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martes, abril 10, 2018

PREGÚNTALE AL POLVO de JOHN FANTE






















PREGÚNTALE AL POLVO de JOHN FANTE
ask the dust 1939
Anagrama 205 Pág
Trad. Antonio-Prometeo Moya


Las ciudades, los pueblos, son como cruces de caminos, solo que no las cruzan coches o motocicletas, ni quiera carros tirados por caballos, las cruzan seres humanos; hombres y mujeres que se miran sin verse, o que se ven sin pensarse. A menudo cuando cruzo un paso de cebra y me topo con unas figuras que me golpean con los hombros absortos en el suelo o en el teléfono que asoma bajo su abrigo abierto, muchas veces pienso en qué pensaran, en que no los volveré a ver, en que son como meteoritos que cruzan, que cruzamos, cielos particulares con un tenue resplandor que se apaga rápido, sin ni siquiera explosión. Son parte de hogares perdidos en ventanas que se cierran ocultando la luz que nos permitiría verlos, vernos; nadie se comparecerá de nosotros cuando no estemos, solo las personas que un día se pararon junto a un cruce y durante un momento miraron a nuestros ojos y vieron algo más que tierra negra o hielo fundido, solo ellas sabrán de hay algo más que pasos y olor a colonia o certezas descubiertas de reojo. Pequeñas esperanzas que se sostienen en el peligroso equilibrio de alguna victoria son las que permiten luchar cada día en el tedioso paso por esos caminos no hechos para la amistad o para el amor o para conquistar algún Everest de bolsillo. Leonard Cohen me decía ayer “buenas noches, buenas noches, estrella caída” y yo sonreía rodeado por el mundo. Fante habla de estrellas caídas, de todas las astros perdidos que cayeron en la época de “la gran depresión” en Estados Unidos, algunos quieren levantarse otros dan un gran rodeo como el remolino de agua antes de caer por el desagüe. Y habla de la gran ciudad, de Los Ángeles, que devora a sus habitantes, que van cruzándose y golpeándose como en un gran juego de bolos en los que uno golpea a otro hasta caer, aquí no querrán golpearse, pero la vida, la cruda vida, va rodando directo hacia ellos hasta chocar haciendo volar sus destinos a cada lado de la pista.

Arturo Bandini, el protagonista y voz de esta novela,  escribió un cuento, “El perrito que reía” y viene a la gran ciudad a vencer al mundo, a conquistar dinero , fama, popularidad; a conquistar el derecho  de ser reconocido, viene a ganar para no ser el italiano de pueblo, el tipo sin futuro. Arturo Bandini es el tipo que no tiene con qué vivir si no son los pocos dólares que le manda su madre o los que gana con algún texto publicado. Arturo Bandini muchas veces vive de naranjas; de acuosas, jugosas y vomitivas naranjas. Artuto Bandini está solo, y busca amistad y sexo con mujeres que odia y admira, que le repelen y atraen, que las insulta y lo insultan, que desea y espanta, Arturo Bandini es virgen en el sexo y la vida, solo conoce y respeta la literatura y al editor que le editó su cuento, Cuento que nadie quiere, que a nadie interesa. Solo en la ciudad se rodea de sus pensamientos, que reparte por  esta novela contada en primera persona; con esa tentación del escritor de amar y odiar lo que hace, de ser un dios creador y un siervo de su ego, de sus ganas de gustar, de ser una estatua y ser el escultor, de nacer para morir escribiendo, de sentir que las palabras brotan pero, en un momento, se retienen en el filo del folio. Arturo Bandini ama a una camarera hispana a quien también odia, a la que necesita, es preso de sus necesidades y de su propias mentiras para justificarse, es racista porque lo es el mundo, porque lo han sido con él, se cree superior en su nimiedad, en su pobreza de victorias, en su poder partido. Arturo Bandini, si, se reinventa como persona, personaje y escritor, cada cosa que escribe sobre su vida , sobre él, sobre lo que le rodea y  afecta, lo hace  alguien diferente de lo que es; sí, en efecto,  se miente como buen escritor, y por ello se crea y se describe nuevo. La ficción de la ficción en la novela; donde el personaje escritor que se reescribe su papel para ser otro, pero termina siendo el mismo, siempre él mismo. Y sus lunas particulares que se acercan, esos personajes derrotados y por derrotar, fáciles de tumbar, no necesitan ni el viento del mar, ni necesitan que los empujes; lunas como personas que amaron y vivieron, que son como esas que cruzan junto a tí en el paso de cebra y que te golpean con el hombro y murmuran una disculpa, y los miras y están llorando, ¿Qué fue de ellas? ¿Qué les derrotó? ¿Salió un nuevo día para ellas? Para el mundo que rodea a Bandini, para su amante marcada por las vidas, o para el camarero sin fe, o para  Camilla su amor, la camarera a la que el mundo se le ha quedado corto,; para ellos , sí, los días pasan y la ciudad sigue igual, los cielos están azules, la luz entra como cada mañana por la ventanas pero ¿ Habrá alguien mirándola?

Fante habla de optimismo y del fracaso, habla de perdidas y de victorias, pequeñas o grandes, pero victorias, Habla de querer, habla de buscar lejos o cerca, pero buscar. Fante habla de él mismo buscando su lugar entre personas y los libros, de buscar su rincón en la gran ciudad en la que sentirse protegido del pasado y del futuro; habla, Fante, de amores , a veces ganados , a veces perdidos. Habla de todos esos seres que cruzan por la puerta del bar, delante tuyo y lo ves a través de la cristalera, con la cabeza gacha o con lo ojos alegres o confundidos, pero que no volverán a pasar; habla de perdedores, sí, vencidos, pero , a veces,  no vencidos, y habla, claro,  de él, sí, pero también de mucha gente que he conocido y casi los olvido.


sábado, febrero 10, 2018

EL SACRILEGIO DE ALAN KENT de ERSKINE CALDWELL

























EL SACRILEGIO DE ALAN KENT de ERSKINE CALDWELL
The Sacrilege of Alan Kent (1936)
Ed Navona 160 Páginas



Miro el mar desde el dique, estoy al final de él, pegado al agua y las rompientes, desde aquí veo las olas venir, tranquilas, desnudas; las veo venir sin detenerse; llegan, golpean, a las rocas y apenas queda de ellas más que gotas de agua, quedan manchas efímeras en los enormes granitos, y una salpicadura de espuma que desaparece, lentamente, en charcos de algas, cangrejos y botellas de plástico que han quedado apresados en este hacinamiento de escollos que se abre, inmenso, frente a mí. Cada ola podría contarme una historia diferente, cada ola me trae diferente colores, raros olores, dispares sonidos, desiguales, acaso, recuerdos. Me pongo a pensar, mientras alguna gota me salpica la cara, en la vida que va trayéndote historias y recuerdos e incidentes y aventuras e impresiones que llegan a nosotros y apenas nos dejan marcas y manchas, pero, algunas, se quedan encalladas en nuestra inmensa escollera, atrapados entre recuerdos de vida, basura, amor y muerte. Verter todos los recuerdos, tajantes como un escupitajo, certeros como un mirada de odio, apenados como una caricia no olvidada, tristes como una carcajada solitaria; verterlos en un texto es saber que la vida son apenas instantes, y que los rellenos son los que nos consuelan, pero son las realidades, las que duran un momento, las que hacen daño o las que quieres, y, esas, no se mudan nunca del dique que somos; y que contar esos recuerdos es contar, sí, tu vida, pero también la vida de todos; nada cambia, solo nombres y sonidos, acaso muertes o penas o risas, pero eso no importa, lo que importa, lo que es común a todos, es la sensación, la impresión, -la vida es interior, lo exterior solo es circunstancial-; así que eso  interior, eso profundo, es lo que queda grabado en tu cerebro, pegado a la piel; y eso, es lo mismo para todos.

“El sacrilegio de Alan Kent” es la historia de un tipo en el profundo sur de EEUU que buscaba. Buscaba la vida, buscaba el amor filial y sensual, amor a la vida y a la propia búsqueda, buscaba ser diferente, buscaba el camino de vuelta, buscaba a alguien, se buscaba a sí mismo -buscaba saber dónde perdió la senda, el motivo de todo- buscaba a su familia y el amor y la calle donde jugó de niño y buscaba ser visto, pero encontró la absoluta complicación del yo propio -disperso y extraño, sólido y conformista- en un mundo desierto donde no importas a nadie; y si no importas a nadie no sirve cómo seas, solo te importa sobrevivir al precio que sea, tener un techo, una cama, una caricia efímera pagada o dispersa; te sirve tener un pasado y tener un futuro, solo que, si no eres parte de nadie, de absolutamente nadie, no tienes la certeza de tus pasos, ni del camino y, lo que es peor, del fin del camino. Alan Kent, busca vivir, no importa el modo, no importa el camino, pero a veces sí importa el fin, y bajo la figura de un tipo que no tiene futuro se descubre, incluso cuando recibe los mayores golpes y mira las mayores tristezas, aún así, se descubre que las olas golpean en un dique grueso que no se romperá a pesar de todo. Tras el basto rodaje de la vida, tras el pesado pasado que se torció sin saber, sin querer, sin motivo, quedan en Alan las ganas de volver al camino que perdió, que no debió abandonar, aunque la vida va perdiéndose en el polvo que levantó en el viaje y tras ella no se ve el fin, y no se ve el principio.

Alan Kent cuenta en frases escuetas-versos sacudidos por el viento y quemados por el sol del sur-, en ideas sueltas, en pocos textos de imágenes bellas y rudas -cuadros atrapados  en un segundo- que van cosiéndose, con un profundo hálito poético, su historia - su pasado profundo con sus padres que se perdieron como su vida entonces, y la historia desde que escapó de allí- descrita como en versos perdidos de una canción de gesta moderna. Gesta contada como  una explicación del pasado, donde nos enseña su recorrido por el mundo, la razón de su ser, la extrañeza con sus comportamientos. Nos va descubriendo esa vida pasada y su recorrido; para mostrarnos, herido y resignado, su futuro. Canción de gesta extraña donde sobrevivir es el único motivo de estar; y en la que el amor y la vida tranquila, y la compresión y la suerte y la mirada amable y el mundo apacible, solo se le parecen a a Alan en los sueños, que van apareciendo y despareciendo del texto. Nos cuenta una historia cosida con silencios, en las que no sabes si te oculta su vida, o su vida es esa sucesión de espacios solitarios e impresiones solitarias -miradas de ojos entrecerrados por el sol-, que nos dejan ver acaso un poco de la vida, acaso lo que quiere que veamos, acaso lo único que merece la pena que sepamos. Aquel vivir entre muerte y soledad e infinita pobreza y miradas frías y amores que se pierden, podría ser, y es, una vida de infierno, de tenebroso pasado, de futuro cerrado como la puerta de un hotel de lluviosa noche, pero aún en esa triste sensación, la belleza de las palabras, la percepción de que el que cuenta, el cerebro y el alma que transcribe esas ideas, es tan compresivo y cercano como sus hermosa prosa poética atravesada por imágenes duras.
Las olas que parecen la vida, van, pequeñas, llegando a su final, cada una es un momento; todas hacen el mar.

Sacrilegio: dícese cuando se ultraja lo que para otros es amado o sagrado. Sacrilegio: el amargo despertar al mundo del que nada tiene. Sacrílego: el que muestra que la vida amada por otros es tan sucia y esquiva y cruel que no soporta un simple amanecer. Sacrilegio: vivir en un mundo en el que para algunos es fácil y placentero y para otros se compone de errores pasados, de presentes sin intención y no hay futuro visible. Sacrilegio: el amor venerado por algunos, el amor perdido por los que ya no volverán a verlo. Sacrílego: el que no ve lo que otros ven. Sacrilegio: vidas derrotadas entre salones de perlas, diamantes  y ámbar. Sacrilegio: no hay más que mirar por la ventana la vida pasar.




martes, julio 11, 2017

DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR de RAYMOND CARVER


















DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR de RAYMOND CARVER
what we talk about when we talk about love 1974
ANAGRAMA 157 Páginas
Tradc Jesús Zulaika

Puede que hayan pasado 16 o 17 años desde la primera vez que leí algo de Carver. Primero me produjo perplejidad , no estaba acostumbrado a ese tipo de literatura, a ese estilo de escritura. La perplejidad se tornó en curiosidad y la curiosidad en empeño. Los filos casi cortantes de sus textos, los silencios llenos de ruido, -de mucho ruido-, los acantilados que son sus finales cayendo a plomo desde la última frase del cuento hasta el agua oscura de sus pasados, y que son como una pared de cristal que protege el abismo de la sorpresa. Esa es la sensación me dejó aquel primer Carver. Recuerdo  que hice una reseña realmente patética en la que dije cuatro cosas y hablé de minimalismo y de escuetos silencios y de elipsis y de blah blah... Todo cierto, todo evidente, todo nada. Nada.

Volví a leer a Carver, meses después, este libro en concreto; para entonces ya me había leído todo lo relativo al realismo sucio, a la vida de Raymond, al alcoholismo, a Tess, sobre la influencia de Lish; todo lo que hiciera falta para entender aquel “minimalismo” literario que creía que era, más bien, técnico o estilístico. Pero... pasó lo mismo al leer este “De qué hablamos, cuando hablamos de amor”: entendía el ambiente posesivo, casi decadente -en el amor y la vida-, anuncios que gritan el final de todo -el final de las cosas , los momentos de consumación de algo, de término, de decadencia, todo... casi cerrado y lleno de telarañas-. Olía, en el texto,  el alcohol, sentía a veces la agresión contenida o descubría a veces  la violencia directa o la ilógica del comportamiento humano, veía el humo del tabaco ascendiendo en habitaciones cerradas, me abrasaba, me llenaba el cuerpo; en los cuentos aparecía la pena por la nada,... de nuevo la nada. Cuando veía y pensaba en el amor del que me hablaba el libro: pensaba en el aburrimiento y abandono de las parejas, sabía de sus vidas, destruía sus silencios incluso, pero Carver se me escapaba, algo de Carver se me iba por los desagües de mi entendimiento real, no me valía con saber de qué iba aquello, yo quería ser aquello, estar plegado en el papel, ser  relleno en el libro, estar en la pluma de Carver, en sus ojos rojos de escribir en noches o en los días que cerraban aquellas páginas, más cercanas a las sensaciones como la de un pellizco doloroso en tu carne que a un soplo de aire en la cara, sentía que eran reales para él. Y, además, seguían estando sus finales como paradas en seco delante de un abismo sin que consiguiera ver el fondo, acaso solo el ruido de la piedra, o el cuerpo,  al caer.

Leí “De qué hablamos cuando hablamos de amor” por segunda vez -esta de ahora es la tercera vez- y entonces lo entendí,- como lo he entendido ahora- Carver es un poeta, sí, como tal deja que la idea, unas veces, otras solo la sensación o la certidumbre asustada prevalezca sobre el texto, pero, como está escribiendo prosa , te la cuenta,-sus diálogos son de lo mejor que he leído nunca-, te dice en una palabra o una frase o en una imagen -como lo hacen los poetas- todo lo que te quiere contar de su historia, el corazón del texto, lo que hace que todo lo que le rodea a esas palabras  tenga sentido, tenga un camino y, como tal, una llegada, un fin. Otras veces te deja la exacta sensación de estar viviendo aquello, de ser el que está mirando lo que sucede, el que está contento o perplejo con lo sucedido, Carver te cuenta toda una historia, relevante, claro está,
- no podría existir ese punto de central sin que tenga un mundo creado a su alrededor, una razón para existir o dejar de hacerlo-. Y eso es lo que deja conocer el lector, lo que Carver quería contar, o, más bien, hacer comprender qué era eso que desaparecía en ese abismo que he contado que me aparecía al final de sus cuentos, como si no tuviera fin, Sí, había un fin evidente, estaba, ahora, claro. Si alguien quiere leer el libro, si no lo ha leído, el primer cuento, todo el primer cuento de este libro se explica por una palabra, una simple palabra, que pasa por tus ojos, descubridla y la cueva se abrirá. Por ejemplo, en el cuento:"Una conversación sería" se revela todo el cuento en una frase , en una simple imagen.

Todos sus cuentos tienen una centro que los sostiene, como la clave de un arco, en ella se apoya y hasta se explica lo que has leído, hay veces que está al principio del cuento, otros al final, en otros es la sensación, en otros es el propio silencio -Sí, el silencio como grito, como explicación-, descubrirlo es la obligación del lector, Los cuentos que parecen más cortos son, para los buenos escritores, los que pueden contar más cosas, porque hay más palabras, ideas, sensaciones que no se dicen que las que se dicen, y todas esas cosas son las que te están obligando a pensar, a descubrir: ¿Qué ocurrió en esa casa?, ¿Cuándo nació el odio? ¿Dónde empieza y acaba el amor? ¿Existe el amor o es pura costumbre? ¿Qué ocurrió en esa relación, es esa mente, en esa....?

Carver era un genio, bueno es un genio, si sus libros viven, él vive. Todas estas historias de perdedores que viven en suburbios de ciudades o pueblos perdidos en la nada, en casas donde parece que nada puede ocurrir, donde los protagonistas son siempre parejas -unidas o alejadas, pegadas o en la lejanía, en la mente o en el recuerdo-; donde el alcohol, el olvido, el aburrimiento, la soledad obligada, la pérdida, la necesidad, a veces la locura, es el ambiente por la discurren sus historias. Sus personajes sobreviven en falsos o verdaderos amores, a veces anestesiados por el alcohol, a veces por la costumbre, otras veces se descubre y se desprecian de repente, desnudos delante de los espejos que van descubriendo en la casa, en ellos donde se ven reflejados como son, ven cómo es su vida...

¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Que a nadie que le guste la literatura romántica se le ocurra comprar este libro -conozco algún caso-, será un auténtico shock-casi anafiláctico-. No es difícil descubrir que Carver no cree demasiado en el amor- al menos en la definición “oficial y seria y estudiada y, a veces,  esquilmada a Hollywood” del amor, la más concurrida en los `papeles de la literatura universal- Sus historias hablan, sus 17 cuentos cortos, del amor, pero no esperes que te cuenten sobre esperanzas y futuro, acaso se permite una caricia a una pareja de ancianos perdidos en un hospital o en un juego de bingo, o el amor fraternal de unos padres a un hijo. No, Carver no se permite creer en el amor de películas, los de los libros rosas y de azúcar pulido; él va mirando por las ventanas de los que han sobrepasado la frontera del disimulo, y llegan el hartazgo. Carver mira en las casas en las que la gente cree en el amor como un efecto de atracción obsesivo o recurrente, al que se aferra la gente como el arpón se agarra al costado del pescado, no importa que haga daño al ser que crees querer, solo importa el arpón. Otras veces destruye el mundo por las bajezas del hombre por la simple creencia en el poder del perdón donde no existe, donde no respetar es la muerte, y la vida atada por la influencia de sucesión de derrotas de las parejas que casi siempre han vaciado sus bolsillos y sus vidas en años sin futuro y pasados sin presente. Así todos los personajes, o casi, tienen una sombra del mal; un mal acaso inocente por estúpido, o un mal cruel, o un  mal por estar poseídos por lo necio. El mal aparece en las vidas de la gente cuando se acaba el amor y hay veces que lo confunde con él, otras veces con la codicia de retener a  la que crees tu posesión o tu futuro.. Y, si, aparece el bien, pero asociado a la derrota, a la caída, a dejar pasar la vida, a vivir de recuerdos, juntos o cuando el otro ya te ha olvidado, de hijos que ya no son más que una voz de teléfono, casi abriendo las espuertas de la presa y dejar que el agua desborde el mundo, tu mundo, su mundo.
 Sus cuentos son Bastillas tomadas y derruidas.

Carver es un poeta, pero sus escritos no hablan de belleza, no hablan , casi nunca , de compasión, no hablan de risas y amaneceres de sol, de auroras sin nubes, pero sí hablan de sentimientos; utiliza el filo del bisturí de la prosa  para mostrar lo que descubren los poemas: la realidad última de la vida: habla de la tristeza, sus historias son asedios al mundo real, cercos a la realidad, son desengaños o verdades, engaños o certezas de que todo es pasado; todo eso  pasa por sus palabras. Quizá sea una verdad cosida a una vida de gente derrotada, o sin suerte o sin control sobre su presente, o sobre la realidad, pero es una vida real, que existe, que conozco, que la he visto. ¿Quién quiere una literatura creada solo para contar historias sobre amores imposibles, bodas reales, y muchachas adineradas que se casan con príncipes pobres?, El mundo se parece más a Carver, lo sé, tengo la suficiente edad para saberlo, que al que te enseñan en las películas y en muchos libros y en las revistas, en los anuncios y en la radio; no amas sino que estás acostumbrado; no salvas, te salvas; no hay amores eternos hay miedo a la soledad; el amor es una enfermedad de jóvenes que se cura con la edad,  no hay mundo solo está tu mundo, está ese mundo lleno de un “YO” continúo en el que todo los demás es un “vosotros” que te aleja, que no importa a nadie; solo existe unas vacaciones de alcohol y tabaco en una motel de playa durante quince días, y once meses de ser el mismo que el pasado mes  y el anterior y el anterior y... y pensar que eres mejor. El amor se parece demasiado a la soledad compartida o la displicente repetición de cosas porque siempre han sido así y da miedo cambiar.

En los 17 cuentos de Carver, puede que te asustes, que veas una parte del mundo que no quieras, incluso que haya violencia gratuita, y alcohol y tabaco a raudales, y violencia real o soterrada, cariño olvidado, que haya esa sensación de soportarse por soledad, y hay olvido, sueños perdidos, de recuerdos que se van y ya no quedan, de esos que quieren aferrarse pero se escurren, puede que no haya que creer que el amor solo es eso, pero sí debes saber que el amor también es eso. Cuando algunos hablan de amor, hablan de eso.
Y la tristeza...





Wineruda

viernes, junio 30, 2017

BUENA PUNTERÍA de KURT VONNEGUT























BUENA PUNTERÍA de KURT VONNEGUT
deadeye dick 1982
Emece 233

Tradu. Jorge V. García Damiano


Es curioso como Vonnegut, Kurt, habla del mundo en sus libros, no he leído todos -claro- pero creo que tengo cargada una buena mochila de sus textos en mis espaldas, probablemente he leído 9 o 10 de sus libros y todos tiene un componente común y que no tiene que ver con el tema o el tipo de libro que a veces es ciencia ficción, a veces critica política , a veces sátira, a veces... a veces es solo Vonnegut, Kurt,. Y, digo que es curioso, porque de alguna forma consigue algo que me sorprende. (Intentaré explicarme sin que parezca más tonto de lo normal,- con Vonnegut, Kurt, pasa eso, que leyéndolo te deja con esa sensación de que el mundo es imbécil y tú eres parte de él, y probablemente harías las tonterías que ves que hace el vecino de al lado del protagonista, o bombardearás el mundo con mantequilla-si fuera el caso- si al alocado protagonista de cualquiera de sus libros -que he leído.- le da por hacerlo.) Pero me disgrego, me disperso, sí, digresiono como un bellaco. Lo que me extraña, por fin lo digo, es que sus novelas tiene ese aire a película -`pongamos película por no poner novela de los 60 o de los 70 – o los 80, queda todo un poco lejos de mi mente- porque podría llegar a incluir a a Harold Robbins y no es cuestión-, hablan de esa Guerra Fría -que algún joven actual sonará a lucha de bolas de nieve-, y habla de personajes repletos de anfetamina, a películas de Vietnam sin Chuck Norris,, a Nixon en la televisión y de viajes espaciales a ningún lado y cosas de esas; algo así como una película de Harry el sucio, pero con más mala leche y matando más gente, y con más humor de pico y pala, pero no por lo manual y sudoroso, sino porque socava cimientos, bases, basas, tierras, cepillos de iglesia, tuberías de gas, cimientos de iglesias o del Capitolio, hace un agujero profundo, donde suena un eco, que aún me llega, -solo asómate a una librería que tenga un libros suyo, y lo oirás-. Pero todo eso que pueda parecer de los 60 o los 70 -y sí los 80), pero es actual (es lo que tiene la buena literatura, no tiene reloj, no marca hora, ni minutos ni siquiera años), digamos -pongo un ejemplo que no gustaría a Kurt, pero me agrada que así fuera´le gustaría que no le gustaría-, como un teatro empapelado con papeles pintado a rombos cremas pero con personajes salidos de un estudio de comportamiento de un psiquiatra -recién salido de una promoción del año 2017, con su bonete al aire, o lo que sea, al aire-, alocado, con su nota de sobresaliente cum laude de alguna universidad de esas que fotocopian premios nobeles con dinero y pastillas para no dormir.

Alguna veces , ahora que he acabado este libro, lo pienso: Vonnegut, Kurt, escribe como si cantara en un viejo vodevil, y mezclara en su canciones las pícaras letras sobre las relaciones humanas, pero las mezclara con el blues de la tristeza por la estupidez del mundo, una pizca de salsa picante, un poco de sátira, un grueso gallo de humor salvaje  y un pizquita de sátira, una pizquita que, de repente, como un reflejo del martillo en una rodilla, se convierte en un camión volquete, que te echa por la cabeza toneladas de tierra compuesta de letras y mal/buen humor, que te entierra, y te revuelcas en esa sopa de palabras que te explican, te preguntan¿joder tío mira cómo está el mundo, te creas todo lo que te cuentan? Y sus personajes estrafalarios son tan reales por serlo que parecen salidos de la puerta de al lado de tu casa , pero con el pijama al revés y las pantuflas usadas como armas contra la estupidez del mundo, atacando a zapatillazos a la necedad del mundo , a la injusticia , a la boberia, a la gilipollez, sí a la gilipollez de la gente que gobierna, pero también a la que se deja gobernar así, y puede ser una nazi de raza negra o puede ser un planeta de mentira donde manipulan al mundo o puede ser un humano en un zoo, pero el mundo da la vuelta en los textos de Vonnegut, Kurt, y su mala leche, desgobierna el mundo. Si dejaras que el mundo fuera gobernado por sus libros, sería un manicomio, un amplio despejado mundo de locos que deberían pisar con cuidado porque de los libros de Vonnegut, Kurt, sale ácido, puede ser sulfúrico que destroza todo lo que toca o puede ser LSD, pero ácido al fin.

Y Mi digresión se alarga, lo sé, no he hablado de “Buena puntería”, ahora lo haré, solo te puedo decir, que te dé igual el libro que veas de Vonnegut, Kurt, que en todos verás su figura con esa sonrisa de mala leche que no perdona, como el cigarrillo pegado a la comisura del labio  de Clint Eastwood mientras levanta el viejo poncho, y, sabes, lo sabes, que se va a cargar a todo el mundo y escupirá al último en la frente, diciendo -te lo dije-; y en Vonnegut, Kurt, ves esa misma sonrisa que te dice mira te voy a decir lo que va a pasar, que eres carne de cañón, que somos, y ¿sabes? el del cigarrillo en los labios se está riendo de todos, y por eso te cuento, porque soy el sepulturero que va aponer tú nombre en la lápida de madera podrida.

“Buena puntería” es la historia de una parte, -digamos de una sección, digamos que una sección especial, no especialmente torpe pero si especialmente anormal- de una familia, rica en origen -llena de snobismo y prepotencia de la riqueza heredada y venida de la nada-, pobre siempre, desde que tenía dinero hasta cuando lo perdió, Y es la historia concreta de un hombre-niño, Rudolf Waltz al que le dejaron al cuidado de una colección de armas con 12 años y mató de un tiro disparado a la nada -maldita mala suerte, torpe niño- a una mujer y su hijo en el vientre; es la historia de unos tipos que no fueron nadie, pero  nunca fueron nadie (o solo, por un momento lo fueron) cuando mataron a alguien o amaron a Hitler, o ayudaron a ocultar asesinatos, todo se oculta en la sociedad blanca y rica de cualquier pueblecito del sur de EEUU. Pueblecito, -Midland City- al que, de repente, se le cae encima e una bomba de neutrones, al que mata a todos sus habitantes, pero mantiene magníficamente el resto de lo que queda, hasta la tarta de nata recién salida del horno de gran calidad - y marca americana de última generación- del vecino de al lado, La familia Waltz, sobrevive, porque vive en Miami, por otro feo asunto de contaminación nuclear, se convierte en una ejemplo de un mundo que no se habla, de un mal escritor que no escribe de nada más que de vivir para siempre y una madre que no hace nada y un hermano que vive de su voz profunda, un padre que malgastó sus fortuna en Viena en putas y en salvar a Hitler, Una familia vacía , siempre vacía, solo sujeta por la tonta razón de tener lazos de sangre, de compartir casa, ¿de parecerse las narices?, en fin de ser familia, ¡oye son lazos de sangre, pero sangre de heridas.!


Y sí, el ácido sulfúrico de antes, es el elemento principal de la novela de Vonnegut, Kurt,. El humor caustico, contra el mundo y en especial contra su país; contra la posesión armas, contra la corrupción policial, contra el racismo, contra la guerra fría, contra los políticos, contra la falta de educación, contra la violencia, contra la incomprensión entre las personas, contra los ricos que los son por no hacer nada,contra los ricos por pisar a los pobres, contra los que engañan, contra los constructores de casas sin futuro,contra el gobierno, contra los científicos, contra la crítica literaria, contra el ejercito, contra los curas, contra los médicos, contra la familia, contra las palabras mal dichas, contra la buena puntería, contra la mala suerte, contra la buena suerte, contra lo injusto, contra lo que no debe ser respetado, contra ….¡Joder Kurt! No dejas títere con cabeza, nada queda sujeto sobre los pies de sus libros, y tienen esa pequeña presteza que hace que un libro que parece que te habla de tonterías, de ser simple como un cuento de Andersen con gota, o un Perrault del siglo XX que ha bebido demasiada absenta, ,es en realidad un cuento-combate que golpea como Muhammad Ali, como Rocky Marciano , como Joe Frazier o como Foreman : un uppercut al mentón, un directo al hígado, luego un jab al mentón y al final, el gancho final, duro y al cerebro.

wineruda





viernes, enero 27, 2017

EN EL CORAZÓN DEL CORAZÓN DEL PAÍS de WILLIAM GASS

 















in the heart of the heart of the country 1958
Ed. Alfaguara 265 Pág.
Trad. Ana Antón Pacheco



Ya nadie mira por la ventana. Miras a las ventanas, a los balcones, a las azoteas de las ciudades y nadie está asomado viendo el discurrir de la vida bajo su alfeizar, acaso una señora está regando las flores, las pocas flores que ya tiene, pero nadie parece quere observar lo que pasa en  la vida allí fuera. La gente se sedimenta en casa, se solidifica frente a la televisión , en el ordenador, en la tablet, en la mirada baja del móvil. Se han cerrado sobre sí mismas y les importa más lo que ocurre en un plató de televisión o en la webcam que se asoma desde el balcón de alguna rara e importante ciudad, que el transcurrir de la vida entre sus calles, entres sus curvas y sus voces. Es una vida de espiral que se pliega sobre sí misma en cada círculo casi concéntrico que en cada curva se va aislando más del exterior, con capas y capas de cerrada piel, gruesa piel protectora, que nos curva hasta los huesos sobre si mismos, como un cielo protector rellenado con la palabra yo, o la palabra nuestro. El centro del universo en un metro cuadrado de aire que respirar y que nos va ahogando encerrados en esa espiral que se inmiscuye en nuestro pulmones y se extiende en nuestros ojos, que solo ven círculos cerrados en sí mismos donde no tenemos vecinos, ni amigos, ni siquiera conocidos de vista. Ciegos de emergencia, cíclopes a los que ya ha visitado nuestro Ulises egoísta, patrones de barcos encallados porque no tienen remeros. Nadie silbará nuestras sentencias, solamente mirará nuestra tumba pasar callados solo en ese instante. William Gass, también se cierra en ese aparente aislamiento del humano en si mismo, se cierra parapetado en el inmenso retiro o desamparo, no lo sé, de los personajes en los campos sin fin del centro de Estados Unidos; son como barcos flotando en una mar de llana tierra seca, solo asaltada por la nieve desde el cielo, el calor desde los poros, y la soledad desde los rincones. Pero no me engaña esta aparente recogimiento de los personajes de Gass, la espiral en la que se encierran los aplasta de tal manera que vuelcan el contenido de su mente y su corazón y su estómago en largos monólogos, que muestran lo que nadie quiere mostrar: el tuétano del centro de nuestros pensamientos. Y , de ese modo, son escupidos hacia fuera, con la piel al revés, mostrando sus entrañas, órganos y tibiezas, y ocultando lo evidente, lo que engaña: su cara y, en ella,  sus ojos.

Este libro se compone de cinco cuentos. En todos ellos habla su protagonista desde los rincones más ocultos de la mente, en un monólogo que se mueve desde el monólogo interior hasta la descripción impetuosa y aparentemente irreflexiva de lo que le ocurre, o lo que le ocurrió, o lo que algún personaje quiere que ocurra; y nos muestra, doloridas, las cosas, los sentimientos, las impresiones, las experiencias y fantasías  que les roen  la mente y el cuerpo.

Jorge, un niño que vive en una granja, ahora aislada por la nevada y la ventisca, debe ayudar a que un joven de una granja cercana sobreviva de las congelaciones que ha sufrido en una extraña escapada entre ese frío. El viaje a la granja de esa familia será una travesía a lo profundo del terror y del horror para Jorge.
Un hombre que quisiera vivir apartado de todo, comienza a vivir en un barrio donde analiza a sus vecinos con mirada cruel. Recreando cada mirada, cada grito, cada aspaviento, cada silencio como el recorrido hacia el infierno que resulta la vida con ellos. Pero su mente se esconde hasta de su aguzada lengua.
Un vendedor de casas comienza a ser poseído por los lugares -las casas, los terrenos, las tiendas- que quiere vender o en la que vive: lo poseen, hasta en sus expresiones más destructivas, hasta en las más efímeras. Su mente sortea la soledad y la destrucción admirando lo que no es él: parte del mundo.
Una ama de casa comienza a observa escarabajos muertos en su alfombra. El asco se convierte en curiosidad y esta en admiración; profunda, alargada, siniestra pero edificante para ella; descubre la belleza de lo escondido, de lo que no se quiere mirar, de lo oculto a los humanos.
Un poeta nos va mostrando una población de Indiana, casi etiquetándola, a sorbos, a pedazos; es un lugar seco de espíritu, pero la descripción, a veces, es húmeda de deseo: el deseo por una mujer que, quizá, por allí vivió, pero que sí vive en la mete del poeta aun ahora, anda y pasea, y hace el amor entre sus sesos, pero que no está, que fue, que había sido, Que le asalta cada vez que mira a un lugar que adora, a pesar de sus habitantes, tan profundamente tradicionales.


Gass mira la mente del que habla, siempre va ascendiendo -escalando hacia el cielo de las ideas ocultas- por la cuerda de las palabras y allí encuentra el sitio donde se descubre lo más recóndito de la mente: lugar donde se pergeña el monólogo que comienza en lugares comunes: enfadados, contentos, sorprendentes, aparatosos, silenciosos, envidiosos, pulcramente normales, hasta llegar a un grado casi de desatino mental, a un, a veces, desaforado monólogo interior que va explotando puentes, atacando molinos y gigantes de hielo, derribando casas e imposibles faros marinos, abatiendo estrellas del norte. Desde aquellos planteamientos casi lógicos, pensados, normales, vulgares, de esos que descubres -al momento- cuando entras en un bar donde conoces a todos; Gass da la vuelta al plano, y los lugares y los deseos se trastocan,  caen por la pendiente, incluso ves que las realidades, los anhelos o las intenciones, o simplemente el tono de las versiones o suplicas o exclamaciones que describían los personajes no siempre eran ciertas, y existe como una emigración de almas -un intercambio de sentimientos  o de espíritus-, desde el que habla al que es descrito, o al pueblo o al ansia o al capricho. A veces la pretensión se convierte en terrible realidad o a veces el deseo es la meta que nunca se alcanzará; otras veces la frustración pasada o presente se convierte en el único lugar donde se posa la mirada y altera sus medidas, esa  frustración crece y se hace gigantesca o se convierte en lago tan efímero como el hielo que acabará fundiéndose llevándose lo que quedaba de belleza o de inspiración o de curiosidad o de interés por la vida .

El viento y la nieve barre el centro del centro de Estado Unidos y a los personajes de Gass siempre trae o se lleva algo: trae odio recogido entre pobreza, estupidez y locura, trae envidia y curiosidad, letargo e impaciencia; lleva silencio y abandono, trae amores pasados o sentimientos perdidos, trae curiosidad y miradas inquisitivas,  trae frío y desamparo; trae y  los  arrastra y los remueve y golpea contra las casas y los horizontes sin fin. El paisaje es tan grande que fabrica soledad, los muros solo sirven para los humanos, las verjas se caen de dolor; el viento trae recuerdos de pasados mejores, de pérdidas; el viento y la nieve hacen bello el paisaje no el paisanaje.

A veces ocurre que leyendo un libro sientes la sensación que sabes la palabra que sucederá a otra, por la simple razón que es la que encaja, la que lo embellece, que es la que debe ser, que es la que necesita esa verbo, o ese sustantivo; pero, todo es tan nuevo y tan viejo, tan original o tan sellado con lacre como el nacimiento de un río, que siempre lleva agua y siempre lo hará, pero nunca, ni por un segundo, es la misma, como el fluir de este libro.

Wineruda


martes, enero 24, 2017

EL PADRE MUERTO de DONALD BARTHELME

 




















the dead father 1975
Ed. Sexto Piso Pág. 187
Trd. Catalina Martínez Muñoz

Las noches de estudio, por aquel entonces, en la universidad eran largas, llenas de café y de miradas aburridas  a las paredes llenas, en aquel piso de alquiler, de espantosos papeles pintados de lo más profundo de los años 80, o 70 o 60 ...a saber, de cuadros de paisajes de campos vacíos con montaña al fondo, de muebles que se torcían de viejos, de manos que temblaban de frío. Aquellas noches para sentirme acompañado, tenía a mi lado una radio que, movido por mi inadaptación a oír una emisora más de 10 minutos seguidos, cambiaba a menudo, y aquel mover el dial a las 3 de la madrugada, es una sensación que siempre se me quedará en la mente, aquel pasar de una emisora en inglés, a una retransmisión de música clásica, a más allá los Rolling imposibles a esas horas de la noche, y la aguja se movía emitiendo ese ruido granulado y nervioso, hasta que una voz hablaba de amantes por la noche, y otra sobre espectros y aparecidos, susurrando las palabras, arrastrando las vocales. Todos esos sonidos, todas esas voces fantasmales, todos aquellos sitios distantes cosidos por una aguja y el cabeceo del sueño hastiado de café, se unían en un grupo bastardo en origen, y completo en el final: la voz de Mick Jagger hablaba desde las ondas sobre espectros, que se abalanzaban sobre el comentarista inglés que acariciaba a su amante castellana que amaba unos compases de música clásica; la aguja del dial me susurraba sonidos inconexos que aún suele repetirme, de madrugada, por la noche – Mea culpa –. Barthelme es la aguja de la radio que nos va llevando por sus espacios, por el éter de lo surreal, por la maza del enfermo crónico de mordacidad. Nos fantasea desde los límites de la ficción, una vez rotas las vallas de la teoría clásica de la novela, él está en otros territorios, porque no es ciencia ficción, no es realismo mágico, es otra cosa. Es el sueño de las ondas de la radio cuando todos estamos dormidos, en esos momentos que cuentan que existe ese sitio en lo que lo absurdo es tan real como lo lógico, donde los muertos hablan y los vivos no mienten, donde el humor no está sujeto a reglas, donde la irrealidad solo está en la mente de los dormidos, ese lugar donde nadie parece estar fuera de tiempo, nada parece fuera de lugar porque en ese lugar todo es posible.


El Padre Muerto medía 3200 brazas, es enorme, ocupa barrios enteros, circunda manzanas, su cabeza apoyada sobre el asfalto se eleva metros hasta la punta de la nariz. Es el cuerpo insepulto del Líder, del Poseedor de la Verdad, del Dictador Onmívoro de poder, ¿postrado a los pies? de un grupo de personas que deben llevarlo a su tumba: allá está el que probablemente sea su hijo Thomas, y su amante Julie, y un montón de hombres pagados (19) que arrastrarán el cuerpo hasta ese destino triste, porque un tractor quedaría cutre y poco reverencial. El viaje es un momento en el que el el Padre Muerto expondrá sus razones por las que hizo lo que hizo, por las que quiere pensar que vive, y por las que comentar su vida con sus acompañantes, y digo hablar, porque aún muerto habla y mata y salta, y desea sexo y se enfada. Pero su hijo Thomas sabrá contener sus iras y venidas, sus apetencias de viejo muerto, sus deseos de muerto insepulto. El grupo viajará por un país en las que las aventuras será pocas, los placeres escasos-más allá del sexo esporádico- el alcohol probable y los bailes escasos y siempre iguales -acaso algún baile con gorilas que no saben bailar y menos entablar una conversación oportuna-. Y lo llevarán a un final que no se debe contar, que no se debe decir en una reseña, pero lo lógico se olvida en esta novela, los cuentos parecen largos y las novelas cortas, y los amantes escasos y las culpas divinas. Los muertos se entierran para hacer hueco a otro que enterrarán dentro de algunos años tan grande e inutil como el anterior, tan ridículo y sabio como él.

Lo absurdo muerde todos los lados de la novela, la deja rodeada de dentelladas llenas de la sangre que provocan sus armas: Barthelme golpea con una hacha los huesos de la paternidad, de la gesta de ser padre, de la doliente sensación de la conducta paternal inequívoca, de la incontestable sensación de poder de los hombres sobre sus hijos e hijas. Y con ella cuenta desde los lados más salvajes y satíricos y surrealistas, y vivaces y simbólicos y dignos de un epitafio ocurrente, la caída del poder del padre, su entierro desesperanzado, su impotencia al intentar oponerse al mundo, al nuevo mundo donde el hijo será el nuevo tontopoderosopadre, y el antiguo es enterrado tras una decadencia que trascurre entre imperdonables acusaciones, entre sarcasmo  simbólico a borbotones, entre humor para provocar que alguien diga: Mea Culpa, Mea Culpa. Torrentes de imágenes ridículas, de visiones degradantes, de visiones patosas, acusan al padre de que fue quien fue tan estúpidamente como parece, que las cosas desaparecen para volver de nuevo, sin ti, porque tu poder se ha muerto cuando ya no eres ni el mas fuerte, ni el más amado, ni el más querido, perdido en sus lejanas valentías, en sus pasados gloriosos, el alud te derriba montaña abajo; hasta que Barthelme lo hace caer en el socavón, enorme que es su tumba de tierra y excavadoras preparadas para taparte porque la grandeza solo sirve para usar excavadoras al morirte.

Morirte de pena, de humor, morirte de olvido, morirte de risa, morirte de golpes del destino, morirte de surrealismo, morirte de nuevo, morirte de viejo, morirte de tan diferente que nadie te leerá, morirte de a quién le importa, morirte de que son malos tiempos para los libros de extraña composición, morirte de pena porque acabe, morirte de pena porque lo original deja de serlo cuando has acabado de leerlo.

Si la radio callara un momento por la noche y alguien se pusiera a leer este libro, arrastrando las vocales, no provocaría miedo, solo carcajadas o sonrisas irónicas de las alocadas y extrañas imágenes que se crean en él, algunas que sonrojaría, incluso airaría, alguna mente bien pensante de lo literario y de lo “civil”; nada parece importar a Barthelme que aporrea , --aporrearía las teclas sobre las páginas del papel blanco, seguro, en alguna máquina de escribir de las de entonces , acaso oyendo la radio-- para golpear a diestro y siniestro, hasta a la propia literatura académica, al tiempo, al espacio, a la lógica, a los bárbaro y lo protegido, a lo no contable, a lo que debe callarse, a lo que callanoseasatrevido, a las almas perdidas y a los contrarios a la novela de lo absurdo para contar lo absurdo. La novela, la noche que la leyera esa persona por la radio, no la escucharía nadie-sería muy tarde ya- pero se quedaría en las ondas, como un recuerdo que deben acertar a atrapar en el dial las noches que te quedes mirando los papeles pintado de los 60, 70 u 80, y los cuadros de paisajes olvidables, y moviendo el dial hasta que una voz espectral hable de padres, hijos, amantes, simios, pueblos malditos, tumbas y sabios, Y saltarán sobre el cuello y el lomo, para cabalgar sobre él, del libro secreto que se oculta en mitad de este libro: “Manual para hijos”, una orgía de humor salvaje, de imágenes tan ocurrentes y disparatas, tan absurdamente racionales, tan atrevidas, tan locas, y extrañas que apabullan con ese aparatoso sentimiento que se produce cuando la sucesión de imágenes crea el sueño extraño del esplendor de lo mágico, de la belleza de lo absurdo, de la pereza, por un momento, de lo lógico.


Wineruda

martes, mayo 10, 2016

ZEN Y EL ARTE DEL MANTENIMIENTO DE LA MOTOCICLETA de ROBERT M. PIRSIG

















ZEN Y EL ARTE DEL MANTENIMIENTO DE LA MOTOCICLETA de ROBERT M. PIRSIG

Zen and the art of motorcycle maintenance. 1974
Edt. Mondadori 462 Pág
Trad. Esteban Riambau



Necesitaré más lecturas de este libro para alcanzar a comprender todo lo que pretende contar Pirsig. Hay tanta amplitud de ideas que una lectura no me llega para aprehender todas las ideas y propuestas que están posadas en el libro. Que es un libro sobre filosofía es indudable, que es un libro diferente sobre filosofía... también es cierto. Aporta caminos, visiones, versiones diferentes a la del simple análisis histórico o la  del estudio de las ideas de los filósofos clásicos. Contiene una contundente mirada sobre cómo ver el mundo, que puede ser la correcta o no, pero que, ante todo, es distinta. Dicen de él que creo una legión de seguidores entusiastas con  sus ideas, no creo que esa fuera su intención, a mi me parece la expresión de un necesidad de comprender el mundo de otra manera, y de enseñar el camino, su camino, y para desbrozar sendas, asaltar castillos, repeler ataques o promover revoluciones. Todas esas cosas conseguidas y perseguidas desde la mente, desde ese punto que parece aparecer cuando acercas una cerilla a un foco de gas.

“Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta” es la historia de un viaje en moto de un padre con su hijo desde Minnesota al Océano Pacífico. Es una novela de carretera en las que se incrustan unos Chautauquas  -o reflexiones de viaje- en los que el padre habla de la manera de ver la vida de él mismo cuando era otra persona : Fedro. Que era un estudiante, y luego profesor, al que su manera de analizar y tratar el mundo lo llevó al manicomio. La primera parte es el viaje compartido con otra pareja en los que todos su análisis de la vida y sus visiones -sus chautauquas- se inician reflexionando con el modo con el que se puede percibir el arreglo de una motocicleta...Éste puede ser visto, hecho o percibido  desde un punto de vista “clásico” o  desde el punto de vista“romántico”. El primero será el que intentará ver el mantenimiento de la motocicleta desde un punto de vista funcional y el segundo desde un punto de vista del aspecto, de la forma. Digamos que, reduciendo hasta el límite el significado, son : la ciencia y el arte. Pero no es una simple exposición de datos e ideas, no, él defiende que la vida debe ser vista desde el punto de vista clásico, donde del análisis, estudio y tratamiento -es decir el método científico-, pero también cree que no puede ser tomado como camino único, puesto que debe ser tamizado por lo romántico. Por ello piensa que lo simplemente útil no es valido por sí mismo, debe tener una sentido lógico y estético. Cree, más bien, en un trabajo especializado minucioso y personal.  Para su manera de ver las cosas lo importante es  resaltar y apoyar el valor de lo hecho a través del aprendizaje, de  la constancia y el cariño en lo que se hace, más que de lo hecho en masa. Su idea final es que en la vida, en las industrias, en el acontecer de las cosas, debe reunirse lo estético y lo funcional a la vez.

La pareja acompañante abandona al padre y al hijo, y va surgiendo más claramente, en la mente de aquel, el fantasma de Fedro que vivió por la zona que visitan. Una excursión con el hijo por la montaña le servirá para reflexionar sobre algo que consumió a Fedro: “La Calidad”. Y aquí es donde hay momentos que me pierdo en la multiplicidad de sentidos que creo ver en su reflexión. Así aparecerá “La Calidad” como método de distinguir lo bueno de lo malo, también es una manera de encontrar la manera de distinguir una forma objetiva de separar lo bueno de lo malo, o lo estético de lo antiestético, lo moral o lo amoral. De la misma forma el hecho de buscar esa separación también supone encontrar una definición distintiva de lo que se puede llamar bueno. Pero también explica y  entiende “La Calidad” como el estado ideal, el Primero, en el que todo encaja de forma adecuada. Es el momento anterior a todo, cuando todo es pura potencia...El peso del análisis de Pirsig se encuentra en esta ultima definición o distinción. En ella parece, como un cazador, rodear, acechar, pero también enseñar y reducir a la nada, cada una de las partes que pueden definirse como estudio del origen de las cosas. Así que la metafísica es el origen y fin de estas páginas que parecen enseñar un mundo extraño pero sumamente atractivo.

Por los caminos que recorren el narrador y su hijo en la moto, comenzará a crearse un fino muro entre ellos y representará el comienzo de la caída en la personalidad de Fedro ya como persona real. En ellas Pirsig adelanta una fina linea entre filosofía y critica política, pero también lanza una afilada mirada a las formas educativas, criticando en cualquier caso la imposición de ideas concretas, absolutas e invariables en las mentes de los jóvenes en las universidades o en el mundo, y por ello defiende la clara y absoluta necesidad de abrir la mente y dejar que fluya por todos los caminos posibles.

El narrador, que escribe en primera persona, va pareciendo que pierde fuerza por la posesión de Fedro que está descrito en tercera persona, pero que invade los espacios mentales y físicos del padre, hundiendo al hijo en un enfado y un resquemor que lo va alejando. En esta parte de la observación del mundo , en este chautauqua, se enfrenta a la filosofía de Aristóteles con la de Platón en busca de la definición de lo real, de la forma más validad de canalizar el conocimiento del mundo, de distinguir cuál es el método más adecuado para percibirlo, Pero también  se adentra en el espacio del conocimiento que se ubica en la distinción  entre  la retórica y la dialéctica., allí donde aparecen los límites de la búsqueda de la verdad a través del discurso, de la exposición o del simple discurso educativo.

Este libro habla de todo lo anterior  pero también sobre lo racional y lo elevado, sobre el objetivo y lo subjetivo, sobre lo material y lo espiritual , sobre lo ideal y lo real... Todas las ramas del saber se mueven por sus páginas, y solo un reflexivo análisis después de lo leído te permite ver cosas que no has visto a primera vista. Intuyo que no menos de dos o tres lecturas más necesitare para ver todo lo que hay en sus paginas. Así que esta somera reseña hay que tomarla como lo que es: un mapa....esquemático, pero mapa...a fin de cuentas.


martes, abril 12, 2016

EL OCASO DE LOS SUPERHÉROES de DEBORAH EISENBERG















EL OCASO DE LOS SUPERHÉROES de DEBORAH EISENBERG
twilight of the superheroes 2006
Edt. Leqtor 237 Pág
Trdc. Luis Murillo Fort


Si Pink Floyd te dijo: “ojalá que estuvieses aquí” y aunque aún el eco retumba en las paredes donde has gritado para comprenderlo, también las palabras silenciosas de las páginas de algunos libros parecen estallar entre tus orejas, en el exacto centro de tu cerebro, y te hacen vislumbrar donde estás. “Ojalá no estuvieses aquí” parecen decirte las palabras de muchas historias, de muchos libros, que traspasan el papel para hacerse casi verdaderas, e insultarte y vejarte, para impresionarte y hacer que dobles la espalda bajo los golpes no ya físicos, no ya mentales, no ya presentes, sino aquellos que, te previenen, vendran en el  futuro -“Ojalá no vaya a estar allí”-. Esas palabras que parecen pender encima de tu cabeza, como una cuerda en el cadalso, como una nube cargada de lluvia que, miserable, no la deja escapar, son las que más temes, como esas cosas que van a suceder, que irremediablemente el camino te va a llevar allí, lento y inexorable te acercará el horizonte hasta la punta de tu nariz. Entonces todas esas historias que te cuentan algunos de esos libros, son como los aullidos que preceden al lobo, el estampido que precede a la bala, el beso que acompaña a Judas, la semilla que precede a la cicuta,- “ojalá no hubiera estado allí”-, esas historias que parece preceder al fin y al principio del mundo, de los mundos que cuentan, que parecen ser los universos de todos nosotros, porque nos identifica con sitios, momentos, lugares que visitaste o que visitaron por ti y que no deberían haber estado allí. -“ojalá que no esté aquí”- “El ocaso de los superhéroes” son las historias de gente que hubiera deseado estar en cualquier otro sito diferente al que estaba, podrá descubrirlo antes o después, saltar del tren en marcha, faltar la cita, pensarlo después o antes, pero el sitio donde seguir su vida deberá estar lejos de donde está. -“Ojala que no hubiera estado aquí”-



Y los seis cuentos que componen el libro son un recorrido por la mente, por las palabras o por los actos de esas personas que van descubriendo o simplemente mostrando, cómo se llega al fondo del precipicio o cómo van perdiéndose los agarraderos que te sostienen y te deslizas hacia abajo, hacia el fondo para volver a morir o , en el mejor de los casos, para volver a empezar; porque morir se puede morir de muchas maneras y todas fantásticamente preparadas para no saber distinguir el cielo del infierno, o, a lo mejor,  para descubrir que el infierno está repleto de personas con la mente vacía, o con la simpleza de lo sucio, de lo inerte, de lo francamente olvidable. Porque detrás de cada historia, de cada página, de cada vida, puede estar el mal o el bien, lo agradable o lo desagradable, lo olvidable y lo indeleble;  pero tú serás, en ese infierno, como un pez nadando en una pecera, dando vueltas sin fin, y que parece tener todo el tiempo y el espacio del mundo pero solo das vueltas y vueltas sobre ti mismo pensando ser el más libre y y el más despejado del mundo cuando eres, realmente,  lo más denigrado y denigrante que ha rozado tu mundo estrecho y malvado. Deborah Eisenberg sabe convertirse en las escamas del pez y algunas veces lo salva y otras veces parece condenarle como un Sisifo de agua y escamas brillantes. Pero, en cualquier caso, todas las vidas que cuenta, todas los planos cenitales que da de sus personajes son miradas como con una gran lupa de aumentos infinitos que muestras a veces el pasado y otras el futuro, pero sobre todo un presente que parece sostener la mecha de algo que se va a encender o no...


Deborah Eisenberg, escribe de forma que cuenta detalles en apariencia desechables, pero que son desde donde vas erigir los cimientos de la construcción de, sobre todo, la personalidad de los protagonistas,esos  que sostienen el edificio de las historias; en ellas no parecen pasar grandes cosas, no hay aventuras, ni paseos a la luz de la luna, ni siquiera relaciones pasionales o dulces, no; estas son historias que construyen los personajes por lo que dicen o dijeron, por como actuaron en determinado momento y de determinada forma. La prosa, magnífica, te llevará por venganzas, violencias, añoranzas, perdidas, semblanzas, jóvenes indefensos, hablará de la caída de las Torres gemelas, de inocentes y culpables, de opiniones políticas, de la perdida del trabajo, del pasado que se quiere olvidar, de amores desarrapados, de sueños incumplidos... no son historias que hagan un mundo mejor, pero a veces es imposible y solo puedes retratarlo. Pintar cuadros al oleo de cementerios de coches no es imposible pero es más lógico fotografiarlos y mostrar esa esquina del mundo donde se roza lo bello y lo absurdo, lo imposible y lo feo, el filo cortante y el martillo que lo deshace, la pintura desconchada y la mano que la arranca con la uña, la gasolina que escapa y el fuego que la elimina.

Como una aguja roza el disco y se alza y baja con el movimiento del vinilo ya doblado de las veces que se puso en el plato,- suena “Wish you were here”- este libro te va llevando por su surco, te levanta y te hunde influido por los pliegos de las historias, las personas y las sombras que parecen ocultarte algunas veces y las luces que te deslumbran otras; por los graves y los agudos que va mostrándote la vida. Pero eso es un libro, vanos y paredes que ocultan y muestran cosas y personas, descubrir la puerta y conocer el escondite de las llaves es tu función.

“Ojalá que estuvieses aquí,
solo somos dos almas perdidas,
nadando en una pecera,
año tras año,
corriendo sobre el mismo viejo suelo,
¿qué hemos encontrado?
Los mismos viejos miedos. ”
-Pink Floyd-

wineruda

jueves, marzo 17, 2016

VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL


















VINIERON COMO GOLONDRINAS de WILLIAM MAXVELL
they came like swallows 1937
Ed. Debolsillo 207Pág
Trad. Gabriela Bustelo





A veces un escritor, pienso, debe sentirse como un barrenero en una mina, que arranca las entrañas a la tierra, impone caminos donde sólo hubo paredes, y en la asfixiante oquedad descubre, cuando esta sólo, el ruido de las gotas al caer, de las paredes moviéndose y los quejidos de los techos presionando las vigas; y cuando está acompañado siente el olor ácido del sudor y el intenso pánico oculto entre fatigas, monotonía y riegos allá donde la dinamita va a explotar, asustando, por el suave temblor en los pies, a sus familias en sus casas. Y el escritor debe sentirse así, decido imaginar, porque las historias nacen por un lado del propio ingenio y por otro lado del esfuerzo por dinamitar las cuatro paredes que a veces parecen encerrar recuerdos, pensamientos o ideas. Confinados no sólo por la propia inercia del olvido simple, sino por el más doloroso olvido necesario y terapéutico. Pero como todo dueño de mina sabe, la riqueza que provoca los esfuerzos ajenos, reconforta al más despreciable de los escépticos. Y un escritor es a la vez dueño de la mina y caballo de tiro, potro y jinete, puesto que es autor y actor a la vez. ¿Que qué quiero decir? Pongamos de ejemplo este libro, que para eso lo he titulado con su nombre: Maxvell, retoma y recuerda una época de su vida: la terrible pandemia de la gripe española que asoló el mundo allá por los años finales de la segunda década del siglo XX, y en ella incrusta una historia sobre la sensibilidad. Esa parte de la personalidad que sólo se ha creado con el trascurrir del tiempo y de las miradas, y de las caricias, y de los dolores y de las ausencias, y de las presencias y de olvidos, hartazgos, posesiones, favores tuyos, y solamente tuyos, barrenados en tu mente con dinamita hecha con tu pelo, con tu sangre y con tu carne, formando un mapa de una mina intrincada y desafiante de la que sólo existe un dueño, un dibujante, un trabajador, una victima y un ataúd, y son todos tuyos y para ti. Maxvell muestra toda su ternura, que no su sensiblería, para mostrar como si fuera el punto de vista de los canarios que llevaban los mineros para sentir cuando pudiera explotar la mina. Animales presos en un mundo tan cerrado como oscuro, pero plenos de belleza propia, incluso alegría, en el canto y en el colorido de sus plumas, como plenos de extrañeza de estar en lugar al que nunca hubieran deseado ir.




En la época en la que coincide el final de la Primera Guerra Mundial con la propagación de la gripe española, una familia con dos hijos, y otro por venir, vive en una barrio de una ciudad acomodada de Estados Unidos. Rodeada por casi toda su familia y por algunos recuerdos, el tiempo transcurre como debe ser para cada uno de los habitantes de la casa. Sus problemas, sensaciones, sentimientos, miradas regaladas y perdidas, sus caricias deseadas, sus pequeños rencores y sus mínimas infamias empiezan a discurrir por las páginas del libro descritas uno detrás de otro por los miembros de la familia, siendo el eje en el que circula el aire y la sangre de la familia, la madre/esposa/hermana Elizabeth. Ese pequeño universo gira, aunque le pese a Copérnico, sobre el centro de un planeta pequeño, alado, tierno y seguro que se convierte de día en esa mujer que parece que da sentido a la rotación de sus satélites. Vadeando el mundo, sus hijos -Robert y Bunny- su hermana -Irene- y su marido -James- libran una batalla consigo mismos para poseer , defender, arreglar los errores que se van creando cuando la mente va intentando ser más lista que la vida.




Maxvell es un autor que investiga el mundo que le rodea, parece encontrar el color, incluso el matiz exacto, de la mirada de las personas, parece percibir el grado de fuerza del abrazo, o el método por el cual la sonrisa o las lágrimas parecen surgir de un niño de un segundo a otro. Incluso da la impresión que descubre el sabor de las sonrisas sólo por su calidez, y la fiereza de la mueca midiendo el grado de separación de la comisura de los labios. Nada parece ocultarsele al escritor, ha encontrado el camino, los mapas, los senderos y sabe por donde discurren, incluso por donde han discurrido los ya ocultos por la maleza del tiempo. Es probable que sea porque fue su camino, su maleza, su fiereza, sus lagrimas, sus sonrisas, su pasado, sus abrazos, sus alegrías, sus oquedades y su mina profunda.


Este es un libro, pulido, cristalino, bello y con aristas, como un diamante.

wineruda




lunes, diciembre 28, 2015

LOCOS. UNA COMEDIA DE GESTOS de FELIPE ALFAU















LOCOS. UNA COMEDIA DE GESTOS de FELIPE ALFAU
Locos. A comedy of gestures 1936
Edt. Seix Barral 196 Pág
Trdc. Javier Fernández de Castro




Siempre me ha parecido que las posibilidades que ofrece un libro son las que dan o quitan valor a su contenido; así una novela en la que las posibilidades de, pongamos, lectura, resolución, planteamiento, análisis, solución, o estudio sean una o pocas , para mi manera de entender la literatura, deberá ser de inferior calidad a una en el que sean muchas o infinitas. Todas las posibles lecturas llevarán rutas, ideas, soluciones diferentes: el lector elegirá bifurcaciones, sondeará caminos, comprobará soluciones, satisfará dudas, planteará problemas, dará respuestas según las posibilidades que el libro le ha dado. Así un libro se multiplica hasta el infinito. Y en el concepto de “posibilidad” incluyo tanto el contenido profundo, como la propia prosa o la estructura de la obra, todos ellos agentes primordiales en la riqueza literaria de un texto. Una obra en la que prime la prosa sobre el contenido o exactamente lo contrario encorsetará tanto la composición literaria como unas anteojeras aplicadas a una mente humana. En esta novela de Felipe Alfau todos los mundos, todas las visiones, todas esas posibilidades están abiertas. Si no llevas una lectura atenta -y sospecho que aun así- te perderás detalles, sorpresas, soluciones e ideas que el escritor ha puesto como jalón de un itinerario trazado a golpe de bisturí: cortante, incisivo y directo.


Felipe Alfau es un escritor español que emigró a Estados Unidos a principios del siglo XX, adoptó el inglés como lengua literaria y escribió muy poquitas obras con, en principio, escaso éxito. Suele pasar... en el destino de muchos escritores sin un apoyo definido en la “industria”. Un paria en un país de ricos en influencias, una cara más en el paseo de los “sin-nombre”. Sin embargo esta novela es rica en todos esos detalles que han sido loados y amados y reiterados y aplaudidos por los críticos en novelistas incluso muy posteriores a él. Todo lo que quieras buscar como perteneciente a la novela “postmoderna”, aparecerá en este libro: experimentación en el narrador, metaficción, fragmentación de la realidad, subjetividad... Un prodigio temprano, olvidado durante años para que en 1990 fuera nominada al National Book Award. Estupideces del destino.


Y.. ¿Qué es Locos. Una comedia de gestos? Pues es un libro sobre España, pero no sólo para España evidentemente. Es una mirada entre ácida, triste e irreverente sobre las características de la vida en aquella época: sobre la enseñanza ridícula, cargante y católica, sobre la moral estricta y vacía, sobre la policía inepta, sobre la familia, sobre los pedigüeños, sobre los curas, sobre la muerte como modo de vida, sobre poetas muertos por la abundancia de la primavera... Es un mundo inmenso nacido del microcosmos de un bar de Toledo llamado “ Café de los locos” donde el narrador ve la posibilidad de que todos los habituales del bar sean elementos y protagonistas de una novela, de esta novela. Y así todos ellos aparecerán en la novela, en diferentes términos y momentos, participantes de historias en las que serán meros comparsas o elementos principales. Pero que a modo de puzzle extremo, o quizás debería decir a modo de investigación detectivescas deconstruida, es decir elementos individuales, solitarios, que van recomponiendo una historia que en principio sólo se supone sugerida, real pero partida por una confusión de términos, personajes ambivalentes, nombres que se confunden debido que a veces son una cosa y otras veces otra. Así la “Lunarito” será hija, amante, criada, prostituta, asesina, acosadora, o “García” será pobre o colaborador de la policía, o poeta muerto de mucha vida: o Gastón será hijo, hermano incestuoso, ladrón, o, por ejemplo, Carmen, será hermana, monja... Todo un mundo de soluciones, personajes que se acercan y alejan, de historias que se solucionan, que se explican, y que tienden a reunirse como por efecto de la atracción de un agujero negro a los planetas que se le acercan, para devorarlos, pero en este caso para masticarlos, deglutirlos y devolverlos convertidos en una historia completa, circular y magnífica sobre la vida, sobre arte, sobre literatura de la buena , esa que aunque sea escrita por un hombre con riesgo de ser olvidado, es tan digna o más que la de los escritores de alto copete, títulos nobiliarios o amantes de papel cuché de esos de revista.


wineruda







martes, septiembre 08, 2015

GATO ENAMORADO de TIM O´BRIEN

















GATO ENAMORADO de TIM O´BRIEN
tomcat in love 1998
Ed: Anagrama 401 Pág.
Trad. Daniel Najmías


Cojeo de muchos pies si hablo de literatura. Soy un ciempiés literario. Tengo tantos escritores que me gustan que me desbordan mis listas, y no hay manera de convencer a mis amigos de quién es mi autor favorito, puesto que un día es uno y al otro día el siguiente, y así hasta el infinito. Les doy oportunidades que no doy en otros mundos artísticos. Son la cojera entre piedras y ríscos, entre frases y resúmenes, son esos a los que descubro belleza donde otros no han visto, son esos que tienen belleza artística allá donde no parezca, son la muleta en el que se refugian los tullidos literarios que no han encontrado un buen libro que leer. Siempre ayudan. Y uno de esos es Tim
O´Brien, un escritor, fetiche para mí, apenas reconocido en el mundo hispano (no hay más que hacer una prueba en el google), es de esos que los americanos llamarían “underrated”, yo lo llamaría menospreciados, olvidados, perdidos, desafortunados. Pero yo he leído todos sus libros traducidos al castellano,: “Persiguiendo a Cacciato”, “En el lago de los bosques” “Las cosas que llevaban los hombres que lucharon” y no puedo evitar sentir orgullo de haberlo leído, un lujo literario al alcance de cualquiera, son la moneda de plata escondida entre las miles de níquel. Quisiera saber la razón por la que no se conoce como otros, que desde mi punto de vista no llegan ni por asomo a su nivel; es posible su insistencia en hablar de la guerra de Vietnam, sí es posible, pero también es verdad que lo usa para explicar comportamientos generales, para hablar de locuras provocadas, para hablar de horror. Es posible su falta de promoción, o de belleza personal (sí reconocedlo , existe...). O que escribe muy poco... A saber... Pero da igual, el que quiera que lo lea, yo ya lo he leído, y es una fantástica experiencia.



“Gato enamorado” es la historia escrita en primera persona por Tom, un profesor de lingüística al que su mujer le ha dejado por un tipo rico. Lo ha abandonado ayudado por su hermano, del que Tom sospecha tiene una relación casi incestuosa. Es un relato contado a una supuesta mujer a la que cita y alude de vez en cuando, comparando penas compartidas por el abandono de sus parejas. Pero poco a poco va apareciendo la verdad... En el relato surge un mundo de mujeres jóvenes a los que Tom adora y persigue, pero aún así la única obsesión del profesor será la venganza pero, a la vez, la búsqueda del reencuentro. No funciona... seguirán apareciendo mujeres, incluso una bella holandesa que se enamora de ´él. Todo se enreda por la aparición de antiguos colegas de la guerra de Vietnam, buscando venganza por una antiguas “diferencias” en aquella época.



“Gato enamorado” es una novela irónica, incluso sarcástica, poblada de situaciones que de tan patéticas que son, son hilarantes. Es la historia de un hombre loco, un personaje cómico por sus extremos, un individuo psicótico y tan obsesivo que resulta hasta molesto. Empeñado en que las palabras ocultan significados que influyen en su vida y comportamiento, absorbido por la necesidad de relacionarse con chicas jóvenes (alumnas o no) en las que necesita contacto y que en su mayoría lo desprecian y engañan, es un perrito faldero en búsqueda de una caricia y que suelta pelo por todos los lados. Pero ante todo es un maníaco del recuerdo de su mujer , Lorna Sue, sobrepasa todos los límites hasta dar pena hasta la risa, como todo parece que va a resultar imposible, lo que le supera es las ganas de venganza, ciega y furiosas, pero tonta e infantil, como los intentos del “coyote” con el “correcaminos”.



Tom, como narrador que es, miente o hace que miente a la mujer a la que se dirige.; oculta cosas y enseña a medias; da lógica a lo que no la tiene; enseña sólo un pedazo de la foto; la bombardea como un marido despechado con sus ideas fijas, sus penas y sus “verdades” con los que martiriza a toda persona que se le acerca. Es un tipo que, de "pesado" que resulta, aparece como penosamente simpático.


 En un libro lleno de personajes que desprecian a Tom te resulta fácil tenerle cierto cariño -con las cejas alzadas eso sí-; es un manipulador alocado, despreciable simpático, amable psicópata, amante olvidado, engañador burlado, obseso lineal, estúpido inteligente, vengador apacible... ¿Raro? No, un imaginativo personaje literario. Pero si Tim O´Brien es bueno en algo, es en los finales, los domina con inteligencia en cada uno de los libros que he leído de él. Éste no es una excepción, encuentra la solución más adecuada a lo que cuenta.



Wineruda


miércoles, septiembre 02, 2015

EL NO VA MÁS de STANLEY ELKIN


















EL NO VA MÁS de STANLEY ELKIN
the living end 1977
Edtral. Ampúries Paidós 127 Pág.
Trdct. Roser Berdagué



Algunos dicen que Gagarin dijo que “aquí arriba no veo a ningún Dios”. Elkin no dice que haya o no haya. Los tiempos cambian y los países también -a fin de cuentas no era comunista-.y él satiriza la religión, la cristiana. todo lo que se mueve por allí: Dios, Cristo, la Virgen, José, la biblia, el infierno, el cielo... No necesita -creo que tampoco le importa- decir si hay o no hay, sólo aporrea con precisión y mofa todas las ideas creadas y aprendidas durante siglos. Les da la vuelta, las moldea para mostrar su lado oscuro, su otra posibilidad, sus acasos, lo que nadie presupone, lo que podría ser -el...¿pero qué es esto-. Es una impía versión gamberra de un evangelio apócrifo. Es un Dante sacrílego, un iluminador de teatros donde se celebran homilías, un fantaseador de pesadillas de las que no se despierta, un humorista que hace monólogos sobre creencias imposibles, un alborotador del gallinero monoteísta -el zorro que aprendió en la universidad laica-. En la edad media lo hubieran quemado, en la actualidad lo llamarían esa estupidez de políticamente incorrecto. Así que es un superviviente de la hoguera pasada, salvajemente satírico, un interprete de música heavy en una iglesia, que nunca será escritor de cabecera de Coelho.



Su novela, en un principio lineal -una simple historia de un buen hombre que ve caer asesinado a un trabajador suyo en un atraco, y posteriormente es él mismo acribillado- va cambiando a una historia en los que van saltando de un personaje a otro -el socio del asesino del hombre, un enterrador, un niño muerto por obra y gracia de Dios – y en los que el tiempo no es lineal, salta y vuelve para explicar los sucesos y las experiencias de los personajes en su paseo por la muerte, la tumba, el cielo, el infierno. En ese escenario los personajes eventuales son los humanos que disfrutan en un cielo que parece un parque de atracciones
 -¿ Será de Disney?- o los sufridores de un infierno en los que los castigos no son sólo los relacionados con los fuegos, las torturas y los pinchazos de los tridentes de los demonios, sino que es también un lugar muy similar a una ciudad moderna donde la prisa -la imposibilidad de pararse-, la falta de intimidad, el ruido, la atmósfera agobiante, la suciedad son parte de la vida diaria, mensual... eterna. Los personajes fijos son todos los relacionados con la tradición cristiana: Padre, Hijo, María, José, San Pedro, los ángeles, los demonios... pero humanizados...


¿Humanizados? Protagonistas pasados por el psicoanalista, analizados por un brusco siquiatra sin lecturas sacras. Un Jesucristo tullido que no cree en sí mismo, aburrido de su papel, y que añora su tiempo en la tierra; un José que no cree que su “hijastro” sea el Mesías; una Virgen María traumatizada por su virginidad y por su forma de ser madre que huye de cualquier contacto; un Dios
egoísta y cruel, monarca absoluto de sus dominios y sus criaturas a los que usa a su antojo rellenando el cielo o el infierno por simple hastío, sin el don de la misericordia, severo y cruel a partes iguales.


¿Donde encajan los “humanos” protagonistas de la novela en toda esta historia de dioses, santos, madres de dioses? Pues ellos son las cobayas de sus necesidades, antojos, leyes estrictas. Son los que soportan la contradicción donde el bueno va al infierno y el malo vuelve a la vida, y el que pasaba por allí va al cielo, y el niño que toca buena música va a endulzar los aburrimientos celestiales. Un desorden ordenado por un guardia de tráfico alterado y con pistola fácil.




wineruda




Hoy...

50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS de EZEQUIEL ZAIDENWERG

  50 ESTADOS, 13 POETAS CONTEMPORÁNEOS de ESTADOS UNIDOS SELECCIÓN, TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EZEQUIEL ZAIDENWERG     Decían que decía...