ANTOLOGÍA POÉTICA de PIERRE REVERDY
Monte Avila Editores 219 Pág
Versión: Alfredo Silva Estrada
Hay poetas cuya impronta es evidente en
sus escritos; su voz, atronadora, se oye detrás de cada letra, de
cada estrofa -gritando, escupiendo, amando, sintiendo, elaborando,
trabajando, orando, llorando, riendo...-. Es tan poderoso su grito o
su suspiro que adivinas su gesto al escribirlo, sus intenciones, sus
ganas, incluso pareces verlos físicamente trabajando en la poesía
sentado en una mesa, o reclinado sobre una piedra, o borracho en la
barra de un bar. Y no es precisamente el uso de la primera persona el
que produce esa sensación, sería demasiado fácil o simple, no, es
la virulencia con la que evoca y provoca sus sentimientos, o sus
visiones o sus mandamientos los que te hacen pensar en él o ella;
casi violenta tu espacio su pasión o, a veces, su desgana. Poder, y
saber, soportar el embate de su poesía, abastecer tu vida con los
sentimientos, necesidades, visiones o pasiones del poeta y sufragar o
dibujar con ellos momentos de tu propia existencia es la realidad,
para mí, del lector de poesía.
Pierre Reverdy me pareció con la
primera lectura, -de las muchas, infinitas, que he tenido de él- un
autor cuya voz se difuminaba en una sucesión de frases -bellísimas también- que describían una acción, un pensamiento, un
paisaje, un recuerdo... y parecía ser como los cuadros de los
grandes almacenes, hermosos pero faltos del aliento y el pegamento
que convierte un cuadro pintado por encargo mojigato en una obra de
arte. Pero no, eso no sucede con Pierre Reverdy, solo si haces una
lectura estúpida y desatenta como aquella primera mía -pecado de
juventud-. Pierre Reverdy escribe como si las letras fueran la
génesis del giro de un agujero negro en el espacio que te hace girar
y girar -como un embudo- hasta absorberte y desmenuzar tus
sentimientos y tu sensibilidad. Van comiendo el espacio que hay entre
tú y ellas y van acercándose, y cercándote, hasta que parece que
el mundo sólo son ellas y te llevan por su camino hasta vencerte.
Solo quedaís el poema, tú y el mundo...
PRISIÖN
Quedé apresado por el ala exquisita
del azar
Había olvidado decirlo
Había perdido el sentido de la
distancia
En el desastre del presente
Apretado entre las mallas rígidas de
la razón
Ahogado por fuerzas precisas
Daba vueltas alrededor de la casas sin
comprender
Sentado de pie perdido en el delirio
Y sin memoria que remontar en los
límites oscuros
Ya nada que conservar en las manos que
se confunden
Nada que retener o que espigar entre
los dedos
Tan solo quedan reflejos que resbalan
Del agua del viento
filtros límpidos
En mis ojos
Y la sangre del deseo que cambia de
índole
Imágenes
Imágenes
Sin ninguna realidad para nutrirse
O
Hay manos que pasan
Algo pasa en el viento
Tres cabezas al menos se balancean
Mis ojos parten a todo correr
Llegaría a tiempo
Pero un puño me retiene
Un hombre ha caído
Alguien salió y no ha regresado
En el quinto piso la lámpara sigue
encendida
En la noche
Bajo la lluvia
18 francos cincuenta de taxi
El número cae al agua
Ella pasa frente a la alcantarilla
El hueco
Qué asco
El reloj de pared que palpita en la
casa como un corazón
Hay momentos en que uno quisiera ser
mejor
O matar a alguien
Allí hay una trampa
Un gato negro se escapa por la nieve
¡Y gente!
Gente a quienes no temo tanto como a
los agentes
La luna está cansada de mirar la noche
Ella se fue
Y voy a ponerme a trabajar
Ni la puerta ni la ventana me sirven de
nada
Rezo para conmover al conserje del
paraíso
Ese donde tu vives
Las 3 y ¼
En la vida siempre me habré levantado
demasiado tarde
El tiempo ha pasado
No he hecho nada
Una sombra se desliza entre patio y
jardín
Mañana por la mañana estaré allí
una vez más
En la acera
Unos rostros flotan a lo lejos entre la
niebla
Reverdy compone sus poemas, la mayoría,
como si alimentara una vieja ametralladora con una cinta de balas, o
como si un ejercito de honderos lanzara sus piedras hacia el sol,
llenando el espacio, oscureciéndolo, de artefactos, de palabras, de textos, de ideas, de imágenes, de oscuridad y carga. Que uno a uno no
son nada pero la unión de todos oscurece , por un momento, el
amanecer. Todos sus versos son fuego o tierra o agua o aire,
elementos diferentes que se convierten en estrofa, verso, mundo,
visión... Hay una versión de cómo se conformó el mundo en cada poema, te enseña la forma en que los átomos sucumbieron a la atracción que produjo el primer pedazo de materia viva. Todo es vida, todo es muerte, silencio o rudio, palomas y trampas, sabios o incapaces de soñar, en los poemas de Reverdy... Pero si algo desprenden los poemas de este libro, son que en los espacios vacios también se compone un poema, parece que hay una pausa ente cada verso para que pienses el camino que debes tomar al imaginártelo, al pensar en él, y así parece que los poemas se componen de ventanas que dejan ver el otro lado y de paredes en las que se sujetan las visiones.
CALLE
Habría que pasar por allá enfrente
Palabras que el viento se
lleva
Cuánto tiempo necesitaremos
Un minuto mas y estoy allí
Me quedo solo contra la
puerta
Los árboles habrán
tiritado
Si una nube pesada se
detiene
Ante la puerta cerrada
Y bajo el cielo
Las horas pasan
Por mi parte yo olvidaré
hasta mi nombre
Sobre la acera donde
nacieron
Los Pájaros gritan
Otras voces ruedan
Las campanas se han puesto a
sonar
Y todas las cabezas se
giran
Al irse me habrán hablado
DURANTE LA NOCHE
EL horizonte está lleno de
lámparas
Teatro claro
la danza
la estrella en el extremo
del hilo
el peso demasiado fuerte
a lo largo del camino corre
la tormenta
Uno sale
Uno duerme
El miedo se desliza por el
decorado
La noche exhala un suspiro y
muere
Contra el espejo al fondo
del lecho
La luna me mira y ríe
EL cielo negro se vuelve más
pequeño
Las alas rozan el techo
EL viento se ha detenido más
abajo
No obstante no se ha hecho
nada
No se ha dicho nada
Las cortinas han vuelto a
cerrarse
Los párpados deshacen sus
arrugas
Y he aquí la abeja del
sueño
En el extremo de la
sombrilla
Pareciera que los versos de Pierre
Reverdy nos cuentan una visión momentánea, un suceso que aun está
activo o acaba de acabar, como si la prisa por contarlo superara el
pudor de su existencia: Parte de sus versos, de sus poemas, activan
el tiempo y acortan el espacio: Son mundos recorridos en el tiempo
que tarda un poema en componerse. Llenados o vaciados por completo
con la visión del poeta. Porque los poemas están escritos para
componer mundos pero, también´, para vaciarlos y dejar la
habitación desnuda para el siguiente invitado...Y él recrear el
mundo a su medida y con sus palabras.
SECRETO
La
campana vacía
Los
pájaros muertos
En la
casa donde todo se adormece
Son
las nueve
La
tierra se mantiene inmóvil
Se
diría que alguien suspira
Los
árboles parecen sonreír
El
agua tiembla en la punta de cada hoja
Una
nube atraviesa la noche
Frente
a la puerta un hombre canta
Una
ventana se abre sin ruido
LA SOMBRA DEL MURO
Un ojo reventado por una pluma
Lágrima que cae de la luna
Un lago
El mundo cabe dentro un saco
La noche
Los cipreses hacen la misma
señal
En blanco la ruta los
subraya
EL paisaje invernal es azul
Los dedos tiemblan
Dos grandes cuadrados que se
parecen
Las sombras danzan en medio
DE las bestias que no se ven
De las voces
A todo lo largo del camino
Llueve
Sería tonto -e irresponsable-no hablar
de los movimientos a los que se sumo Reverdy en la
época de esplendor literario -el
cubismo y el surrealismo- cosa que se desprende como gotas de una
vela por toda sus composiciones, en especial el surrealismo, porque el caso
del cubismo supongo que es más complicado de distinguir en su
teoría, puesto que Reverdy no hace demasiados -o muy espectaculares-
dibujos con las posiciones de sus versos en la hoja, no. Así que lo
que más evidencia puede dejar de su influencia es parte de lo que he anotado antes, que sus versos muestran todos los lados de los elementos
hasta convertirse, el poema al fin, en materia sólida e
identificable por todos sus lados.
HORIZONTE
Mi dedo sangra
Con él
Te escribo
EL reino de los viejos reyes ha
terminado
El sueño es un jamón
Pesado
Que cuelga del techo
Y la ceniza de tu tabaco
Contiene toda la luz
A la vuelta del camino
Los árboles sangran
El sol asesino
Ensangrienta los pinos
Y a quienes pasan por su pradera húmeda
La noche en que se durmió el primer
autillo
Yo estaba Borracho
Mis miembros blandos cuelgan de allí
Y el cielo me sostiene
El cielo donde me lavo los ojos cada
mañana
Mi mano roja es una palabra
Un llamado breve donde palpita un
sollozo
Sangre vertida sobre papel secante
La tinta no cuesta nada
Camino sobra manchas que son charcas
Entre arroyos negros que van lejos
Al extremo del mundo donde alguien me
espera
En la fuente o las gotas de sangre que
caen de mi corazón
lo que se escucha
Un clarín en el azul toca generala
CORTEJO
Las manos levantadas muy en alto casi
tocaban el techo
Más allá los ojos se cierran sobre
todo lo que se ve
La luna con el cuello torcido los
brazos se aferran
Los árboles bajo el viento se
apresuran a caminar
Al timbre de tu voz el cielo tibio se
vacía
Las estrellas perdidas caen en el
arroyo
Y sobre tu mano brillan unas perlas
Sin embargo la lluvia no cae
Apagan todas las ventanas
Las nubes vuelan mas bajo
la calle se cierra a la tempestad
a todos los golpes que no se escuchan
Cuando al último en llegar franquea la
puerta baja
Es detrás del muro más grueso donde
todo sucede.
NACER A LA TORMENTA
Toda la faz redonda
En el rincón oscuro del
cielo
La espada
El mapamundi
Bajo las cortinas del aire
Unos párpados más largos
En el cuarto al revés
Una nube se desploma
La noche sale de un
relámpago
Desheredado por la fama
entre la mayoría de los lectores de habla hispana, Reverdy es más
un gigante de los del Quijote, reflejo de hazañas soñadas y
narraciones tan repetidas como leídas, pero resulta que sus poemas
aquí no tienen ojos, sus estrofas son como aspas que golpean la
nada; son acaso reflejos de un mundo dorado que no anida aquí. Pero
no existen bálsamos ni magos ni galeotes que puedan apagar su
delicadeza: Ni condenar la templanza de sus sonidos y sus imágenes a
la penumbra de la habitación solitaria, sin honor y sin vientos que
muevan sus versos que llegan como murmullos desechados por mil oídos,
al mio. Y allí retengo sus espectros y sus materias para
reproducirlas como en las escenas finales de “Fahrenheit 451”
wineruda