LA CRIPTA DE INVIERNO de ANNE MICHAELS
the winter vault 2009
Edt. Alfaguara 320 Pág.
Trdc. Eva Cruz
No sé si sabré escribir sobre este
libro y exponer todo lo que cuenta, el cómo lo cuenta y para qué lo
cuenta. No sé si me perderé en todos los mares, ríos, caminos,
cuerpos, pieles, piedras, flores, muertes, vidas, sonidos, mensajes,
tentaciones, silencios, gritos, lágrimas, colores, sensaciones
táctiles y visuales, penas, cantos, sufrimientos, explicaciones,
abandonos, búsquedas, amores, olvidos, recuerdos... Sobre todo
recuerdos, esos que explican y dan sentido a la vida, lo quieras o
no. No sé si sabré encontrar el camino por el que pueda mostrar
apenas una ventanita, pequeña y solitaria, por el que pueda
entreverse aunque sea sólo el matiz del color de las historias que
cuenta o el último rastro del olor que queda tras el paso ágil de
una persona; no sé si sabré siquiera eso, tan extensa de
sentimientos como profunda de explicaciones es esta novela, que no sé
si lo conseguiré.
“Recuerdo escribir con aquel
bolígrafo en aquel cuaderno: “la tía Grace murió en el otro lado
del océano”, y también pensar en lo raro que era que hubiera
vivido toda su vida, y también muerto, en un lugar que yo nunca
había visto, la clase de revelación dolorosa de maravilla y pena,
excitación y desorientación, y el proceso lentísimo de comprender
que la propia ignorancia sigue creciendo precisamente al mismo ritmo
que la propia experiencia”
No sé si he podido
siquiera advertir si esta novela está escrita en prosa poética o, a veces, es
poesía pura y simple. Sus textos buscan la belleza, a veces por el
sentido de las palabras, a veces por el placer desnudo de la belleza de las
imágenes, -la detallada descripción de un acto, de un pensamiento
de una escena, de un olor o de una simple flor-, a veces por el
sentido profundo -oculto o brillante- de lo que realmente expresan. La
belleza se encuentra sostenida entre versos sin rima, y frases sin
verso. Es una novela de palabras, de expresiones, de remembranzas, de
penas esculpidas, pero no es una novela de olvidos. Nada esta
expuesto a la amnesia, nada a la ingratitud, nada a la oscura esquina
rota de la indiferencia. Y tan contundentes son sus historias,
tan expresivas sus convicciones, tan vehementes sus recuerdos, que ni
siquiera la densa suavidad de las palabras puede suavizarla, ni ocultarla al
lector menos atento. Está ahí, caliente y viva, para hacer masticar
al lector las piedras férreas de los ríos, las nieves frías de los
páramos o las secuencias crudas que quisieran hacernos hacer cerrar
los ojos y no verlas.
“Un jardín tiene que tener un
sendero” solía decir mi madre, y tenía razón. Un sendero que se
ha ido labrando su camino en la tierra, hundiendo cantos, con hierba
que comienza a crecer en las hierbas -dijo Jean- un sendero que el
uso constante ha ido grabando en la tierra. Igual que con el correr
de los siglos, los escalones de la piedra se ahuecan en el centro.
Imagina si unas simples botas son capaces de gastar la piedra, igual
que algunas historias se curvan en el centro tras siglos de ser
contadas. La tierra sabe por donde hemos caminado...
Son dos historias
separadas y unidas a la vez. Una es la historia de un matrimonio,
Jean y Avery, La otra es la historia de unos enamorados, la propia
Jean y Lucjan. La primera situada en Egipto en los años sesenta del
siglo pasado, durante al construcción de la presa de Asuán. Allí Avery
es un ingeniero que trabaja en el traslado del templo de Abu Simbel y jean lo acompaña.
En el segundo la propia Jean se refugia, se agarra, se sostiene, vive entre los sentimientos e ideas de
Lucjan, un artista exiliado polaco en Canadá. Pero no es una
historia sobre el amor, o, al menos, no sólo es eso. Esta novela es
una historia sobre el pasado, sobre los recuerdos, sobre la muerte,
sobre la reconstrucción, sobre el imposible olvido, sobre el
implacable poder del mal y el odio sobre las personas inocentes.
Pero no, no es solo
eso. La novela habla de muchas cosas,: habla de como el pueblo Nubio
tuvo que dejar sus tierras, casas, muertos, vida, tras la
construcción de la presa de Asuan, y dejo allí sus recuerdos, su
forma de ver el mundo, sus olores, sus pasos en el sueño, sus paredes manchadas, sus balcones al ocaso...todo perdido por el afán
de unos por dominar la naturaleza, sin tener en cuenta a las
personas, y el poder creador y protector del recuerdo, de las pisadas
repetidas por los mismos caminos, de las tumbas no olvidadas, de los
años sumados que constituyen décadas y siglos en los que las
personas aprenden a conocer el mundo -su mundo- y la naturaleza.
Habla , también, el libro del pasado de Jean , Avery y Lucjan, y de
todas las personas que le rodean, de la soledad y el desarraigo que
les convoca, que los une, de la pena por las cosas que hicieron o no,
de las cosas que olvidaron, de las personas que perdieron, de los
deseos que no cumplieron. Y del horror... del horror de la guerra en
el gueto de Varsovia o de Alemania, de las muertes, de todas aquellas
muertes sin sentido,pero también del intento inútil de olvidar, y
de tratar de reconstruir el mundo sobre los huesos de los muertos,
sobre la sangre de aquellos cuerpos: mentiras poderosas sobre
verdades que no se debieran ocultar. Habla sobre la falta de
inocencia del mundo, sobre tragedias que se asumen, pero no se
olvidan, como partidas de ajedrez entre la mente y el espíritu,,
entre las lágrimas y el rencor solitario. Y habla de la perdida; de
la perdida de los padres, de los seres queridos, pero también de la
perdida de la confianza, del amor, de la propia estima. Nada puede
compararse a la desaparición, a la súbita, tremenda, y
irreemplazable perdida de algo que quieres, la rabia escupida desde
la mente y la entrañas... ese sabor acre de la rabia... Y habla del
dolor, oculto o público, que reposa sobre todo como un manto de
nieve en la pradera, como una nube de polvo en la carretera, todo el
dolor del mundo que se agolpa a veces en las sienes de una persona, o
sobre el hombros de la multitud agolpada en los andenes de la última
estación o sobre las paredes de los muros de ejecución o sobre los
margenes de los cementerio. Habla de darle sentido al mundo, aunque
sea a una pequeña partícula del mundo, ésa que sostiene tu mente,
da equilibrio a tus actos y a tus ausencias, ésa que mantiene el
cuerpo en la posición adecuada al movimiento de la esfera terrestre.
Habla, también, de las palabras, da las voces, de los cuentos en la
oscuridad, en las conversaciones que añaden valor a tu mente, de la
comprensión por la palabra y el pensamiento, único camino útil.
Habla.....
-Cuando la tierra está demasiado
helada como para cavar tumbas -dijo Lucjan-, los muertos esperan en
criptas de invierno. Estos edificios siempre tienen una cierta
dignidad, ya sean de ladrillo o de piedra con caros apliques de
bronce, o un humilde cobertizo de madera, porque se construyen con
respeto por quienes yacen entre sus muros.
No sé, por fin, si
sabré decir qué es esta novela: ¿novela filosófica? ¿novela
sobre la vida?¿el amor? ¿el recuerdo? ¿la pena?... No lo sé,
acaso todas, quizá ninguna. Solo podré decir lo que dije para
describirla a una amiga: buena como una larga conversación entre
amigos, como una historia contada por un viejo profesor, bella como
un poema, difícil como todo lo que merece ser encontrado.
wineruda