que eso es escapar, acaso el mejor escape, ese que nadie podrá quitarte, y que ella se expresa golpeando las teclas, atacándolas, sintiendo que lo que sale de las cuerdas del piano, es solo eso vida, sin pasado , acaso sin futuro, pero es eso… un presente,

¿Y el amor? EL amor, cualquier tipo de amor, es parte de la vida, y como todo lleno de fronteras y de pasadizos, y requiere esa misma atención que necesita Ann para vivir, y se irá y volverá a amores de padre de madre de amistad de pareja; en ellos todo acaba y nace, todo será construido y derruido porque la vida es el amor y el amor es la vida, por lo tanto, no somos lo que queremos ser, solo terminamos queriendo ser lo que somos. Perdemos y vencemos, pero siempre está el maldito destino que puede con todo, el determinismo aquel que nos caza y nos devuelve al mundo, al siniestro ser que habita en los días que no quisiéramos haber vivido. Oyendo ahora, cuando escribo en la pantalla, a Tom Waits, él canta sobre alguien que dice ser algo que no es, y tras ese mundo deseado, aparece el mundo que es, y con dos frases, Tom Waits, nos dice que el cielo, como siempre, se ha derrumbado y el sonido del piano solo acompaña belleza con derrota, amor que hubieras deseado con la botella rota de whisky junto a la cama. Y Quignard así lo ve, suspende de las hojas del libro una serie de hilos de palabras que quisiéramos haber escrito nosotros, y las ensalza con la infinita belleza de las islas, del Mediterráneo, que contrasta con la oscuridad de aquella Francia; y sabrá de lo que piensa Ann y lo que sorbe su alma y le engaña la mirada; sabrá, Quignard, sobre azules y negros; sabrá de amores y oídos, de relajación y tristeza, de besos y de odio; sabrá de lo que pasa en el mundo; sabrá ponerse como narrador y sabrá que, de repente, un personaje, otro , mirará lo que él miraba para adivinar otro mundo, como adentrándose en la cámara oscura de Ann, ese que se le ha escapado al autor, sabrá que hay un segundo narrador que buscará más que él; sabrá que el mundo se escribe en novelas, y las novelas hablan de ti y de mí, y que nada puede vencer al destino, solo la capacidad para seguir adelante, solo seguir adelante, como las nubes avanzan aún oscuras de tormenta, como las olas que barren el litoral, como la sonrisa de alguien que se fue pero que siempre estará en tu mente.
 Solo llueve si dejas la ventana abierta.


miércoles, julio 17, 2019

BUDA EN EL ÁTICO de JULIE OTSUKA























BUDA EN EL ÁTICO de JULIE OTSUKA

DUOMO EDICIONES  150 PAGS
Traductor: Carme Font Paz

Allí estamos…otras han tenido que irse, huir, mejorar, querer mejorar, irse para cumplir promesas, saltar al vacío, dejar una vida detrás…allí estarán. Aquí estamos…otros vienen a unirse a nosotros, traen el miedo y la emoción en sus bolsas de viaje, traen la feroz nostalgia por lo que dejan y la esperanza de que aquí, donde nosotros estamos, todo será mejor, porque muchos vienen para poder volver mejor, otros vienen a dejar todo detrás; hay luz en todas partes, pero la luz ilumina de frente, parece que la espalda va quedándose a oscuras y que ya nadie podrá ni querrá poder abrir esa puerta. Lo más terrible de todo es que va a parecer que los pasos que ya hemos dado en la vida: los pasos de trabajo, de amaneceres con la  luna aún en alto, los pasos de sudor que cae todo el día como una  lluvia fina, la espalda que duele cuando aún no has cumplido los 10 años; va a parecer que hasta los más queridos primeros besos, las primeras danzas, hasta los besos de tu madre, hasta los adioses de tus amigos, todo, todos esos pasos, va a parecer que parecían preparados llevarte a este camino de ida a otra parte, pasos que te llevan lejos de allí para siempre. La esperanza es el arma que gastará ese cansancio, la esperanza es la que hará recordare besos, caricias y amores. Siempre vivimos así entre huidas y esperanzas, Hasta que llegamos al destino…

Aquí, en el libro, aparecen, gritan, todas las voces de un barco que lleva a miles de jóvenes japonesas a principios del siglo XX a Estados Unidos a casarse con sus prometidos a los que conocen por carta y fotos; todas esas voces nos hablan sobre cómo ha sido ese mundo pasado  que las ha llevado allí; todas se agarran  el barco queriendo huir o queriendo mirar por la borda, o quieren no arrepentirse, o quieren conocer el futuro antes de que llegue; quieren ser ya lo que han soñado que van a ser. Todas nos hablan, todas son un coro de voces tristes y alegres y arrepentidas y soñadoras y escépticas, todas esas casi niñas, casi mujeres, saben –quieren saber- que viajan al mundo de oro donde estará su galán rico y apasionado que las amará y que las hará felices y no les hará trabajar de mañana hasta la noche, peleando con la tierra y con la pobreza. Todas se apasionan por el futuro hasta que este caerá sobre ellas, y allí las flores está marchitas y el sexo no es amor, y la pobreza ya no está tan lejos, y el racismo sale de las puertas de las casas de los americanos que no comprenden y que las aterran.
El mundo del futuro, de aquel futuro, de repente las ha golpeado cuando debería haberlas acariciado, haberlas levantado por el aire como si no pisaran la tierra, nunca más iban a pisar la tierra, pero el futuro está lleno de nuevo de pelea, y de peleas, de violaciones, de incomprensión, pobreza, de hijos, muchos hijos, y con  la lucha por la vida de nuevo; la vida que de nuevo es lucha para sobrevivir, no para vivir, no, no para vivir. La vida será lucha por un camastro de hierba y por una pobre  palabra agradecida y nada más: solo eso… la huida, el barco, el vértigo de la nada para volver a pisar otras tierras con los mismos zapatos.

Y la vida dará más vueltas , y los japoneses en Estados Unidos irán perdiendo hijos que van siendo otros, y van sabiendo lo que es tener que buscar la vida entrando por la puerta de atrás, por donde solo entran ellos y los negros, son los últimos de los últimos, nadie sabrá de ellos sino saltan sobre los pies, pero ellas y ellos, pero sobre todos ellas no aparentaran que existen, sumidas en su educación de siglos no levantan  la voz, ni la cabeza ni los ojos, no alzan la voz sumisas al mundo y a los hombres que la sojuzgan, que las vencen porque no se pueden defender, y la vida será trabajo, solo trabajo:  en la tierra, como en Japón, o en las casas, o en máquinas o en el tren… en la vida… Solo eso: toda la vida trabajando y todo el universo dándoles las espalda.

Un centro del universo que gira y gira y gira centrifugándolo todo, pero al que no pueden agarrarse siquiera a las esquinas,  a esas a las que  las manos callosas y heridas no podrán aferrarse siquiera a las heridas  de sus  marcos, ni siquiera a las espinas de rosas, esas –ellas- saldrán despedidas hasta perderse en el universo, lejos de casa.

Pareciera que el invierno no se iba nunca.


Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...