ELOGIEMOS AHORA A HOMBRES FAMOSOS de
JAMES AGEE y WALKER EVANS
Let us now praise famous men 1939
Ed. SEIX BARRAL. 397 Pág.
A finales de los años 30 del siglo
pasado, dos periodistas reciben el encargo de hacer un reportaje
sobre los agricultores arrendatarios del sur de Alabama en Estados
Unidos. James Agee lo escribiría y Walker Evans lo fotografiaría.
Rechazado el proyecto una vez escrito, se convertiría en este libro.
Por lo tanto, éste, debería ser un reportaje o, más allá, un
ensayo sobre las formas de vida de esos arrendatarios pobres. Ambas
cosas lo son, cierto, pero va más lejos, a algún lugar incierto
entre la narrativa de ficción , la poesía, el relato intimista;
todas las formas que podrían incluirse en una novela. ¿ Lo es?
Cada lector tendrá su propia opinión, sin duda hay momentos que lo
parece, otros son más una expresión de un ensayo político, otras
veces social o ético o un relato periodístico puro y duro, pero la
aparición de una especie de monologo interior , de recursos
estilísticos totalmente literarios, de prosa poética -o
directamente poemas-, de descripciones natural y firmemente también
literarias, haría dudar a cualquiera que este libro es un híbrido
de la literatura de ficción o un cuerpo extraño en la corriente de
sangre del ensayo o el periodismo.
El libro se divide en tres partes: la
primera es la aparición de los dos periodistas en el pueblo, en las
casas y en la vida cotidiana de las tres familias protagonistas -los
Ricketts, los Woods y los Gudger-. En esta parte habla sobre cosas
normales: del paisaje, de lo diario, de cada individuo, del trabajo
duro -del cansancio que sobrelleva-, de la falta de futuro,de que no
hay nada tras el día siguiente sino es la misma rutina esclavizada y
harapienta. Pero lo que da valor a lo contado es la épica que hace
de lo habitual , aclama el respeto y el amor por cada una de las
personas de las que habla a través del fragor y lo barroco de su
prosa poética, que requiere concentración en la léctura para que
nada se te escape, para que nada se te oculte, para recuperar el
significado profundo de lo que cuenta James Agee, que utilizará
contínuas digresiónes para dar su visión de ese mundo y de su
mundo en particular, de como ve las cosas y como querría que fuesen.
La segunda parte es el análisis
pormenorizado de lo que tienen esas familias: dinero, vivienda, ropa,
educación, trabajo, del cultivo del algodón y el maiz, ... Todo
ello, ese simple análisis -que no lo es tanto-, más sus
reflexiones, le servirán para reflejar las terribles condiciones de
vida de esos arrendatarios blancos que son el centro de su
“reportaje” (aunque en todo el libro aparecerán las condiciones
aún más atroces de los agricultores negros) . Todo está contado y
casi enumerado de manera minuciosa, y lo que pudiera parecer un
informe burocrático se convierte en casi un poema -desde las descripciones, hasta esas
reflexiones de lo inhumano de la situación - donde Agee parece espiar
a sus actores y su escenario para ver que sus defectos son bellos,
que cada cosa, por pobre y fea que sea, es parte de un todo único y
estremecedor que remueve la mente y los sentidos, y allí muestra su
admiración y su amor por cada una de las cosas que ve, y renueva su
rabia, política y racional, por esa situación y por lo que
significa para todos los que la sufren.
En la tercera parte, la más corta,
Agee habla directamente a sus tres familias protagonistas, les habla
a la cara, se dirige a ellos y les dice que los entiende, que
comprende sus problemas, que sabe de su dolor, que sufre el calor y
el frío de sus cuerpos, que nota las heridas que provoca la
recolección del algodón . Y, a través de una suerte de monologo
interior, cuenta sus reacciones ante ellos, el sentimiento que le
producen, y, a través de múltiples digresiones, habla de sus
fantasías y de sus fantasmas, de las imágenes que le vuelven del
pasado y le proyectan a un mundo querido posterior, habla del paisaje
que le rodea. Y más allá de la unión de la realidad y la ficción
aparece un mundo repleto de personas que pueblan una vida sin futuro
y donde el presente es una extensión de la nada.
Las extraordinarias fotos de Walker Evans -adoro esas fotografías- merecen que, una vez acabado el libro, se vuelva a ellas para ver a esas importantes, famosas, personas que han sido fotografiadas. Ésas que a
través de sus ojos, sus ropas o sus gestos, improvisan un canto a la
dignidad humana más allá de la posición social, económica,
educativa que les ha tocado vivir. Son personas que ya no existen en
la realidad, pero son expresión de todo lo que puede poblar, pobló y
poblará el mundo pasado, presente y el futuro. Y que son dignos de
ser conocidos, y contadas sus historias aunque no sean personajes
importantes o no aparezcan más allá del reflejo en una partida de
nacimiento, de boda o de defunción.
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