PALOMAS EN LA HIERBA de WOLFGANG
KOEPPEN
tauben in gras 1951
Edtrl RBA 237 Pág
Tradc. Carlos Fortea
Hay palomas en el césped,
aparentemente no hacen otra cosa más que picar semillas que parecen
salir del suelo; están allí y son ellas como podrían ser otras y
estar en cualquier otro sitio. Levantarán el vuelo en cualquier
momento y desaparecerán hacia cualquier otro lado. Igual que ellas, nosotros,
estamos andando por el mundo, hasta que levantemos el vuelo. Y estamos en esa especie de
estado intermedio entre estar posados y volar y ello sólo porque el azar lo
ha querido así, porque podríamos estar en cualquier otro sitio, en otro
instante o simplemente no estar. En Alemania, recién acabada la
Segunda Guerra Mundial, están los que quedaron vivos: los
supervivientes y los vencedores. Pero sobre la hierba aun quedan
rastros de la guerra; no sólo desechos, balas perdidas, hierros
retorcidos o las esquirlas, sino que también queda la huella de la vida con los
nazis y de los nazis. Como si en el tercer acto de “Las valquirias”
de Wagner, empezara a sonar la cabalgata de las valquirias , con ese
prepotente y épico sonido de una “blitzkrieg” de opereta, donde,
pasado su época de esplendor, ya sólo es interpretada por una
orquesta de timbales, cornetas y acordeón: los interpretes son de
segunda fila pero tocan la misma música, con el mismo libreto y la
misma podrida versión. Sin embargo también hay otras palomas en las
ciudades alemanas que viven apenas por su sentido de la
supervivencia, por la morosa necesidad de dejar pasar el tiempo o para
buscar el camino, acaso esperan que el camino los encuentre a ellos: son viudas de
guerra, niños, prostitutas por necesidad, mozos de transporte,
soldados de frentes inimaginables, poetas. Y existe, también, un mundo de
conquistadores, vencedores de guerra-perdedores de entre la vida, o
de curiosos que van a revisar la vida de otra gente, o revisores de
vida que curiosean a la gente... Son también palomas en el césped,
pero con anilla de propiedad de un lejano y palomar.
“ Palomas en la hierba” es el
acontecer en un sólo día de una serie de personajes en una anónima
ciudad alemana de principios de los años 50 del siglo pasado.
Momento en el cual la guerra empezaba a estar un poco lejana
y el futuro un poco más cercano. Son personajes distintos -desparejados- que van
acercándose y separándose como lo hace el mar cuando sube la marea:
a veces nos invade otras se aleja. Aparcen por ejemplo: una pareja en la que ella perdió
todo en la guerra y él es un escritor que perdió su confianza con
la guerra; niños que bostezan entre las ruinas; un ex-soldado que se
libro de ir a la guerra por medio de las drogas que ahora le hacen
dormirse todo el día, un actor que vivió su esplendor con los nazis
y su mujer que nunca tuvo esplendor, un viuda de guerra que se
prostituyó hasta conocer a un soldado americano de raza negra; un
viejo que transporta la maleta de otro soldado de raza negra mientras
visita la ciudad, un médico arruinado y corrompido; un maestras
norteamericanas que visitan la ciudad; un poeta que parece ser el
faro de la cultura de la ciudad... Todos estos personajes muestran historias
separadas; son una especie de rompecabezas de fotos distintas en la
que parece que nada las une. Pero surge de entre todas un mensaje
parecido: Koeppen arrastra a los personajes por la ciudad hasta que
se les pegue el polvo y el barro de los escombros de las calles.
Barro con forma del racismo - heredado, profundo, sistemático (en
Alemania y en EEUU)- polvo compuesto por todos los colores que forman
el olvido, la desgracia, el encono, el desengaño, el pasado -el
horrible y tenso pasado-. Todo se amalgama para pintar personajes que
no parecen llegar a ningún sitio, ni siquiera parecen partir...
“Palomas en la hierba” es un relato
en los que Koeppen utiliza las palabras como un muestrario de
azulejos para crear un mosaico en los que combina, frases cortas y
concisas, con prosa cercana a la poesía ; compagina el relato
descriptivo con el monologo interior. Acepta, el libro , un despejado
mundo alegórico basado en el homenaje a Joyce, creando una suerte de
“Ulises” con cartas marcadas, puesto que utiliza los recursos
estilísticos, la estructura temporal y hasta los nombres del libro
del irlandés, pero lo hace utilizándolos de manera acorde al tiempo
que vive, de forma astuta y adaptada. No quiero decir que Joyce no lo
haga, pero como todo el mundo sabe éste es un maestro de las
letras, y como cualquiera de nosotros ha aprendido, los maestros viven
y enseñan para ser superados por sus alumnos. Ténicas, composición destreza se aprenden -se suman de aquí pero también de allá- y si se tiene habilidad natural o talento... Siempre he pensado que nadie tiene el monopolio del talento; el hecho de que haya sido anterior no presupone que es superior. Es la vida. La pizarra
estaba ya llena de tiza pero se borró con el tiempo...Los nuevos
alumnos la han escrito de nuevo. Así Koeppen escribió un libro brilante y esclarecedor sobre una época, a pesar de la oscuridad que parece salir de sus páginas. Oscuridad formada por ese intento de mostrar una exposición donde la visión total de todo lo expuesto es la que enseña la realidad.
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